Nuestra presencia física en este mundo no suele exceder los 80 años. La muerte, ese gran misterio que todos tratamos de eludir, sigue siendo un tabú. A los niños no se les estimula a que indaguen acerca de las cuestiones trascendentales de la existencia.
Es demente es permanecer ajeno a esta cuestion, a la verdadera naturaleza de cada uno de nosotros simplemente porque asuste enfrentarla o, acaso porque no se pueda extraer un redito economico de dicha reflexión.
Es de vital importancia hacer participes a los niños de que la historia de las civilizaciones esta plagada de referencias a la naturaleza eterna del Ser. El lapso cronológico que media entre aquello que llamamos nacimiento y muerte ha sido por milenios aceptado como tan solo un paréntesis en nuestra existencia real.
Un paréntesis dentro del que hemos experimentado los afectos, pero donde básicamente hemos acumulado frenesí, miedo, dolor, todo el abanico de emociones que o bien censuramos o bien gobiernan como tiranos nuestra forma cotidiana de comportarnos. Generación tras generación nos vamos pasando la patata caliente de enfrentarnos a la cuestión esencial: ¿Quienes somos?, ¿De donde procedemos? ¿ Cual es nuestra causa? ¿Por que y para que estamos aquí? ¿Se trata simplemente de nacer, ir a la escuela, trabajar y morir y ya esta?
¿Hemos amado verdaderamente? ¿acaso sabemos qué es amar? ¿No será que nuestro cúmulo de necesidades insatisfechas nos han empujado a manipular nuestro entorno para obtener sucedaneos afectivos? Dicen que el egoísmo no es sino un estadio de la humanidad que debes ser colmado en la etapa en que requiere satisfacción: la infancia. Si durante los siete primeros años de vida obtenemos lo que verdaderamente necesitamos (ojo, no hablo de objetos, sino de afecto, de tiempo, de compasión, en definitiva de amor), la vida adulta se desarrolla con toda normalidad y libre de ansiedades y miedos al porvenir.
Poco a poco aquellos que nos precedieron (y también por desgracia nuestros descendientes) y queremos se van yendo del escenario de la vida y es entonces cuando nos hacemos todas esas preguntas. Pero el mecanismo de supervivencia que nos hemos fabricado para evitar sufrir, es decir, sentir con toda su magnitud la incomprensión acerca del sentido de vivir, nos empuja a seguir remando...¿En que dirección? No sabemos. Simplemente remar, determinando unos y aceptando otros las jerarquías de nuestra nave colectiva. Y sin embargo todo tenemos la extraña sensación de haber estado remando contra la corriente...
Se nos dice que hay que aceptar, y lo interpretamos como que hay que aguantar porque 'es lo que hay'. Y sin embargo estamos disgustados, enfadados, iracundamente indignados. Eso es innegable. Alguien ha roto nuestra preciada vajilla y alguien -nos decimos- va a pagar los platos rotos. ¿Quien? ya nos encargaremos de rodearnos de las convenientes víctimas a las que hacer cargar con la pesada losa de nuestras frustraciones: parejas, hijos, empleados, compañeros de trabajo, vecinos, etc.
Por supuesto que quienes mas preguntas existenciales se hacen son quienes más sufren/sienten el caos emocional que la incomprensión produce. Son los artistas, los individuos con un potencial amenazante para el hasta ahora rígido e impenetrable sistema, los que ancestralmente han ido tratando de sublimar ese dolor vital por medio de expresiones artísticas (musica, pintura, escultura, teatro, cocina, etc.) a través de las que poder procesar todo aquello para lo que la razón no tiene respuesta. Son los que operan desde la intuicion, las mentes femeninas que comprenden la naturaleza de los sentimientos. Los casos mas extremos e indomables se autorecluyeron en sanatorios mentales incapaces ya de interactuar socialmente, pues funcionaban desde otros códigos, indescifrables ( y por eso amenazantes) para el statuquo. Son catalogados de locos, visionarios que no encajaban en el delirante sistema de convivencia imperante en este mundo. Sus carceleros no son los gestores de los hospitales psiquiatricos, o las autoridades políticas desde las que dichas instituciones son gestionadas, sino todos los que hemos comulgado con una forma de entender la vida desde el miedo al otro, desde la aversión a lo desconocido, desde las actitudes defensivas, desde nuestra incapacidad de amar a quien se revele como diferente a nuestras convicciones o principios. Todos los que consideramos al otro como una amenaza somos la verdadera amenaza.
