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sábado, 19 de noviembre de 2011

La clave está en el corazón

02:45 AM
Hace escasas horas que tuvo lugar la presentación de los diversos terapeutas y colaboradores del nuevo Centro por y para el Ser. Un acontecimiento ciertamente conmovedor en su fondo y en su forma puesto que una potente vela sanadora se ha encendido en la ciudad de Inca esta noche, una columna de energía que tiene como tarea anclar un potente rayo de luz en la amada madre Tierra. Todos los que estábamos presentes fuimos conscientes de la imperiosa necesidad de contribuir inminentemente a elevar la frecuencia vibratoria de las energías que nos rodean para aliviar al planeta, y a nosotros con él, de las pesadas cargas con las que ahora amismo está lastrada, en la pretendida e imparable 'ascensión' hacia una modalidad más liviana, menos…densa. Sobre densidades hablaré en otra ocasión.

Personas muy preparadas en sus dominios y muy conscientes de su papel en estos momentos de su existencia en la Tierra, aportaron su perspectiva acerca del inequívocamente dramático momento por el que los actores del gran teatro del mundo estamos pasando y de la intransferible importancia de cada uno de nuestros personales papeles en el proceso señalado. Todos y cada uno de nosotros 'tenemos' una genuina e intransferible aportación que realizar, un trabajo ineludible que hacer, que nadie más puede hacer por nosotros.

Mucho tiempo de mi vida he pasado devanándome los sesos tratando de averiguar cuál es esa tarea específica que personalmente tengo encomendada, a la que me 'comprometí' a realizar en 'esta vida' (todos los que estuvisteis presentes sabéis a qué me refiero). ¿Qué debo hacer? ¿Dónde debo estar? ¿Qué debo decir? ¿Cómo? ¿Cuándo?…
Percutir insistentemente en este particular me produjo un lento y paulatino viaje de no retorno hacia lugares hasta entonces ignotos de mi, esferas de dominio de mi Ser que comenzaban a sacudir las estructuras, los esquemas y, en definitiva, los juicios a priori que constituían la estructura básica de mi mente. Tantas y tantas cosas que había dado por sentado sin jamás cuestionarme se empezaban a tambalear. La conmoción empezó a adueñarse de mi 'día a día', mientras el mundo a mi alrededor continuaba impasible y aparentemente conectado al mismo cómodo piloto automático al que me había sometido yo mismo.  Al menos así me lo parecía.  Poco a poco y sin apenas darme cuenta percibí que mi vinculación con mi acostumbrado entorno empezaba a fracturarse, que los 'amigos' que siempre había frecuentado se distanciaban y que las rutinas dejaban de ser la norma. En realidad era yo quien me estaba alejando, sin ser muy consciente, de todos ellos. Ya no me reía de las mismas cosas, me aburrían las mismas y repetitivas conversaciones...ya no compartía el 'modo' de ver la vida, el mundo. Sencillamente yo ya no 'encajaba' en el esquema de las cosas que siempre di por sentado. Y eso incluía a todo mi entorno conocido. Todo estaba en cuestión. Relaciones sentimentales rotas, trabajos perdidos, hasta el aparato digestivo empezó a convulsionarse y decir 'basta'. Y era doloroso. Muy doloroso a veces, porque por paradójico que suene, una parte de mi seguía resistiéndose al cambio. Una parte que aprendí a identificar como mi ego, gracias a lecturas y a un proceso de diálogo introspectivo (no usaré el término 'meditación' por lo masticado que está siendo). Esa 'parte de mi' ya no toleraba los viejos regímenes y las acostumbradas servidumbres. Sin muy bien saber cómo me ví envuelto en un proceso de revisión de mi pasado. Desde la actual perspectiva fue como si mi tren descarrilara. De hecho tuve dos accidentes de circulación en pocos meses, uno de los cuales debería haberme evacuado de este mundo instantáneamente, en virtud de lo traumático de las circunstancias. Sin embargo salí ileso del mismo. También fui diagnosticado hace dos años de un tumor en la vejiga que a las pocas semanas había desaparecido sin dejar ni rastro. Sin duda no había llegado mi momento de partir. Desde entonces he alimentado la profunda y sobrevenida convicción de que nada sucede por casualidad, de que todos los acontecimientos están íntimamente sincronizados, causalizados, de que no existe el 'azar' en ninguno de los procesos vitales. Todo está íntimamente interligado hasta límites insospechados.

