Buscar este blog

viernes, 4 de noviembre de 2011

Las raíces de la Violencia




Por Alice Miller


Durante ya unas cuantas décadas se han comprobado suficientemente que los devastadores efectos de los traumas sufridos por los niños acaban cobrando un inevitable peaje a la sociedad, descubrimiento éste que ha permanecido oculto y prohibido a la consciencia de la opinión pública.
Este reciente hallazgo en la larga historia de la humanidad nos atañe a cada uno de nosotros. Cuando sea diseminado con la necesaria y suficiente sabiduría conducirá a cambios fundamentales en nuestra sociedad. De entrada llevará a un parón en la ciega escalada de violencia que cada día presenciamos en todos los órdenes de nuestra vida, particulares y colectivos (armamentística, de género, paterno-filial…)
Los siguientes 12 puntos amplían la óptica que propongo:


1. Todos los niños nacen para crecer, desarrollarse, vivir, amar y articular sus necesidades y sentimientos para autoprotegerse y vivir la experiencia de ser humano en toda su intensidad.


2. Para su desarrollo, los niños precisan del respeto y protección de los adultos. Necesitan ser tomados en serio, ser amados y honestamente ayudados para encontrar su orientación en el mundo.


3. Cuando, por el contrario, estas necesidades vitales se ven frustradas, siendo los niños objeto de abuso de adultos con necesidades inconscientemente insatisfechas, siendo explotados, golpeados, castigados, manipulados para extraer ventaja de ellos, maltratados o engañados sin la presencia de ningún testigo, entones su integridad se verá desestructurada, teniendo efectos perniciosos a largo plazo.


4. La reacción normal de un niño frente a tales heridas será el dolor y la rabia –a menos que decida morirse súbitamente ante la insoportable fragilidad de su existencia.
Siéndoles censurada la expresión de esta legítima rabia en este entorno de censura y dolor, y sabiendo que la expresión del dolor en soledad sería una experiencia insoportable a tan tierna edad, los niños se ven forzados a suprimir la expresión de sus sentimientos y reprimir con ello todo recuerdo insoportable de determinadas situaciones traumáticas, distorsionando idealizadamente la percepción que tiene de los causantes (responsables), de las razones que  empujaron a los 'agresores' a cometer dichos actos y quedar impunes.
Más tarde llegarán incluso a olvidar el recuerdo del abuso mismo padecido. Se trata de un mecanismo defensivo destinado a no sufrir como consecuencia del recuerdo. Recordemos que se puede abusar de un niño por omisión de apoyo, contención, en definitiva, de amor…


5. Una vez disociada la original y verdadera causa del trauma, la rabia, la desesperanza, la desesperación, la añoranza, ansiedad y dolor hallarán cauce de expresión en acciones destructivas contra otros (crimen, robo, estafa, manipulación, abuso…) o contra sí mismos (drogas, alcoholismo, prostitución, aislamientodesórdenes psíquicos, tendencias suicidas…)


6. Si esos niños dolidos, ahora convertidos en adultos, deciden ser padres, es muy probable que repercutan su ira dirigiendo a menudo actos de 'venganza' por el maltrato sufrido en la infancia contra sus propios hijos, a los que utilizarán sin ser conscientes de ello, como propicias 'cabezas de turco'. Mascotas (perros, gatos, etc.) e incluso los hijos de otras personas pueden sufrir la venganza de estos ahora rencorosos adultos.  Es un hecho trágicamente constatable que el maltrato infantil constituye la válvula de escape de las emociones reprimidas y censuradas de los propios padres como consecuencia de los maltratos sufridos durante su propia infancia.


7. Para que un niño no enferme mentalmente y/o se convierta en un criminal, es esencial que al menos una vez en su vida entre en contacto con alguna persona con la mente lo suficientemente sana como para ayudarle a comprender que él (el niño) no tuvo la culpa, que no provocó el maltrato sufrido.







Bajo esta luz, el conocimiento o la ignorancia de esta verdad puede jugar un papel clave en la salvación o destrucción de una vida. Familiares, trabajadores sociales, terapeutas, docentes, personal sanitario, psiquiatras tienen la responsabilidad de conceder crédito y contener las expresiones emocionales de los niños. La sanación  pasa por hallar un testigo de la catarsis del niño.


8. Hasta muy recientemente la sociedad ha protegido a capa y espada la integridad del adulto y ha culpado a la víctima, actuando por medio de actitudes heredadas de nuestros abuelos quienes consideraban a los niños como criaturas astutas dominadas por intenciones malvadas que inventaban historias y atacaban a sus inocentes padres o los deseaban sexualmente. Así de torcida estaba la percepción sobre la infancia hace menos de 50 años.
En realidad, los niños tienden a culpabilizarse a si mismos por la crueldad (agresiones, abandono…) de sus padres y a absolverlos y despojarales de cualquier responsabilidad al respecto para seguir queriéndolos. El síndrome de muchas mujeres violadas que creen haber provocado a su agresor es un claro ejemplo.



9. Desde hace ya unas décadas se ha podido comprobar, por medio de nuevos medios terapéuticos que las experiencias traumáticas reprimidas durante la infancia quedan almacenadas en el cuerpo y ejercen, aunque de modo inconsciente, una influencia durante la vida adulta.
Además, comprobaciones realizadas en el feto por medio de dispositivos electrónicos han revelado algo desconocido con anterioridad para los adultos, el hecho de que el ser humano tiene una inmediata respuesta y aprende de las muestras de ternura como de crueldad desde el inicio de su existencia.
10. A la luz de este conocimiento, incluso el más absurdo de los comportamientos en un ser humano es revelador de una lógica inicial oculta una vez que las experiencias traumáticas en la infancia consiguen salir del oscuro olvido donde estaban confinadas y hallar un honesto reconocimiento.
11. Nuestra sensibilidad hacia la crueldad con la que los niños (y los animales!) son tratados –un hecho negado hasta la actualidad– y hacia las consecuencias que dicho maltrato, será la clave para iniciar el proceso para poner fin a la violencia de cualquier tipo que hemos ejercido generación tras generación sobre la faz de la Tierra.
12. Las personas cuya integridad sea respetada y protegida, y no sufran maltratos gratuitamente durante su infancia, siendo tratados con honestidad por sus progenitores y los demás adultos que los rodeen, se convertirán inequívocamente en jóvenes y adultos inteligentes, responsables, empáticos con los sentimientos ajenos y altamente sensibles con su entorno, así como personas con confianza en sus posibilidades. Obtendrán placer de su experiencia humana y no sufrirán las consecuencias de una pulsión oculta por dañarse a sí miedos o a otros. No tendrán otra intención que la de proteger y respetar a aquellos más débiles que ellos mismos, incluidos por su puesto sus propios hijos, pues será lo que hayan aprendido de su propia experiencia habiendo recibido amor.
Será inconcebible para esas personas que sus antepasados hayan tenido que desarrollar una gigantesca industria armamentística para sentirse más cómodos y seguros en este mundo. Y la razón para ello será que sus pensamientos y acciones no estarán arraigados en una pulsión inconsciente por defenderse de experiencias intimidantes en la infancia. Serán capaces de hacer frente a los retos y a la agresividad de otros de un modo más creativo y compasivo, es decir más amoroso, comprendiendo que esos otros no hayan podido disfrutar de una infancia sana por lo que la única respuesta hacia ellos sea el amor incondicional, única solución para el básico y grave problema que afecta a la humanidad en el momento presente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si lo deseas puedes compartir algún comentario...