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lunes, 13 de junio de 2011

Del Ego al Corazón (II)

1. Estar insatisfechos de lo que la conciencia basada en el ego tiene para ofrecerles, anhelar ‘algo más’: el comienzo del final.


2. Comenzar a ser conscientes de vuestras ataduras a la conciencia basada en el ego, reconocer y liberar las emociones y pensamientos que van con ella: la mitad del final.


3. Permitir que mueran dentro de ustedes las viejas energías basadas en el ego, eliminando el capullo, siendo su nuevo ser: el final del final.


4. El despertar dentro de ustedes de la conciencia basada en el corazón, motivada por amor y libertad; ayudar a otros a hacer la transición.


En este capítulo discutiremos el paso 2.







Cuando vosotros comenzáis a dejar de identificaros a vosotros mismos con el ego, al principio os halláis en un estado de confusión propio de quien ya no sabe realmente quien es. Esta confusión puede ser muy profunda y de naturaleza filosófica. Os comenzáis a hacer preguntas acerca del significado de la vida, acerca del bien y el mal, acerca de lo que verdaderamente sentís y pensáis como opuesto a lo que otros creen que sentís y pensáis. Estas preguntas son de repente muy reales para vosotros y tienen una relación directa en las elecciones de vida que hacéis. Os observáis a vosotros mismos pensando: ¿éste soy yo?, ¿Esto es lo que quiero? Cuesta entonces tomar decisiones, ya que nada a partir de entonces resulta evidente por sí mismo.


En realidad, ahora estáis dando un paso hacia atrás, reculando, un paso adentro de lo profundo: un paso hacia dentro. Comenzáis a ser concientes de partes más profundas de vosotros de cuya existencia hasta entonces ignorábais. Partes que están menos condicionadas por vuestra educación, instrucción y por vuestra sociedad. Recibís entonces chispazos de quienes realmente sois: vuestra singularidad, vuestra individualidad. Recordáis que hay una parte de vosotros que no es dependiente de nada de todo lo que os rodea, vuestros padres, vuestros trabajos, vuestras relaciones, ni siquiera de vuestro cuerpo. Esto sucede cuando –vagamente– percibís vuestra naturaleza universal, vuestra “divinidad”, la parte de vosotros que es completamente ilimitada, infinita y eterna.


En realidad, todos sois seres multidimensionales: tenéis el poder de manifestar vuestra existencia en varias realidades o planos diferentes al mismo tiempo. No estáis ligados a un marco de tiempo lineal. Vuestra actual personalidad solo es un aspecto de la entidad multidimensional que sois. Cuando os deis cuenta de que vuestra expresión actual como un ser humano físico es simplemente un aspecto o avatar de ustedes, iréis más allá de ella y podréis entrar en contacto con el Ser superior que sois.


Pero antes de lograr esta meta, necesitáis sanar las partes heridas en vuestro “interior”.
Vivir de acuerdo a los mandatos y demandas del ego ha creado heridas psicológicas dentro de vosotros. Dejar marchar a la conciencia basada en el ego inicialmente crea confusión, dudas y desorientación. Es natural. Tras la consecución de este primer paso, accedéis a una nueva etapa: es la etapa de observar, comprender y sanar vuestras heridas internas. A continuación hablaremos de esta etapa.


Hallándose el ego a los mandos de vuestra existencia, durante un buen tiempo vuestras acciones y pensamientos han estado basados en el miedo, la energía propia del ego. De algún modo, habéis perseguido denodada y despiadadamente vuestros deseos de poder, reconocimiento y control. En esto, habéis desacreditado a vuestra propia naturaleza. Vuestro comportamiento ha copiado y ha estado basado en modelos externos en lugar deestar fundamentado en vuestras propias y genuinas necesidades. Además, no habéis sido capaces de amar realmente a alguien más, pues el amor se halla completamente en las antípodas respecto a la necesidad de controlar o dominar.
Todo este estado de conciencia constituyó un ataque a la integridad de vuestras almas. El alma sufrió bajo el reinado del ego.
Cuando os libráis progresivamente de la esclavitud y de la influencia del ego, este dolor interno se vuelve más visible y queda más patente. Es expuesto a vosotros –desnudo y en carne viva– despojado de máscaras. Sin embargo, todavía ignoráis cómo lidiar con este dolor, ya que aún estáis en una etapa de confusión y desorientación. Muy a menudo, ustedes pasáis a una etapa consistente en emitir juicios de valor acerca del origen de vuestras heridas internas, porque dichas heridas parecen haberos conducido a modelos de comportamiento negativos: adicciones, depresión, impulsos y deseos incontrolables, problemas de comunicación, dificultades en las relaciones íntimas.
Así, la autocrítica inflige más dolor sobre el alma, esa parte de vosotros que está comenzado a virar hacia la Luz. Vuestra alma está dejando ir la necesidad de poder y control, recuperando por ello la sensibilidad olvidada… y entonces se pone al día con la autocrítica.
Muchas personas andan errando en este territorio no humano entre el ego y el corazón. Están buscando agarraderas a una realidad más amorosa, pero todavía se hallan al alcance de los azotes del ego.