¿Qué hacer pues? La respuesta a esta pregunta se ha ido licuando en la misma medida que he perseverado en cuestionarme todo, desde los acontecimientos más triviales hasta cuestiones más vastas como el mismo sentido de la vida. ¿Qué hago aquí? ¿De dónde vengo? ¿Quién soy? ¿He existido siempre? Puesto que soy indiscutible creador de mi circunstancia en virtud de las decisiones que constantemente tomo ¿fui, a su vez, creado por alguien/algo? ¿Sucedió eso en algún 'momento'?. Desde el momento en que eres capaz de mirarte al espejo y plantearte estas cuestiones sin miedo al ridículo, el escenario de tu vida cambia de escenografía. Todo empieza a cobrar una nueva perspectiva. Mágicamente el vórtice de convulsión que me estaba embargando empezó a 'enviarme' nuevos encuentros, nuevos eventos, ritmos y herramientas que hicieron pivotar mi modo de operar.

Dicen los sabios que para que cualquier civilización pueda avanzar debe conocer su pasado, y así aprender de él. El mismo Solón que "una equivocación no se convierte en perdurable error a menos que no se acepte corregirlo". Equivocarse es de humanos. Disculparse es de sabios.

Mi cometido en la dinámica del Centro fue el de Coordinar una de las actividades que sus fundadores pretendían ofrecer: un banco de tiempo. Hace 5 años tuve un sueño.  Recuerdo haberme despertado con un sentimiento muy diáfano. Tenía que  hacer una publicación de 'buenas' noticias. Sentí que mi 'cometido' era sembrar la semilla de la fe en la buena voluntad, empezando por el más inmediato. Tras varios esbozos y tentativas la Providencia me hizo, sentado una noche frente al televisor, conectar con un programa donde se difundía la dinámica de los intercambios de favores (servicios, decían) entre personas. Pocas cosas me solían ya por entonces llamar la atención en los medios. La conmoción del colapso de las Torres del World Trade Center en septiembre de 2001 me había lamentablemente 'anestesiado'. Pero curiosamente conocer la existencia de una dinámica –germinal por entonces en España– conocida como Bancos de Tiempo me devolvió la fe en el ser humano, y me impulsó a crear uno. Y así se sembró la semilla de HOY por TI. Desde sus albores muchos fueron los momentos de alegría (y algunos también de conmoción). Coordinar y gestionar en solitario los teóricos protocolos que, librado por expreso deseo a mi intuición, era necesario establecer para que el proyecto viese la luz y echase a rodar con una mínima fiabilidad, fue sin duda estimulante. Siempre me han atraído los proyectos innovadores, las causas en apariencia perdidas. Todo lo que aparenta ser, dificultoso, inviable o es percibido generalmente como utópico lo percibo invariablemente como una llamada a la creatividad. ¿Será una pulsión por hallar una vía original de expresarme? ¿mi luna en Sagitario?. La cuestión es que éste, sin duda, era un proyecto innovador. Y aunque con el tiempo debo reconocer que ha sido desgastante en más de un sentido, también eso me ha enseñado que las cosas en la vida que nacen de la ilógica intuición no tienen necesariamente que estar intrínsecamente engrasadas, fluyendo apaciblemente tal como mi mente –de nuevo la mente…– siempre especulaba. Al menos en el principio ¿Acaso las mujeres, salvo excepciones, dan a luz de forma placentera? Por no hablar de lo traumático que supone para un ser humano el mismo hecho de nacer. El colosal potencial que albergamos debe pasar, para condensarse en esta esfera tan 'compacta' , este dominio de experiencia que llamamos la vida en la Tierra, por el embudo de un estrecho canal uterino. Un parto que en muchos casos –por no decir siempre– deja una huella indeleble.

