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jueves, 13 de enero de 2011

Te propongo un ejercicio

Ya sé. Probablemente estás irritado/a con la subida del recibo de la luz, con el precio de la gasolina, con la subida del IVA, con las normativas de acoso a los fumadores, con la ampliación de la edad de jubilación, con el vampirismo dsatado de las empresas de telefonía móvil, con la tiranía de Obiang en Guinea Ecuatorial o la de Gadaffi en Libia, con el terrorismo de estado que practica Mohammed VI contra el pueblo saharaui y en general estás cabreado con todo el cúmulo de teorías conspirativas que están saliendo a la luz. La verdad es que han conseguido empezar a asustarte seriamente con la posibilidad de que los cambios que el clima está experimentando conduzca a un vuelco en el ecosistema de inquietantes consecuencias.

Créeme que comparto tu indignación…(no tu temor)

Dicho esto, permíteme que te proponga un ejercicio que quizá te 'libere' la mente? Te invito a dejarte llevar por una fantasía que podría no ser fruto de la imaginación sino de un estado de inesperada vigilia. Si quieres, claro. Si aceptas leer lo siguiente y, a pesar y como consecuencia de ello, tu perspectiva sobre la realidad que percibes del mundo no varía un ápice, tan solo te pido que seas indulgente conmigo y no me juzgues. Entre otras cosas, porque esa actitud podría volverse en tu contra, y no hay nada que yo desee menos que eso.


Ahí va:

Capítulo 1.

Ignoro qué edad tienes, pero imagina que vives en un mundo sin violencia, sin normativas censoras, sin gobiernos, sin policía, en definitiva, un mundo libre en el que no existen limitaciones y donde todo es posible y donde la frontera la pone tu imaginación. Un mundo don de la educación impartida a los más jóvenes está arraigada en una pedagogía 'diferente' donde los maestros desean fervientemente que sus alumnos les superen en sabiduría con la finalidad de que las nuevas generaciones desarrollen verdaderamente TODO su potencial. Un mundo donde todos son inocentes. No existen religiones ni partidos políticos porque nadie trata de convencer a nadie de nada, pues cada uno vive rodeado de un ambiente de inequívoca confianza.
Imagina que ya ha transcurrido el periodo de enseñanza secundaria. Acabas de ingresar en la Universidad y que estás cursando estudios superiores de cualquier rama del conocimiento. Digamos que estás en tercero de carrera. Haz un esfuerzo y transpórtate mentalmente hasta esa hipotética situación.

Imagina que tus profesores te proponen, terminados los exámenes de fin de curso, un curso de verano práctico que, si bien no es obligatorio –nada lo es en este mundo imaginario–, tu eventual compromiso podría otorgarte muchos créditos con los que, a tu regreso, convalidar varias asignaturas del siguiente curso (quizá el curso entero).
En fin, eso. Ahora imagínate que nunca has estado en un teatro. De hecho no tienes ni idea de que eso consiste en una escenificación, con actores, de un texto o idea cualquiera. Tus maestros sí lo saben.
Ahora, imagínate que el trabajo que tus maestros te proponen consiste, te dicen, en acudir a la representación y escenificación de una 'obra': Romeo y Julieta. Con una peculiaridad: te vas a pasar allí metido 3 meses, y la obra ya llevará un tiempo empezada cuando llegues tu.

–¿3 mesecitos metida en un lugar que llaman 'teatro', viendo algo que llaman 'representación'? No sé si está bien o mal el plan, te dices. Hubieras quizá preferido pasar las merecidas vacaciones de verano con tus amigos en la playa, pero bueno. En fin, siempre te han atraído los retos, y este parece ser muy interesante. Además, la 'retribución' prometida no está nada mal.
El protocolo exige la firma de un contrato en el que quedan estipulados tus responsabilidades y la retribución que obtendrás. La responsabilidad esencial es:
· Despertar. Implica básicamente los siguientes temas: recordar; aceptar; liberar; estar; tener compasión, caridad y esperanza.
Respecto al 'premio', ya lo hemos mencionado de pasada.

