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viernes, 9 de septiembre de 2011

17 Tratar con las emociones

Esta canalización fue presentada a una audiencia en vivo el 6 de Febrero de 2005 en Haaren, Holanda. La palabra hablada ha sido ligeramente corregida para facilitar su lectura.

Queridos amigos,


Estoy encantado de estar nuevamente entre vosotros y de estabñecer comunicación de esta manera. Debo deciros que esto significa mucho para mí también. Aprecio estos encuentros, porque de este modo puedo llegar más cerca de vosotros que cuando estoy dentro de mi propio plano de realidad.


Aún así yo siempre vivo dentro de vuestros corazones y anhelo esos momentos de vuestro tiempo cuando estáis abiertos y susceptibles a mi energía. Mi energía, la energía crística que está renaciendo en estos tiempos, no es solamente mi energía. No es simplemente la energía de un hombre que vivió en la tierra en una época: es un campo de energía colectiva de la cual formáis parte de un modo más profundo de lo que podáis comprender.


Todos hicísteis una promesa una vez. Todos expresásteis vuestra intención de portar esta energía hacia la realidad terrestre, de anclarla dentro de la tierra. Durante muchas vidas –muchos siglos– habéis trabajado en esta misión. Todosestáis en el proceso de dar nacimiento a la semilla crística en vuestro interior, y yo os estoy ayudando. Yo fui un precursor. Sin embargo la siembra de la energía crística fue un esfuerzo colectivo. Incluso mi llegada a la tierra fue posible únicamente por el campo de energía que estuvo presente aquí, tejido por vosotros. Nosotros trabajamos juntos, somos una unidad.
Por lo tanto, yo soy accesible a todos vosotros. Yo no estoy disponible exclusivamente para alguna persona. Yo estoy al servicio de todos vosotros.


Hoy quiero hablar acerca de un tema que os toca profundamente y frecuentemente en el día a día de vuestras vidas. Es sobre cómo tratar con las emociones.


La última vez hablé acerca de las energías masculinas y femeninas que corren a través de vuestro campo de energía y de vuestros chackras. He recalcado la importancia de sanar los tres chackras inferiores, como una parte esenciaal para llegar a estar entero y completo dentro de vosotros mismos. Para alcanzar equilibrio. Pensé que era importante recalcar esto, ya que muchos de vosotros que anheláis la espiritualidad tendéis a focalizaros, tanto en pensamiento como en sentimiento, a los chackras superiores, dejando de lado la responsabilidad de afrontar los conflictos no resueltos en los tres primeros chackras.
El corazón, el tercer ojo y el chacra de la corona son atractivos para vosotros, porque estos centros de energía os llevan a estar en contacto con los reinos superiores, esos que son tan afines a vosotros. Pero la real ruptura interna debe ocurrir ahora en el nivel inferior, en el área de los chacras más bajos, cercanos a la tierra.


El área de las emociones es un área vital en el proceso de desarrollo hacia la libertad y la totalidad. Sois seres espirituales. Vinísteis de un plano de realidad donde la densidad y la falta de rumbo de la realidad terrestre era desconocido para vosotros. Arreglároslas con esto ha sido difícil.
A lo largo de muchas vidas, habéis tratado de expresar vuestra energía cósmica aquí en la tierra. Y en esta expresión, en la canalización de vuestra energía a la tierra, se han desarrollado muchos traumas profundos. El cuerpo emocional, que todos poseéis, está repleto de heridas y de traumas. De esto quiero hablar hoy.


Todo aquél que transite por el camino del crecimiento interior sabe de la importancia de las emociones: que no deben ser reprimidas, que de algún modo tenéis que liberarlas. Ahora bien, cómo funciona todo esto no está del todo claro.


Quisiera hacer primero hacer una distinción entre emociones y sentimientos.


No quiero entrar aquí en la terminología específica o clasificaciones Podéis etiquetar esto con diferentes nombres, pero yo quiero hacer una distinción entre emociones, en el sentido de energías que son esencialmente expresiones de malentendido, y sentimientos, o energías que son una forma de entendimiento más elevado. Los sentimientos son vuestros maestros, mientras que las emociones son vuestros niños.