La técnica pictórica de la acuarela, que empecé a aprender a los 13 años (¿quieres ver mi blog ad hoc?) me puso, hoy soy consciente de ello, sobre la senda de la comprensión de la multiplicidad de esferas de dominio del Ser. Aplicar y entender los efectos de las transparencias de las diferentes capas de pigmentos aplicadas sobre un papel tensado me ayudó a comprender (mejor dicho, a recordar) que estamos compuestos de algo más que este cuerpo físico que percibimos con nuestros sentidos físicos. Que existen capas (niveles) de esencia 'por encima' –y de modo muy influyente– del que vemos con los ojos.
El nivel mental y el nivel emocional son dos herramientas imprescindibles que nos han sido concedidas para poder manejarnos en el entorno de este mundo. Y que junto con el cuerpo físico forman una tríada energética y vibratoria que se deriva de una Fuente inagotable e inalterable –ahora lo sé– que no tiene principio ni fin, que nunca 'muere' pues no está regida por el tiempo cronológico ni condicionada por el espacio, coordenadas ambas que únicamente rigen en los mundos a los que Platón denominó 'sensibles', para diferenciarlos de los mundos inteligibles, los captables por la inteligencia creativa. Y esa inteligencia creativa y eternamente perdurable que me/nos anima y a la que estoy/estamos ineludiblemente conectados me sugiere que la tarea esencial de todo ser humano,  la finalidad de tu contrato de vida, no radica no tanto en 'hacer' algo, tanto como en (volver a) sentir, en conectar con los sentimientos, la fuerza genuina que brota instantáneamente en los momentos mágicos, La voz de la intuición, que desencadena, si es escuchada, los más portentosos eventos y genera las más delicadas y sincrónicas circunstancias sobre las que pivotan los golpes de timón que gobiernan nuestra navegación y, por extensión, la nave colectiva de la humanidad llamada civilización, de la que ineludible y maravillosamente formamos parte, nos está diciendo desde el mismo momento en que aparecemos en la escena que algo imparable está sucediendo. Algo que ningún experto en cifras macroeconómicas acertará nunca a desentrañar.

Como los granos de azúcar de un terrón cúbico, que un día impactaron y se desparramaron sobre la mesa de trabajo de un genial repostero, cíclicamente estamos destinados a reaglutinarnos. Ya lo dijo Einstein. Nada se crea (nace) ni se destruye (muere). Cuando los granos están dispersos, se disponen a poner proa a nuevos destinos, a descubrir nuevas fronteras, explorando nuevos confines. Durante la dispersión (diáspora, éxodo) los granos errabundos se asociaron en familias, etnias, razas, pueblos, naciones, creando fronteras tras las que proteger su identidad, agrediendo, desagraviando honores mancillados, contestando afrentas recibidas…murallas tras las que partapetarnos, en la convicción de que el mundo ahí afuera constituía una sempiterna amenaza, todo tratando de adaptarnos a una experiencia, un entorno hostil (al principio sin duda), al que fuimos paulatinamente adecuándonos por medio de nuestra innata creatividad, hasta (creer) dominarlo.

Cuando se reaglutinan los granos de azúcar (proceso que estamos culminando ahora), recogemos bártulos, recortamos gastos superfluos e innecesarios (aunque duela desapegarnos de ellos y de la convicción de que nos son imprescindibles). Quienes operan los recortes, quienes realizan (sin darse cuenta) la sucia tarea de arrancarnos de los asfixiantes brazos de nuestros apegos, de desmontar nuestros principios, son aquellos a quienes llamamos corruptos. Interpretan un rol desagradable, pero al que libremente se comprometieron. Mientras tanto les agradecemos invirtiendo nuestras energías en restañar nuestras heridas, las del obligado guerrero en que nos convertimos. Ellos nos despojan de las oxidadas armaduras, dejando a la vista las heridas del alma que el aire limpio que invade esta nueva era va ayudar a sanar. Y lo hacen sin darse cuenta del papel que tienen, in-conscientemente. Re-conocer las heridas abiertas y suturarlas con el único hilo que sana: el amor por lo que hemos sido individual y colectivamente, para que puedan cicatrizar, es esa tarea a la que me refería al inicio. Una tarea sin duda, dolorosa. Nadie dijo nunca que no lo sería. Pero no hay otro camino para la sanación. Es el camino para la libertad. El camino para volver a reir en plena y consciente libertad. ¿Queda otra alternativa? Sí: negar la herida con las oscuras gafas del orgullo: el rencor y la cólera. ¿La consecuencia? seguir sangrando...perpetuar el reinado del ego sobre la mente, consagrar la esclavitud del miedo...seguir sosteniendo los pilares de la prisión de la mente...en definitiva, seguir sufriendo.

"Aprende a liberarte de aquello que precísamente más perder temes, pues el miedo a la pérdida el camino hacia el lado oscuro es. El apego a los celos conduce".
Maestro Yoda (Star Wars III)




Pero incluso para eso tienes perfecta libertad. Lo creas o no, seguir encabronado es una decisión tomada libremente y que, como tal, debe serte respetada (lo que expone, sobre el tapete, a los falsos profetas, los que se entronan a bombo y platillo, desde los púlpitos del poder –concedido o no en las urnas, da igual– como salvadores de la opresión, los mismos que te 'recortan'). Una libre decisión que atiende a tu propia voluntad, la que habita simultáneamente en un dominio tuyo (densidad, dimensión) 'superior' desde el que tomas todas tus decisiones.

