viernes, 14 de octubre de 2011
And yet, you still ain't seen nothing
¿Alguien puede a estas alturas negar que lo que está pasando en el mundo no es algo pasajero?
Sin temor a equivocarme me atrevo a decir que nos hallamos en los albores de un punto esencial de inflexión en el camino de la humanidad. Tengo serias razones para afirmar que, desde una perspectiva más amplia y elevada, nos hallamos en el vórtice de un cambio sustancial en lo que respecta al marco de referencia en el que las relaciones políticas, sociales y económicas se han desarrollado hasta ahora. Es decir, la vida misma. Modestamente debo decir que a la edad de 12 años tuve la sospecha de que la realidad fabricada por el hombre estaba anclada en estructuras obsoletas y rudimentarias, en franco desequilibrio con la armoniosa naturaleza de toda la Creación.
Y ahora la misma democracia, sus fundamentos como sistema de convivencia se está viendo cuestionada, por no hablar del sistema de libre mercado, un consensuado estauquo comercial manipulado por un sistema financiero manipulado desde hace más de 150 años por un manojo de psicóticos oligarcas en cuyas mentes nunca ha habido nada más que las propias ansias de poder y dominio desmedido (planes eugenistas incluidos) sobre el 98% restante de la población. Una élite que se ha permitido incluso el lujo de autocombatirse involucrándose en batallas entre las propias facciones que la componen (¿a caso creías que los poderosos están libres de disensiones?), involucrando en dichas contiendas, por supuesto, a base de sloganes y llamamientos al honor y la libertad, a las masas ignorantes –y abducidas de jóvenes varones en edad de procrear (y traer con ello almas frescas y limpias al mundo)– por un sistema fagocitador y anestesiante. Lo más curioso (y paradójico) de todo es que las mismas élites que han creado el trance hipnótico inducido desde los medios corporativos de información en el que nos hallamos sumidos, están brindándonos, en el contexto de esta caótica coyuntura de inicios de siglo XXI, la maravillosa oportunidad de desapegarnos de todo lo que el mismo sistema ha fabricado. Poniendo a las personas contra las cuerdas y escenificando (una vez más) con geniales manipulaciones las intenciones que albergan, exacerbando los ánimos que ellos mismos han provocado, nos están dando un ultimátum para atrevernos a salir del consenso del tablero de ajedrez que ellos propusieron desde un principio (tus bisabuelos ni se acuerdan), antes de que finalmente 'tiren de la cadena'. La Historia está escrita en pergaminos cíclicos y éste que estamos presenciando es el fin de uno de ellos.
Por escéptico que quedes después de leer estas palabras, mi argumento se basa en el hecho de que quien está leyendo estas palabras es (eres) un ser eterno y sabio que acepta el carácter omnipotente de la energía que todo lo crea y anima: el amor. Ya sé que te preguntarás que si el amor es el origen de todo, por qué todo lo que presencias está inconfundiblemente teñido de violencia y miedo. El amor de Dios te hizo tan completo/a que te concedió incluso la prebenda de permitirte experimentar visitar los más recónditos lugares del Cosmos y blindarte (anestesiarte) ante el ingente abanico de experiencias que pudiseses hallar en el camino, hasta el punto de servirte de la amnesia para disociarte de la misma emoción de la separación.
Dejar atrás la creencia de que la libertad es 'algo' que está afuera en alguna parte, que alguien te quitó y que por eso consideras tu 'deber' recuperarlas por la fuerza, es todo lo que necesitas para despegarte de esta ficticia realidad en que consiste el holograma que tus escasos físicos cinco sentidos te han servido para percibir. Expulsar la ira es condición sine qua non para despertar del sueño y conectar y congraciarte con el estado de la mente que Jim Carrey describe fugazmente:
Este es el momento de salir finalmente de la Caverna de Platón y descubrir el Sol ahí afuera. Tiempo de estirar las piernas y salir del teatro del mundo, un teatro que está siendo derrumbado por los mismos que lo fabricaron. Si te dejas arrastrar públicamente por tu ira, sin rescatar de tu inconsciente las energías atascadas en tu cuerpo emocional, corres el serio riesgo de creerte lo que los señores de este mundo te van a proponer: la llave a una gruta mayor dentro de la misma caverna.
La paz interna de cada uno, necesaria para que la necesaria confraternización mundial sea posible, solo se consigue liberando desestimando la neurótica necesidad de reclamarle a la vida lo que sientes que te debe. Cuanto más concreto seas ubicando en tu pasado los recuerdos que te atormentan y que has tratado por todos los medios de mantener ocultos de tu memoria consciente, mayores serán tus opciones de reintegrar la consciencia a tu mente, tal como la tenías en el momento en que viniste a este mundo: intuitiva, amorosa, espontánea, generosa, afectuosa y abierta a cualquier tipo de parabien.
Tu única de opción de salida de este laberinto mental al que globalmente todos hemos contribuido en nuestra medida, es devolverles (consciente aunque simbólicamente) las energías del miedo, la vergüenza, el ridículo, el desamparo, el rencor, la pereza, la duda, etc… –reconociendo el abandono, el desamor que experimentaste cuando tus entonces necesidades reales no fueron satisfechas– a todos y cada uno de aquellos que te encontraste por el camino y que nutrieron tu confusión mental y se aprovecharon de tu inocencia para moldearte a su gusto y conveniencia: padres, tíos, abuelos, hermanos mayores, docentes, etc…
No se trata de culpabilizarlos (aunque cuando descubras el origen real de tu ira, desearás escenificar una ejecución sumaria de cada uno de ellos), como un amigo me ha sugerido, sino de extirpar del doble fondo de tu mente, la herencia mental perversa. Lo que sucedió era inevitable, visto el estado de neurosis en que se hallaban todos ellos cuando llegaste al mundo. No se trata de lamentarse por lo que pudo haber sido y no fue, sino de liberarte de las emociones acumuladas que por pánico a las repercusiones que para ti y tu entorno creíste que tendría su expresión.
Y no necesitas 'vomitar tu rabia' en presencia física de los irresponsables que vayan surgiendo a la superficie de tu lago de lágrimas (de hecho sería muy contraproducente en un estadio temprano de tu catarsis). Debes hacerlo en la intimidad. Si es posible con la ayuda de alguien que 'comprenda' la naturaleza del proceso y sea capaz de abstenerse de emitir juicios o caer en la tentación inconsciente de tratar de disuadirte de ir más allá… No necesariamente debe ser un profesional de la psicología. Muchas veces los Amigos (con mayúsculas) son los más indicados en estos casos.
A medida que vayas accediendo a tu pozo de desconsuelo, estarás ascendiendo hacia tu libertad. Será doloroso. Lo digo por experiencia. Pero a medida que vayas desanudando los bloqueos del hilo conductor de tu existencia, te irás desembarazando de todos los prejuicios que inconscientemente te mantenían maniatado/a a una vida de actitudes automatizadas y sintonizarás con la armonía de toda la Creación. Conectarás con el dolor sufrido y finalmente empatizarás con el que otros sufrieron por tu causa. A fin de cuentas limpiar tu casa se trata de eso.
Todos somos hermanos. El universo está poblado de vida inteligente. El límite está en los barrotes de tu mente.
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