Las emociones son energías que tienen una clara manifestación en el cuerpo físico. Las emociones son reacciones a situaciones que realmente no entendéis. Considerad por un instante lo que sucede cuando os veis superados por un ataque de rabia. Por ejemplo, alguien hiere vuestros sentimientos inesperadamente, y sentís que os ponéis coléricos. Podéis sentir esto en vuestro cuerpo muy claramente: en determinados lugares percibís que la energía se pone tensa. Esta tensión física o rigidez, que sigue al sobresalto energético, muestra que hay algo que no entendéis. Aparece una energía creciente en vosotros y sentís que está injustificada. El sentimiento de estar siendo tratado injustamente, en breve la incomprensión, se descarga a través de una emoción, expresión manifiesta del sentimiento de incomprensión. Es una ‘explosión’ energética. Es necesaria porque conduce a una ‘liberación’. Los niños manifiestan esos ‘berrinches’ a menudo, cuando se ven enfrentados a las normas limitadoras que rige el paradigma del hogar paterno.


Cuando esto os sucede como adultos, os veis confrontados a la siguiente elección: ¿qué hago con esta emoción que pugna por manifestarse? ¿Es correcto alterar mi comportamiento habitual en función de esta necesidad de ‘explotar’? ¿Voy a administrar el ‘vómito’ como combustible para mis futuras reacciones hacia los demás, o voy simplemente a dejar que la emoción se manifieste, y baso mis acciones futuras en algo más?
Antes de responder estas preguntas, quiero explicar la naturaleza de los sentimientos.


Las emociones son, como dije, esencialmente estallidos de incomprensión que vienen precedidos de señales que podéis claramente percibir en vuestro cuerpo físico (se os hinchan las venas, os brotan las lágrimas…). Los sentimientos, por otro lado, son de una naturaleza diferente, y son percibidos también de manera diferente. Los sentimientos son más calmos que las emociones. Ellos son los ‘susurros del alma’, que os alcanzan a través de suaves codazos. Consisten en una sabiduría interior o una acción intuitiva súbita que más tarde se revelará como muy acertada.
Las emociones siempre tienen algo de muy intenso y dramático en ellas. Considerad los ataques de ansiedad, de pánico, de rabia o la tristeza profunda. Las emociones se agarran de vosotros completamente y os alejan desequilibran y desestabilizan. Os sacan ‘de vuestras casillas’. En el momento en que estáis sumamente emocionados, pasáis a estar llenos de una clase de energía que os separa de vuestro centro, de vuestra claridad y discernimiento interior. En este sentido, las emociones son como nubes que tapan el sol.


Con esto, yo no quiero decir nada en contra de las emociones. Las emociones no deberían reprimirse; son muy valiosas como un medio para llegar a conocerse más íntimamente. Lo que pretendo es expresar cuál es la naturaleza de la energía emocional: un estallido de incomprensión. Las emociones esencialmente os llevan fuera de vuestro centro.


Los sentimientos –si se les hace caso–, por otro lado, os llevan profundamente dentro de vosotros mismos, hacia vuestro centro. Los sentimientos están estrechamente asociados con lo que llamáis la intuición. Los sentimientos expresan un entendimiento más elevado, una clase de entendimiento que trasciende tanto a las emociones como a la mente.
Los sentimientos se originan en un reino no físico, fuera del cuerpo. Es por esto que ellos no están tan claramente localizados en un lugar del cuerpo físico. Considerad lo que sucede cuando sienten algo, una atmósfera o un estado de ánimo, o cuando tenéis presentimientos acerca de una situación. Entonces hay una especie de sabiduría en vosostros, que parece proceder de afuera, y que no es una reacción vuestra a alguna circunstancia externa. Viene ‘de la nada’ (‘como llovido’ del cielo como tan bellamente lo soléis describir). En tales momentos podéis sentir que algo se abre en el chackra del corazón.