Despertar…? ¿a qué?, te dices. Tú ya estás despierta…

Se organiza, en fin, una fiesta de despedida en la facultad. Acuden profesores y el resto de los/las compañeros/as que, como tú, también han aceptado el reto y te seguirán. También acuden otros que simplemente acuden a la despedida. Uno de ellos se te acerca.

Todos los profesores parecen muy contentos, le dices a Nassim, tu mejor amigo, que está en 5º curso.
Sí, hace años que no sacaban estas prácticas concretas.
¿Años? ¿Y eso?
Bueno, parece ser que solo se propone a ciertas promociones de alumnos.
¿Por qué?
– A veces hay 'promociones' especiales listas para momentos especiales. Las llaman oleadas…Muchos son los que eligen aceptar. La respuesta ha sido multitudinaria esta vez.
– ¿momentos especiales?
–Sí…Yo mismo hace un año que he vuelto de allí.
–¿Ah sí?
–Sí. Este trabajo en concreto requiere mucho coraje. Es una especie de rescate. Una 'operación salvamento' muy arriesgada. He estado allí 7 meses.
–¿Qué tiene de arriesgado?
–Pues…básicamente la ignorancia.
–Explícate.
–Está en tu contrato: Cuando llegues al teatro sufrirás una amnesia. Te lo habrán comentado, no?
–Bueno, en el contrato pone eso de que deberé despertar…
– Ya, de entrada no recordarás nada de esto que ves aquí, de donde vienes, quien eres, etc. Tardarás en recordar. Así son las 'reglas'. Pero…
–¿pero?
–…no todos lo consiguen…
– No consiguen ¿qué?
– recordar…
–Vamos, ya será menos. No exageres. Si solo son tres meses. Es pan comido.
–Será como si el tiempo se detuviera.
–¿detenerse?
–Sí, allí todo funciona más…despacio. Imagino que ya te han hablado del 'karma'.
–Sí. Lo de la reciprocidad inconsciente. Me lo he estudiado.
–Anda con mil ojos. Y sobretodo, por duro y penoso que se vuelva todo, no pierdas la fe. Ella te traerá de vuelta a casa. Además, ya sabes que nunca estarás sola del todo. Desde aquí se te monitorizará y cuando empieces a despertar empezarás e recibir información. A medida que vayas uniendo los puntos, tu consciencia se irá ampliando.

Te cuesta comprender sus palabras, pero asientes. Aunque no puedes sentir del mismo modo lo que quiere decirte, entiendes que Nassim ha estado allí antes que tu y sin duda sabe de lo que habla. Nassim te mira con una dulzura indescriptible y solo acierta a decirte algo que te deja con la miel en los labios.

–Buena suerte.


¿Qué será una 'representación'? Olvidé preguntárselo a Nassim…te preguntas mientras eres conducida, junto con los otros voluntarios, al vehículo que se halla estacionado frente al campus universitario. Tras un rápido viaje que incluye atravesar un túnel dimensional, llegas hasta un lugar (por llamarlo de alguna manera). Parece una ciudad, pero en realidad todo es pura escenografía. Nada es real aquí, te dicen. La fachada del 'teatro' pasaría bastante desapercibida a los ojos del paseante. Nada de peculiar.

–Así que este es el 'teatro'…

Tu profesor/tutor os deja en la entrada y antes de despedirse te da algo. Una bolsita con algo. la abres: un reloj.

–¿Y para qué un reloj? Se supone que cuando termine la 'representación' saldré por la puerta que entré.
Tu profesor insiste. Debes llevarlo contigo.
–saluda a tus guías de mi parte. Marca el paso del tiempo tal como lo conoces 'aquí y ahora'. Te ayudará a mantener una referencia y a tener perspectiva cuando entres allí.

–saluda a tus guías de mi parte.
–Descuida. (¿a quién se referirá?)

Hace sol. Es verano. Os despedís. Hasta el otoño.


……


Abres la pesada puerta sin esfuerzo, sin mirar atrás.