En realidad, no son vuestras heridas internas lo que os hace caer presos de lo que consideráis “rasgos negativos” en vosotros mismos. Es vuestra autocrítica, el asumir la culpabilidad por las heridas recibidas lo que ocasiona el estado depresivo. Si os observáis, por el contrario, con una actitud de aceptación, no veréis a una persona adicta, depresiva o fracasada. tan sólo veréis dolor interno que necesita ser vigilado y cuidado de la manera más gentil y bondadosa posible, tal como un bebé precisa del consuelo y atenciones de su madre.
El paso más importante en la etapa dos de la transición del ego al corazón es que estáis queriendo entender vuestro dolor interno: aceptadlo, comprended sus orígenes, y permitid que las emociones que desencadene esta aceptación se manaifiesten libremente (llanto, pena, rabia…)


Si sois capaces de percibir el núcleo de miedo inherente a todas las expresiones de conciencia basadas en el ego, entonces habéis accedido a la realidad de la conciencia basada en el corazón. Por más censurable que sea el comportamiento de alguien, si reconocéis el dolor, la soledad y la imperiosa necesidad de autoprotección que subyace tras la máscara, entráis en contacto con el alma que está desplegando el comportamiento negativo. Tan pronto como percibís en vosotros (y en otros) el alma atemorizada, sois capaces de disculparos y disculpar a otros.
Esto es lo que primero y principalmente sucede en relación con vosotros mismos.


Pensad ahora en algo de vosotros mismos que realmente detestéis. Algo que realmente os avergüence y de lo que penséis que deberíais haberos liberado tiempo atrás. Puede ser inseguridad, holgazanería, impaciencia, o una adicción: algo que sintáis que no debería estar ahí ya acompañándoos. Ahora tratad de entender el motivo real detrás de este rasgo o tendencia propia. ¿Qué os obliga a pensar o manifestar eso una y otra vez? ¿Podéis acaso percibir la influencia del miedo en el origen de vuestras motivaciones?
Os dais cuenta de que en cuanto comprendéis lo que es el miedo, os ablandáis por dentro, deteniendo cualquiera que sea vuestra actitud intolerante –repito–para con vosotros y para con otros: “¡Oh Dios, no sabía que estabas tan atemorizado! Te ayudaré”. Brota, fruto de una toma de conciencia, la tolerancia en vuestras actitudes. Hay amor y perdón.


Mientras juzguéis los comportamientos (propios y ajenos) derivados y basados en el miedo, tales como agresividad, adicción, subordinación, vanidad, cólera, ira, humillación, etc, como “malo”, “pecaminoso” o “estúpido”, estaréis emitiendo juicios, y juzgar es también una actividad basada en el miedo. ¿Os habéis dado cuenta de que cuando juzgáis,os volvéis más duros e insensibles (incapaces de sentir) por dentro? Algo cristaliza, algo se aprieta, como labios presionándose entre sí u ojos volviéndose insensibles. Pero ¿por qué necesitamos juzgar cosas? ¿Cuál es la urgencia de delimitar la realidad entre los opuestos, correcto e incorrecto? ¿Cuál es el miedo que subyece bajo nuestra necesidad de juzgar? Sin duda es el miedo a enfrentarnos con nuestra propia oscuridad. Es, esencialmente, el miedo a VIVIR.


