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lunes, 7 de febrero de 2011

Dos burros

Sócrates, el filósofo griego –no el futbolista brasileño– se encontraba en la cárcel esperando a ser ejecutado. Un día escuchó como un prisionero en la celda contigua, cantaba una difícil y poco conocida canción en un idioma extranjero.
Sócrates le pidió que le enseñara aquella canción.

–¿Para qué? –dijo el prisionero
–Para poder morirme sabiendo una cosa más…
–Pero, ¿Por qué deseas aprender algo nuevo si solo te queda una semana de vida?
–Precisamente por la misma razón por la que querría aprender algo si me quedaran cincuenta años de vida.


Un hombre muy acaudalado llegó donde Sócrates con su hijo y le solicitó que se encargara de la educación del muchacho.
El filósofo le dijo que le cobraría 500 dracmas. Al rico le pareció mucho dinero:
–Es mucho dinero! Por esa cantidad podría comprarme un asno.
Entonces el anciano filósofo replicó:
–Efectivamente así es. Le aconsejo fervientemente que lo compre. Así tendrá dos por el precio de uno.

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