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viernes, 18 de noviembre de 2011

Conversaciones intrauterinas

Comprendo perfectamente que cueste adoptar el modo armónico, permanecer en equilibrio en la actual coyuntura global del planeta. El desasosiego gobierna el barómetro emocional de la mente colectiva. El miedo ha secuestrado las voluntades y pocos seres hay capaces de mantenerse serenos ante el tsunami de caos social que estamos presenciando. Unos tratan de huir del dolor contratacando y blandiendo la espada de la indignación en búsqueda de una venganza que por mucho que se persiga nunca parece llegar. Otros eluden su propia responsabilidad para con sus emociones tratando de afianzarse tras la barrera del humor o el sarcasmo. Otros tras el velo del misticismo. Otros desde una presunta idulgencia con los errores ajenos. Cada uno intenta en definitiva enmascarar su desasosiego tras la cortina de la negación. Pero pocos saben declinar el término aceptación, que nada tiene que ver con la resignación. Aunque ambos términos aparentes ser intercambiables en cualquier contexto, existe una sutil deiferencia entre resignarse y aceptar. Quien se resigna está poniendo un sutil obstáculo al cambio que ofrecen las crisis. Quien se resigna bloquea su entrevista cara a cara con el origen de su malestar y enlata su indignación iniciando un imperceptible camino autodesctructivo que normalmente acaba en la consulta de oncología del hospital más cercano.
Quien acepta, por contra, ya ha transitado por esa llamada oscura noche del alma, ya ha danzado con sus fantasmas y los ha abrazado, des-ahogando sus olvidados abandonos en presencia de su Ser Interno, habiendo invocado a todas las cohortes angelicales. Quien acepta ya se ha desprovisto de su oxidada armadura y abraza el presente con la confianza en el porvenir, en la promesa de un mundo autorenovable y repleto de amor.
El coraje de conectar con los recuerdos 'feos' del pasado y exorcizarlos es síntoma de una grandiosidad y entereza solo al alcance de quien es capaz de hacerse responsable de si mismo y no se avergüenza de su niño interno, de su pasado. A medida que eso sucede, el telón del teatro de las vanidades va desplomándose dejando a la vista los entresijos y bambalinas ocultos tras el escenario. Curiosamente la realidad tras la escena no despierta indignación sino profunda compasión. Y es que, descubierto el pastel de las verdades censuradas, no queda más que congratularse de haber sublimado la percepción de la realidad mediante las máscaras adoptadas y de haber finalmente accedido a La Visión extrasensorial de lo que es Todo. Una vez se accede a esta 'Visión', es imposible evitar tratar de 'contagiar' a quien se sienta atraído por las huellas que dejas en tu senda e inspirarle la apertura y el despertar que almacena latente en su corazón.

Quizá esta genial parábola de Henri Nouwen ilustre mejor lo que quiero decir…
 
Dos hermanos conversan, en modo prenatal, desde el útero materno:
 
La hermana a su hermano:
– ¿Sabes qué? Creo que hay vida después de esto…
– No, no. Esto es todo lo que hay, protestó vehementemente su hermano. Aunque oscuro, éste es un acogedor lugar. No tenemos que tomar decisiones, simplemente mantenernos unidos al cordón umbilical que nos alimenta. Aquí no tenemos nada que temer.
 

La niña, sin embargo insistió:
– Pero tiene que haber algo más, un lugar con luz donde podamos movernos libremente. Lo intuyo. 

A pesar de ello la hermana no podía convencer a su hermano.

 
Transcurridos unos instantes de silencio, la hermana dijo dubitativamente:
– Tengo algo más que decir. Me temo que tampoco lo vas a creer, pero percibo una profunda conexión con un ser amoroso que nos espera al final de esta existencia.
Pienso que…hay una madre.
– ¿Una madre?!! grita el hermano, enfurecido ahora. ¿De qué estás hablando? Qué es una madre? Nunca he visto una madre! Ni tú tampoco! ¿de dónde has sacado esa idea? Como te dije éste es el único lugar que tenemos, el único entorno con vida que conocemos. ¿Por qué nunca te conformas con lo que tienes? ¿por qué siempre quieres saber más? No es un lugar tan malo éste, después de todo. Tenemos todo lo que necesitamos, así que por qué pensar en nada más? La verdad, me altera tu forma de ser…
 

La hermana, sacudida por la devastadora andanada de su hermano, durante unos instantes se ve incapaz de decir nada más. No obstante, no consiguiendo desembarazarse de sus pensamientos, y puesto que no tenía a nadie más que a su hermano a quien dirigirse, finalmente dice:
– ¿No sientes, como yo, de vez en cuando, unas sacudidas? Son como apretones, como contracciones y dilataciones periódicas…A veces son desagradables e…incluso dolorosas.
– Sí, contesta. Ya me dado cuenta, pero ¿Qué tiene eso de especial? Ya pasarán.
– Bueno, dijo su hermana, verás, siento que estos apretones suceden para prepararnos para el 'otro lugar', mucho más hermoso que éste donde veremos en la luz a nuestra madre, cara a cara. ¿No piensas que es excitante?
El hermano ya no respondió. Estaba ya hasta las narices de la estúpida conversación de su hermana y pensó que lo mejor sería simplemente ignorarla y esperar que ella le dejara en paz.

 
por Henri Nouwen

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