Hay muchos momentos en los cuales tal sabiduría interior viene a vosotros. Por ejemplo, podéis ‘saber’ algo acerca de alguien sin haber hablado mucho con él o ella. Podéis sentir algo acerca de vosotros dos, que más tarde jugará un rol importante en vuestra relación, algo que no es fácil de expresar con palabras y que atribuís a un simple presentimiento, algo que ciertamente no es fácilmente comprendido por la mente (vuestra o de alguien más). Estos son los momentos en los que vuestra mente aprovecha para tratar de desestabilizar y sembrar duda mostrando su habitual lado escéptico, mandándoos el mensaje de que probablemente estéis inventando cosas –fantaseando– o que os estéis volviendo locos.


Quisiera mencionar aquí una energía que tiene más de una naturaleza de sentimiento que de emoción. Se trata de la Alegría. La alegría puede ser un fenómeno que trasciende lo emocional. A veces podéis sentir una clase de alegría interior que os eleva, sin una razón particular, ni especiales ganas de compartila con nadie. Son instantes en que sentís la divinidad que habita en vosotros, y vuestra conexión íntima con todo lo que existe. Tal sentimiento puede llegar a vosotros cuando menos lo esperáis. Es como si algo Superior os tocara, o como si rozárais una realidad Superior. Como la Alegría, los sentimientos no pueden ser evocados sino que parecen llegar a vosotros ‘como llovidos’.
Las emociones, por el contrario, casi siempre tienen una causa inmediata clara: un factor desencadenante situado en el mundo exterior.


Los sentimientos se originan en la dimensión de vuestro Ser Superior. Necesitáis estar serenos por dentro para atrapar esos ‘susurros’ en vuestro corazón. Las emociones pueden perturbar este silencio interior y paz. Por lo tanto, es vital llegar a estar calmados emocionalmente para permitir que los sentimientos os invadan sin obstáculos. Para ellos, es imprescindible sanar y liberar las emociones reprimidas que inconscientemente habéis ido almacenando como consecuencia de haberos plegado y sometido al paradigma de desamor que encontrásteis al ‘nacer’.
Y es que solamente desde la inspiración que os provoquen vuestros sentimientos –los cuales os conectan con vuestra alma– podréis tomar decisiones equilibradas en cada situación que se os presente.
Estando en silencio y tranquilos, podéis sentir con todo vuestro ser qué es lo correcto para vosotros en un determinado momento. Tomar, sin embargo, decisiones basadas en la emoción, es tomar decisiones desde una posición desequilibrada. Necesitáis, ante todo, liberar las emociones y entrar en contacto con vuestro núcleo interno, donde hay claridad y discernimiento.


Ahora quiero ir a la pregunta de cómo podéis enfrentarois del mejor modo a vuestras emociones.


He mencionado que “los sentimientos son vuestros maestros y las emociones son vuestros niños”. Los paralelismos entre ‘ser emocional’ y ‘ser como un niño’ son sorprendentes. Vuestro ‘niño interior’ es el asiento de vuestras emociones. También hay una semejanza sorprendente entre el modo en que tratáis a vuestras propias emociones y el modo en que tratáis a los niños (los reales).
Un niño es siempre honesto y espontáneo es sus emociones, y no las esconde o reprime. Al menos no hasta que acaba por aceptar la represión de las emociones como la única alternativa posible ante los continuos estimulos de sus adultos a comportarse así). El hecho de que los niños espontáneamente expresen sus emociones no significa, sin embargo, que el niño experimente sus emociones de un modo equilibrado. Todos saben que hay niños que pueden verse arrebatados por sus emociones (rabia, temor o tristeza) y con frecuencia son incapaces de frenar dicho estado. En tal situación, el niño puede casi anegarse en sus emociones y eso lo desequilibra, lo deja fuera de su centro.