Lo primero que observas es un pasillo. Es un pasillo forrado de una superficie reflejante, como espejos imperfectos que te proyectan una imagen distorsionada de ti misma. De pequeña lo viste en un parque de atracciones ¿a qué vendrá esto?. El pasillo conduce hasta otra puerta al final del mismo.Te das cuenta de que a medida que avanzas tu vista se va aclimatando a una cierta penumbra. La luminosidad va disminuyendo. Curiosamente el final del túnel tarda más de lo esperado en manifestarse. Sientes que pierdes el sentido del tiempo, pues lo que al entrar parecía que sería un paseo de un minuto acaba convirtiéndose en un viaje de nueve meses…Atrás has perdido de vista la puerta principal. Llegas hasta el final del pasillo. La puerta se abre…

……

Es una especie de vestíbulo.
Algo lúgubre y decadente para tu gusto. La primera sensación es de incomodidad y desagrado. Inmediatamente eres recibido por alguien que, con una mueca inexpresiva, se identifica como el encargado de guardarropía. Es quien ha abierto la puerta de salida del pasillo. y quien te da un uniforme grisáceo. El uniforme es ciertamente deprimente, y el color para qué hablar. Pero te das cuenta que la deficiente iluminación hace inviable la percepción del espectro cromático que poseías 'afuera'. En fin, de todas maneras todo parece bastante apagado.
Un sentimiento de soledad y abandono se apodera inmediatamente de ti. Desearías volver atrás. Por desgracia la puerta que has atravesado la has perdido de vista.

A continuación salen a tu encuentro en el vestíbulo dos personas. Portan un uniforme del mismo color que el tuyo. Dicen ser tus 'guías' a los que has sido asignada. Te reciben y te cosen una etiqueta en el uniforme. En dicha etiqueta hay una inscripción. Es tu apelativo. deben llamarte de un modo determinado y como tu no sabes expresarte en su lengua, deberás aceptarlo. Desde entonces te llamarán por ese 'nombre', se dicen (así que es mejor que te vayas acostumbrando a él y te olvides de tu verdadero origen, de lo contrario tu integración va a ser dificultosa). De todas maneras solo serán tres meses te dices.

–Pasado mañana la acompañaremos hasta su butaca, le dice uno de tus guías al otro (que parece diferenciarse del primero por unas protuberancias a la altura de la caja torácica. Es el más tierno de los dos. Me ha enseñado a llamarle 'mamá'.
Aunque muestran buena disposición, la actitud de ambos es extrañamente distante respecto a lo que estás acostumbrada. Su aspecto delata una especie de agotamiento crónico…

Hace frío y todo está envuelto en una penumbra. Tu estado de ánimo oscila básicamente entre la incomodidad y la frustración. Todo es tan…extraño y diferente a lo que habitualmente conocías. No puedes explicar por qué pero todo te produce un cierto 'rechazo'. Todo parece funcionar tan…lenta y parsimoniosamente.
Todo parece ser tan…exasperantemente imperfecto, desprendiendo un aire de inacabado.

Sin duda comprendes que esos 'guías' – aquellos que te han recibido a las puertas del teatro y que tan pendientes y solícitos parecen estar de ti– son vitales para desenvolverte en el recinto a partir de ese momento: no conoces las dimensiones del teatro, dónde están los baños, la cafetería, el comedor, y demás servicios…Además son los únicos que parecen hacerte caso. Te son necesarios.

Oyes decir a tus guías que, tras una semana, ya han obtenido permiso del personal para abandonar el vestíbulo. Algo, no obstante, te exaspera: estás físicamente inhabilitada para valerte por ti misma. Tus guías te colocan en una cesta acorde con tu extrañamente reducido tamaño y se dirigen, decididos, hacia unas puertas. Las abren y ante ti se abre una sala enorme. Caben varios miles de personas. Ellos te acompañan –ayudados ineludiblemente por un acomodador– hasta las localidades, situadas en una de los cientos de filas, la misma en donde ellos estaban sentados hasta que 'supieron' que tú estabas de camino. Hay una butaca libre. Es la tuya. Te acurrucas en ella, como tratando de protegerte de una hipotética amenaza, y al poco sientes una necesidad desconocida hasta entonces: hambre. Le haces desesperados gestos mímicos a tus guías, pero no aciertan a comprenderte. Desesperada, les gritas que te abracen. Ahora necesitas ser consolada ante tanta frustración ante las dificultades que encuentras para comunicarte. Y entonces sucede que te enchufan en la boca una botella con un suero líquido. No es lo que querías. Te enfadas más. Pero ante su insistencia acabas de comprender que o te amoldas a su incapacidad por empatizar con tus necesidades y aceptas la botella cuando ellos lo determinen, o corres serio riesgo de fenecer por inanición. Aún no sabes comunicarte en su 'lengua', pero te has propuesto aprender su idioma –y de paso sus manías– lo antes posible. Te va la vida en ello.

