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jueves, 30 de junio de 2011

Del Ego al Corazón (IV)

Hemos remarcado cuatro etapas en la transición de la conciencia basada en el ego a la conciencia basada en el corazón:


1. Estar insatisfechos de lo que la conciencia basada en el ego tiene para ofreceros, anhelar ‘algo más’: el comienzo del final.


2. Comenzar a ser conscientes de vuestras ataduras a la conciencia basada en el ego, reconocer y liberar las emociones y pensamientos que van con ella: la mitad del final.


3. Permitir que mueran dentro de vosotros las viejas energías basadas en el ego, eliminando el capullo, siendo su nuevo ser: el final del final.


4. El despertar dentro de vosotros a la conciencia basada en el corazón, motivada por amor y libertad; ayudar a otros a hacer la transición.


Ahora hablaremos de la última etapa, que es la etapa cuatro: abriéndose al Espíritu.


Cuando hayáis entrado a la etapa cuatro, habréis encontrado un lugar de paz y tranquilidad dentro de vosotros. Con frecuencia entráis aquí en contacto con un silencio en vuestro corazón que reconocéis como eternidad. Todo lo que experimentáis es relativo comparado con este Ser ilimitado que todo lo abarca.
Este lugar de paz y silencio en vuestro interior también se lo denomina Espíritu.
En vuestras tradiciones (esotéricas), se hace una distinción entre espíritu, alma y cuerpo.
El cuerpo es la morada física del alma por una cantidad de tiempo limitado.
El alma es el ancla, no física sino psicológica, de la experiencia. Ésta lleva la experiencia de muchos tiempos de vida. El alma se desarrolla a través del tiempo y lentamente llega a ser un espejo de muchas caras de variada belleza, cada cara reflejando un tipo diferente de experiencia y el conocimiento basado en ella.
El Espíritu, por el contrario, no cambia ni crece con el tiempo. El espíritu está fuera de las coordenadas espacio-tiempo. Vuestro Espíritu es vuestra ‘parte’ eterna. Es ‘Uno con el Dios’ que os creó. Es la divina Conciencia, base de vuestra expresión en el espacio y el tiempo. Vosotros desde un reino de pura conciencia, y tomásteis parte de esa conciencia para vosotros para así poder manifestaros en los diferentes mundos materiales.
El alma forma parte de la dualidad, y teniendo experiencias en los mundos duales la afectáis y transformáis. El espíritu, por el contrario, está fuera de esa dualidad. Es el trasfondo sobre el cual todo se desarrolla y evoluciona. Es el Alfa y el Omega, al cual podéis simplemente llamar Ser, o Fuente.


El Silencio externo, pero esencialmente interior, es el mejor entorno para experimentar esta energía siempre presente, que no es otra cosa que vosotros mismos en vuestros núcleos más profundos. En silencio, podéis entrar en contacto con la cosa más milagrosa y manifiesta que existe: Espíritu, Dios, Fuente, Ser.
El alma es el archivo de las memorias de muchas encarnaciones. Ella sabe y comprende mucho más que vuestra personalidad terrestre. El alma está conectada a fuentes de conocimiento extra sensoriales, tales como vuestras diferentes personalidades de vidas pasadas y guías o conocimientos adquiridos en el plano astral. A pesar de esta conexión, el alma puede estar en un estado de confusión, ignorante de su verdadera naturaleza. El alma puede estar traumatizada por ciertas experiencias y por lo tanto puede permanecer en un lugar de oscuridad por algún tiempo. El alma está continuamente evolucionando y ganando conocimiento gracias a la dualidad inherente a la vida en la tierra.
El espíritu es el punto inamovible dentro de este desarrollo. El alma puede estar en un estado de oscuridad o iluminación. No así el Espíritu. El espíritu es puro Ser, pura conciencia. Está tanto en la Oscuridad como en la Luz. Es la Unidad sujetando toda la dualidad. Cuando habéis llegado a la etapa cuatro de la transformación del ego al corazón, os conectáis con el Espíritu, con vuestra Divinidad.
Estar conectado con la divinidad interna es como estar fuera de la dualidad mientras se está completamente presente y centrado. En este estado, la conciencia experimenta un éxtasis profundo pero tranquilo; una mezcla de paz y alegría.
Os dáis cuenta, entonces, de que no dependéis de nada externo a avosotros, de que sois libres. Vivís plenamente en el mundo pero no pertenecéis ni os apegáis al mundo.
Estar conectado con el espíritu dentro de vosotros no es algo que ocurre y ya está. Es un proceso lento y gradual, en el cual os conectáis, os desconectáis y os volvéis a conectar....... . Gradualmente, el foco de vuestra conciencia se mueve de la dualidad a la unidad. Se re-orienta a sí misma, descubriendo que está siendo conducida al silencio más que a los pensamientos y las emociones. Por silencio queremos decir: estar completamente centrado y presente, en un estado de conciencia no juiciosa.