Al dejar ir la conciencia basada en el ego, querréis desarrollar una óptica completamente nueva de mirar las cosas. Esta forma de mirar puede ser mejor descrita como neutral, queriendo decir que sólo se toma nota de lo que es, descartando el interés en averiguar cómo las cosas “deberían ser”. Observáis las causas y efectos de los comportamientos basados en el ego, y reconocéis el núcleo del miedo interno, y entonces el ego se vuelve realmente transparente a vuestros ojos, tal como el traje del rey que creía lucir una vestimenta que solo un niño fue capaz de detectar como inexistente (Solo el que se vuelva como un niño entrará en el reino de los cielos). Si lo queréis podéis dejar ir cualquier cosa que vuestra integridad considere transparente, inexistente y carente de entidad.




Todo ser humano conoce el miedo. Cada uno de vosotros conoce la oscuridad y el sentimiento de soledad de estar atrapado en el miedo. Cuando el miedo se muestra abiertamente en la cara de un niño, la mayoría de los adultos reaccionan instantáneamente extendiendo, solícitos, sus manos, tratando de desacreditar ese sentimiento a ojos del niño. Bajo esa actitud subyace no obstante una necesidad de mitigar ese sentimiento incontrolable, convencidos como estáis de que el miedo es algo que hay que negar y arrinconar a toda costa, un fallo del sistema, un demonio que hay que espantar.
Pero cuando el miedo se muestra indirectamente, a través de máscaras de violencia y brutalidad, parece imperdonable. Máxime porque el indirectamente atemorizado suele ser un adulto al que etiquetáis como “desequilibrado”. Cuanto más destructivo y cruel es su/vuestro comportamiento, más difícil es percibir el miedo y la desolación que hay detrás.
A pesar de ello, estáis perfectamente capacitados para enfrentar esa energía.
Desde las profundidades de vuestras propias experiencias de miedo y desolación, podéis entrar en contacto con el profundo temor en las almas de los asesinos, violadores y criminales.
Es entonces posible para vosotros comprender sus acciones. Y si lo hacéis, basados en vuestras propias experiencias íntimas con la oscuridad, podréis dejarlo ir, dejarlo ser, sin la necesidad de juzgar a nadie. Si verdaderamente asimiláis que el miedo es un poder, una energía que está y que habéis experimentado en vuestra vida, entonces podréis dejar de juzgar. El miedo no es ni bueno ni malo. El miedo simplemente ES, y tiene un determinado papel que jugar.


De formas que son muy difíciles de expresar en conceptos humanos, el miedo es tanto una bendición como una tortura. En cualquier caso, la opción de permitir el acceso del miedo a vuestra realidad fue escogida por vosotros. Vosotros permitísteis que el miedo juegue un papel determinante en vuestra realidad. Y lo hicísteis no con una actitud masoquista, para torturaros, sino PARA CREAR, crear una realidad que tuviera más “sustancia”, más “plenitud” en ella que un mundo basado exclusivamente en el amor. Comprendo que esto puede pareceros increíble, pero tal vez podáis intuitivamente comprender lo que yo estoy tratando de decir aquí.


El miedo es una herramienta de la Creación. Donde hay miedo, sin duda no hay sitio para el amor. Pero donde no hay amor, éste puede ser buscado y hallado de maneras nuevas e impredecibles. En esta tesitura, un rango completo de emociones pueden ser exploradas, incluso creadas. La ausencia de amor puede manifestarse y sentirse de una innumerable variedad de formas. La presencia de amor, no obstante sólo puede sentirse por contraposición al miedo. Es por ello que el mundo dualista (de opuestos) en el que vivís, sirve de escuela para aprender a apreciar la bondad en presencia de maldad. De otra manera, estaría todo siempre expandido y eso impediría tener la correcta percepción de lo realidad experimentada. Un mundo exclusivamente regido por la energía del amor no proporcionaría la experiencia de autosuperación. 
Por lo tanto, al crear miedo, catapultándoos “temporalmente” fuera del océano de amor que os rodeaba, os permitísteis experimentar el amor primigenio, vivir la sensación de amar por primera vez. ¿Lo comprendéis? Ya conocíais el amor, pues sois luz, pero nunca habíais experimentado el zambulliros voluntariamente en la luz desde la oscuridad. Vosotros no creásteis el amor. Creásteis la experiencia de amor. Necesitábais un opuesto, algo “contrario” al amor. Para posibilitar esto creásteis al miedo como un instrumento. Nosotros, del otro lado del velo (al que llamás de Isis, o Maya), podemos ver claramente el rol espiritual que juega el miedo en vuestra realidad. Os suplicamos que no juzguéis. Por favor no juzguéis al miedo y a la oscuridad que conlleva. No lo juzquéis ni en vosotros mismos ni manifestado en cualquier otro ser. Todos fuisteis creados desde el amor y al amor debéis retornar, tras haber aceptado la experiencia contraria.