Una de las razones de esta emotividad ilimitada, es que el niño ha dejado recientemente un mundo en el cual difícilmente hay algún límite. En las dimensiones etéreas o astrales, no había tales restricciones y limitaciones como las hay en el reino físico, dentro del cuerpo físico. Las emociones del niño son a menudo ‘reacciones de incomprensión’ y desesperación frente a esta realidad física. Por lo tanto, el niño cuando madura necesita ayuda y apoyo para tratar con sus emociones. Esto es parte del proceso de la ‘encarnación equilibrada’ en la tierra.


Por consiguiente ¿cómo tratáis las emociones, ya sea en vosotros mismos o las de vuestros niños?
Las emociones no deberían ser juzgadas o reprimidas. Las emociones son una parte vital de vosotros como seres humanos, y como tales necesitan ser respetadas y su manifestación aceptada. Podríais considerar a vuestras emociones como si fuesen vuestros niños, que necesitan vuestra atención y respeto, así como vuestra guía y amparo.
Una emoción puede ser mejor vista como una energía que viene a vosotros para ser sanada. Por lo tanto, es importante no dejarse llevar completamente por la emoción, sino permanecer capaz de observarla desde una postura neutral. Es importante estar consciente. Uno podría decirlo de este modo: No deberíais reprimir una emoción, pero no deberían sumiros en ella tampoco. Porque cuando os zambullís en ella, cuando os identificáis con ella completamente, el niño interno que reside en vosotros pasa a convertirse en un tirano que os llevará al extravío.


Lo más importante que podéis hacer con una emoción es reconocerla, sentir todos los aspectos de ésta, mientras no perdéis de vista vuestra consciencia. Tomad por ejemplo la ira. Podéis invitar a la ira a estar totalmente presente, experimentándola en vuestro cuerpo en varios lugares, mientras estáis al mismo tiempo observándola neutralmente. Tal tipo de consciencia es altamente sanadora. Lo que sucede en esta circunstancia, es que abrazáis a la emoción –ese estado de incomprensión– justamente con comprensión. Esto es alquimia espiritual.


Por favor dejadme explicároslo con la ayuda de un ejemplo. Vuestra hija se ha golpeado la rodilla con la mesa y está realmente herida. Ella está perturbada, gritando de dolor, y ella patea la mesa porque está enojada con ella. Ella considera que la mesa es el origen y la causante del dolor.
Ser capaz de ‘guiar emocionalmente’ en este momento significa que los padres primero ayudan a la niña a poner nombre a su experiencia. “Tú estás enojada, ¿no es así? – tienes dolor, ¿verdad?”. Manifestar abierta y verbalmente el enfado es esencial, porque con ello se transfiere la raíz del problema desde la mesa a la niña misma. Transferir el foco de la mesa a la niña. 
– No es la mesa, eres tú la que está dolorida, eres tú quien está enojada. ¡Y sí, yo comprendo tu emoción!
Los padres abrazan la emoción de la niña con comprensión, con amor. En el momento en que la niña se siente comprendida y reconocida su emoción, su ira se desvanecerá gradualmente. El dolor físico puede aún estar presente, pero su fastidio y resistencia al dolor –que no es sino la ira–, puede disolverse. La niña lee que hay compasión y comprensión en sus ojos, y esto relaja y calma sus emociones. La mesa, la causa de las emociones, ya no es tema de conversación.


Al abrazar una emoción con comprensión y compasión, cambiáis el foco de la atención de la niña desde el exterior hacia el interior, y de paso le enseñáis a la niña a ser responsable de sus emociones futuras y a hacerse cargo de ellas. Le estáis demostrando a ella que su reacción a un disparador externo no es algo predeterminado e inevitable, sino que es una cuestión de elección. Podéis elegir incomprensión o comprensión. Luchar o aceptar. Podéis elegir.