No hay métodos establecidos o maneras para llegar al estado de quietud. La llave para conectarse con su Espíritu no reside en seguir alguna disciplina (como meditación, o ayuno), sino simple y llanamente en comprender la realidad. Comprender que es el silencio lo que os lleva a casa, no vuestros inquietos pensamientos o irrefrenables emociones.
Esta comprensión crece lentamente, a medida que os hacéis cada vez más conscientes de los distintos mecanismos desde los que operan vuestros pensamientos y vuestros sentimientos. Desterrando viejos hábitos y abriéndoos a la nueva realidad de la conciencia basada en el corazón, es como la conciencia basada en el ego va quedando arrinconada hasta hacerse imperceptible.
Morirse no es algo que hagáis; es algo que permitís que suceda. Os entregáis a vosotros mismos al proceso de morir. La muerte es otra palabra para el cambio, transformación. Esto es siempre así. La muerte siempre es una liberación de lo viejo y una apertura a lo nuevo. Dentro de este proceso, no existe un solo momento en el cual ‘no sois’, por ejemplo, en el cual ustedes estéis ‘muertos’ (utilizando vuestra definición de este estado). La muerte, tal como la definís, es una ilusión. Es sólo vuestro miedo al cambio lo que provoca vuestro miedo a la muerte.
Durante vuestro tiempo de vida, tenéis miedo no solo a la muerte física (propia y de otros), sino también miedo a  morir emocional y mentalmente. Es el apego a las ‘reglas de juego’ de vuestra realidad material/dualista. Pero debéis comprender que sin la muerte las cosas se volverían fijas y rígidas. 
Quedaríais cautivos en viejas formas: un cuerpo gastado, formas de pensamiento anticuadas, reacciones emocionales limitadas. ¿Acaso no es ésta una perspectiva angustiante? La muerte es liberadora. La muerte es una cascada de agua fresca que abre por la fuerza portones viejos y herrumbrados y os impulsa a nuevas áreas de experiencia.
No le temáis a la muerte, porque no existe como tal, solo es un cambio, una transición, una puerta a una nueva vida.
El paso desde la conciencia del ego a una vida centrada en el corazón es, en cierto modo, una experiencia de muerte. Cuanto más os identifiquéis a vosotros mismos con el Espíritu, con la Fuente interna, liberaréis más cosas por las que solíais preocuparos u os mantenían atados con gruesos nudos, o esclavizados con oxidadas cadenas, dejaréis ir situaciones en las cuales poníais excesiva energía. 


Así pues, llegados a este punto, os dais cuenta, en niveles más y más profundos, que no hay realmente nada que hacer, excepto ser. Cuando os identificáis con el Ser, en lugar de identificaros con pensamientos y emociones efímeros, vuestra vida se ve afectada inmediatamente. El Espíritu no es algo abstracto. Es una realidad cuya percepción consciente podéis incorporar a vuestra vida diaria. Estar en contacto con la fuente más pura cambiará todo en su vida. Dios o la Fuente o el Espíritu es creativa por naturaleza, pero de maneras que son casi incomprensibles para vosotros.
El Espíritu es silencioso, perenne y creativo. La realidad de lo Divino realmente no pude ser captada por la mente. Solo puede ser sentida. Si aceptáis esto en vuestra existencia, y lo reconocéis desde los susurros de vuestro corazón, lentamente todo comienza a colocarse en su lugar. Sintonizados con la realidad del espíritu, con la conciencia silenciosa que está detrás de todas las experiencias, dejáis de forzar los deseos y expectativas sobre la realidad. Permitiendo que las circunstancias se liberen de paradigmas obsoletos es como permitís el regreso a vuestro estado natural de ser. Os volvéis vuestro Ser verdadero, natural. Todo esto sucede de manera armoniosa, alcanzando su pleno significado. Experimentáis que las situaciones y acontecimientos se envuelvan en un ritmo natural, un flujo natural. Todo lo que tenéis que hacer, repito, es sintonizar con este ritmo divino, y soltar el miedo y las interpretaciones y preocupaciones que a nada conducen salvo al caos mental.


