Con el permiso de una buena amiga, comparto contigo su mensaje y la respuesta que le dí.
Los nombres son ficticios para preservar la intimidad de las personas implicadas.
Hola,
Creo que no te he contado que hace más de un mes se murió una de mis hermanas. Era un poco más joven que yo. Llevaba 2 años y pico con quimioterapia por un cáncer de colon y ningún tratamiento le funcionó. Al principio parecía que sí, pero después de un año los marcadores tumorales seguían subiendo y en el último mes y medio de su vida lo pasó mal. No tenía metástasis en los huesos, ni en el cerebro ni en ningún órgano vital, pero se murió. Yo creo que pensó que ya estaba bien de tanto rollo y decidió irse.
Tuvo una muy buena muerte: siguió con su vida normal hasta la última semana en que la ingresaron por una serie de problemas y allí estuvimos su marido, sus hijas, su madre, sus hermanas, su hermano,mi hija...Hacía bromas continuamente, me dijo que no tenía miedo, se despidió de todos nosotros y, aunque la morfina le hacía decir tonterías y parecía que no, se enteraba de todo lo que pasaba a su alrededor.
Cuando murió, me quedé hecha polvo. Todo me daba igual, estaba tristísima y gracias a que mi hija estaba conmigo fuí a la playa e hice cosas, porque ella tiraba de mí. Aunque estaba de vacaciones, no me lo parecía. Poquito a poco voy remontando y ahora creo que ya he pasado el cabo de la peor parte.
Tanto mi madre como mis hermanas lo van superando. Su marido está hecho puré. El fin de semana pasado estuve en Madrid y hablé mucho con él y con mis sobrinas (mi madre estaba en Málaga, con mi hermana mayor) y me gustó. Mi cuñado llora a moco y baba cuando habla de Rosa, cosa que me parece genial y que le ayuda.
Llevamos una mala racha en la familia, porque el marido de otra de mis hermanas, que también viven en Madrid tiene un cáncer de esófago y está fatal.
O sea, querido Lars, que estoy pasando por momentos tristes. Pero no me agobio, ni me desespero, ni me derrumbo. Sólo que muchos ratos de mis días me pongo triste.
Como te considero un amigo, pues te lo cuento. Hace tiempo que no hablo contigo, pero ahora intento ir adelante con lo que tengo , ocuparme de los que están cerquita y a los que quiero, disfrutar mucho de lo que tengo y no preocuparme de lo que no puedo hacer ni cambiar.
Hola Teresa,
Te comprendo perfectamente.
Dices que intentas ocuparte de los que quieres y están cerquita…(aunque no sé si también están cerca geográficamente). También dices que tratas de disfrutar mucho de lo que tienes y no preocuparte de lo que no puedes cambiar… Sin embargo, si me permites que ponga el acento, lo que más me llega es que estás…triste (aunque trates de 'no preocuparte')
La tristeza es un sentimiento muy legítimo que normalmente va acompañado de lágrimas. Dices que tu cuñado llora cuando 'habla de Rosa'. Dicen que las palabras se las lleva el viento, pero lo cierto es que son la antesala de algo más vasto. Tu cuñado simplemente está reaccionando de forma natural ante esta sacudida emocional. Pero, ¿y tú?… ¿te has despedido de tu hermana como toca?…quiero decir ¿has llorado? Llorar ante cualquier tipo de despedida, sobretodo si la separación se va a prolongar mucho (como es el caso) es lo más lógico del mundo, y eso no significa derrumbarse o desesperarse. Es simplemente la forma natural que el ser humano tiene para descargar y liberar las tensiones emocionales que la vida nos presenta. Los niños saben mucho de esto. Hay gente, como tu cuñado, que se dejan llevar más fácilmente por esas descargas. Otros buscan situaciones que mantengan distraída esa necesidad, haciendo bromas, como tu hermana. Quizá porque la 'cabeza' les dice que llorar no arregla nada, quizá porque tienen miedo a derrumbarse como dices, a empezar y no saber parar, o quizá porque no encuentran a nadie (probablemente no lo han pedido de corazón) que pueda ser testigo de ese llanto, como tu o quien sea lo ha sido para tu cuñado. Todos necesitamos compartir los momentos difíciles. Al menos es de gran ayuda.
