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jueves, 26 de mayo de 2011

Incesto

"He tratado a numerosas prostitutas, incluyendo a una en Francia, hija de un oficial de la Alemania nazi. Casi todas las prostitutas sufrieron casos de incesto en la infancia. De todas las mujeres psicóticas que he tratado, un buen 90% de ellas sufrió ataques incestuosos en edades tempranas. También hubo chicos, peros francamente esos casos son más excepcionales. Tan solo he tratado un caso; sufría un gran dolor, pero no había degenerado en psicosis [estado mental descrito como una pérdida de contacto con la realidad]." (Arthur Janov. Psicólogo, psicoterapeuta y escritor estadounidense. Obtuvo notoriedad en los años 70 del s.XX al tratar a John Lennon en el contexto de la Terapia Primaria, térino acuñado por el propio Janov; un tratamiento para la enfermedad mental que implica descender, sentir y experimentar el dolor de la infancia reprimido.

"En los casos de incesto, la persona que se supone debe ser el protector (padre, tío, tutor, hermano mayor, amigo de la familia) se convierte en la inesperada fuente de peligro. Al drama en si se añade a menudo la complicidad de la madre (si es que está presente). La niña no tiene  a nadie a quien acudir, por lo que no tiene más opción que reprimir lo evidente, guardárselo para sus adentros, 'hacer como que no está sucediendo', con consecuencias horrendas por ello para su porvenir. Si el agresor resulta ser un miembro de la iglesia, entonces el abuso 'no tiene perdón de Dios' (utilizando una expresión ilustrativa).

El resultado de ello será una vida miserable. Ningúna medida pseudocompensatoria (disculpas, dinero...prisión para el agresor) podrán ser de ayuda. La conclusión inconsciente a la que la víctima ineludiblemente llega es: "Estoy indefensa, no hay nada que hacer, no valgo nada, no merezco que nadie me quiera por lo que soy realmente. Tan solo mi cuerpo vale, lo odio/menosprecio, (o...le saco partido)."

Hay muchas razones por las que una mujer se prostituye (sin necesidad de mencionar la prostitución profesional, que no es más que profesionalización de la neurosis más antigua del mundo). La prostituta es un arquetipo de la personalidad que hallamos en muchas esposas, novias, madres, amas de casa, empleadas de hogar…Sin embargo todas coinciden en que a muy temprana edad aprendieron que su único papel válido en la vida consiste en servir, proveer de placer a otros varones dominantes y abusadores. Dicha creencia alcanza tal extremo, que la víctima literalmente desea que se vuelvan a reproducir las circunstancias que envolvieron su trauma inicial (adictos al dolor). Creen que lo disfrutan, que nacieron para prostituirse, llevando vidas que implican no solo vivir al filo de la navaja en lo que a salud emocional se refiere sino también un permanente riesgo para su integridad física pues buscan el contacto con perfectos desconocidos de cuya salud mental nadie puede dar crédito.

Hablemos ahora de las madres de estas niñas abusadas... Por si el trauma padecido por sus hijas no fuese suficiente, ciertas madres adoptan una postura neutral de naturaleza trágica. Felizmente liberadas de la seguramente apremiante insistencia de contacto sexual (de la que llevan rehuyendo por sus propias razones que ellas mismas deberían descubrir) por parte de su pareja/consorte/marido/el padre/padrastro de la niña, estas madres suelen, en la mayoría de los casos, y para liberar la tensión que les produce ser perfectamente conscientes del abuso sexual que sufre su hija, hallar una vía de escape intelectual totalmente insconsciente: acusan a la niña de seducir al agresor (padre, tutor, familiar político...). Como si una niña fuese capaz de maquinar tal comportamiento…

Así pues, estamos frente a un dolor por duplicado. El del abuso del agresor y el de la connivencia/acusación tácita materna. De ese modo las madres obtienen la (inventada) y perfecta excusa que su ego reclama para abstraerse (a la larga toda una entelequia, no obstante) de "la insoportable levedad del Ser" y permanecer insensibles ante el crimen que sus hijas padecen y que con toda probabilidad ellas mismas padecieron de pequeñas. Un crimen del que estas mujeres llevan huyendo toda la vida.
Paradójicamente, en la huida inconsciente del lamentable episodio, acaban atrayendo la presencia de un varón cuyo patrón responde al de aquél de quien llevan huyendo: el propio padre. 
Esta insensibilidad será heredada por sus mismas hijas, a menos que enfrenten conscientemente el caudal de dolor reprimido. Las defensas se construyen para apartar de la memoria (olvidar) que tales abusos existieron. 

Una de dos, o asumiran el arquetipo de la prostituta (seductoras compulsivas) o bien se convertirán en mujeres castradoras que bien abrazarán el lesbianismo como fuente de placer alternativo y ternura protectora. Un entono afectivo desprovisto de riesgos. Aunque ante de llegar a ese estadio puede que se aventuren a emparejarse con hombres pusilánimes a los que, inconscientemente hacer culpables del abuso recibido en su infancia.

