"La vida está llena de cambios. Todos son buenos pero no siempre son fáciles." (Anónimo)
Está muy de moda hablar y escribir sobre inteligencia emocional, dos conceptos (inteligencia y emoción) cuya interconexión cuya obviedad, por real que sea, no se ha comprendido todavía del todo.
Tratando de discriminar entre dos conceptos tan indistintamente utilizados como son la culpa y responsabilidad llegué a la conclusión de que existe una secuencia que los vincula: Los nudos de la culpa cargada acerca de eventos pasados impiden conectar con la responsabilidad de la acción presente y desplegar la acción que se deriva de la libertad que la responsabilidad conlleva.
El rencor, dicen los psicólogos, es un enojo profundo y persistente que no ha podido ser resuelto, liberado; un resentimiento arraigado (apegado, reprimido, atascado) que, por obra de dicho atasco, trastorna el natural desarrollo de la mente y desequilibra (enferma) al cuerpo físico. Hasta aquí todo claro.
El rencor es, pues, un resentimiento, un enojo profundo que devora por dentro al sujeto que lo reprime, es decir a quien no se rinde a su natural manifestación.
Recuerdo el relato fantástico de Rick Steves que viajó a Iran y se desplazaba por la ciudad en taxi. Contaba que allí el caos circulatorio es espantoso en términos occidentales, claro. Pero hay muy pocos accidentes de tráfico. Yendo a bordo de un taxo, al llegar a un atasco, frustrante sin duda, el taxista que conducía se puso a gritar 'muerte al tráfico'. Rick le preguntó:
-¿Muerte al tráfico? Creía que tu maldición iría dirigida a Israel o a mi país los Estados Unidos.
-Esta vez es muerte al tráfico. En Irán estamos acostumbrados a maldecir cualquier cosa para poder liberarnos de la frustración. No vamos más allá de eso. No pasamos de las palabras. Pero las palabras son liberadoras...
Todos conocemos a estas alturas ya las consecuencias somáticas de tragarse las palabras que necesitan ser dichas en caliente.
Recuerdo el relato fantástico de Rick Steves que viajó a Iran y se desplazaba por la ciudad en taxi. Contaba que allí el caos circulatorio es espantoso en términos occidentales, claro. Pero hay muy pocos accidentes de tráfico. Yendo a bordo de un taxo, al llegar a un atasco, frustrante sin duda, el taxista que conducía se puso a gritar 'muerte al tráfico'. Rick le preguntó:
-¿Muerte al tráfico? Creía que tu maldición iría dirigida a Israel o a mi país los Estados Unidos.
-Esta vez es muerte al tráfico. En Irán estamos acostumbrados a maldecir cualquier cosa para poder liberarnos de la frustración. No vamos más allá de eso. No pasamos de las palabras. Pero las palabras son liberadoras...
Todos conocemos a estas alturas ya las consecuencias somáticas de tragarse las palabras que necesitan ser dichas en caliente.
Vienen comúnmente acompañadas de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos)
· vergüenza
· timidez
· melancolía (depresión)
· frustración
· rabia
· timidez
· rencor
· pereza
…resentimientos que devoran por dentro y que provocan, debido a su ocultamiento, el deterioro celular.
Las emociones, afirman los expertos, son descritas como reacciones incontroladas frente a impactos externos, ante el entorno. Reacciones desconectadas del verdadero foco del resentimiento que, lejos de 'liberar' la presión, conducen por la senda de la cólera, descentran y agotan al sujeto victimizado hasta convertirlo en una sombra de si mismo...
Las emociones se situan en el tercer chackra, el del plexo solar, centro energético vinculado la zona del esternón (justo encima del ombligo). Solemos tocarnos esa parte del cuerpo cuando acumulamos resentimiento, cuando un miedo (no vinculado con la supervivencia sino ante la reacción de otro ser humano) nos atenaza.
El curpo físico humano está constituido de un 70 % de agua. El Dr. Masaru Emoto colaboró a la comprensión del proceso por el que las moléculas de agua congelada (hielo) ofrecen a la vista formas más o menos armoniosas dependiendo de la paz (o ausencia de ésta) del sujeto o de la comunidad de sujetos (familia, vecindario, ciudad, país…) que la contengan y consuman…
Pero entonces ¿qué son los sentimientos? ¿Son otra cosa distinta? y ¿cómo se expresan naturalmente? ¿Cómo evitar que se transformen en emociones atascadas, es decir en 'resentimientos'? Una vez detectados los resentimientos, ¿cómo hacer para evitar que detonen una enfermedad en el cuerpo físico?
Los sentimientos son estados afectivos complejos, intrínsecos, permanentes –siempre en función de la particular e intransferible sensibilidad del sujeto que los experimenta,
A diferencia de las emociones, no hay estímulos externos que provoquen el surgimiento de los sentimientos. Surgen en un momento, inexplicablemente, sin razón aparente, de los ignotos dominios del interior de cada persona. Se dice, no obstante, que afloran y que progresivamente incrementan su intensidad, accionados al desplegarse un invisible puente que une al alma humana con su naturaleza trascendente.
