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viernes, 28 de septiembre de 2012

El fin de la hipocresía

En el umbral de una nueva era, en esta generalizada y forzosamente catárquica "lavativa" que nos está centrifugando y poniendo a todos y cada uno de nosotros en el lugar que nos corresponde, continuamos aferrándonos, aún al borde mismo del colapso, a nuestra desvirtuada convicción de imponer nuestra autoridad e incluso establecer límites punitivos a los niños. Tratar denodadamente de establecer fronteras ante los abusos externos, que ahora se revelan como intolerables, conlleva el riesgo de meter a los niños en el mismo saco de los egos ya forjados de los adultos.

Hablamos de la imperante necesidad de aplicar baremos de sostenibilidad en nuestro ecosistema cuando la realidad es que los mismos esquemas mentales que nos gobiernan y a los que nos hemos estado aferrando desde el inicio de la era industrial están colapsando calamitosamente. Y eso es gloriosamente debido a su endémica insostenibilidad. Sin amor nada es sostenible.

Padres y educadores intentando por todos los medios de poner límites a sus hijos y alumnos, tratando de inocular viejas y trasnochadas soluciones a retos interrelacionales nuevos. Un sistema educativo caduco, apuntalado por mentes anquilosadas en su costumbre de reprimir y reprimirse, tratando de contener a las nuevas e incontrolables oleadas de seres humanos, libres e íntegros, que están "aterrizando" en el planeta. Una libertad, la de nuestros hijos, que clama por tomar contacto con la nuestra propia para rescatarla. Pedíamos respuestas?...ahí lo tenemos. Que sepamos verlas, esa es otra cuestión...

Creemos que "creamos y traemos hijos al mundo". Nos decimos que así contribuimos a perpetuar la especie, cuando desde el primer día les aleccionamos respecto a cómo encajar en el delirante mundo que vana y orgullosamente hemos pensado. Oscilamos entre ponerles límites punitivos o no ponerles ningún límite, cuando lo cierto es que ellos son quienes nos están rescatando a nosotros de nuestro naufragio. Ellos son quienes están girando vigorosamente el calcetín de nuestros inflexibles principios.

¿Quieres poner fin a la hipocresía del sistema? Permite la llegada de un hijo en tu vida y atrévete a AMARLE sin (ponerle) límites. No es fácil. Es cierto. Pero tampoco es fácil, de entrada, atreverse a decirlo y proponerlo. Y muchos lo están haciendo, por mucho que sean tildados de locos.

Tenemos la insana costumbre de matar al mensajero cuando el mensaje nos incomoda. Estos tiempos harán historia desde una perspectiva más amplia, desde la macrovisión de la escena global de acontecimientos.

Cuando te robaron la infancia, cuando tu dignidad ha sido abusada y consigues llegar a la vida adulta bien pertrechado con un manojo de personalidades antropo/egocéntricas, entonces tienes todos los números para que te pongan límites. Consecuentemente tendrás una incontenible pulsión a defenderte (agrediendo) de tu entorno del mismo modo y en similar medida a como fuiste abusado. Esta escuela de experimentación que llamamos "la vida", se autoregula (aunque nos parezca injusto) siempre del modo más conveniente para tu capacidad de asimilación. Y lo hace enfrentándote al dolor que tanto llevas tratando de negar, de reprimir. Y será así hasta que te des cuenta del dolor que tu propio narcisismo irresuelto ha generado en tu entorno. Y cuando eso suceda no podrás (no consentirás) seguir engañándote. Y pedirás que el liberador caos alcance hasta los más recónditos rincones de tu vergüenza, hasta sus últimas consecuencias, que salpique a toda la hipócrita y egoísta sociedad, hasta que toda la rabia que contienes salga de ti y quedes exhaust@ y purificad@, libre al fin de represión. Y entonces, y solo entonces, conectarás con tu espiritualidad. Sin esfuerzo. Solo entonces sentirás tu paz brotar de tu interior, donde siempre ha estado. "Verás" donde antes estabas ciego. Y podrás observarte con compasión y ver también compasivamente a tus confusos semejantes, perdidos en sus propias arenas movedizas emocionales. Verás a través de sus caparazones al niño y a la niña aterrorizad@s en su interior clamando por compasión y comprensión...suplicando amor. Sabrás que ellos y tu sois uno, esencialmente lo mismo. Y no te bastarán las lágrimas...Y tendrás la capacidad para pedirle perdón a tu niñ@ intern@, por tu ignorancia, por la pereza y protectora cobardía en las que nadaste. Y solo entonces recobrarás tu dignidad. Reverenciarás a cada una de las criaturas que salgan a tu encuentro, pájaros, hormigas, peces, perros, gatos, caballos, elefantes, plantas, montañas, lagos y océanos, y honrarás a tu hermano Sol, a tu hermana Luna, a todas las estrellas de la galaxia. Caerás de rodillas frente al espejo suplicando perdón por haber ignorado al ser herido que portas a rastras, a fiestas sórdidas y reuniones pobladas de complejos de edipo y electra sin resolver. Te disculparás ante tu cuerpo emocional, el que llevas negando desde Dios sabe cuando.

Y el mundo se te revelará entonces como el paraiso que siempre fue. Ya no te considerarás abandonado, porque recordarás que nunca caminaste esta travesía en solitario. Reconocerás a todos los ángeles abnegados y a sus huestes que te han acompañado a lo largo del camino. Reconocerás que hubo, hay y seguirá por siempre habiendo (siendo) compasión en cada uno de los rincones de la creación, pues todo está regido por la poderosa fuerza del amor. Entonces, amig@ mí@, ya no tendrás miedo, pues todo lo negado y que finalmente es abrazado, otorga la clave a la vida eterna.

 

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