Cuando accedéis a la etapa 2 del proceso de transformación del ego al corazón, os veis enfrentados al dolor interno, vuestro miedo, y se os invita a observarlo con comprensión y aceptación.
Tras reconocer y volveros conscientes del dolor y miedo internos existentes, podéis avanzar a través de un período de autocrítica, en el cual podéis desarrollar un comportamiento destructivo. Podría parecer entonces que estuviéseis yendo hacia atrás en lugar de avanzar. Esta es la zona “peligrosa”, el territorio no humano entre el ego y el corazón. Estáis en “tierra de nadie”. La transición entre saber y escoger. Sabéis que tenéis que abandonar lo viejo, lo pasado, pero todavía no podéis realmente abrazar lo nuevo. Os quedáis “enganchados” a la duda, desconfiando de vosotros mismos y vuestras potencialidades. Es un periodo de autocrítica que debe superarse en un  punto de inflexión: cuando decidís dejar de juzgaros a vosotros mismos – por lo menos por un rato.


Sólo cuando estáis preparados para observaros con una actitud de interés y apertura, es cuando accedéis a la realidad de la conciencia basada en el corazón. De lo contrario estáis meramente comparándoos con un modelo “idealizado”, creado artificialmente por el conjunto de vuestros pensamientos y paradigmas y que, la mayoría de las veces, es insuficiente. Os herís con esto, y luego tratáis de nuevo de introduciros por la fuerza en aquel modelo que creásteis para vosotros en vuestra cabeza.
Esta pulsión por el perfeccionismo al que os abocáis día a día, fruto de la desesperación, el desencanto y la inconsciencia, es un arma asesina. Es totalmente lo opuesto al amor. El amor verdaderamente no compara y, más importante, nunca juzga ni pretende forzaros a algo o cambiaros en ningún modo. El amor no tiene ojos para aquello que definís como “lo que debería ser”, un juicio totalmente ausente en la conciencia del corazón. Visto desde vuestro corazón, las categorías morales siempre son modos de interpretar o ‘dividir’ la realidad. Hay ideas en vuestras mentes inquietas, y como bien sabéis, dichas ideas pueden diferir mucho de mente a mente, de cabeza a cabeza. La verdadera necesidad de establecer modelos y patrones para definir lo bueno es el precursor del conflicto humano y de las guerras. Y no son tanto las ideas, como la necesidad de abanderarlas y ejercer control, dominio y dirección, lo que origina agresión y conflicto.


Los ideales políticos, personales o espirituales, los estándares de salud, belleza y sanidad, os proveen de modelos de cómo deberían ser las cosas, o de cómo deberíais comportaros en función de ellos. Todos esos modelos externos tratan de fijar y definir qué es BUENO y qué es malo.
Pero el AMOR no está interesado en definir lo Bueno. Porque el amor simplemente es, no necesita definirse o explicarse. Simplemente se manifiesta. El amor no está interesado en las ideas, sino en la realidad. El amor se vuelca hacia lo que es real.
El corazón está interesado en todo lo que es, en cada expresión real vuestra, las destructivas y las constructivas. Él simplemente toma nota; él simplemente está ahí, rodeándoos con su presencia, si lo permitís, claro está. Porque el amor no es un intruso, no es invasivo ni prepotente.
Si os abrís a la realidad del amor, la realidad del corazón, ustedes liberáis el juicio. Aceptáis quienes sois en este momento. Os dais cuenta de que sois quiénes sois a causa de una multiplicidad de razones, que ahora estáis tratando de investigar y explorar.


Cuando llega este momento, es una gran bendición para el alma. Entonces sois capaces de sanaros a vosotros mismos. Caeréis en la autocrítica de vez en cuando, pero una vez habiendo accedido a un memoria consciente de cómo se siente el amor, volveréis a encontrarla otra vez, porque habréis saboreado el dulce perfume del Hogar nuevamente.