–Pero, alguna razón habrá para que nos sintamos amenazados. Hay violencia, lo dicen los periódicos...¿ O es que me vas a decir que no hace falta policía por las calles?
–Evidentemente que ha habido y sigue habiéndola. Y tu huyes de la violencia. Todos lo hacemos. Y en nuestra huida atacamos. Nos agredimos mutuamente. Y por eso hemos montado y financiado un sistema de normas censoras que nos 'proteja' de las pretendidas amenazas. Pero si lo meditas bien, acabaras tarde o temprano preguntandote, ¿Hay un motivo real para estar en permanente actitud defensiva?¿Porque hay guerras? ¿Cual es el origen de los enfrentamientos? ¿Que hay en mi que me incita a defenderme? Si he contribuido a la espiral de violencia, ¿puedo yo también ser el germen de un futuro mundo lleno de amor? ¿Qué actitud puedo adoptar para revertir la inercia de sufrimiento en el mundo?
Considerar amenazante una circunstancia determinada va a acabar predisponiéndote contra las personas que desencadenen o estén involucradas en esa circunstancia. Y eso implica que vas a tratar de defenderte de ellas. ¿Y como nos defendemos acaso, sino precisamente atacando? Parapetarse tras un muro defensivo no es más que el paso previo a lanzar un ataque.
Una vez hemos entrado en la espiral de violencia (reproches, acusaciones, juicios, sentencias, condenas, ejecuciones, etc. ) ya olvidamos cómo demonios entramos en dicha espiral, y solo concebimos la posibilidad de hallar alivio al sufrimiento que proporciona la amenaza, ahondando en esa deriva demente...una huida hacia adelante. Hemos olvidado que en nosotros estuvo en algún momento la fuente del enfrentamiento, que la ahora ya incontrolada espiral tuvo su origen en una inicial reacción nuestra.
Esperar que otros (gobierno, legisladores, sistema judicial, etc.) ofrezca una solución es poner expectativas en una sentencia externa que jamás hara otra cosa que decepcionarte. Delegar en otros la responsabilidad de mirara dentro es lo que posterga la liberación. De cada uno de nosotros depende detener la frenética vorágine. Para salir de la espiral es imprescindible recordar porqué entramos en ella, recordar que y en que momento fue lo que nos empujo a defendernos del mundo.
– y ¿Cuándo fue eso?
-Yo podría darte la respuesta inmediatamente y decirte que la encontraras en tu pasado, pero para ti seria desquiciante y reaccionarias con negacion. Incluso me percibirías como una amenaza. En el mejor de los casos ya has indagado y comprendes intelectualmente, sabes que actúas en la vida de modo defensivo porque te viste obligado a ello.
Muchas personas se prostituyen para ganarse la vida en la creencia de que han optado por ello libremente, sin saber que son esclavas de un comportamiento automático fruto de una agresión que han borrado de su memoria. Para aliviar el yugo que se han autoimpuesto se libran a rutinas adictivas de las que a su vez son esclavos, ahondando mas en su espiral de sufrimiento. Huyendo de algo acaban indefectiblemente zambulliendose en ello.
Si has aceptado que tu tienes la capacidad para detener la violencia que órbita alrededor de tu área de influencia personal (la única sobre la que convendrás que tienes dominio), y quieres hacer uso de dicha capacidad, convendrás que detenerla implica asumir la responsabilidad de dejar de contraatacar cada afrenta que las circunstancias te presenten. Algo que implica mucha valentía.
– Entiendo. Todo agresor es víctima a su vez de otra víctima. Existe una ley universal de causa y efecto, no puedo abstraerme de ella...