Los sentimientos forman parte de la 'huella' personal e intransferible de cada ser. Suelen ser estados difíciles de integrar en la vida cotidiana precisamente porque no atienden a reglas o dictámenes psicológicos de expertos; no encajan en los parámetros conductuales que los estudiosos de la Psiqué tienen catalogados. No son tampoco, sin duda, explicables por parte del sujeto que los vivencia, aunque comúnmente (y curiosamente) se los aloja físicamente –por así decirlo – en la zona del corazón…
Por paradójico que suene, la aceptación e integración de los mismos en el entorno de la vida cotidiana conduce al equilibrio del individuo y a una ampliada concepción de su papel en la sociedad, en la acepción más amplia de este término.
No se puede exterminar los sentimientos (rubor, tristeza, ensoñación, amor, amistad, compasión, fe…), pero sí podemos autocensurárnoslos en la medida en que seamos ridiculizados por exponerlos. Generalmente la censura provendrá del discurso intelectual (es decir la razón) ajeno (más tarde el propio también), que los cataloga como ridícula y desconcertantemente fantasiosos. Ya sabemos que la mente (Psiqué/Ego) tiene una desmedida tendencia a etiquetar todo aquello que no puede medir, decodificar o clasificar.
Una vez que la negación tiene lugar –y los suficientes recursos racionales son desplegados por el mismo sujeto-paciente para mantener sus sentimientos a buen recaudo (protegidos cree él, aunque en realidad están literalmente secuestrados)– es entonces cuando podemos hablar de conflicto emocional.
La emoción, consecuentemente, es un 'estallido de incomprensión', una explosión de la olla a presión que nos construimos para almacenar forzadamente esos sentimientos nuestros que nuestro entorno no acepta. La emoción surge como consecuencia de un impacto externo que amenaza la integridad de los sentimientos. Las emociones son, pues, erupciones liberadoras que actúan a modo de válvulas de escape frente a los atentados que sufre la caja de pandora en la que mantenemos secuestrados nuestros sentimientos. Lo que sucede es que la expresión emocional puede ser dañina para terceros (sobretodo si se trata de niños).
Se trata, por lo tanto, de reacciones surgidas en el entorno de la interactividad social, ya sea en circunstancias de instrucción o simplemente de interacción con el entorno cotidiano. Un accidente/incidente de circulación puede desatar una emoción. Una separación, la noticia de la muerte de un ser querido, un despido, un deshaucio…
"Me contaba Marta, una amiga divorciada recientemente, que no podía evitar sentir rencor por su ex pareja. Y sin embargo fue ella la que tomó la decisión de separarse. Curiosamente por la misma razón por la que decidió emparejarse con él: era un mujeriego, un chico malo e indomable ante sus propios padres y frente al sistema, el rebelde idolatrado en su círculo de adeptos. De jovencita, a Marta le atraían los 'chicos malos', los truhanes y rebeldes. Secretamente albergaba, por supuesto, la esperanza de atribuirse el mérito de reconvertirlo en un 'chico bueno', en un hombre responsable, y un buen padre para sus hijos. Se olvidó, sin embargo de incluir en es particular carta a los reyes magos que fuese una pareja equilibrada y afectuosa. Sus futuras cuñadas le advertían que se iba a estrellar. Ellas lo conocían desde la infancia y sabían que 'no tenía remedio'. No importaba. La atracción por esa personalidad tan irreverente superaba a su capacidad de discernimiento, ese 'sentido común' acerca de cuya conveniencia sus padres tanto le habían hablado. Cuanto más le hablaron, más quiso conocer el lado oscuro…El retorno de lo reprimido lo llaman los expertos.
Ahora estaba enfadada. No con él, sino consigo misma. Con esa niña que fue y que pasó por el tubo de un engaño que no supo ver. Porque su orgullo le había hecho 'malgastar' (como ella repetía) los diez mejores años de su vida. A los dos ya se había dado cuenta pero tardó ocho en tomar la decisión."
Cuando mi hija de cinco años se pone triste porque, habiéndome sacado de mis casillas, he alzado mi voz más allá de lo tolerable por sus tímpanos, manifiesta un sentimiento de tristeza. He aprendido a disculparme. Soy un adulto y su salud emocional depende de lo equilibradas que estén mi mente, cuerpo y emociones. Nunca le reprocho sus estallidos de incomprensión (sus emociones) ni trato de distraerla de manifestarlos, pues yo tengo los mios propios y sé ahora que son parte del juego de la vida. Cuanto más me permito expresarlos, más vivo, curiosamente, me siento.
Todos cometemos errores y no siempre con un propósito intencional, porque las circunstancias, la ignorancia o la inconciencia pueden llevarnos a tomar las decisiones incorrectas y perjudicar a otros.
Las interacciones tóxicas con nuestro entorno nos transforman en seres aislados y amargados y además nos enferman.
Perdonar es el gesto que nos reconcilia no sólo con el otro sino esencialmente con nosotros mismos. La comprensión es el conocimiento que nos permite sentir compasión. Y la compasión es el sentimiento que genera amor.