En la segunda etapa de la transición desde el ego al corazón, entráis en contacto más cercano con vosotros mismos. Estáis teniendo una visión más cercana de vuestro “equipaje pasado”. Estáis re-viviendo recuerdos dolorosos. Memorias de esta vida, tal vez memorias de vidas pasadas. El bagaje psicológico, con el que cargáis de todos vuestros tiempos de vida, completamente en el presente, constituye vuestra identidad actual. Podéis mirar este equipaje como una maleta llena de vestimentas. Habéis jugado muchos papeles en el pasado, habéis asumido muchas actitudes, al igual que las prendas de vestir que os habaéis puesto anteriormente. Os habéis, tal vez, identificado y apegado tan fuertemente con algunos de estos roles, que llegásteis a considerarlos como parte de vuestra real identidad. “Así soy yo”, afirmáis a veces, pensando en tales papeles desempeñados, o “prendas de vestir”.


Sin embargo, cuando verdaderamente decidís investigar qué vínculo tienen estos roles con vosotros, descubrís con sorpresa que no sois ellos.
No sois los roles psicológicos o identidades que habéis asumido (como experiencia de crecimiento). No sois las vestimentas (médico, alcalde, empleado de supermercado, profesor…) que lleváis.
Habéis empleado estos roles, debido a una necesidad de tener una experiencia sentida por el alma.
El alma se deleita en todas las experiencias, porque ellas son parte del proceso de aprendizaje que ella misma se ha comprometido a llevar adelante. Considerándolo de este modo TODAS las experiencias son útiles y valiosas. Las propias y las ajenas. Incluso emitir juicios es una experiencia que debe ser experimentada (todos queréis ser jueces en alguna circunstancia de la vida) para poder sublimarla. Hay que experimentar el dolor de haber juzgado, para abandonar esa senda, esa experiencia.


Cuando observáis más de cerca vuestros roles o identidades, enseguida observáis que ha habido dolorosas, incluso traumáticas experiencias en vuestro pasado íntimamente vinculadas a dichas identidades o situaciones. Y dichas experiencias traumáticas aún están ‘adheridas’ a vosotros en lugares de vuestro ser a los que no habéis accedido. Parecéis incapaces de dejarlas ir. Han pasado a ser como una ‘segunda piel’: piel en lugar de mera vestimenta.
Se trata de los elementos difíciles de vuestro pasado, las piezas que ahora os impiden vivir (sentir) verdaderamente y disfrutar completamente de esta maravillosa experiencia que es la vida. Os habéis identificado en exceso con aquello que pensáis que sois. Debido a esto, pensáis que sois inevitablemente una víctima, y de ello extraéis una conclusión negativa acerca del sentido de la vida. Pero no estáis considerando la vida como tal, sino sólo las partes (recuerdos) traumáticos en la conciencia de vuestra alma.
Ésta es la parte que ahora necesita sanación. Y lo conseguiréis accediéndo de nuevo al pasado, pero con la conciencia más amorosa y prudente que jamás hayáis tenido. En la segunda etapa del proceso de transformación desde el ego al corazón, vosotros sanáis episodios del pasado rodeándolos con vuestra conciencia presente, re-experimentándolos en el presente, con el foco puesto en el corazón. Así es como “dejaréis ir” las partes traumáticas de vuestro pasado.


El trauma ocurre cuando experimentáis un gran dolor, producto de una pérdida, carencia o maldad, en definitiva de un trastorno que alterase el natural proceso de sentir. Sucede cuando no podéis “comprender” por qué eso ha sucedido. Todos habéis experimentado algún trauma, a lo largo de muchas de vuestras vidas. De hecho, la conciencia del alma durante la etapa del ego (en este plano/mundo material) es traumatizada desde el mismo comienzo (nacimiento): Se constata una “pérdida de Unidad”, un abandono del “Hogar” que el alma recuerda pero no comprende. Es el precio a “pagar” por decidir vivir esta vida.


Cuando “regresáis” conscientemente (a través de la imaginación) al evento traumático original, reviviendo el sentimiento asociado a ese evento, y lo abrazáis con la conciencia del corazón, estáis sustituyendo vuestra posterior respuesta original a ese evento. Salís del horror y la incredulidad, simplemente observando pormenorizadamente lo que sucede. En la “regresión”, os convertís, por voluntad propia, en testigos conscientes de LO QUE REALMENTE SUCEDIÓ (no de la escena que vuestra fantasiosa mente haya ideado y escenificado para evadir el recuerdo vívido de lo que fue real). Reviviendo la experiencia en toda su intensidad y agonía, estáis “tocando fondo” desde el que podréis impulsaros a continuación a mayores logros.Este acto regresivo verdaderamente “genera espacio” para que comprendas, carente de juicio (espiritual) lo que en realidad sucedió en ese evento. Es entonces cuando volvéis a ser maestros y dueños de vuestra realidad otra vez. Os capacitáis para llegar a una aceptación del episodio completo y de las consecuencias inconscientes que el hecho de haberlo negado (distorsionado, olvidado…) tuvieron en vuestra vida desde entonces. 