Muchas de las pacientes fueron advertidas, en su infancia, tras haber sufrido las innombrables vejaciones:
· "si se lo cuentas a alguien te mato"
· "este será nuestro secreto…"
· "¿verdad que no se lo contarás a nadie?

¿cómo sobrevivir a esto?…

El caudal de dolor a lo que conduce todo esto va más allá de los límites de cualquier imaginación; implica meses y meses de constante insistencia en escarbar conscientemente en las incómodas actitudes adictivas cotidianas del paciente antes de que se roce el epicentro de la tragedia. Es como hacer prospecciones petrolíferas. A veces hay que perforar hasta varios kilómetros para encontrar el 'crudo' origen del dolor. Cualquier otra terapia que 'evite' sentir el dolor, ni tan siquiera va a rozar el problema. Tenemos grabaciones de algunas de estas mujeres que en el transcurso de la sesión terapéutica, reviven el incesto. Serán hechas públicas en los próximos meses (con su expreso consentimiento). 
Por mucho que trate de explicarte con palabras, no tienes ni la menor idea de lo que les sucede en esos instantes, de aquello por lo que están pasando. La furia que sienten, golpeando las paredes acolchadas y necesariamente aisladas acústicamente de la sala durante meses.
Habitualmente se hallan bajo los efectos del alcohol a causa del dolor que desean mitigar. 

La chica alemana mencionada al principio no se desmoronó (no permitió que sus defensas se derrumbaran) hasta que tuvo conocimiento de que su padre había dejado de abusar de ella debido a que decidió reemplazarla como objeto de deseo por una hermana más pequeña. Esta mujer tenía una severa adicción al alcohol. Llegaba a las sesiones completamente borracha.

Las iglesias que permiten, a sabiendas de que ocurren, dichos abusos, no merecen más que el apelativo de mafias criminales. Si se demostrase que personas pertenecientes a cualquier otro tipo de organización no religiosa (ONG, Cruz Roja, etc…) hiciese lo mismo, las masas reclamarían al unísono su encarcelamiento (si no su linchamiento). La religión ha encubierto (y sigue encubriendo) un sinfin de pecados…

Estas chicas son forzadas a guardar en secreto el terrible crímen, hasta que literalmente explotan, su capacidad de asimilar la realidad se escinde; a menudo acaban sufriendo un Trastorno por déficit de atención, lo que conduce a menudo a la hiperactividad, una necesidad compulsiva de hacer permanentemente algo para mantener la mente ocupada en multitud de asuntos y actividades para huir del traumático recuerdo. Una chica a la que conocí, empezó a tener alucinaciones en la calle. Era una antigua paciente, que ahora se daba cuenta de que algo malo estaba sucediendo. Regresó a la terapia y se abrió al recuerdo del incesto, que hasta entonces permanecía en el inconsciente, negado por pánico a sentir dolor. La cantidad de dolor almacenado era tal que la impedía mantener su funcionalidad cotidiana y ejercitar su sentido común.

Es común que muchas de las víctimas de incesto se conviertan en lesbianas: todos los hombres, para ellas, son peligrosos y conviene evitarlos a toda costa, y los únicos hombres con los que se relacionarán serán hombres afeminados que no suponen ninguna amenaza física para ellas. Evitan así, revivir el dolor, evitando estar en contacto con nada/nadie que les recuerde esos terribles sucesos. ¿La medicación ayuda? Por supuesto. Ayuda a reprimir el dolor cuando es insoportable, pero, ¿es eso lo que queremos? El dolor pide ser expresado (liberado), de manera dosificada, no reprimido. No queremos que esas chicas/mujeres se vean superadas por la devastadora realidad de un golpe. Por ello accedemos al epicentro de la emoción reprimida de forma pausada, hasta que el paciente demuestra que está listo para 
asumir la realidad oculta. Cuando eso sucede, cuando finalmente alcanzan ese clímax, saben que finalmente van a eliminar de su disco duro su dolor primal, la causa originaria de todos sus miedos presentes. La vida tal como es, se vuelve más asumible. 
Para deshacerte del dolor ocultado, para exorcizarlo, HAY QUE VIVIRLO. Cualquier otro aborde es ilusorio."

Psicólogo y psicoterapeuta

2 comentarios:

  1. La gran mayoría de las chicas lesbianas que he conocido, fueron abusadas sexualmente por familiares masculinos mientras eran muy niñas. Es terrible, y mas terrible aun que hablar de estos temas sea tabú. Como la gran mayoría prefiere conversaciones banales. Como mujeres mismas tratan con desprecio a prostitutas sin querer ver lo que pasa en realidad.

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  2. Lo terrible, ciertamente, no es tanto el abuso cometido, sino el tabú en que el tema ha sido encerrado. No poder expresar las emociones que conlleva una violación es lo verdaderamente trágico. Una vez vomitada la ira, la herida queda emocionalmente suturada y pasa a ser una cicatriz que YA NO SANGRA. Gracias por tu sabio comentario.

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