Comprendo perfectamente que haya gente que decida que ya es hora de 'dar carpetazo' a la vida. De hecho morirse responde, consciente o inconscientemente, a esa voluntad. Quien más quien menos ha pensado alguna vez que morirse es la mejor solución cuando el sufrimiento moral o físico es excesivo cuando las fuerzas flaquean. Y muchas veces, como sucede con las depresiones profundas, la causa del sufrimiento no es fácil de localizar, pues ha llegado a convertirse en un cúmulo de circunstancias que ya no se sabe muy bien qué son, cuándo sucedieron y qué las provocó, circunstancias acontecidas en el pasado que se han almacenado en lo que tu yo sabemos que es el inconsciente, ese 'doble fondo' de la mente donde escondimos todo lo que nos molestó y ante lo que no supimos, porque no supimos (!), reaccionar. Y por ello no reaccionamos adecuadamente ahora, pues si nuestra fragilidad nos lo impidió entonces ahora ya no sabemos cómo. Incluso nos da incluso miedo nuestra reacción, por desconocida, porque intuimos que podría ser desmesurada. Y eso sucede porque no hemos vivido expresando naturalmente y a medida que se presentaban las ocasiones, los sentimientos ni siendo asertivos cuando tocaba. Al contrario, aprendimos a guardar las formas, a ser buenos chicos/as o simplemente nos censuramos su expresión porque no había nadie allí cuando necesitábamos un testigo comprensivo de nuestras emociones. Y no importa lo bien que creamos (porque nos lo hayan dicho) que la vida nos ha tratado después. Podemos haber tenido una pareja comprensiva, unos hijos amorosos, un trabajo bien remunerado, pero todo eso acaba demostrándose ficticio pues los sentimientos no expresados en su momento se han convertido, capa a capa, en una pesada losa que ni uno mismo acierta ya a identificar.
Derrumbarnos es la reacción que más tememos en nosotros mismos debido a que intuimos que el caudal de pena es mucho más vasto de lo que un suceso presente represente y legítimamente provoque. Son tantos los sentimientos secuestrados, tantas las emociones no vomitadas y acumuladas a lo largo de la vida que tememos que una pequeña herida en el presente pueda desencadenar la ruptura de la 'presa' que tanto trabajo nos costó fabricar y que tanto esfuerzo nos cuesta mantener. Imponernos consecuentemente una autocensura optando por detener la ley de causa-efecto, acción-reacción, por evitar una explosión emocional liberadora propia. Eso es lo que hacemos los humanos cuando no hallamos a nadie que nos contenga en esa expresión, sin juzgarnos. Alguien que simplemente sepa 'estar', comprendiendo la tristeza, o la rabia, sin emitir juicio alguno (probablemente porque haya pasado previamente por esa experiencia y haya hallado contención a su vez en alguien). Alguien que no mire el reloj, que nos haga sentir que no existe el tiempo, mientras desgranamos y desactivamos la bomba de racimo en que nos hemos convertido cada uno de nosotros. Los niños, con sus pataletas y berrinches, nos recuerdan el modo en que se descarga la tensión frente a lo que no se comprende, nos recuerdan que nosotros también tuvimos emociones que tuvimos que apagar desesperanzados, pero lo hacen hasta que aprenden que no les comprendemos o que incluso les censuramos esa expresión o tratamos de distraerla por cualquier medio, del mismo modo en que hicieron otros con nosotros. Sus berrinches nos recuerdan vagamente los nuestros a su edad. El vértigo e incomodidad que nos producen esas soluciones y nuestra incapacidad por gestionar esos instantes con amor proviene de no haber sido contenidos nosotros mismos de niños. Es entonces cuando 'tacita a tacita', como las cartas con las que se construyen los espectaculares y frágiles (!) castillos de naipes, vamos acumulando y exhibiendo orgullo, ironía, cinismo, agresividad,… 'mira papá que bien lo hago' se convierte en 'mira jefe qué competente soy', etc…cartas con las que interpretar el papel que las circunstancias nos parecen haber asignado, defendiéndonos del mundo externo y tapando así el rencor, la vergüenza, en definitiva el miedo a ser nosotros mismos, a expresar en cada situación los normales sentimientos (lloro cuando sufro, sonrío cuando estoy alegre…). Pero si la mente puede mentir y las emociones se pueden reprimir, el cuerpo físico no engaña. Es el último eslabón, en el que somáticamente acaban repercutiendo todas las tropelías que nos provocamos violando nuestra integridad al prostituirnos por el afecto de los demás.
