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domingo, 8 de mayo de 2011

Quién soy?



Nunca cómo antes esta pregunta había tenido tanta razón de ser planteada. ¿Quienes somos los seres humanos? ¿De qué dimensión (dónde/cuándo) procedemos? ¿Existe un propósito en nuestra existencia? ¿Tiene nuestra presencia en este minúsculo planeta, situado en el extrarradio de una de los probablemente cientos de miles de galaxias que pueblan el universo descubierto hasta ahora, una razón de ser más allá de la peregrina duración de entre 1 día y ciento y tantos años? ¿Tiene algún sentido mi vida más allá de tratar de comer y hallar un cobijo frente a las inclemencias climáticas, y proveer a la descendencia de satisfacción para esas necesidades básicas? ¿será posible que solo al acercarnos al ocaso de nuestros días seamos capaces de atrevernos a reflexionar acerca de nuestro destino? Debe haber un momento en que nos detengamos a reflexionar e ir un paso más allá en nuestra legítima búsqueda de la conexión con lo invisible. Pues bien, ese momento ha llegado. Todos los calendarios de las diferentes civilizaciones registradas por los anales de la historia apuntan a eso. Todos los relojes se están poniendo en hora, sincronizándose para el acto final de esta gran representación que es la vida.

Para algunos plantearse estas preguntas genera un evidente estado de incomodidad y desasosiego. Sumidos hasta ahora en la inercia del día a día (levantarse para llevar los niños al colegio, ir al trabajo para desarrollar tareas más o menos repetitivas, enfrentarse con la hipoteca, los seguros, los impuestos, en definitiva salir a batallar, estamos demasiado anestesiados como para hacernos esas preguntas que conducen a momentos epifánicos. ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Dónde estaba antes de nacer? ¿A dónde voy después de morir? ¿Qué es la muerte…?

Contamos, algunos, los días para hacernos mayores y emanciparnos de nuestros progenitores y liberarnos del yugo de las limitaciones que nos han inculcado. A continuación, sumidos en la vorágine de vernos enfrentados a la experiencia de tomar decisiones por nosotros mismos, aprovechamos para enfrascarnos en reproches por sus fracasos como maestros acusándoles de habernos pasado un testigo caducado, de las frustraciones que eso nos ha provocado, para acabar sumidos en la vergüenza de tener que lamentar haber tropezado en la misma piedra que ellos. Y sin embargo estamos enfadados…y asustados en algún lugar profundo de nuestro ser. Pero hemos aprendido a hacer oídos sordos a esa verdad.

Más allá de los reproches, juicios y críticas a las que tan fácilmente solemos acudir debido sin duda a ese enfado monumental que arrastramos desde Dios sabe cuándo una cosa es cierta. No es posible seguir escupiendo a diestro y siniestro, culpando a otros de nuestras desgracias, de nuestro desequilibrio emocional, de nuestra sensación de abandono. Eso es repetir la misma actitud que ellos otros tuvieron con sus propios ancestros. Es cierto que nos hemos herido mútuamente, creyéndonos eso de que el hombre es un lobo para el hombre (homo homini lupus), la desalentadora sentencia de Thomas Hobbes. Pero acaso la venganza no sea la mejor solución para desanudar este nudo que vendetta tras vendetta hemos endurecido. Todo lo que necesitas es amor, decía John Lennon. De acuerdo, pero, ¿qué es el amor?

Nacemos y nos enfrentamos, de niños, a un mundo incomprensiblemente limitante, reglamentado, inhóspito y lleno de gente asustada, insegura y sufriente. A pesar del soplo de aire fresco que el nacimiento de un niño generalmente supone para cualquier familia, no es de extrañar que muchos niños se vistan con los ropajes del autismo para mostrar al mundo su incapacidad para asimilar el medio insufriblemente hostil que su entorno les ofrece. Otros no lo soportan y deciden volverse por donde han venido. Los médicos lo llaman síndrome de muerte súbita del lactante (por ponerle una etiqueta a lo que no consiguen ni quieren comprender). Los que, como tu y yo, a pesar de las inclemencias, hemos conseguido mantenernos a flote y hacernos un hueco en esta jungla y aquí estamos para contarlo, aprendimos que o bien:
1. definitivamente es mejor pasar de puntillas sobre esta jungla salvaje, tratando de pasar lo más desapercibido posible
2. que la mejor manera para posicionarse y sacar tajada del pastel de la vida (como si no fuera suficiente mérito el mismo hecho de nacer) es adoptar una posición de defensa a ultranza, en la que la mejor defensa siempre es un buen ataque y hemos aplicado esa óptica a nuestras finanzas, a nuestras relaciones personales y colectivas y a nuestra vinculación con el medioambiente. 