Esto también se aplica a las relaciones con vuestras propias emociones, vuestro propio niño interior. Darle cabida a sus emociones, nombrarlas y hacer un esfuerzo por entenderlas, significa que vosotros verdaderamente reconocéis, respetáis y apreciáis a vuestro niño interior. Hacer el cambio desde lo ‘externo’ hacia  lo ‘interno’, tomar responsabilidad por la emoción propia, ayuda a crear un niño interior que ya no quiere herir a nadie más, que no se siente victimizado. Las emociones fuertes – ya sea ira, aflicción(desconsuelo) o temor (miedo) – siempre tienen el componente de la impotencia, el sentimiento de estar siendo víctima de algo de procedencia externa a vosotros.  Lo que hacéis cuando os enfocáis, no en las circunstancias externas a vosotros, sino por el contrario en vuestra reacción y dolor, es descartar al mundo exterior como causante y ‘culpable’ de vuestras emociones. Es entonces cuando dejáis de preocuparos por lo que ocasionó la emoción. Volcándoos completamente hacia el interior y diciéndoos: muy bien, ésta ha sido mi reacción, y comprendo por qué. Comprendo por qué me siento del modo en que me siento, y voy a asistirme en esto.


Volverse hacia las emociones de esta manera amorosa, es liberador. Esto requiere una especie de autodisciplina. Librar a la realidad exterior de ser el ‘orígen del mal’ y tomar vosotros mismos total responsabilidad, significa que reconocéis que ‘la reacción es producto de una elección’. Elegís estar enfadados. Ser consciente de esa elección es lo que permite optar por una reacción u otra (violencia/ira o amor/compasión) 
Dejáis de discutir sobre quién tiene razón y quién no la tiene, quién es el culpable de eso o aquello, y simplemente liberáis la cadena completa de eventos que sucedieron, aceptando que estaban fuera de vuestro dominio o control. ‘Yo ahora experimento esta emoción con total conciencia de que yo elijo hacerlo así’. Esto es tomar responsabilidad. ¡Esto es coraje!


La autodisciplina en esto radica en renunciar a ser inflexibles y representar el papel de víctima desamparada. Renunciáis a sentiros encolerizados, incomprendidos y a manifestara cualquier expresión de victimización que por momentos tanta adicción os genera. Y es que con frecuencia demostráis un apego desmedido a las emociones que más os traban. Tomar responsabilidad es un acto de humildad. Esto significa sincerarse con vosotros mismos, incluso en vuestros momentos de mayor debilidad. Esta es la autodisciplina que se os pide. Al mismo tiempo, esta clase de vuelco hacia el interior requiere la mayor compasión. La emoción a la que francamente estáis preparados para hacer frente (abrazar) como vuestra propia creación, también es considerada con tierna comprensión. ‘Tú eliges la cólera esta vez, ¿no es así?’ puede ser lo que descubráis respecto a vosotros mismos. La compasión os dice: ‘Muy bien, puedo ver por qué prefiero la cólera, y te disculpo’. ‘Tal vez la próxima vez, cuando percibas más claramente mi amor y compasión, no te sentirás inclinado a tener esa respuesta hacia mi’.


Este es el verdadero rol de la conciencia en la autodisciplina. Esto es lo que significa la alquimia espiritual.
La conciencia no pelea o rechaza nada, sino que rodea a la oscuridad con comprensión. Rodea las energías de incomprensión con comprensión y así convierte el metal en oro. La conciencia y el amor son esencialmente lo mismo. Ser consciente significa dejar que algo sea y rodearlo con su amor y compasión.


Con frecuencia pensáis que ‘la conciencia solamente’ no es suficiente para superar vuestros problemas emocionales. Decís: yo sé que tengo emociones reprimidas, conozco la causa de ellas, soy consciente, pero esto no pasa.
En ese caso, dentro de vosotros subyace una sutil resistencia a esa emoción. Mantenéis la emoción a una distancia, por temor a que aflore y su manifestación os sobrepase e inunde. Pero debéis saber que nunca una emoción os agobiará, cuando conscientemente elijáis admitirla y experimentar que se manifieste.
Siempre que mantengáis la emoción a distancia, estaréis en guerra con ella. Estaréis luchando con la emoción y ella os acosará desde múltiples flancos. Es su destino. La emoción es vuestra y por lejos que vayáis os seguirá hasta que tarde o temprano aceptéis abrazarla. Ella se manifestará en vuestro cuerpo como un dolor, una tensión, o como un sentimiento de depresión. Sentirse agotado o fatigado es claro signo de que estáis reprimiendo ciertas emociones.


