Quizá seas de esas personas que todavía, a pesar de la violencia que presencias, se sigue preguntando:
"¿Por qué?"
Si eres de esas personas, sentirás una inquietud natural por obtener respuestas lejos de los medios habituales, los focos adoctrinantes que la raza humana ha conocido hasta ahora y que han servido a los paladines de la testosterona para informarte de dónde está la frontera entre lo divino y lo humano, el bien y el mal lo correcto y lo inadecuado, lo verdadero y lo falso y todo ese cúmulo de percepciones polarizadas que os tienen, a ti y a tus antepasados, atenazados por la dependencia de los que hasta ahora nos han gobernado.
Querer acceder a la realidad que se halla detrás del escenario, entre bambalinas, es algo que está latente en todos los Humanos. Pero solo aquellos que, a pesar de la vorágine de los acontecimientos diarios, deciden hacen uso de su capacidad de discernimiento, se están acercando a un nivel superior de comprensión de un concepto que descolló en el siglo XV: la perspectiva. Esta técnica pictórica no fue sino un símbolo del despertar (renacer) a una nueva óptica (consciencia) acerca de la posición que ocupa el hombre en su realidad.
Los Masaccio, Leonardo, Miguel Angel, Rafael y tantos otros mostraron al mundo que la realidad observada varía en función de la posición que adopta el observador. Picados, contrapicados, luces y sombras. Todo remitía a la antigua y recuperada máxima Aristotélica 'Nada es lo que ves. La realidad es del color del cristal a través de la que es observada'. Luego vinieron Copérnico y más tarde Galileo para servirnos el postre, y ponerle la guinda a la nueva óptica que los artistas habían revelado. Obviamente se encontraron con una fuerte oposición, la misma, curiosamente, que hoy está tratando de mantenerte sumido en la ignorancia de lo que te voy a contar.
En el año 1849, el arqueólogo Austen Henry Layard excavaba en el palacio de Kalhu, la antigua capital de Asiria, más conocida como Nínive. Entre las innumerables piezas que rescató descubrió lo que desde el principio le pareció una lente de cristal…
Querer saber está bien. Es innato en la naturaleza humana, pero la carrera por el conocimiento, por el descubrimiento, que está muy bien, nos ha hecho dejar muchas cosas por el camino…
Rendirse a la magnificencia del cosmos y abandonarse al río de la vida, aceptando que uno se está viendo superado por el tsunami de acontecimientos, desclasificaciones y catarsis emocionales de todo orden, es la llave que abre la puerta de la habitación en la que hemos ocultado todo eso que nos hemos dejado por el camino. Aceptar hacer un alto en el camino de la furia y reconocer que en esta exploración nos hemos matado entre nosotros para saber más, para 'progresar' en el sentido más amplio y legítimo del término, es lo más sanador que podemos hacer por nosotros mismos. Y créeme si te digo que la sanación es lo que quieres, muy dentro de ti.
Hemos de reconocer que todos hemos dado codazos a diestro y siniestro para ser 'los primeros de la clase' y hemos hecho daño. Y no solo hemos sido 'verdugos' más o menos implacables (eso cada cual verá) sino también víctimas, encarnación tras generación, de la tiranía (aparentemente externa) del dictador interno, ese mono que no deja de parlotear en su desesperada búsqueda por darle un sentido a la vida (la madre de las desclasificaciones). Y en esas hemos sufrido como hijos de padres insensibles que, desorientados, hicieron lo que pudieron, pero que atenazados por la confusión, nos dijeron que para sobrevivir en este inhóspito mundo hay que ser más fuertes que los demás. Y compramos ese argumento. ¿Qué remedio, verdad? Eran nuestros padres. Si no les hacíamos caso a ellos, a quié se lo haríamos. Ese es el origen del consumismo desbocado que nos ha llevado a la coyuntura actual. Lo que ahora toca es 'despertar' de nuevo a un nuevo cíclo, 500 años después, en el que el velo de Isis (Maya para la tradición védica) ya está siendo levantado. Todo el caos que estamos presenciando es consecuencia del colapso/derrumbe de los andamios que mantenían apuntalado el escenario de esta gran tragicomedia que es la vida, una perfecta y majestuosa representación que nosotros mismos hemos estado, vida tras vida, interpretando con roles que nos hemos autoasignado. Nos somos el periodista, el funcionario, el panadero, la peluquera, el marido, la nieta…eso son nuestros papeles, los que más convenientemente nos han ayudado a explorar el universo, a expandirlo, como dice el brillante físico (y metafísico) Nassim Haramein. Y lo mejor de todo es que todos somos parte, a la vez, del actor principal: el autor de la obra y arquitecto del teatro. Somos Dios. Nosotros mismos. Al igual que Livingstone no hubiera descubierto las cataratas Victoria si conociese de su existencia de antemano, para llevar a cabo este magnífico plan en el que la ignorancia ha jugado un papel inevitable, consensuamos asignamos algo fantástico: una amnesia colectiva. Obviamente, como consecuencia de la ignorancia desencadenada, sabíamos que nos haríamos daño, en una escalada sin precedentes, así que para poder interpretar cada uno su papel, nos dictamos una ley que ponía a cada cual en su sitio, permitiéndole recapacitar sobre los actos cometidos: el karma.
Y en esas estamos, tratando de regresar a casa, despidiéndonos pacíficamente y entre risas, de todo el matete (como dicen los argentinos) que hemos organizado. Es tiempo de dis-culparnos por todo el caos que hemos generado, cada cual en su esfera de dominio (gobernantes, militares, vicarios religiosos, padres de familia, compañeros de estudios…). No queremos la culpa. Es tiempo de devolvérsela a los que nos la han endilgado. Lo hecho, hecho está. Que cada cual haga examen de conciencia y en la medida que cada uno vea su epifanía revelada, asuma su responsabilidad dedíquese a tolerar a los demás, a ofrecer la otra mejilla antes de devolver instintivamente la bofetada recibida. Porque cada uno tiene el poder de detener la destrucción, desde el momento que es capaz de dar un paso atrás (como dice Eckart Tolle) y observar los acontecimientos desde 'afuera', como cuentan que hacen esas personas que han estado científicamente (clínicamente) 'muertas', y han observado sus cuerpos desde el techo de la habitación. Ellos necesitaron llegar a ese extremo para tomar conciencia de una realidad a la que TU puedes acceder sin necesidad de tener que llegar al extremo de presenciar tu propia muerte y regresar para contar lo que hay más allá.
Es tiempo de identificar y sanar (integrar) las heridas que los comportamientos adictivos nos han ocasionado y han repercutido, inevitablemente, en nuestro entorno. No vamos a devolverle la salud al planeta porque ese no es nuestro papel. Ella misma está sanándose. Es su momento. Ella es consciente del fin de ciclo que este momento constituye, y está actuando en consonancia. Estaba escrito hace tiempo. La cuestión es: ¿Estás list@ y 'a la altura de las circunstancias' para aceptar y acompañarla en su regeneración? ¿Estás list@ para sentir compasión por cada ser vivo? ¿Estás listo para dejar de juzgar?
¿Buscas la paz en el mundo? Busca la paz en tu interior. ¿No sabes cómo?
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.»
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