Nos han enseñado que el mundo es así, que hay que aceptar sus reglas. Y algo de cierto hay en ello, pero eso solo es la 2ª cara del disco. La legítima descarga de la rabia y la pena, ha sido obviada desde que el siglo de la razón hizo su entrada por completo. Consecuentemente nos volvemos bien adictos al diván del psicoanalista bien decidimos irnos del mundo antes de tiempo, hartos de tanto caos mental. Pero yo digo que el caos está fabricado por nosotros en la mente, y la mente es esa herramienta personal y utilísima que Dios nos encomendó para manifestarnos en este mundo, la vestimenta con la que obtiene forma (se anima) el Espíritu del que provenimos y al que regresamos cuando nuestros días en esta densidad concluyen. Es nuestra responsabilidad suturar las heridas del alma para que, convertidas en hermosas cicatrices, podamos restituir la integridad de nuestra esencia, alineando el binomio cuerpo-mente. La mente escindida reclama ser reseteada. Solo en consonancia con esta voluntad, el cuerpo será receptivo a las terapias sanadoras que deseemos aplicarle.
Para ello es imprescindible asumir que la escisión mental implica que mantenemos un diálogo y obedecemos dictados permanente de un ente que hemos inventado, el ego. Una idea ficticia que paradójicamente gobierna nuestros actos y determina el rumbo de nuestra nave. Es ese marinero reconvertido apresuradamente en capitán, el mono de Toy Story 3, el delator al que hemos delegado la responsabilidad de la toma de decisiones. Pero no existe. Es irreal. Solo tiene el crédito que tu desees seguir concediéndole.
–¿entonces, si el ego no soy yo, quien soy yo?
–Bingo. Acabas de hacer el enfoque adecuado.
Tu eres el Ser eterno, el Yo divino, la chispa embajadora de la divinidad que trasciende este mundo holográfico y perceptual, dotado del suficiente libre albedrío como para optar entre mancillar tu dignidad –delegando la responsabilidad de ver en una fabricación ficticia multipersonal (ego)– o mantenerla indemne.
Y los Egos, esas personalidades que interpretas dependiendo de las exigencias del contexto en el que te toque 'actuar', cobran un precio muy alto (Fausto). Para poder ser capaz de decir 'no' (o 'sí') a los egos cuando hacen acto de presencia, para poder atender (estar alerta) a tu intuición/niño interno cuando te susurra en el presente 'no', hay ineludiblemente que estar en la senda de liberar la energía acumulada (emociones) de todos esos sentimientos que no se expresaron cuando querías decir 'no', 'basta', o 'necesito que me cojas en brazos', 'ahora tengo hambre', en el pasado.
Oirás muchas voces que te inciten a creer que este aborde de las emociones está obsoleto, desfasado. En realidad nunca ha sido más actual que ahora, a tenor del vórtice de emociones que la humanidad está presenciando globalmente. Nunca como antes este aborde tuvo tanto sentido. Nada sucede por azar. El caos no existe salvo en las mentes que habitan esta mundo/realidad.
Seguro que tu segunda hermana desearía conservar a su agonizante marido. Quizá esté a tiempo, a menos que él, como Rosa, tenga muy claro que quiere irse y actúe con ironía. Provocarle paulatinamente un despertar de las emociones contenidas (las que están apagando su llama) sería de gran ayuda para él. No te aseguro que eso lo salve pero le devolverá integridad, alineando (armonizando) en la medida que eso suceda, su cuerpo físico y su mente. Toda la 'basura' mental que pueda 'liberar' antes de que el cuerpo se apague, será basura que no tendrá que sacar a la calle la próxima vez que regrese.
Seguro que tu segunda hermana desearía conservar a su agonizante marido. Quizá esté a tiempo, a menos que él, como Rosa, tenga muy claro que quiere irse y actúe con ironía. Provocarle paulatinamente un despertar de las emociones contenidas (las que están apagando su llama) sería de gran ayuda para él. No te aseguro que eso lo salve pero le devolverá integridad, alineando (armonizando) en la medida que eso suceda, su cuerpo físico y su mente. Toda la 'basura' mental que pueda 'liberar' antes de que el cuerpo se apague, será basura que no tendrá que sacar a la calle la próxima vez que regrese.
Para eso existe el método de llevar lentamente y con mucho tacto (amor) a la persona en cuestión a rebobinar la película de su vida, empezando por los momentos alegres (si las defensas están muy consolidadas) o directamente a eventos 'tristes'. Cada 'capa' de la cebolla que se levante cuidadosamente y se airee, será automáticamente purificada y liberada. Se puede deshacer la cebolla entera en tres años, con constancia y perseverancia. Una vez hecho eso, y no antes, se comprende la verdadera dimensión del término amor.