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martes, 9 de agosto de 2011

Lo maravilloso de ti

"En mi vida hay ocasiones en que siento como si la tristeza fuese excesivamente abrumadora. ¿No te pasa a ti también? Las cosas no salen como yo quiero: tengo un conflicto con alguien, o me asusta lo que pueda pasar (o lo que no pase) en el futuro. En momentos así la vida puede ser muy dolorosa.
Estuve en la India en 2001. Un personaje perteneciente a la casta de los brahmanes me dijo: "Pensar mucho, dolor de cabeza"
Y es cierto, pensar duele. Sucede cuando la mente, empujada por la presión de una situación incómoda o dolorosa, inicia un interminable peregrinaje en busca de personas, objetos o circunstancias que anestesien el sufrimiento que esos instantes provocan, cosas (bebida, actividades físicas límites), que nos hagan sentir mejor, que nos hagan olvidar, aunque solo sea por un instante ese malestar profundamente arraigado, que los conflictos presentes insisten en despertarnos. Lo que sucede es que esas pseudocuras, no hacen sino postergar la verdadera sanación. Son 'huidas hacia adelante'.
Hace unos años que empecé a asimilar que frente a esas circunstancias desagradables podía optar por:
1. Enfurecerme. Enfrentarme intelectual (cinismo, sarcasmo…) o físicamente (es nunca fue mi fuerte) a la circunstancia agresora.
2. zambullirme en el sufrimiento, interpretando el papel de víctima. Esta fue la opción por la que 'opté' desde mi infancia, aunque realmente no la escogí por descarte pues la primera ni siquiera la contemplé. 
…en ambos casos se trata de oponer resistencia.


3. Aceptar las circunstancias o eventos como 'maestros', lecciones con las que la vida me obsequia, y de las que puedo licuar, con la alquimia necesaria, la esencia de un aprendizaje. El dolor es pasajero, pero el miedo a dejarme llevar por la corriente puede eternizarse. Tanto como el tiempo que me resista a aceptar.


No hace mucho que he decidido aprender a 'leer' la lección que me ofrece tercera vía. ¿cómo llevar a cabo esto? Escribí hace tiempo sobre este particular aquí.


Aceptarse, sobre esto escribió Paul Anka una hermosa canción…







Los acontecimientos fluyen sin parar. El mundo se desmorona. Y tú un día te sientes el rey, al día siguiente eres el blanco en la diana de quien sea. Un día todo va sobre ruedas. Al día siguiente todo se desmadra. Un día crees que eres alguien estupendo, querido y respetado, y al día siguiente te sientes un fracaso. O simplemente no pasa lo que quisieras que sucediese. Eso también puede provocar tu insatisfacción.


He aprendido que las circunstancias y las situaciones forman parte de la experiencia humana. No puedes pretender pasar por la vida, el tiempo que te vaya a llevar, pretendiendo evitar el sufrimiento. Sin embargo, lo que puedo cambiar es mi modo de percibirlo. Para que ese 'cambio' se opere es necesario que ocurra un 'milagro'...Y ese milagro consiste en entregarse a un poder mayor que yo mismo, a la convicción de que nada lo que sucede está librado al azar. Nada sucede por casualidad sino que una energía 'total', lo rige todo, desde un dominio invisible.
Fue cuando empecé a 'confiar' y pedir que los milagros sucediesen. Empecé por lo más simple: pedir una plaza de aparcamiento en un lugar aparentemente difícil. Lo pedía con suficiente confianza y antelación como para que el milagro pudiese 'cocinarse' operarse con la necesaria sincronicidad, es decir, que el conductor del vehículo aparcado en el lugar donde yo finalmente iba a estacionarme, pudiese captar mi señal. Y sucedía. Los milagros suceden. No hay que darles mayor importancia. He aprendido que no hay que venerar esas circunstancias. Simplemente ocurren cuando estás abierto a los milagros.
A veces sigo cayendo en la tentación de creer que yo puedo arreglármelas solo, que no necesito a nadie. Que siempre he estado 'solo' porque la vida me enseñó a no confiar en nada ni nadie (igual que le sucedió a mis padres y a los suyos, etc, etc…). Es entonces cuando la vida me da una lección en forma de bofetada emocional. Si estoy lo suficientemente despierto, me arrodillo simbólicamente (a veces incluso literalmente) y me entrego a la 'causalidad' de todo acontecer. Me rindo y abrazo las circunstancias tal como vienen. Maravillosamente es cuando dejo de sentirme 'mal'. He aprendido que eso es volver al amor (algunos lo llaman felicidad, da igual)


Siempre oí decir que Dios es amor, pero jamás comprendí qué significaba eso exactamente. Ahora que he empezado a estudiar 'un curso de milagros', he descubierto varias cosas sobre Dios:
1. El amor es la fuerza que siempre me ha acompañado desde que existo, fuera o no consciente de ella, y está dentro de mi
2. Ir a por el amor (ser consciente de que ese es el motor de mi vida) depende solo de mi.
3. Cuando me aparto del amor, sufro.


Soy un fan de Elvis (¿se me nota demasiado?)

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