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martes, 29 de noviembre de 2011

Volver a ser niño


¿En qué consiste el amor? Decimos que el núcleo del amor es aceptarnos. Que aceptar es perdonar y que perdonar es la llave que nos permite dejar atrás el rencor para así poder olvidarse del pasado, y lograr alcanzar el tan cacareado AQUÍ y AHORA, como si se tratase de una burbuja de aislamiento, una tabla de salvación. Pero insistir en mantener al pasado 'a raya' evitando a toda costa que intervenga y nos atormente con su recuerdo implica tácitamente el reconocimiento de que algo llamado "el pasado"toca a nuestra puerta incesantemente para ser reconocida. ¿Por qué  cerrarle la puerta a un niño insistente?
El rencor no deja de tocar a nuestra puerta. Y lo hace cada vez con mayor insistencia, como esas bolsas de basura que durante años no se han bajado a su adecuado contenedor en la calle y colman el umbral tolerable de vergüenza.

No hay nada que deseemos más que poder estar equilibrada y armónicamente, en el lugar y el momento que se tercie, de forma totalmente genuina, relajada o excitada, sin duda amorosa a la vez que asertiva, y no en permanente estado de defensiva alerta. Todos deseamos el equilibrio que aplaca la adicción a pensar. Una adicción de la que tanto han alertado Eckart Tolle y tantos otros maestros. Está claro que convertir cada instante en un irrepetible AQUI y AHORA es la meta, pero ¿cómo alcanzar ese estado (ataraxia) de paz consciente?
Se dice y con razón que el sayo no hace al monje. Por lo tanto es el monje quien convierte sus ropajes en sayo monacal. Del mismo modo la paz interna no es la causa de la serenidad deseada sino una consecuencia, un premio a un ejercicio. Se ha dicho asimismo que nada se consigue sin esfuerzo, que la lucha y el sacrificio son el combustible para la consecución de las metas. Pero ¿qué objetivos pueden cumplirse batallando si no es más batalla? Yo diría más bien que todo se consigue por medio de constancia, paciencia y sobretodo mucha tolerancia hacia uno mismo en la confianza de que hay un lugar y un tiempo para cada uno, fuera de toda competencia (soy competente) y toda competitividad (soy competitivo).

Hay máximas que, extraídas de su contexto, han puesto los pelos de punta a la humanidad. 'Arbeit macht frei' (El trabajo hace libre) rezaba la frase en el frontispicio de los campos de trabajo (exterminio) en Europa hace escasos 60 años. No es de extrañar que trabajo y esclavitud hayan ido de la mano en las mentes asustadas de los seres humanos (incluso de los torturadores). Humanos denigrándose unos a otros. Humillaciones en cadena. Servidumbre, hostigamiento, manipulación, violación, conculcación de derechos, abusos a niños…entre todos hemos convertido este Edén en la peor de las pesadillas imaginables.

"Si no os volvéis como niños no entraréis en el reino de los cielos(Mt. 18, 1-5) Sabemos que los niños tienen la capacidad innata de la espontaneidad, disfrutando de los gestos simples, con corazón generoso, abiertos al asombro, y confiados a los seres en quienes observan e intuyen amor incondicional. Todos anhelamos regresar a ese estado de confianza plena en la vida, en que ser no suponga un problema, un conflicto para uno mismo o para otros una fuente de lucha por la supervivencia una batalla por encontrar el 'espacio vital'. Ser niño no es, pues, un asunto de edad, sino una actitud, una mentalidad. Y ser capaz de volver a ser niño implica precísamente lo contrario de olvidar: Recordar. 
Solo se deja atrás el pasado cuando éste ha sido reconocido y abrazado.

