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viernes, 27 de mayo de 2011

Los miserables

El 30 de septiembre se estrena en Barcelona el musical Los Miserables, de Victor Hugo. ¿por primera vez?…Ya se representó en Madrid en 1994. Ahora se reestrena en España, Inglaterra y EEUU. Las energías que manejan el negocio del Espectáculo están interesadas en propiciar, con ello, un golpe de tuerca más a la delicada y caldeada coyuntura social, poniendo más gasolina a la hoguera de la indignación popular. 
Un poco de historia quizá sirva para separar la paja del grano a este respecto.




Un significativo subproducto de la revolución estadounidense (1775-1783) que condujo a la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, fue el replanteamiento de que fue objeto, desde un punto de vista filosófico, el mismo concepto de revolución. Cuando Benjamin Franklin estuvo en Francia con la intención de recabar apoyo financiero para la causa americana (liberación del yugo británico), se enzarzó en una intensa campaña de relaciones públicas. Se dedicó a promulgar vigorosamente la innovadora idea de la "revolución virtuosa" –un concepto ya altamente apreciado entre las logias masónicas


La sociedad, en aquella época, tendía a considerar a las revoluciones –que siempre eran violentas ( Reforma Protestante de Lutero y la Revuelta de Flandes contra la monarquía hispánica de Felipe II)– como crímenes contra la sociedad. Franklin tuvo tal éxito exhortando, con su discurso, al cambio de esa percepción popular, que consiguió que los franceses viesen a los procesos revolucionarios violentos como peldaños en el progreso de la humanidad. Los revolucionarios ya no serían juzgados como criminales, argumentaba, sino como idealistas combatiendo por la libertad y la justicia. Un nuevo lema se acuñó: "La revolución contra la tiranía es el más sagrado de los deberes". Estas ideas impactantes electrificaron a la sociedad parisina y abrieron las puertas al apoyo francés a la causa estadounidense, si bien tuvieron unas terribles consecuencias a medio y largo plazo en coste de vidas humanas. Ahí se germinó el concepto de daño colateral, tan difundido desde hace 20 años con motivo de la guerra del Golfo. Las ideas expresadas por Franklin han ayudado a estimular interminables y sangrientas guerras revolucionarias desde entonces.

La revolución estadounidense fue seguida por otras revoluciones y/o el establecimiento de gobiernos republicanos a lo largo y ancho del mundo occidental y el cono sudamericano. El 'exito' de esa revolución norteamericana facilitó la disposición de la gente para luchar y morir por un ideal. La época fue testigo de la Revolución Francesa, el advenimiento de la República de Batavia en los Países Bajos (1795-1806), el de la República Helvética en Suiza (17989, la república Cisalpina, en el norte de Italia (1799), la República de Liguria (Génova-Italia, 1800) y la República Partenopea (Napolitana). Entre 1810 y 1824, las colonias españolas de Sudamérica se levantaron en armas y ganaron su independencia política [o así lo creyeron]. En 1825, la revuelta decembrista estalló en Rusia. Una segunda revolución estalló en Francia en 1830. Ese mismo año, una revuelta separatista en Holanda trajo el advenimiento del estado soberano de Bélgica. Una revolución en Polonia en 1830 fue aplacada con éxito por Rusia. En 1848, una gran ola de actividad revolucionaria barrió Europa, espoleada por un colapso internacional de las entidades crediticias causado por la aparición en occidente del llamado 'papel moneda', una mala temporada de cosechas y una epidemia de cólera que dejó diezmada a la población europea.