Todo te resulta tan extraño, confuso y limitante: toda la gente está mirando al escenario…como embobados. Para ellos eres un ignorante, un cofre vacío que hay que llenar rápidamente de objetos, un libro en blanco en el que hay que escribir todo lo que se han transmitido oralmente hasta entonces. Les da pánico el vacío. Y tratan de protegerte de él a toda costa. ¿protegerme de qué? Aprovechas para echarle una mirada al reloj que te dió tu maestro (todavía no ha hecho efecto el frasco de 'amnesia' que te dieron tus guías en el vestíbulo y cuya ingesta dictan las normas del teatro para todo recién llegado…vaya –te dices– debe estar estropeado. Solo han pasado 15 segundos y aquí me dicen que hace 20 días que salieron a recibirme…

Algunos de los que ocupan las butacas adyacentes te saludan. Se comportan de un modo raro e insisten en tratarte como a un imbécil, haciéndote estúpidas carantoñas. No te hace gracia, pero es el gesto más amable que te has encontrado de momento. Entrar en este teatro ha sido muy perturbador (recuerda que nunca has estado en un teatro antes). Todo esto sucede en un brevísimo lapso, tras el cual y a causa sin duda del shock traumático sufrido acabas olvidándote completamente de dónde vienes (tu verdadero nombre, tu casa, tus familiares, tus estudios, tus aficiones…). Igual que les ocurre a los que tienen un accidente tan traumático que olvidan quienes son y tardan en recuperar la memoria, la amnesia hace efecto. Tardarás en superarla.

Observas a la gente. Espectadores (así los llaman). Algunos no se pierden ni una frase de los diálogos que escuchan, e incluso toman cuidadosamente notas. Algunos, incluso llegan fanáticamente a idolatrar a alguno de los personajes con los que se identifican: el héroe, la princesa, el soldado, etc. y llevan puesto, sobre el uniforme, un 'disfraz' del personaje idolatrado. Otros están como dormidos, anestesiados por un argumento al que no encuentran sentido, pues parece ser que ellos, al igual que tú, también llegaron cuando había empezado, (aunque antes que tu). Otros están como idos, buscando compulsivamente una salida del teatro, porque tienen una incómoda sensación de que no 'pertenecen allí'. Los llaman 'locos'.
Después hablaré de ellos.

Miras, observas y en el momento en que finalmente consigues salir de tu 'shock traumático' y puedes empezar a articular palabras y frases, empiezas a hacerles preguntas incómodas a tus guías. ¿Cuándo se construyó el teatro? ¿Quién lo construyó?
Ellos te contestan con evasivas o de forma poco clara.

–Los maestros, dicen.

Ello no hace sino aumentar tu confusión. Insistes y ellos te reprenden. Te enfadas. Esta vez les has sacado de sus 'casillas'. Te dan una bofetada y te dicen que te calles y te estés quietecit@. Que haces todo lo que te digan y todo irá bien.
Nadie sonríe o llora. Todos permanecen atentos al escenario. Como mucho, puede que se dejen llevar por alguna escena o por el carácter de un personaje, (identificándose con) y griten airados ante una injusticia, o sollocen apenados por la desgracia de otro personaje.