– ¿En serio no puedes? Esa mal llamada 'ley' no es sino una tradicion que rige tu existencia mientras no eres consciente del porqué de su existencia y eso es lo que te/nos ha sucedido hasta ahora, momento en que te estas planteando estas cuestiones, prueba de que tu consciencia está evolucionando. Acción y reacción son dos principios indisolubles mientras existe ignorancia acerca de su razón de ser. Toda tradicion percibida como una fatalidad puede ser trascendida en el mismo momento en que tu consciencia deja de considerarla una fatalidad. En ese instante es cuando comienzas a caminar sobre la delgada línea que separa los opuestos, las dicotomias, los juicios enfrentados. Ahí es cuando empiezas a estar en este mundo sabiendo que no tienes ya porque ser (víctima) de él, que las circunstancias son espejismos –muy densos, es verdad– pero espejismos a fin de cuentas.
Para elevarte por encima de los opuestos es necesario que observes y estés alerta a cada particular situación cotidiana que se te presente, pues nada, nada sucede por casualidad. Nada es azaroso. Si te das unos segundos antes de reaccionar impulsivamente ante una acción externa, te preguntarás inicialmente ¿que he hecho yo para atraer esta agresión? ¿Acaso esta persona está reaccionando contra mi como consecuencia de una previa agresión mía de la que soy inconsciente? ¿He roto acaso con una inconsciente actitud las frágiles costuras de la olla a presión de la mente de mi agresor?¿Habré acaso metido el dedo en alguna llaga ajena sin darme cuenta?
Si es cierto que existe el poder de atraer lo que se desea, ¿No será que nada es casual y que cuando soy agredido es porque llevo virtualmente escrito en el pecho 'agreédeme', un cartel cuyo mensaje implícito decodificara tan solo quien ande a la greña, buscando una 'cabeza de turco' propicia en la que aliviar su frustración? Todos buscamos un lugar en donde vomitar la adrenalina acumulada a lo largo de años de represión emocional, fruto de circunstancias violentas ya vividas, con toda seguridad en la infancia ¿En que medida atraigo a personas que me desequilibran si yo lo que quiero precisamente es paz? Y lo más importante, ¿Qué está en mis manos para detener la espiral karmica de acción-reacción?
–¿Quieres decir que todo lo que nos pasa nos lo hemos buscado?
– Tu lo has dicho.
– Me suena a ley del talión, eso del 'ojo por ojo…'.
– Esa es una interpretación desquiciada de la ley de atracción. Todo lo que vives es consecuencia de la represión mental que has ejercido sobre los recuerdos dolientes de tu pasado. Te ves enfrentado precísamente a aquellas circunstancias que temiste y sigues temiendo revivir.
– Pero yo no temo nada...
–¿Seguro?
– Bueno, tengo miedo a morir.
– Por eso tu vida es un sinvivir. Temes la idea de la muerte. No la muerte misma. Y ¿ Que es el miedo a la muerte sino el miedo a lo desconocido, a lo imprevisto? Esa es precisamente la definición de la vida. La vida es lo que pasa. Continuamente nos enfrentamos a ella, por temor a ella, a sufrirla. No tememos morir, sino a vivir.
– Pero ese temor, estará arraigado en algo, ¿no?
– Te vas acercando al meollo de la cuestión. Tienes miedo de lo inesperado y te niegas a experimentarlo. Y de paso arrastras e involucras en esa decisión a aquellos que dependen de ti. Es paradojico porque lo haces con la mejor de tus intenciones, para protegerlos. Los cementerios están llenos de buenas intenciones. Todo lo que te niegas inconsciente, te es negado.
– De acuerdo. Pongamos que soy yo quien me pongo los obstáculos en el camino ¿Por que habria de hacerlo, por que me niego a aceptar lo inesperado?
– Dímelo tu. Tu actitud defensiva está arraigada en la experiencia inequivoca de haber sido agredido. Desde entonces has optado, o bien por pagar con la misma moneda a todo el que te resulte amenazante en circunstancias similares o bien adoptaste una perpetua actitud de víctimismo. Ambas son estrategias encaminadas, en ultimo término, a encontrar protección.