Recordar es de valientes pues implica reconocerse prisionero de una forma de pensar, de una mentalidad. La verdadera esclavitud está en la mente escindida y bifurcada consistente en creerse libre en una jaula de oro soslayando la verdad de las cadenas heredadas. La Libertad consiste en romper en pedazos el cascarón de la represión padecida sobre todos y ejercida (repercutida) por todos y cada uno de nosotros cuando vinimos a este mundo precísamente para liberarlo de sus cadenas mentales. Los nudos mentales fabricados de forma demente para hacer encajar forzadamente en un puzzle de ideas piezas que nada tienen que ver unas con otras. 
Todos queremos volver a ser niños. Pero pocos son capaces de ver la delgada linea que separa la necesidad de los afectos no satisfechos y el anhelo de restaurar las innatas virtudes que la infancia emana. Recuperar la dignidad. De eso se trata. ¿Hay que luchar para eso? Hay que trabajar. Como todo, los resultados son consecuencia de una actitud perseverante. El error que puede conducir a un desvío de magnitudes dramáticas consiste en creer que la dignidad se alcanza por medio del combate contra fuerzas externas, ajenas (alienas, alienadoras). En ese cruce de caminos existe la disyuntiva entre luchar contra o trabajar por lo que es tuyo por naturaleza.  

Todos hemos sido víctimas. Lo sucedido sucedió y no puede olvidarse, borrarse de la memoria. Por mucho que queramos, permanecerá en nuestro recuerdo. Es inevitable y necesario. 

"Nunca se perdona bastante, pero se olvida demasiado." (George Sand)
"Un pueblo que olvida su historia, está condenado a repetirla." (Marcelino Menéndez Pelayo)

La salud radica, ya lo dicen los sabios, en no olvidar. 
– Pero ¿Cómo hacer para no borrar el recuerdo, para convivir con la memoria y a la vez estar en paz AQUI y AHORA sin proyectar el rencor, el miedo, la frustración, los estados depresivos evidentes que contaminan de padres a hijos y así sucesivamente?

–Exorcizar esas emociones que fueron reprimidas –las mismas que sorprendente y abiertamente Oprah revela en este video con Eckart Tolle– ir a por ellas en su cueva antes incluso de que se vean provocadas por agentes externos. Vomitarlo que tapa la esencia. Ese es el trabajo. Un trabajo que requiere valentía. Para experimentar el amor no hay que 'hacer' nada. No hay que pretender ser bueno (más incluso de lo que nos vimos obligados a ser para para que papá y mamá tuviesen paz y así nos quisieran tal como necesitábamos). Si bien la generosidad (el amor) es la esencia de nuestro camino, es fácil caer en la tentación de considerar dicha meta como el inconsciente recurso para obtener la Paz que –seamos honestos– no tenemos. Hay tanta confusión y engaño en la creencia de que ayudar a los demás nos redime o libera. Es el error del que hay que salir.
La paz, amarse genuinamente cada cual a si mismo, será en todo caso la causa de que finalmente acabemos amando a los demás genuina y desinteresadamente. Estar en paz es pues la fuente de la serenidad. ¿Como se consigue la paz? Hay que partir de la premisa de que la paz no es algo que llegue desde el exterior sino que ya existe en nosotros, si bien en un estado latente, dormitando a la espera de ser despertada. ¿Y qué entonces la mantiene dormida? Vinimos a este mundo con esa paz. Es más, éramos paz. Pero pronto nos convencieron de que la paz consistía en no alterar el sueño de nuestros padres, en no pedirles que nos cogieran en brazos cuando lo necesitábamos, que nos dieran el pecho cuando teníamos hambre, que 'estuviesen' con nosotros. Pero eso simplemente no sucedió como sucede naturalmente en el Reino de Dios del que procedemos y del que se anuncia desde hace 2000 años su regreso. Lo que pasó es que tuvimos que dejar nuestras necesidades naturales en la consigna de este gran teatro de vanidades y dolientes depresiones en que hemos convertido la experiencia humana. Y esa entrega sucedió en esos albores de nuestra llegada. La buena noticia es que las consignas son por naturaleza, lugares donde se conservan los objetos (energías) consignadas (aparcadas). Y AHORA es el momento de acudir a recuperar la dignidad claudicada. La dignidad es esa maleta en donde se han acumulado en gran medida la sensibilidad, los sentimientos, la intuición, la creatividad, la generosidad, en esencia el amor. Y esa represión duele. Mucho.
Esa maleta repleta de nuestra genuina esencia clama desde entonces por ser liberada. Si eso no sucede de modo consciente será inevitable que la dignidad se torne en indignación.