En verdad os digo que este acto no es fácil de realizar, pero estáis perfectamente dotados y capacitados para hacerlo. 


Una vez abrazado y aceptado el recuerdo completo os veréis mágicamente empujados a comprender, desde el corazón, que hay significado y propósito en cada cosa que os sucede. Podéis sentir desde el corazón que todo lo que os ocurre sucede porque libremente lo escogísteis en su momento, como peldaño en vuestra escalera de aprendizaje hacia el infinito. Es entonces cuando aceptáis vuestra propia responsabilidad (ley de causa y efecto) concerniente a ese evento. Solo cuando aceptáis vuestra responsabilidad, sois libres para continuar vuestro rumbo en la ruta del crecimiento como seres espirituales.


Es, pues, sólo cuando reconstruís la cedana de vínculos con vuestras identidades pasadas, como un actor recordando sus pasados y diferentes roles (avatares), que os restituís la libertad de ir a CUALQUIER LUGAR que queráis. Entonces sois libres de entrar a la conciencia basada en el corazón. No sostenéis ya más ningún aspecto de lo que habéis sido en el pasado: víctima o agresor, hombre o mujer, blanco o negro, pobre o rico, etcétera. Cuando podáis “jugar” con los aspectos de la dualidad usándolos para extraer alegría y creatividad, habréis alcanzado el significado de la vida en la tierra. Experimentaréis entonces mucha felicidad y una especie de “regreso al hogar”. Esto será porque ustedes estaréis en contacto con la conciencia subyacente (subconsciente, lo llamáis) a los diferentes roles e identidades. Tomaréis contacto, de nuevo, con vuestra propia conciencia divina, la comprensión de que TODO ES UNO, en definitiva: la realidad del amor.


Cerraremos este capítulo dándoos dos ejercicios, que pueden ayudaros a entrar en contacto con aquella corriente de unidad, aquella corriente de conciencia divina que es la corriente oculta de todo lo que experimentáis.




Ejercicio 1


- ¿Qué características psicológicas tuyas, que consideres son parte íntima de ti, te ocasionan la mayoría de los problemas y situaciones conflictivas en tu vida? ¿Cuáles son los momentos conflictivos más recientes? Entra en un estado meditativo y nombra dos de tales características o momentos.


- Ahora pon el foco en las energías opuestas a esas características que te suelen perjudicar. Así, si encontraste ‘impaciencia’ o ‘inseguridad’, ahora te enfocarás en sus contrarias: paciencia y confianza en ti mismo…Siente la energía de estas características por un momento.


- Ve hacia adentro y busca y recupera estas energías en tu interior. Nombra tres ejemplos de situaciones en tu propia vida, en los cuales ustedes exhibiste/manifestaste estas características positivas.


- Ahora que estás en contacto con estas características positivas, permite que las energías que las constituyen fluyan a través de ti sintiendo cómo te re-equilibran.




Ejercicio 2


- Relájate y permite a tu imaginación viajar atrás hacia un momento en el cual te sintiste muy feliz. ¿te cuesta? Toma la primer cosa que entre a su mente para empezar.
Siente la sensación de felicidad nuevamente.


- Ahora regresa a un momento en el cual te sentiste extremadamente infeliz (rechazado, abandonado, incomprendido, dolido…). Rememora, para empezar, los instantes de tu pasado más reciente en que dichos rasgos se han manifestado. Siente, a continuación, la esencia de lo que sentiste en ese instante. 


- Capta lo que es común a ambas experiencias. Sientan lo que es igual en ambos momentos.


Ambos ejercicios están pensados para que sepas de la conciencia subyacente, del “yo” siempre presente en todas tus experiencias.
Este recipiente siempre-presente de conciencia, el transportador de sus experiencias, es el yo divino. Es vuestra entrada a una realidad más allá de la dualidad: la realidad del corazón.

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