A veces se pierde la oportunidad de perdonar porque ya es tarde y esa persona ya no está en este mundo; y esta circunstancia puede generar culpa y depresión.
Convivir con alguien implica asumir que 'otra' persona intrínsecamente diferente a nosotros forma parte de nuestro mundo cotidiano en un nivel muy íntimo. Y el otro nunca será como esperamos que sea, de modo que es altamente probable que alguna vez nos defraude.
Convivir con alguien implica asumir que 'otra' persona intrínsecamente diferente a nosotros forma parte de nuestro mundo cotidiano en un nivel muy íntimo. Y el otro nunca será como esperamos que sea, de modo que es altamente probable que alguna vez nos defraude.
No es necesario frecuentar a quien por alguna razón nos lastima, pero tampoco nos libera borrarlo de un plumazo de la vida, como un tumor al que se ataca con quimioterapia; porque huir de (reprimir) de las emociones (resentimientos) como el odio o el rencor nos convierte en esclavos de ellas , y ese resentimiento nos arruinará la vida.
Lo que más puede molestar es la culpa que se siente cuando se cree haber sido el causante del conflicto; por haber tolerado demasiado tiempo un maltrato, o por haber sido débil para evitar que nos sigan lastimando. No se trata entonces sólo de perdonar al otro sino también de perdonarnos a nosotros mismos, aceptando que somos humanos y que eso implica que todos somos capaces de cometer errores. No importa las veces que nos hayan defraudado, es indispensable confiar, tener fe en la vida, en nosotros mismos y también en los demás, para poder seguir viviendo. Tener fe en fuerzas invisibles que operan y regulan la existencia más allá de nuestra intervención es la clave para aceptar el río de la vida y dejarse llevar por él. Es cuando todo cambia y lo que ayer nos pareció terrible hoy podemos considerarlo sin importancia; y es necesario saber que también nosotros somos capaces de defraudar y de herir a los demás, a veces sin saberlo.
Cuando alguien nos defrauda (abandona, humilla, etc.) –y eso nos pasó a todos al nacer y aterrizar en este mundo cruel y despiadado– indefectiblemente acabamos creyendo que todas las personas que desde entonces encontremos en nuestro camino suponen una amenaza y actuarán del mismo modo. metemos a toda la gente en el saco de la sospecha y les atribuimos similares cualidades y defectos. Las creencias, sea cual sea el sistema que las ampare (religión, política,…) tienen el poder de echar raíces en el subconsciente de la Psyque y alienar el correcto discernimiento de la mente consciente.
Muchas personas, distanciadas durante muchos años por motivo de conflictos afectivos, no aciertan a recordar la razón que originó el distanciamiento. Si consiguen recordarla, a pesar de darse cuenta de que nada tiene ya la misma importancia que entonces, no consiguen dar el primer paso para lo que los expertos recomiendan: la reconciliación. Y es que mucha gente confunde reconciliación con claudicación. "Debéis llevaros bien" les dicen. Sois hermanos/cuñados, hijos y padres, etc…Nada. Es superior a sus fuerzas.
La mayoría ignora que muchas enfermedades se relacionan con el rencor y el resentimiento, porque son heridas que creamos en la mente, que incapaces de cicatrizarlas, acaban haciéndose carne (somatizan).
Existen también los rencores generacionales, antiguas heridas (políticas, familiares…) de otras épocas, de aún antes de haber nacido. Resentimientos que se heredan, que no se quieren dejar atrás, y que se convierten en un lastre que mantienen enfrentados a los miembros de una familia, los habitantes de una ciudad, de una nación…a los fieles de un dogma religioso.
Perdonar es limpiar el alma y el cuerpo de impurezas. Eso todos lo sabemos, porque ya pocos discuten el vínculo entre el cáncer y el resentimiento. Pero ¿qué es realmente perdonar? Todos deseamos recuperar el sueño, eliminar las pesadillas, lograr la paz interior, elevar lnuestra autoestima, crecer integralmente y por supuesto repartir amor, eso que tan felices nos hace cuando tenemos la esporádica oportunidad de manifestarlo.
¿Por qué perdonar es algo acerca de cuyo beneficio moral todos estamos de acuerdo, y sin embargo pocos consiguen experimentar? ¿Cómo se alcanza el genuino estado de Ataraxia, esa disposición del ánimo propuesta por los epicúreos, estoicos y escépticos, gracias a la cual un sujeto alcanza el equilibrio emocional, tranquilidad, serenidad e imperturbabilidad en relación con el alma, la razón y los sentimientos?
¿Por qué perdonar es algo acerca de cuyo beneficio moral todos estamos de acuerdo, y sin embargo pocos consiguen experimentar? ¿Cómo se alcanza el genuino estado de Ataraxia, esa disposición del ánimo propuesta por los epicúreos, estoicos y escépticos, gracias a la cual un sujeto alcanza el equilibrio emocional, tranquilidad, serenidad e imperturbabilidad en relación con el alma, la razón y los sentimientos?
gracias gracias gracias ahora tengo claridad sobre mis sentimientos,debo volverme observador sobre lo que pienso gracias.
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