Sigues calladita, pero observas que por los pasillos suceden cosas: los acomodadores parecen estar muy pendientes de los espectadores. Alguien sentado tres filas más adelante está levantando la voz. Sus 'vecinos' de fila están inquietos. Dos acomodadores aparecen de la oscuridad y le apuntan con su linterna. Le dicen que no altere el orden. Insiste en reclamar la salida. Su estado está distrayendo a sus vecinos de la atención en la escena. Le traen una pastilla 'calmante'. La escupe en sus caras. Los vecinos se alteran más. Le piden amablemente que les acompañe. Se niega…

Han pasado 21 de sus interminables años, y no has terminando de comprender de qué va el argumento de la obra. Decepcionada por las evasivas y confusas e inconexas respuestas de tus guías, en lugar de hacerles preguntas a ellos, empiezas a hacerte preguntas…¿por qué hay que pedir permiso para ir al baño? ¿por qué nadie se mira? ¿qué le pasaba a aquel hombre?…

Tratas de recordar dónde estaba sentado. Su sitio lo ocupa alguien que por su perfil, te resulta muy parecido a él, aunque es más 'joven'. Le tiras un papelito doblado en el que has escrito:
hola, soy Clara. ¿Quien eres?
Soy Patrick.
En tu butaca había un señor hace unas semanas…
Era mi guía.
¿Dónde está?
No lo sé. Yo me desperté después de una siesta y ya no estaba.
¿Se fue?
– …
Hola, ¿estás ahí?
Dicen que se lo llevaron. Mi otro guía me dice que me esté calladito y que nada me pasará.
¿Se lo llevaron? ¿a dónde?
No sé…

Uno de tus dos guías te llama la atención y te dice que observes el escenario y que prestes atención al argumento…Te enfadas. Aquí todo pasa por unas normas, qué fastidio. No acaba de gustarte del todo el panorama reglamentario que impera aquí. Estás aprendiendo que todo es limitante aquí, que existen percepciones polaridas de la realidad percibida: malo/bueno, frío/calor, adecuado/inadecuado…tarde/temprano, juventud/vejez…

La representación continua…En su fuero interno, tu guía femenina tiene la difusa esperanza de que llegues a dar con la clave de la trama. Una trama que ella misma no logra destramar. Por eso te pide que prestes atención, aunque jamás te revelará su verdadera intención, que consiste en que algún día llegues a hacerte con uno de los papeles de prima donna, ese que tanto anheló ella misma ostentar en el pasado. El pasado…el otro lado de la balanza de la dicotomía pasado/futuro…para bien o para mal la botella de amnesia está haciendo su efecto y estás cayendo en el sueño, despertando al estado de ignorancia que padecen todos los adultos.
Sientes compasión por ella, tu guía. A pesar de todo está ahí. No te abandona y eso es algo. Te has dado cuenta de que a fuerza de clavar tu mirada en el escenario, la trama se ha ido volviendo más y más confusa. El enredo, contrariamente a lo que esperas, se va complicando, conn la peculiaridad de que aquí la trama se extiende al patio de butacas, los espectadores tienen un papel…

De repente algo, una vocecita interior, te dice que has obtenido más respuestas de Patrick en un día que de tu guía en los 21 años que llevas en el teatro.


Algo abulta ligeramente en tu bolsillo. Un…reloj. ¿qué extraño…este reloj no me lo dió mamá ni papá…Marca 23040 minutos transcurridos desde que fue puesto a cero. Eso equivale a 16 días. Piensas en tirarlo pero algo te dice que lo guardes…te es extrañamente familiar.


Sigues sin enterarte de nada, pero ahora asumes que eres una ignorante y que quieres dejar de serlo, de 'nadar' en la confusión en la que todos parecen aceptar estar sumidos. Imagínate que, fruto de un chispazo de coherencia, decides que no quieres convertirte en un clon de tu guía. Sobretodo porque la confusión te está volviendo arisca. Estás descubriendo en ti un estado totalmente desconocido: la ira.

No quieres que llegue el momento en que tu misma, exhausta y aturdida por la confusión del argumento, decidas tapar esa ira, ponerte la etiqueta de superviviente y, haciendo un sitio junto a ti, decidas interpretar el papel de guía, reservando una butaca para que te sea asignado alguien, en quien volcar tus expectativas. Alguien que descubra, ya que tu has desistido en el empeño, de qué va todo. Aún estás a tiempo de hacerlo por ti misma. Tomas conciencia de ese reto y te pones manos a la obra.
Escribes una nota, la doblas y se la tiras a Patrick. En ella dice:

–Te espero en el baño.



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