Recientemente hemos tenido que familiarizarnos con el concepto de Guerra Preventiva, concepto tan difundido en los medios a raíz, sobre todo del eternizante conflicto arabe-israleí. En su enfoque clásico, la autodefensa es una respuesta a un ataque armado, de acuerdo con el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. Sin embargo, es práctica antigua que una amenaza supuestamente inminente, proveniente de un Estado vecino, justifique ataques preventivos. Es decir, ataques realizados con el pretexto de defenderse por adelantado de a un supuestamente previsible ataque de una fuerza considerada enemiga. Los expertos legales citan por ejemplo el asunto del Estado de Carolina de 1837 cuando las fuerzas británicas establecidas en Canadá cruzaron la frontera de Estados Unidos y mataron a varios rebeldes canadienses y a un ciudadano norteamericano, dentro del territorio estadounidense, que supuestamente preparaba una ofensiva contra los británicos en Canadá.

Más ejemplos pueden ser rescatados de los titulares de los medios de la actualidad, pues la guerra preventiva se ha popularizado como práctica disuasoria entre los gobernantes de las naciones desarrolladas de occidente. Pero los ataques preventivos no solo rigen en las relaciones internacionales, en los conflictos armados, en las guerras entre estados. El miedo ha sido nuestra bandera desde que vemos la luz de este mundo. El miedo a enfermar nos trajo la medicina preventiva, un buen pretexto para inocularnos periódicamente (alergias, etc…) compuestos sintéticos. Y todo en aras de la sensación de pseudoseguridad que las campañas mediáticas transmiten.

Y a pesar de ello, aquí estamos, capaces a estas alturas de inicio de milenio de cuestionarnos nuestro papel como especie. ¿De dónde venimos? ¿Cómo hicimos para llegar a este planeta, habitarlo y llegar a degradar nuestras relaciones con todo ser vivo que lo habita? ¿Acaso lo hemos hecho dando 'palos de ciego'? Muchas personas cometen actos terribles hallándose alterados por estados transitorios de enajenación metal, es decir inconscientemente, llegando incluso a arrebatar la vida a familiares. Luego, recuperado el oremus (si alcanzan esa dicha), no hallan más salida que el suicidio arrastrados por una saboteadorae incontrolable emoción de culpa. La culpa, esa terrible anomalía heredada hermana de la vergüenza, frutos ambos de la negación del miedo…

Dice Osho:
Un día, Buda estaba pronunciando su discurso matutino y el rey había acudido a escucharle. Estaba sentado enfrente de Buda y no paraba de mover el dedo gordo del pie. Buda dejó de hablar y miró el dedo del pie del rey. Como es natural, cuando Buda miró su dedo, el rey dejó de moverlo. Buda empezó a hablar de nuevo, y el rey empezó otra vez a mover el dedo gordo del pie. Entonces Buda le preguntó:
–¿Por qué haces eso?
El rey respondió:
–Sólo cuando dejaste de hablar y me miraste el dedo me di cuenta de lo que estaba haciendo. No era nada consciente de lo que hacía.
–Es tu dedo y no eres consciente –dijo Buda–. Entonces, podrías llegar a matar a una persona sin ser consciente de ello.
Y exactamente de esa manera se ha matado a gente y el homicida no ha sido consciente. Muchos homicidas han negado en los tribunales haber matado a alguien. Al principio se pensaba que simplemente mentían, pero recientemente se ha descubierto que no estaban mintiendo, que lo hicieron en estado de inconsciencia. En aquel momento estaban tan rabiosos, tan enfurecidos, que fueron poseídos por su furia. Y cuando estás furioso, tu cuerpo segrega ciertas toxinas y tu sangre se intoxica. Estar enfurecido es estar en un estado de locura temporal. Y la persona se olvidará por completo de lo que hizo, porque no era consciente de lo que hacía."


Darwin nos legó un tratado sobre la evolución de las especies, donde concluía que solo el más fuerte sobrevive y es capaz de perpetuar genéticamente a los suyos. Y nos lo creímos. Y hemos llegado a convencernos que de lo que se trata es de ser más 'vivo' que el vecino, llegar el primero a todas partes…quien golpea primero golpea dos veces, nos enseñaron.

En nuestra frenética deriva por mantener el ritmo que las reglas y normativas (educación) nos imponían, nos hemos perdido, como Groucho y Chico Marx maravillosamente escenificaron en la famosa escena del contrato en Un día en la Ópera. El humor es una genial válvula de escape cuando uno ya no tiene recursos para comprender el sinsentido de esta hoguera de vanidades que es la vida en la Tierra. Un buen amigo me decía que si todos pusiésemos mejor cara al tiempo todo iría mucho mejor. Y sin duda es cierto. Sonreir y transmitir entusiasmo contagia.










Ignoro si la risa es el camino para alcanzar la serenidad y el estado del buda, o si por el contrario la risa es un aspecto del plácido estado que se alcanza cuando ya te sabes en paz contigo y con tu razón de ser. Quizá sean ambas cosas. 
Se sabe que para Epicuro el estado natural del hombre es la 'apacible alegría'. En el Filebo dice Platón que la risa es un placer, pero al mismo tiempo afirma que es fea, obscena, transgresora de la armonía, de la medida, de la integridad y de la conciencia social y de los hombres libres. Termina diciendo que es un placer que [recurrido en exceso] produce dolor y que atañe sólo a los locos, bufones, viles y esclavos. Aristóteles, por el contrario, tratando sobre la risa de forma consciente y amplia desde un punto de vista fisiológico en Sobre las partes de los animales, en la Poética habla por primera vez de su origen y sus efectos. Dice que la risa siempre es favorable cuando se produce en su justa medida, como resultado del ingenio, de la burla, de la agilidad, de la ironía, cuando provoca sensaciones especiales como recreación, benevolencia, es decir, divierte y pone de buen humor al oyente, relaja la tensión y genera simpatía, tanto en la vida social (Ética), en la vida política (Política y Retórica) y en la vida artística (Poética).

