Seguramente ya has oído hablar de Josep Pamies. Si no, quizá ya estés al corriente de la efectividad de las plantas medicinales frente a, incluso, enfermedades terminales. Plantas como La Kalanchoes Daigremontiana, o las Pinnata y Gastonis (de la misma Familia) atesoran propiedades curativas conocidas desde muy antiguo por los indios mayas y aztecas de mesoamérica.
Su efectividad, probada hasta la saciedad por agricultores y herboristas en general, y los beneficios que conlleva, no debería alejarnos del eje central alrededor del que pivotan todas las terapias medicinales alternativas: la enfermedad en si misma.
¿Detener la enfermedad para qué? Vivir más años y mejor ¿Con qué fin?
Sin duda es legítima y loable la intención de muchas personas de restablecer la salud propia y, por extensión, la de los semejantes. Yo mismo estoy colaborando a difundir este video. Pero por desgracia – y en más casos de los deseados– esa intención no abarca importantes áreas de la consciencia que deberían ser parte del plan de estudios del ciclo formativo de nuestros hijos. Escapar de la muerte debería enfrentarnos a preguntarnos ¿qué es la muerte? y a transmitir la consciencia de lo maravillosamente transitorio que tiene la vida. Las tribus indígenas de todo el mundo conviven armoniosamente con la muerte. Y no tienen MIEDO a ella.
Sabemos que la salud puede, en mayor o menor medida, ser 'corregida' y que como consecuencia, podemos vivir más años si llevamos una dieta equilibrada y no cometemos excesos ni caemos en adicciones. Pero tarde o temprano acabamos despidiéndonos de nuestros queridos (o no tanto) mayores y amigos (a veces, traumáticamente, también nuestros hijos). ¿A dónde van? ¿se termina 'todo' al detenerse las funciones vitales del cuerpo físico? ¿Qué es lo que nos impide enfrentar esta cuestión con valentía?
En una época de continuos desnudos (físicos y morales) donde la corrupción y tráfico de influencias están siendo aireadas a diestro y siniestro, quizá fuese hora de destripar también ese popular dicho "el muerto al hoyo y el vivo al bollo".
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El tiempo cronológico es una convención, un 'entorno' utilizando un simil informático que facilita y confiere una referencia a la existencia en este planeta. Y este entorno o medio, se despliega y desarrolla para ofrecernos un ciclo de experiencia en el que poder manifestar y escenificar libremente la vida.
El tiempo cronológico es una convención, un 'entorno' utilizando un simil informático que facilita y confiere una referencia a la existencia en este planeta. Y este entorno o medio, se despliega y desarrolla para ofrecernos un ciclo de experiencia en el que poder manifestar y escenificar libremente la vida.
Al igual que el corazón tiene dos 'tiempos' (sístole y diástole) que mantienen activo este esencial órgano vital del cuerpo físico, también el tiempo tiene dos lados, como las caras de una moneda.
Hay un tiempo cronológico para experimentar y expandirse, un tiempo para descubir los límites de lo posible –citius, altius, fortius, como dijera el Barón de Coubertin– y experimentar con todos los recursos disponibles y al alcance. Un tiempo para explorar desde la ignorancia y al mismo tiempo expandir la conciencia. Un tiempo para ir en busca de la fuente última de todo lo perceptible. Un tiempo para sembrar.
Y también existe un tiempo para la purificación, para la renovación. Un tiempo para recoger lo sembrado.
Este tiempo está a punto de llegar.
Despertar del sueño en el que estamos y dar la bienvenida a la realidad es lo que todo ser viviente está muy próximo a experimentar.
Si tu cuerpo mental no está libre de a prioris, de heredadas y acomodadas ideas no te será posible aceptarlo. Un cuerpo emocional colapsado de basura atascada, no permite asimilar el individual despertar a la realidad que existe tras el velo de Isis.
El Velo que está siendo levantado.
Medítalo.
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