SENTIR, conectar con los sentimientos y dejar que ellos recuperen el mando de la nave de nuestro Ser que un día tuvimos que entregar a un ente (ego) fabricado por nosotros para sobrevivir y poder funcionar con las reglas dementemente atemorizantes de este desolado Mundo. Volver a sentir: Esa es la clave. Y se trata de un proceso muy íntimo del que no se puede hacer publicidad. Cada cual sabe cuál es su personal 'cuaderno de bitácora' emocional. Yo sé del mío y tu del tuyo. Cada cual conoce las atrocidades padecidas, los engaños, los abandonos sufridos, las vergüenzas ocultas, las miserias soportadas. Y todos sabemos qué armas tuvimos que fabricarnos para 'vengarnos' del dolor padecido. Porque sobrevivir en tales condiciones TIENE un PRECIO: represión a uno mismo (vergüenza, timidez, miedo, impotencia,…) y represión a otros que nos sucedan en la secuencia, hijos, subalternos, pareja, etc… (censura, dominio, violencia, humillación…). Cada cual sabe de la aleación y el grosor de la armadura defensiva con la que tuvo que pretrecharse para poder interactuar con los demás. Así hemos mantenido viva la cadena de la ignominia: convirtiéndonos en el siguiente eslabón de la cadena que nos legaron los que a su vez nadaban en la ignorancia y solo sabían y podían obrar consecuentemente: inoculándonos la misma energía que ellos heredaron: el miedo.

La buena noticia es que todas esas energías emponzoñantes pueden (y deben) ser 'desahogadas' por medio de las expresiones emocionales. Y el pozo de mierda solo se purifica bajando por él lentamente hasta tocar fondo. Para limpiar la mierda hay que olerla, sentir las náuseas que provoca su hedor y humedecerla con las lágrimas para que definitivamente deje de ser un tabú y se convierta verdaderamente en 'agua pasada'. El forzado olvido es lo que provocó el atasco que ahora nos toca liberar.

