Algo anda muy mal, el planeta es rico (incluso más allá de esas fortunas) y ES DE TODOS
¿Cuándo dejamos que la familia humana se odiara y llegará a niveles de desigualdad, hambre y enfermedad tales?
Un abrazo
Respuesta: Todo lo que dices es un hecho constatable. Pocos tienen mucho y muchos tienen poco. La fórmula que propones parece la más equitativa sobre el papel, pero si has imaginado la viabilidad de ese reparto, verás que se antoja utópico. ¿De verdad crees que si de golpe toda la riqueza económica del mundo, atesorada ahora por una exigua élite, se repartiese equitativamente –y sin hipotecarios intereses– entre cada persona, algo cambiaría? ¿Crees que de repente el odio, el rencor, la furia, la frustración, el miedo, se disolverían de golpe y porrazo? ¿Crees que dejaría de haber especuladores? Pienso que el dinero no da el amor, sino al revés. Sé que lo que voy a decir no es políticamente correcto, pero para que ese desequilibrio cambie, la mejor lección es el ejemplo que cada uno dé. Quiero decir, quien quiera respeto, que lo ofrezca. Si queremos solidaridad en el mundo, seamos solidarios, si queremos armonía y abundancia, ofrezcamos la parte que podamos dar de todo eso.
Isabel: Ya pero yo ya pago mis impuestos. Creo que contribuyo sobradamente.
Respuesta: Le das al César lo que es del César porque de no hacerlo te atienes a sanciones fiscales. Lo haces porque es tu obligación. Es muy diferente a dar por amor. La única manera de devolver el equilibrio al mundo es dando auténticamente de nosotros. ¿Cuánto? Se dice que el 10% de todo lo generado debe ir a dar. En la medida que damos, así recibimos. Es una regla simple. El mundo no está mal repartido. Cada cual tiene lo que ha sembrado. Y cada cual tiene el potencial para recibir lo que considera que merece. No esperes que otros cambien. Cambia tú y sé el ejemplo que esperas de otros…
Pero claro, aquí entran en conflicto las emociones personales de cada uno. Si hemos vivido hasta ahora en un mundo sin amor, donde el dinero es un bien escaso que conviene mantener a buen recaudo...tendremos que reconocer que el camino se torció y habrá que 'desandar ese camino' para regresar al punto en que la ruta se bifurcó y experimentar el miedo...
–¿El miedo a qué?
– El miedo ante la disyuntiva que se nos presentó y el consecuente dolor por haber tenido que tomar el camino del resentimiento, la vergüenza, la culpa, la avaricia, etc…aleccionados por nuestro entorno más cercano. ¿Cuántas veces hemos pasado ante un mendigo o un aparcacoches que nos pedía una limosna y hemos hecho como si no viésemos? Todas esas actitudes mezquinas son las que debemos revisar. Permanecer ignorantes ante la inexcusable simbiosis de la que todos formamos inexcusable parte es lo que nos está poniendo a todos contra las cuerdas. Sobretodo es nuestra responsabilidad conectar con las emociones ocultas tras esa ignorancia. Una vex experimentadas esas emociones que acumulamos desde entonces y que nos sembraron, en adelante, el camino de desencuentros y conflictos –por no hablar de desequilibrios físicos (enfermedades, etc), seremos capaces de reescribir nuestro cuaderno de bitácora y mirar con optimismo y dignidad a nuestro futuro y el de las generaciones venideras. Los niños del mañana somos nosotros. Más nos vale tratarles con dignidad y respeto. Quien siembra vientos recoge tempestades.
–¿El miedo a qué?
– El miedo ante la disyuntiva que se nos presentó y el consecuente dolor por haber tenido que tomar el camino del resentimiento, la vergüenza, la culpa, la avaricia, etc…aleccionados por nuestro entorno más cercano. ¿Cuántas veces hemos pasado ante un mendigo o un aparcacoches que nos pedía una limosna y hemos hecho como si no viésemos? Todas esas actitudes mezquinas son las que debemos revisar. Permanecer ignorantes ante la inexcusable simbiosis de la que todos formamos inexcusable parte es lo que nos está poniendo a todos contra las cuerdas. Sobretodo es nuestra responsabilidad conectar con las emociones ocultas tras esa ignorancia. Una vex experimentadas esas emociones que acumulamos desde entonces y que nos sembraron, en adelante, el camino de desencuentros y conflictos –por no hablar de desequilibrios físicos (enfermedades, etc), seremos capaces de reescribir nuestro cuaderno de bitácora y mirar con optimismo y dignidad a nuestro futuro y el de las generaciones venideras. Los niños del mañana somos nosotros. Más nos vale tratarles con dignidad y respeto. Quien siembra vientos recoge tempestades.
Vivir es reir y llorar. Cuando aceptemos que expresar las emociones acumuladas –y las que se presenten nuevas– es la salida del caos presente, dejaremos de exigir al mundo que cambie y que sea lo que esperamos de él. El mundo somos nosotros, todos y cada uno ha aportado con su granito de arena –que cada cual reflexione sobre ello– a la confusión de valores, a la censura de los sentimientos. Todos nos iremos un día de este mundo, para ir a otro. Dejaremos aquí nuestro cuerpo físico, lleno de cicatrices, pero nuestra mente nos acompañará y lo hará en el estado en que se halle en ese momento. Si está llena de miedo, nos llevaremos ese miedo con nosotros. Si está llena de amor, esa será nuestra cosecha.
Piensa globalmente. Actúa localmente. ¿Qué más localmente que tu propia conciencia?
Existe un futuro para todos. Un futuro lleno de paz, armonía, y equilibrio. Pero a ese mundo llegaremos con compasión por nosotros mismos y por los demás.
Paz a todos
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