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jueves, 24 de noviembre de 2011

Responsabilidad



La solución a todo el caos que estás presenciando en todas las esferas y dominios de tu existencia, globales y particulares, radica en algo en lo que solo unos pocos 'iluminados' han caído, en ejercitar la mente para cambiar el modo de pensar. Estamos acostumbrados a pensar en modo 'defensivo', es decir a considerar al 'otro'–aquél al que hemos convenido en llamar nuestro semejante sin muy bien darnos cuenta de lo que ese apelativo comporta– alternativamente como un potencial agresor, un enemigo o bien una víctima propiciatoria. En cualquiera de los casos nunca lo hemos considerado un 'igual'. Ese es el origen de todo enfrentamiento perpetuado durante siglos y milenios, una lucha representada en un escenario. Y tu has interpretado un papel en esa 'obra'. Si tu papel era el de víctima, entonces 'el otro' era el agresor. Si percibías al otro como víctima, en tu sed de venganza, entones asumías el papel de agresor (justiciero, vengador, …)
Y sin embargo, paradójicamente, nos seguimos refiriendo a los otros como nuestros 'semejantes'. Por obvio que suene, esta palabra no deja de constituir toda una paradójica revelación cada vez que es pronunciada. Todos somos iguales. Pero nos 'percibimos' diferentes… Luego el conflicto debe estar en la percepción misma, en la 'forma' de pensar.

Todos somos creadores. Creamos permanentemente las condiciones de vida en las que habitamos. Nuestro entorno tiene nuestro sello. Somos mentes creativas. Todo es arte, todo es artístico. Y puesto que somos artistas, de alguna fuente habremos aprendido el arte de crear…Una fuente sin duda inteligente ¿De qué color será la piel de la inteligencia que a su vez nos creó? ¿Fue esa inteligencia a su vez creada por una Inteligencia Superior?

Sin embargo también tenemos actitudes autodestructivas. En nuestro deseo de proteger nuestras creaciones de la imaginada rapiña externa, somos capaces de fagocitar nuestras creaciones, destruir lo que creamos. Toda capacidad destructora está fundamentada en un dolor. Nadie aniquila si no es para vengar un dolor padecido o para escapar al miedo de ser víctima de futuros dolores. Y para creer que uno va a ser agredido necesita asignarse una razón para estar en el 'punto de mira' de otro, necesita saberse 'culpable' de algo. Una culpa lo suficientemente apabullante sin duda como para suponer la causante de la ausencia de dignidad. Pero recuerda que eso es solo una creencia. Tu decides creerte indigno y merecedor por tanto del yugo de una amenaza externa permanente (secuestrarán a mi hijo, me quedaré sin casa/trabajo/pareja, no tendré dinero para vivir, no tendré amigos…). Una amenaza frente a la que has decidido no permanecer impasible. Algo debes maquinar, algún muro defensivo debes edificar, alguna táctica o estrategia debes idear para impedir que dicha hipotética amenaza (que no está sino en tu mente) se haga realidad. Y decides que 'la mejor defensa es un buen ataque'. Y atacas al mínimo signo visible que encaje en tu idea. Al menor movimiento de tropas observado decides apretar el botón y disparar tus misiles. Y con ello ya has hecho realidad la máxima de que 'eres aquello que piensas'. La consecuencia: la espiral vengativa y violenta en la que los seres humanos estamos sumidos. Desde un conflicto por un accidente de tráfico hasta el estallido de una guerra nuclear. Devolver una afrenta conduce a la perpetuación del conflicto. Y el germen del vaticinio auto-realizado está en la convicción, la creencia, fruto del estado de ignorancia que conduce a creer que 'el otro' está permanentemente conspirando para atentar contra mi dignidad (se reirán de mi, no soy nadie comparado con fulano,etc…) . En realidad todos estamos permanentemente defendiéndonos por adelantado de las hipotéticas amenazas que nuestra mente elucubra. Y las creencias, fabricaciones de la mente atemorizada, se transmiten de generación en generación. Por ello hablamos de inconsciente colectivo. Lo que piensas lo dejas en herencia a tus hijos, y los hijos de tus amigos piensan básicamente lo mismo que tus hijos.
Los humanos, concentrados como nos hemos visto obligados, a concentrarnos en el aquí y el ahora, hemos sido víctimas del inconsciente impacto que esas creencias dadas por sentadas sin ser cuestionadas han tenido en nuestro 'aquí y ahora'. Nuestras acciones son siempre, en mayor o menor medida, reacciones ante un pensamiento de temor. Esa medida depende del grado que otorguemos a la amenaza que se deriva de la creencia heredada. Detener esa letal cascada hereditaria que nos mantiene sumidos en una imparable –y ya insostenible– escalada de violencia ante la que nada creemos poder es la responsabilidad de la que habla Eckart Tolle, quien para llegar a hilvanar un discurso tan contundente tuvo que pasar por una noche oscura del alma. 5 Años sumido en una depresión absoluta que le llevó al borde del abismo del suicidio. Y sentado en ese borde, a cientos de metros de altura de la realidad, contactó con su Ser Superior, la fuente que lo creó. Tomó consciencia de la dicotomía existente entre el poder de su Ser y la insostenible fragilidad de sus miedos (Egos).




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