La cuestión aquí es que necesitáis imperiosamente permitir que vuestras emociones accedan al dominio de vuestra conciencia plenamente. Si desconocéis exactamente qué emociones se esconden, podríais comenzar por sentir las tensiones consecuentes en su cuerpo. El cuerpo físico, a diferencia del mental, no engaña. Es una puerta para las emociones. En vuestro cuerpo todo está acumulado. Por ejemplo, si sentís dolor o tensión en el área del vientre,podéis ir ahí con vuestra conciencia y preguntar qué hay. Permitid que las células de vuestro cuerpo os hablen. O imaginad que, allí mismo, el niño interno está presente. Pedidle al niño que os muestre qué emoción es predominante en él o en ella.


Hay varias maneras de ponerse en contacto con las emociones internas. Es esencial, de entrada, reconocer que la energía que quedó atascada en esa emoción quiere moverse. Esta energía quiere ser liberada y por lo tanto golpea a sus puertas como una queja física o como un sentimiento de estrés o depresión. Se trata de que vosotros os abráis y estéis preparados para sentir la emoción cuando quiera manifestarse.


Las emociones son parte de vuestra realidad terrestre – pero ellas no deberían en ningún caso dominaros. Las emociones son como las nubes para el sol. Por consiguiente es tan importante ser consciente de las emociones y tratarlas conscientemente. Con un cuerpo emocional claro y equilibrado, es mucho más fácil entrar en contacto con el alma o núcleo interior, utilizándo el vehículo de la intuición.


En vuestra sociedad hay mucha confusión en torno a las emociones. Esto es evidente, entre otras cosas, por la cantidad de debate y confusión que hay con respecto a cómo educar a los niños. Los niños son claramente mucho más emocionalmente espontáneos de lo que lo sois vosotros como adultos. Esto crea dificultades. ¿Qué ocurre si se sobrepasan algunos de vuestros límites morales? ¿Qué sucede si la situación se va de las manos y surge el caos? ¿Uno tiene que castigar a los niños o permitirles expresarse libremente? ¿Las emociones tienen que ser controladas o no?


Lo que es importante en la educación de un niño es que él aprenda a comprender sus emociones. Comprender de dónde proceden y también a responsabilizarse de ellas. Con vuestra ayuda, el niño puede aprender a ver sus propias emociones como  ‘estallidos de incomprensión’. Esta comprensión impide que el niño o nioña quede ‘anegado’ en sus emociones y pierda el control. La comprensión libera y los lleva de vuelta a su centro, sin reprimir la emoción. Repito que no se trata de reprimir la emoción, sino de padecerla con ellos y a la vez hacerles comprender donde se ha originado. Los padres le enseñan a su hijo a tratar con las emociones de esta manera siendo el ejemplo viviente de ello.


