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lunes, 10 de octubre de 2011

El dinero no es el problema

El obstáculo para poder 'observar' con ecuanimidad el escenario de acontecimientos globales es nuestra adicción a las cosas que con el dinero se pueden adquirir.
Todo depende del grado de necesidad y consecuentemente el de compulsión que hemos desarrollado para calmar la ansiedad. La paz, que no es otra cosa que la Consciencia de ser libres por derecho, es algo que todos anhelamos desesperadamente. Sin embargo pocos son capaces de percatarse de que nunca la han perdido, de que no es algo que haya que ganarse con el sudor de la frente. Pocos se dan cuenta de que la Paz está a nuestro alcance desde el momento en que uno decide CONSCIENTEMENTE hacer uso de ella.
–Luego el problema está en no ser conscientes…en la Inconsciencia?
–Eso es. La vida es un sueño.
–Pero yo la siento muy real.
–Todo lo real que tus sentidos físicos captan, perciben. ¿Nunca te has preguntado si existen otros métodos o dispositivos para conectar con la realidad, independientemente de los cinco con los que estás habituado a operar (en el caso de que alguno de ellos no esté obturado)? El cuerpo físico es tan solo un instrumento, una vestimenta gracias a la cual puedes interactuar en 'este' mundo. No es real en la medida que es transitorio, tiene fecha de caducidad. Paradójicamente, la ansiedad que se deriva de la insatisfacción sensorial en edades muy tempranas (caricias, ternura, ) es algo muy real, y sin duda el origen de todas las sibilinas o abiertas venganzas que padecemos y repercutimos con la pretensión de liberar las emociones acumuladas.
–Entonces, ¿quieres decir que nos herimos mutuamente sin darnos cuenta de por qué lo hacemos?
–Nos pasamos 'esta vida' defendiéndonos del mundo (los demás) y agrediéndolo. Somos criaturas atemorizadas, marcadas por una difusa (inconsciente) sensación de abandono, fruto del dolor experimentado al 'aterrizar'  en este mundo y no hallar en justa reciprocidad el amor que tan natural nos es allá de donde procedemos. Y es ese arraigado temor, el miedo a volver a sufrir, lo que tiene secuestrada nuestra consciencia, lo que nos obliga a vagar como almas en pena tratando de protegernos de cualquier potencial peligro, por imposible que se antoje. Reclamamos justicia, libertad, y es legítimo. Queremos ser libres y estar en paz, pero en nuestra ignorancia hemos creido que dichos conceptos deben ser 'conquistados', es decir arrebatados de otras personas que los tienen secuestrados.
Pedid y se os dará, decía el maestro. Lo que ocurre es que todo está siendo dado. La petición ha llegado a 'palacio'. Pero por desgracia, el sabio apunta a la Luna y el necio se queda observando el dedo. Todos albergamos un sabio en nuestro interior. Pero lo hemos revestido de tanta necedad que no acertamos a ver lo evidente. Hasta el punto que cuando lo evidente se nos expone de forma diáfana, lo atacamos con todas nuestras fuerzas. Es por ello que la vasta dimensión del Cosmos solo es revelada a aquellos que son dignos de sus secretos. Quien se considera indignado obtiene la realidad que se está atribuyendo, la desconexión con su dignidad. La dignidad no puede, por definición, ser despojada de alguien, a menos que ese alguien afirme sentirse indigno. No ser 'digno' es algo que todos arrastramos desde probabalemente los albores de los tiempos. Algún fallo (pecado original?) arrastramos que nos convierte inconscientemente en 'apestados', no merecedores de los parabienes de la creación. Todavía arrastramos el estigma del 'ganarás tu pan con el sudor de tu frente', o 'parirás con dolor' pronunciados por esa entidad calificada de Omnipotente por los patriarcas hebreos que se autoproclamaba 'yo soy quien quiera que desee ser' (Yahweh/Jehová) Ya ves hasta donde estoy llegando, pero lo cierto es que la culpa tiene raíces muy profundas. Y la culpa, como todo eso que nos molesta pero no podemos destruir, nos la legaron nuestros abuelos, y ellos a su vez a nuestros padres, y estos a nosotros y nosotros se la pasamos a nuestros hijos, como esa 'patata caliente' que pasamos a nuestros herederos genéticos en la inconsciente esperanza que resuelvan el enigma que nosotros no sabemos dilucidar: "¿Qué hacer con la culpa"? Tenemos hijos buscando en ellos la redención que no obtenemos de nosotros mismos. Y eso les indigna. Como nos indignó a nosotros que nos transfirieran nuestros padres sus frustraciones. Ahora bien, la indignación es transitoria, puesto que tarde o temprano la verdad sale a flote. No hay mal que cien años dure.
Todo pasará. Pero la irresponsabilidad para con las emociones no expresadas es lo que nos mantiene atados a esa rueda de causa-efecto, de acción y reacción a la que los doctos antiguos llamaron karma y que no es sino una ley universal que rige en perfecta justicia y equilibrio los designios de todo lo creado.
El mismo sistema del que todos formamos parte y con el que hemos contribuido a alimentar la censura de los sentimientos, es paradójicamente, el que ahora nos está poniendo sobre el tapete todas las miserias que hemos ido acumulando. Y lo hace, por las manos de aquellos en quienes hemos delegado nuestra responsabilidad, porque el universo ha dado por concluido un ciclo para las generaciones. La misma bestia pide redención y la busca rebelándose contra los mismos tiranos (nosotros mismos). Todo está obedeciendo a un gran plan del que tu eres una parte imprescindible, si consigues rescatar y desempolvar tu consciencia. Sacúdete la comodidad y ábrete a la magnificencia de lo imprevisto. Todo en este mundo tiene fecha de caducidad. Siempre la ha tenido. Has venido y regresado multitud de veces. Eres eterno. Lo sabes. Deja de contener tus sentimientos y abandónate a la vasta serenidad que te ha creado. Eres una chispa de Dios. Y lo seguirás siendo por toda la eternidad. Tan solo está terminando uno de los cursos.







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