En casi todas esas revoluciones, continuamos observando importantes posiciones de liderazgo ocupadas por los franmasones. Durante la primera Revolución Francesa (1793), un individuo clave entre los rebeldes fue Luis Felipe II, Duque de Orléans, quien fue el Gran Maestre de la masonería francesa hasta su renuncia, curiosamente en el cénit del proceso revolucionario (Paradójicamente, su hijo sería declarado, 35 años después, Rey de los franceses en 1830)
El Marqués de la Fayette, quien había sido iniciado en la fraternidad masónica por George Washington, también jugó un papel importante en la causa revolucionaria francesa. Los Jacobinos, el núcleo radical del movimiento revolucionario francés (la 'Al Qaeda' actual), fue fundado por prominentes franmasones. De acuerdo con el artículo de Sven Lunden:


"Herbert, André chenier, Camille Desmoulins y muchos otros Girondinos (republicanos moderados franceses) de la Revolución francesa eran Franmasones. Los franmasones fueron los primigenios lideres de la revuelta decembrista contra la Rusia imperial de Alejandro I. Gran parte de la planificación de la revuelta tuvo lugar en sus logias.

En Sudamérica, de acuerdo con Richard DeHann:

"La orden [Franmasonería] jugó un papel importante en la expansión del liberalismo y la organización de la revolución política en Latinoamerica. Al igual que la Franmasonería francesa, el movimiento latinoamericano también generalizadamente anticlerical. En México y Colombia, los masones ayudaron a ganar la independencia de España, mientras que en Brasil trabajaron contra la dominación colonial portuguesa."

EL Sr. Lundén asiente:

"En Latinoamérica, también, el proceso de liberación del yugo español fue trabajo de los Franmasones, en gran medida. Simón Bolívar fue uno de los más activos hijos de la Masonería, como también lo fue San Martín, Mitre, Alvear, Sarmiento, Benito Juárez, todos ellos próceres venerados en Latinoamérica."

Respecto a otras revoluciones, Lundén añade:

"Muchos de los líderes del gran año de 1848, año que vió despertar innumerables levantamientos contra el poder feudal en Europa, fueron miembros de la Orden; entre ellos estaba el gran héroe de la democracia húngara, Lajos Kossuth, quien halló temporalmente refugio en los Estados Unidos donde buscó, al igual que anteriormente Benjamin Franklin en Francia, apoyo financiero para la causa húngara:

"al llegar a los EEUU, Kossuth fue aclamado multitudinariamente. Fue presentado al Presidente del Congreso y alabado por el secretario de estado Daniel Webster. Sin embargo, todos ellos declinaron ayudarle de modo alguno. Ni dinero público, ni armas, ni tropas iban a ser entregadas a Kossuth para luchar defendiendo su causa. Kossuth se decepcionó amargamente. En su desesperada búsqueda de ayuda acudió a Henry Clay, el entonces apreciado decano de todos los políticos norteamericanos. Clay le explicó la razón por la que los líderes estadounidenses habían actuado de ese modo, negándole la ayuda solicitada: ofrecer apoyo oficial a la causa húngara significaría transgedir la consensuada y antigua política norteamericana no intervencionista respecto a estados extranjeros."

1800 también fue el año de las guerras de unificación italiana dirigidas por Giuseppe Garibaldi (1807-1882) quien era un Masón de 33er. grado y Gran Maestre de la Orden en Italia. El victorioso Garibaldi colocó a Vittorio Emanuele, otro franmasón, en el trono. Las guerras de unificación italiana dejaron tras de si dos legados insoslayables: una Italia unificada, y la Mafia moderna. 
Fundada en Sicilia a mediados del siglo XVIII, la mafia era una sociedad secreta débilmente afirmada hasta entonces. En sus inicios, la mafia fue un movimiento de resistencia formado para oponerse a los gobernantes extranjeros que controlaban Sicilia en aquel tiempo. Los mafiosos, es decir, ‘hombres de honor’, primigenios eran héroes populares, especializados en actos criminales contra los odiados extranjeros. de una confederación dedicada a la protección y el ejercicio autónomo de la ley (justicia vigilante). La Mafia siciliana construyó un gobierno subterraneo en Sicilia que mantenía el poder por medio de la extorsión. La Mafia asistió a Garibaldi cuando invadió la isla en 1860, autoproclamándose dictador de Sicilia. Tras la deposición y expulsión de los gobernantes extranjeros odiados, concluido el proceso de unificación de Italia, la mafia pasó a convertirse en la red violenta criminal que conocemos hoy.

Wiliam Bramley
"The Gods of Eden"

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