Hay momentos para todo en la vida, verdad?
Hubo un momento en que no teníamos alforjas y nuestro único equipaje, si así se le puede llamar, era la inocencia. Eramos. Simplemente. Nadábamos en las tibias aguas de la desinteresada aceptación. Conocíamos el amor incondicional. Sucedió hace miles de millones de años.Todavía me acuerdo...
Viajar y vivir experiencias no era concebible dentro de esos parámetros, no figuraba dentro de nuestros rango de opciones.
Le siguió una toma de DECISIÓN: despedirnos de la inocencia. Mejor dicho experimentar que nos abandone. Esa fue la 1ª fase de nuestra apertura de CONSCIENCIA. Por supuesto que aceptar desprenderte de algo esencial e incuestionablemente tuyo solo es posible si decides reemplazar la pérdida del 'calor' de la seguridad y perfección con algo suficientemente 'motivante'.
¿Qué podía ser?...mmm...Eureka!, será algo cuya naturaleza sea 'opuesta' a lo conocido: la inseguridad. Decidido. Pero ¿cómo hacer para que la inseguridad y todas sus DOLOROSAS consecuencias sean experimentadas plenamente sin riesgo de abandonar esa voluntaria experiencia a las primeras de cambio? No va a ser fácil ser consciente y a la vez aceptar ser arrancado de la REALIDAD. Mmmm...veamos, necesitábamos una herramienta que nos permitiera anclarnos a la sin duda dolorosa experiencia elegida por el valiente turista. ¿Qué puede ser lo suficientemente efectivo como para impedirnos VER lo obvio (la inocencia). Una venda en los ojos!, la ficticia e 'ilusoria' percepción (Velo de isis, Maya...) de ser ignorantes en una dosis lo suficientemente potente como para poder aceptar la experiencia de la CULPABILIDAD.
Negar la Realidad (ceguera voluntaria) e incorporar la creencia en la esclavitud como algo no solo inevitable sino deseable fue todo uno. Ese momento duró muuuucho tiempo (ríete de tus calendarios...Vamos, hazlo! te ayudaré: jajajaja).
Cuando has olvidado (borrado de tu memoria) tu eterna comprensión de lo esencial, TE CREES ignorante. Ahora empezamos a comprender que ese era el único modo de aceptar fácil/dócil-mente las falsas/irreales directrices del programa matricial que consensuadamente decidimos jugar.
Pero como todo viaje programado (vía crucis) que -lo creas o no– ya ha alcanzado su perigeo, siempre llega el momento de 'regresar'. Un regreso sin duda doloroso, no porque ahora haya zarzas en el camino que antes no hubo. Se trata de algo paradójico: llegar al destino desandando la misma senda, pero esta vez sin anestesia, es decir SINTIENDO el dolor negado en la huida/exploración.
La estación que se avecina y en la que forzosamente hay que detenerse (aunque ojo, no apegarse porque obviamente no es el final de la Odisea) es obviamente el abandono de la ignorancia.
¿Con qué reemplazamos la ignorancia, la inconsciencia? ¿Qué estado anímico es imprescindible abrazar/sentir en nuestro 'regreso' a la inocencia? Veamos,...si una primitiva olla, que un día sirviera para cocinar lenta y apacible-mente, fue repentinamente 'mejorada' incorporándole un dispositivo que implica ejercer 'presión sobre el vapor (por supuesto con la mejor de las intenciones =para que los alimentos se cocinen más rápida/efectivamente) y esa presión te ha acabado por volver loc@ (algo perfectamente normal), habrá que convenir en que recuperar la salud original pasa ineludiblemente por LIBERARSE de esa presión. Restaurar la conexión con la inocencia precisa de la liberadora expresión de las emociones (estallidos de incomprensión), estupefacción, indignación, ira, cólera... ¿En qué contexto/escenario? ¿Qué mejor y más idóneo escenario que el de la misma crisis que provoca ese 'estallido'?. Un escenario catárquico necesario...que puede volverse adictivo hasta el punto de obnubilarte tu condición de viajero. sacar la rabia y no quedarse empantanad@ en el proceso de expulsión...Ese es el dilema, verdad? Un dilema al que solo la especie humana está abocado, si te sirve de consuelo (será que allí radica nuestra grandeza como especie?). Si te atascas en esa obnubilación serás tentado a evadirte de la escena por una puerta falsa/atajo/trampilla (todos los escenarios tienen 'trampa') por la que lamentablemente no se accede a la seguridad de los camerinos.
Tras el tránsito por la estación de 'indignad@s' (y a menos que decidamos quedarnos en ella) continuaremos hacia la estación final: la paz, que no es sino la recuperada inocencia original, con el aditivo de la experiencia acumulada, lo cual le confiere un sabor especial. ¿En que estación estás?
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