Para dejar de considerar a los otros como amenazas de las que defenderte, la única actitud que deshace el enfrentamiento entre dos polos que se consideran reciprocamente opuestos, es el perdon.
– Ya, perdonar...que fácil es decirlo.
– ser Humano es una experiencia para el Ser, igual que ser médico es una experiencia para un Humano. Todos interpretamos papeles inconscientes en este escenario que es la experiencia humana, papeles destinados a sacudir estructuras en nuestros semejantes, que les permitan vivir las circunstancias que decidieron experimentar. Pero la amnesia que te has impuesto para olvidar el insoportable dolor que experimentaste al nacer, lleva implícito el estado de inconsciencia de cuyo despertar eres ahora responsable. La inconsciencia es la semilla de la discordia.
Todos deseamos volver a sentarnos juntos en la plaza de la concordia de la que un día salimos. Para perdonar a alguien en tu presente y hacerlo de corazón, sin albergar ya resentimientos, hay que justamente expulsar los resentimientos, el combustible con el que has alimentado tu agresividad presente. Para ser consciente de eso hay que visitar el pozo particular de las lamentaciones, el momento en que tu visión del mundo fue trastornada, el instante en que abandonaste tu espontaneidad, la alegria innata que todo niño tiene, entregándosela, en la consigna del teatro de la vida, a un usurero llamado ego, a cambio de una herramienta con la que sobrevivir en este lodazal de emociones desatadas o reprimidas en la que hemos convertido este mundo.
– ¿Quieres decir que soy esclavo inconsciente de mi pasado?
– Tu lo has dicho. Y harás bien en indagar en él cada vez que una situación conflictiva presente te sacuda. Para perdonar hay que comprender que es lo que se perdona. Solo perdona el corazón cuando las emociones han sido aceptadas. Y las emociones no se hablan...se sienten. Revisar las heridas de las que tus sentimientos fueron objeto en un periodo en que no fuiste capaz de defenderte te liberara de la verdadera prisión: tu mente inconsciente.
Ese periodo no es otro que la infancia, esa etapa de cuyo recuerdo tanto deseas huir, pero que te perseguirá, como un tumor, mientras trates de atacarla con medicamentos.
Expertos han concluido recientemente que la represión emocional se inicia incluso en la vida intrauterina.
Para dejar atras tu pasado y dejar de ser inconsciente esclavo de él, para disfrutar el presente sin miedo al porvenir, hay que rescatar lo único que es inmutable y eterno en nosotros, los sentimientos. Y para rescatarlos del ultraje al que les sometemos tratando de mantenerlos ocultos, es imperativo revivirlos en la forma en que se vieron obligados a mutar: emociones.
La alegría, si es reprimida se torna en rencor. La espontaneidad, cuando es ridiculizada deviene en timidez y verguenza. El amor, si no es correspondido, se convierte en odio y en ira. Tirar responsable y conscientemente del hilo del dolor conduce a la cueva donde se esconde, reprimida, la alegría innata de vivir. Puedes visualizarla en forma de niño o niña interna. Retomar el diálogo intuitivo con el niño interno es la clave para la auténtica libertad.
Vivir desconectados de los sentimientos es lo que nos convierte en zombies. Para volver a ser y dejar de aparentar, hay que rescatar los sentimientos –esas heridas sangrantes que siempre tratamos de ocultar con la mascara del orgullo. La meta es localizar, sentir el dolor que producen y suturar dichas heridas, para así conseguir que cicatricen.
Comprender-sentir-aceptar y salir de la rueda karmica es todo uno. Cuando sientes lo que has estado reprimiendo de tu pasado, automáticamente desaparece el miedo al presente. Y entonces el perdón aflora naturalmente y se manifiesta, sin obstáculos. Entonces eres capaz de amar. No es fácil pues tu ego esta muy adoctrinado a buscar culpables en el exterior.