La arrogancia es hija del espanto, del miedo al abandono. Mejor dicho, al dolor por el abandono. Y descartarla de nuestra dieta –y eso es muy aconsejable– solo es posible enfrentando a la realidad del miedo que la gestó. La valentía, coraje y determinación capaces de abanderar esa energía y recuperar la confianza en nuestra eterna naturaleza, necesarios para cambiar de dieta mental, solo la hallarás en la energía del niño/a interior que portas, incorrupto/a (aunque asustado) al transcurso de tu epopeya, en tu corazón. Restituir el diálogo interno con el niño que fuiste es tu liberación. Despertar de la pesadilla y convertirla en un sueño lúcido es nuestra gran responsabilidad.

Hagas lo que hagas lo único que importa es si tus actos están impulsados por tus sentimientos, por tu intuición, o por tus emociones, esos 'estallidos de incomprensión' –como bien los definía el maestro Jeshua. Si son tus sentimientos los que inspiran y canalizan tus actos –y de eso te darás perfecta cuenta porque entre otras cosas se te erizará el vello cutáneo– estás en la senda de la ascensión a niveles más vastos de comprensión y experiencia, que es precísamente aquello a lo que aspiras.

Aceptar recibir y retribuir al universo...dar y recibir y volver a dar, en una danza armónica y aleccionadora donde sin duda podemos cometer equivocaciones (y las hemos cometido), que se diluyen fácilmente pidiendo disculpas y asumiendo la responsabilidad de permanecer alerta ante una nueva tentación que pretenda desestabilizar el nivel de equilibrio logrado.
Tal como quieres que se piense de ti, así piensa de los demás. Sin prejuicios, sin etiquetas, sin a prioris. Siente con el corazón y estarás en ambientes inspirados por el corazón. Solo así tus actos estarán en armonía con tu eterna esencia.

–¿Y qué hago con la tristeza, con la rabia cuando aparecen?

– Si tus obras son fruto de actitudes incontroladas, de re-acciones ante eventos o circunstancias externas a ti (noticias en los medios, chismorreos, habladurías, y en definitiva cualquier tipo de agresión o persuasión por parte de agentes externos) te verás abocad@ a una espiral de desasosiego de la que puedes caer fácilmente preso. Permanecer cauto y alerta ante las 'tentaciones' tanto de tus diferentes personalidades (egos) como de tus pasiones (instintos) emotivas es la clave para no ser víctima de ninguna deriva adictiva. La clave está en el corazón. Si percibes bloqueos  (pereza, vergüenza, indignación, desesperación, ira, rebelión, violencia…), a la hora de manifestar tus sentimientos, si no consigues conectar con la inspiración, si –a tu pesar– le fallas a tu intuición más de la cuenta, entonces encomiéndate a Dios y pídele que te acompañe por la oscura senda que te señalan tus emociones. Observa, acepta y déjate guiar por tus sin duda genuinos estallidos de incomprensión. Pídele al Cosmos que te mande un guía capaz de iniciarte, conducirte y contenerte en el viaje a tu particular 'noche oscura del alma'. Alguien que comprenda las penalidades que te atenazaron y de cuyo dominio aún permaneces inconscientemente esclavizado. Alguien que te ayude a identificarlas en su origen y a exorcizarlas. Alguien que te enseñe a descubrir la divinidad en ti, que te enseñe el arte del perdón, que te ayude a perdon-arte. No esperes a que las filtraciones alcancen la esfera de tu cuerpo físico. No es necesario llegar a ese extremo, aunque, llegado el caso, los dolores físicos, si son tenidos en cuenta, te conectarán rápidamente con las heridas abiertas del cuerpo emocional, sin necesidad de intermediarios. Se trata de ti. No lo olvides. Una vez abrazadas y suturadas las heridas anteriormente abiertas, la parte inconsciente de nuestra memoria se fusiona con los recuerdos conscientes y la mente deja de ser la cueva de truhanes y ladrones que des-conocías.
Recuerda que cuando el alumno está preparado, aparece el maestro.

1 comentario:

  1. Gracias!!! Y Ay, George Lucas, cuánto hay siempre detrás de todo lo que hace...

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