El gran rompecabezas que constituye la realidad que nuestros padres vivireon, que nosotros vivimos y que vamos a dejar en herencia a nuestros hijos se está terminando de componer.
Hasta ahora als piezas han estado esparcidas, desperdigadas de formas aparentemente aleatoria, sin sentido. Pero cada pieza contenía una parte de una imagen, cuya dimensión no podía ser revelada, porque no había aún llegado el tiempo. Poco a poco, generación tras generación, esas piezas sueltas y aparentemente inconexas se han ido aproximando. Y lo han hecho de una forma progresivamente acelerada. Es un tiempo maravilloso en el que estar vivos. Eres testigo de un monumental parto que está teniendo en tus propias narices. El de una nueva humanidad, saliendo del gran útero oscuro de un viejo mundo y transitando a un nuevo mundo de luz. Como todo parto, duele. El dolor ha sido inherente a la experiencia humana. Por muchas epidurales que nos estemos administrando, el paso de lo viejo a lo nuevo causa conmoción…
Cuando decides pintar las paredes de tu casa, después de años de tenerlas empapeladas, hay que rascar.
Las piezas finalmente están tan cerca la una de la otra que la imagen que globalmente ofrecen está empezando a intuirse. Todos los actores, TODOS los que han participado en esta gran epopeya han tenido un rol intransferible. Humanos y dioses conviviendo en este Jardín del Edén, una colonia de pruebas genéticas donde la evolución física y espiritual ha tenido lugar. Un lugar sazonado con dos componentes necesarios, el tiempo cronológico y el karma, indispensables ambos para desarrollar esta experiencia y extraer progresivamente conclusiones, manteniendo una armonía cenital que todo lo sostuviese. Todo ha estado bajo estricto control desde los inicios allá por el 4.500.000.000 a.C. cuando en la Tierra se separaron las aguas y emergieron las tierras.
Y aquí estás tu, con tu consciencia, fruto de todas las experiencias vividas a lo largo de los cursos en los que la evolución ha estado subdividida.
¿Y ahora qué?
Bueno, eso es lo que se preguntan los jóvenes cuando se ven enfrentados a la vida adulta, no? y ¿qué somos, globalmente, los seres humanos, sino unos adolescentes –ya no niños– que están en la edad justa para desplegar las alas y lanzarse a descubrir el mundo? Vamos a abandonar simbólicamente el hogar paterno y vamos a encontrar nuestro lugar en un vasto universo poblado de innumerables civilizaciones, hermanos y hermanas a fin de cuentas, la inmensa mayoría adelantados en millones de años a nosotros, no por mérito, sino por que ellos ya han pasado por la rotura de cascarón por la que estamos atravesando.
Va a ser fantástico. Por supuesto que papá y mamá (Rockefeller, el Fondo Monetario y la madre que los parió, jajaja…) van a hacer TODO lo posible –y a fe que lo están haciendo– para que sus bebés/corderos –nosotros– desistamos en nuestro empeño de abandonar el hogar paterno (con todo lo bueno y no tan bueno que ese hogar ha implicado y connotado). No te rebeles. Todo está sucediendo según unos designios muuuuucho más elevados de lo que nunca hayas imaginado (aunque quizá estés empezando a intuir). El único obstáculo para que el tren de la evolución pase por tu estación eres tu mismo/a. Tú y tus miedos, cogidos de la mano y tratando de escapar de todo sois los únicos que podéis, en vuestra inconsciencia, impedir que el destino se cumpla para ti. No tienes que luchar contra nada ni nadie. Eres Dios en esencia. Tan solo tómate el pulso (literalmente), cierra los ojos y abandónate al río de la vida…Todo lo demás vendrá rodado.
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