Sin duda que los agentes desencadenantes de la frenética situación financiera mundial (Lehman brothers, Goldman Sachs, Hillary Clinton, Susan Rice, Obama, Sarkozy, Rockefeller, Bush, la llamada 'élite', son víctimas de si mismos, de sus propias paranoias y miedos. Y están, en frenética deriva por 'salvar los muebles', inconscientemente jugando un papel en este sentido. Son marionetas de una fuerza mucho más vasta, una fuerza que todo lo anima y que han dado por concluido el papel que la ignorancia ha jugado en la mente humana colectiva. Ignorancia respecto a su origen como especie y al rol que hemos jugado en el conjunto de la Creación hasta ahora. Ignorancia respecto a nuestra esencia como chispas de divinidad enfrascadas en una rueda kármica de acción-reacción de la que finalmente vamos a salir todos los que tomemos consciencia de esta verdad, todos los que estemos atentos al pitido del tren cuando se acerca a la estación. Todo el que haya mantenido contenidas a estas alturas las emociones reprimidas desde la más tierna infancia, se va a ver embargado (nunca mejor dicho) por la desesperación que sigue al caos mundial que ya está aquí y que va a extenderse dramáticamente. Irse por el desagüe de esta bañera a otra bañera (dimensión) donde el miedo continúe reinando es una decisión que está al alcance de todos. Lamentablemente solo quien decida tomar los mandos de su Consciencia será testigo del grandioso renacer de la energía planetaria. Todo el sistema solar (y la Galaxia) están atravesando por un proceso de aceleración vibracional.
El caos en sí no es malo (desde esta más ámplia perspectiva de los acontecimientos) aunque pueda percibirse con dramatismo desde una óptica cerrada. Se trata pura y simplemente de una cuestión de higiene mental. Una limpieza del inconsciente colectivo está siendo operada 'a marchas forzadas' desde instancias más 'elevadas' para el bien de la humanidad, para que cuantos más almas posibles puedan pasar por el ojo de la aguja (Mateo 19:24) a que se refería Jesús en sus misteriosas parábolas (el único modo válido hace 2000 años para dirigirse a una población ignorante en referencia a los  acontecimientos que ahora están teniendo lugar).
Nos hallamos ante una epopeya  de dimensiones épicas, de la que estamos siendo testigos de excepción Por propio y expreso deseo. Es algo maravilloso. Lo más responsable que cada uno puede hacer en estos caóticos momentos es rescatar de la memoria el dolor reprimido y las necesidades que no fueron satisfechas en el marco temporal que las precisaba. Hay mucho dolor, mucha incomprensión que ha sido reprimida, muchos abusos padecidos que ahora reclaman desde las profundidades de nuestro plexo solar (3er Chackra) ser liberados y reconocidos  (por nosotros mismos, los únicos censores y verdaderos represores). Como aquellas niñas que han sido violadas y se vieron obligadas  a 'montarse la película' de que ellas tenían la culpa, de que de algún modo habían provocado a su tío o su padre los errores cometidos, todos tenemos el deber y la responsabilidad de airear los trapos sucios, porque esos trapos merecen ser limpiados y saneados. Reprimirnos es lo que nos ha permitido 'sobrevivir'. Pero ahora que el 'fin de los tiempos' –vaticinado por los Mayas y tantos otros pueblos indígenas del mundo y que no significa en absoluto el fin del Mundo obviamente– está a la vuelta de la esquina tenemos que aprender a conjugar el verbo amar. Aceptar el dolor que se padece y no rebelarse nos hace mansos. Y la mansedumbre es la meta a alcanzar para poder amar y aceptar ser amados. Para poder empezar a convivir.

"Bienaventurados los mansos porque ellos heredarán la Tierra" (Mateo 5:5)
Pero mansedumbre no significa resignada sumisión (aunque tristemente para muchos así vaya a sonar) sino aceptar el dolor y 'saber sufrir' en la seguridad de que el sufrimiento es el camino de la redención, igual como la fiebre y el sudor es el proceso que el cuerpo necesita atravesar para liberar una patología vírica.
Manso es quien actúa sabiendo que no necesita imponerse, quien sabe que desea ayudar a despertar sus hermanos del sueño que Platón supo ilustrar (La Caverna).

No es fácil reconocer que estamos disociados, que nuestras mentes están escindidas que alojamos a Dr. Jeckyll y a Mr. Hyde, es decir que varias personalidades coexisten en nosotros, papeles que interpretamos en función de las necesidades de la escena que se nos presenta. Conseguir localizar, traer al consciente y abrazar esas diferentes, forzadas e inconscientes personalidades: La sumisa, la criticona, la resentida, el perezoso/indolente, el machista/misógino, el narcisista y dejar de 'actuar' en función de la situación y del contexto que se presente es la meta de todo ser humano. Después de todo los papeles no son reales. Son solo eso: papeles, roles. Terminada la función quedan para el recuerdo, lecciones que no debemos olvidar y que nutrirán nuestra hoja de ruta en la infinita e ilimitada senda de crecimiento que llevamos transitando y que nos aguarda.

Ánimo y coraje. Vive sin miedo. Sin miedo a decir lo que sientes, sin miedo a ser juzgado, sin miedo a ser abandonado (de nuevo)

Somos hermanos.
Que la paz esté contigo.

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