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martes, 1 de noviembre de 2011

Eternidad (I)

El concepto de eternidad suele entrar en conflicto con la vibración humana en este mundo (planeta), puesto que estamos acostumbrados a experimentar limitaciones (noche/día, infancia-juventud-madurez, antes/después, pronto/tarde…) en función de la caducidad de la vestimenta física que nos cobija. Una parte de nosotros se siente frágil, desvalida y permanentemente necesitada de tácticas defensivas frente a las veleidades y aparentemente caóticas inclemencias que percibimos de nuestro entorno. Otra parte siente que existe una esencia inmortal 'interna' que solo crece y se expande. Y a esa parte de nosotros la llamamos Consciencia. Debido a que nos cuesta ubicarla en la dimensión espacio/temporal finita que conocemos, tratamos de encajarla en las paredes del cerebro. 
En esas estamos, oscilando entre la incertidumbre de lo que nos deparará el día de mañana y la difusa idea de que que algo de nosotros trasciende las fronteras de este mundo…


Acostumbrados y aleccionados a demostraciones empíricas, nos relaja comprobar que a la muerte cerebral le sigue el fin de toda actividad intelectual. Decimos que es síntoma inequívoco de que el pensamiento ha cesado. Sepultamos a nuestros familiares bajo tierra, lamentando su partida y nos inmunizamos emocionalmente ante el vértigo de la separación de los ahora difuntos, aunque periódicamente acudimos al lugar donde sus restos físicos yacen, para 'honrar su recuerdo' puesto que no tenemos otra referencia más que la de su cuerpo físico para ubicar aquello que nos vinculó afectivamente con ellos. Convertimos a la muerte en un gran tabú, lo sellamos y ahogamos nuestra negación de todo lo que no comprendemos en el frenético impulso por avanzar en alguna dirección. Citius, altius, fortius…todo con tal de no replantearnos nuestra responsabilidad ante preguntas tan sencillas y de connotaciones tan vastas a la vez como ¿de dónde venimos? ¿cómo fue que vinimos a parar aquí? ¿qué inteligencia suprema nos ha permitido evolucionar armónicamente desde seres unicelulares hasta homínidos bípedos dotados de consciencia individual? ¿Por qué no nos perdimos en el camino? ¿A dónde vamos después de esta vida? ¿Hay vida antes de esta vida? ¿Hay vida después de esta vida?…Decía Groucho Marx, haciendo uso de su característica ironía, que dudaba de que hubiese vida antes de la muerte. Y en cierto modo tenía razón. Corremos de aquí para allá como pollos descabezados huyendo de la muerte, del 'vacío', ese vago concepto de no-existencia que nosotros mismos nos hemos inventado para etiquetar aquello que no tiene nombre y que empieza cuando las constantes vitales de la existencia física de nuestros semejantes cesan.
Decimos que no hay vida inteligente más allá de la que conocemos aquí porque no hemos podido constatar  otra realidad inteligente por medio de nuestros cinco escasos sentidos…
La escritora Mona Simpson, hermana de Steve Jobs, ha explicado que el cofundador de Apple no perdió la comunicación hasta breves momentos antes de su muerte y que sus últimas palabras fueron "oh wow, oh wow, oh wow".
He tenido contacto con varias personas en su lecho de muerte y muchas de las que, como Steve Jobs, mantenían su mente libre de dolores insoportables hasta el final coincidían: "regreso a casa".


Muchas veces le he dado vueltas al asunto de la existencia. Más de las que hubiera deseado…Sin embargo la conclusión para mi siempre ha sido que mi propia capacidad de plantear y enunciar todas esas cuestiones ya es prueba suficiente de que mi declive físico no está en consonancia con la evolución de mi capacidad de discernimiento, mi…Consciencia. El sentido común me dice que cada día aprendo cosas nuevas, cada día me replanteo mis propios postulados y me abro a la ignota extensión del firmamento estrellado y a la inteligencia que lo ha…pensado y ahí me digo que nada existe fuera del pensamiento. Todo es objeto de creatividad. Todo es creación. Nada 'existe' sin haber sido pensado con antelación (o simultáneamente, mejor dicho). De eso tengo perfecta constancia. La ley de acción-reacción (causa-efecto) no deja lugar a dudas. Y para que algo sea pensado (y por ello creado), es necesaria la presencia de una mente creadora. Esa mente podría ser yo mismo pero si he de ser coherente con mi argumento, entonces deberé aceptar que yo mismo he sido creado, y de algo estoy muy seguro. No me he creado a mi mismo.
Doy gracias a esa inteligencia por haberse tomado la molestia de haberme pensado. Aunque cada vez tengo la sensación de que en absoluto fue una molestia sino un acto de amor supremo.

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