En todo, la justa medida es importante, porque si te excedes consigues un efecto no deseado, quizá el opuesto al pretendido. Un orador, por ejemplo, puede hacer, y es aconsejable que haga uso del humor para introducir sus ponencias, pero no debe aparecer nunca como alguien ridículo. Quintiliano en las Institutio y Cicerón en De inventione, XVIII, aconsejan introducir algún episodio que produzca risa cuando el cansancio amenace con apoderarse del público.

Caer en la tentación de regodearse en el humor, algo a lo que los afectados del síndrome narcisista (que tire la primera piedra quien esté libre de culpa) son muy proclives, pondría en cuestión su credibilidad. Si te ríes demasiado con alguien puedes terminar por no tomártelo en serio.

Ambos –Platón y Aristóteles– concluyen en que la risa sin medida ni razón consciente es un recurso para los ignorantes.


Por otra parte, Agustín de Hipona (356-430) se muestra muy tímidamente a favor de la risa, pues decía que apoyar a los histriones equivale a sacrificar al demonio (cit. en R. Menéndez Pidal: 1924, p. 96). Dice san Agustín:
"Quiero que seas indulgente contigo mismo, porque conviene que el sabio relaje de vez en vez el rigor de su aplicación a las cosas que debe hacer. Ahora bien: esta relajación del ánimo respecto de las cosas que deben hacerse, se realiza mediante palabras y acciones de recreo. Conviene que el sabio y el virtuoso recurran a ellas alguna vez. El Filósofo, por su parte, aporta una virtud que él llama eutrapelia y que nosotros podemos llamar alegría natural”.

Uno de los hombres más influyentes del pensamiento cristiano inicial fue san Ambrosio (333-397), quien sostenía que "la gente reía indefectiblemente porque de lo contrario llorarían". Esta perla no cayó en saco roto, puesto que 1300 años después, el dramaturgo francés Jean Racine se inspiraría en este argumento para escribir un himno pseudoambrosiano para las matinas de los martes del que a su vez, Gabriel Fauré extraería la inspiración para componer su aclamado Cantique de Jean Racine.










Verbe égal au Très-Haut, notre unique espérance, 
Verbo igual a los más elevado, nuestra única esperanza,
Jour éternel de la terre et des cieux, 
Día eterno de la tierra y de los cielos
De la paisible nuit nous rompons le silence 
De la apacible noche rompemos el silencio
Divin sauveur, jette sur nous les yeux. 
Divino sabio, échanos una mirada
Répands sur nous le feu de ta grâce puissante 
Extiende sobre nosotros el fuego de tu gracia poderosa
Que tout l'enfer fuie au son de ta voix 
Que el infierno entero huya al son de tu voz
Dissipe ce sommeil d'une âme languissante 
Disipa este sueño de un alma languideciente
Qui la conduit à l'oubli de tes lois! 
que la conduce al olvido de tus leyes
Ô Christ ! sois favorable à ce peuple fidèle, 
Oh Cristo, sé favorable a este pueblo fiel
Pour te bénir maintenant assemblé 
reunido ahora para bendecirte
Reçois les chants qu'il offre à ta gloire immortelle, 
recibe los cantos que ofrece a tu gloria inmortal
Et de tes dons qu'il retourne comblé. 
y los dones que devuelve colmado


No te avergüences (sobretodo si eres hombre) si escuchar esta pieza te conmueve hasta las lágrimas. Ello es prueba de que sigues conectado a tu verdadera naturaleza espiritual, teniendo una experiencia humana transitoria. 


Entonces, si la risa habitual es un maquillaje para poder vincularnos y simular nuestra tristeza, ¿acaso fuese adecuado ir al fondo consciente del lamento, de lo tan incomprensiblemente doloroso?
Ahora que el sistema social, político y económico se está derrumbado irremisiblemente, ahora que el teatro de marionetas está siendo desmontado, quizá sea un buen momento para afrontar la naturaleza espiritual de nuestra esencia. Visitar las partes oscuras de nuestro baúl de los recuerdos, reconociendo y abrazando los sentimientos heridos, quizá sea el mejor salvoconducto para poder sublimar las emociones que hemos tratado de contener y elevarnos finalmente, por medio de la risa 'sana'? Disfrutar de la alegría natural aristotélica es algo que nos enseñan los seres simples, desprovistos de capacidad intelectual. Las etnias indígenas nos enseñan que pensar quizá sea el mayor obstáculo para disfrutar de la vida, y quitarle la seriedad que la razón le ha impuesto.

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