Todas las preguntas que os hacéis acerca de cómo tratar con vuestros hijos también os las podéis aplicar vosotros mismos. ¿Cómo os las arregláis con vuestras propias emociones? ¿Sois inflexibles y duros con vosotros mismos? Cuando os sentís enojados o tristes durante mucho tiempo, ¿os castigáis o reprendéis a vosotros mismos diciendo: “vamos, sigue andando, no te quedes rezagado”? ¿Hacéis lo posible por suprimir la emoción que emerge? ¿Sentís que censuraros y castigaros es bueno y necesario? ¿Quién os enseñó esto? ¿Fueron acaso vuestros padres?
¿Sucede eso, o acaso os vais al extremo opuesto? ¿Os ‘revolcáis’ y zambullís en vuestras emociones ni bien afloran, no queriendo soltarlas, como quien se agarra a un clavo ardiendo?. Con frecuencia este también es el caso. Podéis haber sentido por mucho tiempo que érais  víctimas de una situación externa a vosotros, por ejemplo vuestra educación, vuestra pareja o vuestro ambiente laboral. En un determinado momento, puede ser muy liberador entrar en contacto con la ira dentro de ustedes relacionada con las circunstancias negativas que os rodean e influencian. La ira puede permitiros escapar de estas influencias, y seguir vuestro propio camino. Sin embargo, existe un riesgo más que evidente de que lleguéis a volveros adictos a vuestra ira, que ya no queráis ‘soltarla’. En lugar de ser una puerta, pasa a ser una ‘forma de vida’. Es entonces cuando surge el papel de víctima, el llamado ‘pobre de mi’, que tanto podéis llegar a gustar de mostrar, y que es cualquier cosa menos sanador. Esto os impide manteneros alineados con vuestra fuerza interior. Es muy importante asumir responsabilidad (repito, no culpabilizaros) de vuestras propias emociones y no hacer de ellas ‘verdades absolutas’. Cuando les concedéis la condición de verdades, en lugar de considerarlas como ‘estallidos de incomprensión’, estaréis basando vuestras acciones en ellas, lo que os llevará a tomar decisiones desequilibradas.
Lo mismo sucede con los niños a quienes se les permiten demasiada libertad emocional. Ellos ‘corren desenfrenados’ y se vuelven incontrolables, pequeños tiranos, y eso no está bien. El caos emocional es tan desagradable para el niño exactamente igual como lo es para los padres.


En breve, podéis ser tanto severamente estrictos como demasiado indulgentes al afrontar la realidad de vuestras emociones (y, por analogía, la de vuestros niños). 
Quiero examinar ahora un poco más el modo ‘indulgente’, porque éste parece ser más el tema de discusión hoy en día. Desde los años ‘sesenta’ de vuestro ‘pasado’ siglo XX, ha surgido una comprensión colectiva acerca de la no conveniencia de suprimir las emociones, dado que con la represión se estaría sofocando la espontaneidad y creatividad, en definitiva la verdadera esencia del alma. La sociedad seguiría produciendo (como lo había hecho hasta entonces) niños obedientes y disciplinados enfocados a prestar más atención a las reglas paternas, sociales e institucionales que a los susurros del corazón, y esto sería una tragedia – tanto para el individuo como para la colectividad social.
¿Pero qué hay del otro extremo? ¿qué hay en cuanto a justificar las emociones de tal modo que asuman la dirección y y el gobierno de vuestras vidas?


Observad bien dentro de vosotros y encontraréis emociones atascadas a las que tenéis en gran estima de tal modo que las consideráis verdades absolutas y totalmente ciertas (en lugar de lo que son: estallidos de incomprensión acumulada). Os habéis identificado con dichas emociones. La paradoja es que, muy frecuentemente, éstas emociones por las que mostráis tanta querencia, son emociones que os causan mucho sufrimiento. Por ejemplo: la victimización (‘yo no puedo hacer esto’, ‘yo no puedo ayudar en esto’, liderazgo (‘yo me ocuparé de esto’, ‘yo lo voy a manejar’, ‘nadie lo puede/sabe hacer mejor que yo’), tristeza, miedo, ansiedad, etcétera. Estas son todas emociones que, si bien son dolorosas, en otro nivel, os ofrecen un asidero al que agarraros.