El salto de consciencia que la parturienta Madre Tierra está atravesando y te solicita ahora con las alteraciones evidentes de sus ritmos, consiste en estar presente junto a ella conscientemente con toda tu luz y libre de pensamientos alienos, con la voluntad puesta en dejar de participar de la escalada demente y sinsentido de agresividad/defensa en la que te has visto envuelto/a. Vive y deja vivir. Sin juicios, sin críticas, sin ironías...Todo lo que existe tiene un motivo para ser, un propósito. Acepta que no eres ni menos ni más que nadie o nada. Todos somos parte de una gran fraternidad. Cada rol que interpretamos tiene un lugar en la magnífica orquesta que todos formamos. Hemos estado sumidos en una amnesia colectiva respecto a esto. Ya sea interpretando el papel de víctimas o de vverdugos, todos hemos tratado en mayor o menor medida de defendernos y protegernos frente a la incomprensión sentida ante el misterio de la vida. Pero este mundo es falso, porque consiste en una ilusión holográfica, un espejismo sustentado en los pensamientos individuales de miedo con los que hemos nutrido al pensamiento colectivo.
Todo es falso salvo los sentimientos. Esos que precisamente tuviste que censurar y guardar bajo llave para ser protegidos. No fueron los paladines de la razón científica -aquellas personas que subliman su sentimiento de abandono colisionando hadrones, determinando la velocidad de los neutrinos, tratando de hallar bajo el subsuelo de Suiza la partícula primigenia, la causa física primordial originadora de la vida en la tierra- los que ocultaron la verdad. No. Quienes han mantenido en secreto lo esencial, somos todos y cada uno de nosotros. Somos responsables de rescatar nuestros sentimientos heridos, de restañar las heridas que permanecen abiertas, de suturarlas y de permitir que cicatricen nuestros traumas ocultos. En nuestra demencia nos obligamos a invadir la soberania de otros universos, nuestros hermanos humanos, animales, vegetales y minerales. Para que la alquimica responsabilidad se opere, para dejar el pasado atras, hay que conectar con la verdadera aceptación, la realidad de que todos tenemos un origen común. No hay diferencias, salvo en nuestras mentes. Y las mentes deben ser liberadas.
Conectar con las llagas abiertas, que como fieras heridas tratamos de ocultar, es la responsabilidad de cada uno para restituirnos la integridad olvidada. Perdona y te perdonaras. Ama. Todo lo demás (sensatez, razón, lógica, eficacia,...) no tiene el menor sentido porque simplemente no es.
Mientras contemplas como el velo de la ilusión colectiva está innegablemente cayendo, congráciate con tu eterna e inmutable esencia, con la chispa de divinidad que eres y con tu ingente caudal creativo. No ere un gran médico o un reputado abogado. No eres un funcionario. No eres un artista. Simplemente eres un ser humano, experimentando la vida en este mundo. No has venido para juzgar ni criticar a nadie, ni para batir ningún récord. Ni siquiera para instruir. No estas aquí para que tu nombre figure en una placa. Tu meta no es obtener reconocimiento externo, sino despertar a la consciencia de que eres digno de amor porque ere amor. Eres la luz del mundo. Y tu cometido es brillar.
Eres perfecto tal como eres, por el mero hecho de haber nacido, por la simple razon de ser. Todo lo demás son añadidos sin importancia que van y vienen. Hoy eres rey, ayer fuiste mendigo...hoy verdugo, mañana víctima. Tu decides. Y lo que decidas estará bien. Será respetado. Porque el universo es respeto por toda decisión. Nada es malo ni bueno. Aceptar las consecuencias de los actos es lo que sublima nuestra condición humana.
Atacar y defenderse ya sabes que a nada te ha conducido mas que a acumular sufrimiento. Lo que importa es que ya estas cansado de la verdadera esclavitud, la de tu ego que te obliga a oscilar frenéticamente entre el víctimismo y la dominación. Eres libre. Lo sabes. Siempre lo has sido y siempre lo serás.
Has decidido salirte de esta noria demente y sin sentido de la que has sido inconsciente esclavo a lo largo de innumerables vidas. La función ha terminado. Estas aquí para anunciar y presenciar la caída del escenario y asistir al nacimiento de una nueva humanidad.
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