Ayudando a otros desde el nivel del Espíritu


Cuando habéis realizado la transición desde la conciencia basada en el ego a la conciencia basada en el corazón, estáis más o menos en contacto contínuo con el flujo divino del ser interior. En este estado, no hay necesidad o deseo de ayudar a otros, sino que la oportunidad llega naturalmente a vosotros. Dirigís la circunstancia, pero no a través del deseo. Energéticamente, estáis emitiendo ciertas vibraciones. Algo está presente en vuestro campo de energía que conduce a las personas hacia vosotros. No es algo que hagáis voluntariamente, sino algo que sois. Hay una vibración disponible en y que emana de vuestra energía, que puede ayudar a otros a entrar en contacto con su propio Ser divino.
Estáis en disposición de ser un espejo para ellos, y en el que ellos puedan ver que un problema o condición dificultosa es realmente liberada y transformada en la energía de la solución.
Ellos pueden sentir la energía de la solución (la cual siempre está basada en el contacto con la propia divinidad) en su ser.
Vosotros sois capaces de enseñarles algo a ellos, y la enseñanza tiene lugar simplemente siendo vosotros mismos, libres de condicionamientos externos proyectados por el ego. No es por medio de transmitir conocimientos o informaciones, o usando ciertos métodos que transmitís vuestras enseñanzas y sanáis a otros. Es permitiéndoos a vosotros mismos ser exactamente quienes sois y expresándoos de la manera más alegre que halléis, como vuestra presencia se vuelve verdaderamente útil. Es compartiéndoos a vosotros mismos con otros, como creáis un espacio disponible de sanación para ellos. Un espacio, por lo demás, al cual ellos pueden elegir entrar o no. Esto es decisión y tarea de ellos. Su responsabilidad.
Como sanadores o terapeutas, vosotros realmente sólo tenéis que manteneros en contacto con el flujo divino interior, con la conciencia silenciosa que es el Espíritu. Es realmente esta conexión lo que mueve a las personas y los eleva a un estado de consciencia más elevado, más libre. Si ellos así lo elijen. Si lo hacen, sucederá con un ritmo y flujo propio de cada uno.
Estar ahí para otros de este modo tiene un tono de sentimiento muy neutral. Representa un nivel de objetividad, en el cual liberáis vustro deseo personal de cambiar o ‘curar’ a otros.
Este deseo, desarrollado por todos los trabajadores de la luz en alguna etapa, no surge de una verdadera comprensión del camino interior que las personas quieren transitar para encontrar su propia verdad interior. La mayoría de las personas necesitan llegar hasta el fondo de ciertos problemas antes de que estén verdaderamente listos para liberarlos. Cuando ellos lo hacen así, realmente ‘hacen propia’ la solución del problema y esto les da una profunda satisfacción. Tal vez reconozcáis esto en sus propias vidas y en los problemas contra los que luchásteis. Por favor sed conscientes de esto y no luchéis para mantener a las personas fuera del ‘llegar hasta el fondo’. Si ellos están determinados a ir ahí, irán a pesar de todo lo que hagáis o digáis.
Es mejor no involucrarse emocionalmente con las personas a quienes ayudáis. La implicación emocional insta al deseo personal de curar o transformar a otros. Y este deseo personal no ayuda realmente a otros, sino que puede causarles bloqueos en el proceso de sanación. Si queréis/deseáis que las personas cambien, entonces no estáis en un espacio de amor y tolerancia. Y ellos se percatan de esto. Indefectiblemente. Podéis pensar que estáis (psicológicamente) ‘leyéndolos’ a ellos, ¡pero ellos también son perspicaces lectores de ustedes!
La etapa cuatro de la transición desde el ego al corazón, consiste en trascender el nivel del alma y elevarse al nivel del espíritu. No queremos decir de ningún modo que el alma sea ‘menos que el espíritu’, por supuesto. Lo que ocurre es que sóis más grandes y más amplios que vuestra alma. El alma es un vehículo para la experiencia. Al identificaros con el Espíritu en vosotros, con vuestra propia divinidad, todas las cosas, circunstancias y acontecimientos que hayáis experimentado en muchos, muchos tiempos de vida, se colocan en su lugar. Os eleváis entonces sobre las experiencias al no identificaros con ninguna de ellas, lo cual tiene un efecto curativo sobre el alma.

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