Tomad el ‘sentimiento de víctima’, por ejemplo. Puede haber ventajas en manifestar este patrón de sentimiento. Puede daros una cierta sensación de seguridad. Os libera, por ejemplo, de ciertas obligaciones y responsabilidades. ‘Como no sé hacer nada (pobre de mi, nadie me enseño) Yo no puedo ayudar…’ Es un rincón en el que os estáis sentando, y que parece un lugar seguro. La verdad es que es un lugar muy tenebroso y oscuro.
El peligro de identificarse o ‘fundirse’ con tal patrón de sentimiento por mucho tiempo es que perdáis contacto con vuestra propia y verdadera libertad, vuestro núcleo divino más interno.
En el camino de vuestra vida podéis haber permitido el acceso a circunstancias que justamente han provocado emociones de cólera y resentimiento dentro de vosotros. Esto podría haber sucedido durante vuestra juventud, en la ainfancia, o incluso en vidas pasadas. Es muy importante que toméis contacto con estas emociones conscientemente, y que os percatéis de la cólera, de la tristeza o de cualquier otra energía intensamente cargada en vuestro interior. Pero llegado un determinado momento de vuestra vida, necesitáis tomar responsabilidades por vuestras emociones, pues constituyen la quintaesencia de vuestras reacciones frente un suceso externo. Y de no ser localizadas conscientemente, podrían desatar reacciones inconscientes en el presente y el futuro de las que tuviérais que arrepentiros. Esto ha sucedido en ciclos hasta el momento presente. Ahora tienes la oportunidad de detener esta rueda de dolor.


Estar centrados, tener claridad y asumir el poder interno, permaneciendo en equilibrio espiritualmente, significa asumir total responsabilidad por todas las emociones que están en vosotros. Es solo entonces cuando podéis reconocer, por ejemplo, la emoción de cólera dentro que os embarga y al mismo tiempo afirmar: ésta fue mi reacción a un determinado suceso. Yo rodeo esta reacción con comprensión, pero al mismo tiempo me propongo liberarla.
La vida finalmente no se trata de ser correcto o incorrecto; se trata de ser libre y completo. Entero para permitirse cometer errores y no juzgarse por ello. Es muy liberador soltar viejas respuestas emocionales que, ancladas en el interior, han pasado a ser un ‘estilo de vida’.


Uno podría decir que todo gira en torno al sutil camino intermedio entre suprimir emociones y sumirse en ellas. En ambos extremos, habaéis sido educados con opiniones e ideales que no concuerdan con la naturaleza de la alquimia espiritual. La esencia del desarrollo espiritual consiste en no suprimir nada, sino asumir total responsabilidad por ello. Yo elegí esta (o aquella) reacción a tal emoción, por lo tanto también puedo sanarlo. Reclamar vuestra maestría: en verdad que ese es mi mensaje.
Tal vez no es realmente un camino intermedio, sino un camino diferente.
Todo esto tiene que ver con la alquimia espiritual. Al aceptar todo lo que está dentro de ustedes, os eleváis sobre eso y pasáis a ser vuestro propio maestro. La maestría es a la vez fuerte y dócil. Es muy tolerante y aún así requiere de gran disciplina: la disciplina del coraje y la sinceridad.


Reclamad vuestra maestría. Volveos los maestros restauradores de las partes y piezas perdidas de vuestra totalidad que os torturan desde la oscuridad de vuestra prisión interna que tanto os costó forjar y de la que tan inconscientes sois. Entrad en contacto con ellas, tomad total responsabilidad. No os dejéis llevar por heridas emocionales inconscientes que os desvían y que bloquean vuestro camino hacia la libertad interior. Es vuestra conciencia la que sana. Nadie más que vosotros mismos puede recuperar por vosotros el poder sobre vuestras propias emociones. No existen instrumentos externos o medios para eliminar esas emociones. Es siendo conscientes de ellas, con fuerza, con determinación y con compasión, que ellas son liberadas a la Luz.


Llegar a estar ileso y libre en el nivel emocional es uno de los aspectos más importantes del desarrollo espiritual. 


Quiero finalizar diciendo esto: no hagáis esto más difícil de lo que es. El camino espiritual es un camino simple. Se trata del amor por vosotros mismos y de la claridad interior. No requiere ningún conocimiento específico ni rituales específicos, reglamentos o métodos. Todo lo que ustedes necesitáis para vuestro desarrollo espiritual está dentro de vosotros.
En un momento tranquilo, id a la parte sensible de vosotros. Dejad que este lado sensible os diga lo que necesita para ser aclarado y purificado dentro de vosotros. Confiad en vuestra intuición. Trabajad en eso. Creed en vosotros mismos. Sois los maestro de vuestra vida, los maestros de vuestro único camino hacia el amor y la libertad.

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