Una amiga, que se dedica a una actividad comercial determinada, me confiesa que vive invadida por una confusa y casi perenne sensación de decepción. Sensación que se activa cada vez que un posible cliente no termina por decidirse a adquirir los productos que ella comercializa. Independientemente de que su breve experiencia comercial influya al resoecto, lo cierto es que su imperativa necesidad por comprender las verdaderas razones por las que el potencial cliente decide finalmente no adquirir sus productos la deja abatida hasta límites impensables. Incluso está sopesando la idea de volver a trabajar para alguien y abandonar el barco de la actividad empresarial. Y digo 'verdaderas razones' porque, en la mayoría de los casos, el cliente esgrime un argumento más que razonable para desdecirse de su inicial interés por el producto en cuestión ("he visto otro en otra tienda que me gusta más…";"no acabo de decidirme";"prefiero darme más tiempo para tomar una decisión…";"he visto otro parecido pero más barato…", etc.)
Tratando de hallar una vía de acceso a la clarificación y comprensión del origen real del dolor que experimenta, intuitivamente decidí que una vía de acceso para desentrañar la madeja podría consistir en hacer una aproximación etimológica al término "decepción". Empecemos...
1.Concepción: impregnación o fecundación, la fusión de dos células sexuales o gametos en el curso de la reproducción sexual.
2. Contracepción (también anticoncepción): método que impide o reduce significativamente las posibilidades de una fecundación en mujeres fértiles que mantienen relaciones sexuales de carácterheterosexual.
3. Decepción: emoción vinculada a la insatisfacción o desmotivación que surge cuando no se cumplen las expectativas sobre una situación o acontecimiento determinado sobre el que estaban labradas determinadas esperanzas, ya sea que o una persona. Se forma al unir dos emociones primarias, la sorpresa y la pena. La decepción, si perdura, es un desencadenante para la frustración y mas adelante, la depresión. Similar al arrepentimiento, se diferencia en que el sentimiento de arrepentimiento se enfoca básicamente en fallas en elecciones personales mientras que el de decepción se enfoca más en la insatisfacción proveniente del aspecto externo. Es una fuente de estrés psicológico.
La decepción, es una reacción de incomprensión ante una expectativa frustrada, reacción arraigada en el miedo a un dolor sufrido en la más tierna infancia, como consecuencia del rechazo ejercido por los seres más cercanos (padres, tutores…) en los que se depositó toda la confianza. Un rechazo manifestado de diferentes maneras tales como abandono, dejación de funciones parentales, críticas, ridiculización, tiranía, violencia o abuso de libertad sexual. Las razones que empujan a un adulto a actuar de ese modo pueden implicar un abanico muy amplio de fundamentos, desde la concepción inconsciente, involuntaria, forzada (violada), en todo caso contraria a las serenas reflexiones acerca de la responsabilidad inherente que supone proveer de cobijo físico y emocional a una nueva vida al mundo. En resumen, responsabilizarse de la gestación en el vientre materno y en los meses/años posteriores está está anclado en el miedo mismo a la vida. Y el miedo, ya sabemos, se contagia de padres a hijos.
La única manera de solventar la vaga y frustrantemente ilocalizable sensación de decepción es afrontar y aceptar valientemente (y ofrecer espacio a la expresión de las emociones que en determinada medida ese abandono provocó) que uno no fue bien recibido en este mundo, que supuso, pese a quien pese, una carga para quienes no debían mostrar otra cosa que amor hacia el recién llegado. La única manera de afrontar lo evidente es ir lenta pero constante e inexorablemente al foco de la decepción zambulliéndonos en el verdadero pesar que arrastramos desde entonces, pesar sobre el que hemos ido superponiendo capas de engañosas distracciones para mantenernos ajenos del epicentro de la infelicidad.
Se trata del fondo de una piscina cuyas aguas siempre aparentan ser turbias. La razón de la perenne decepción radica en que en el fondo de la piscina se halla impregnada una capa fuertemente adherida de residuos pegajosos (flagrantes vejaciones, morales y/o físicas)que desprenden un olor muy desagradable en la medida en que la libre expresión de las emociones derivadas ha sido reprimida). Una pátina nauseabunda a penas disimulable por muchos ambientadores y flores que rodeen el jardín donde está ubicada la piscina.
En resumidas cuentas: tu madre y/o tu padre no te quisieron tal como necesitabas, sino que siempre pusieron, en mayor o menos medida, por delante de tus necesidades su propia insatisfacción. No toleraron que tu vinieras a robarles el protagonismo que aún tenían pendiente de reivindicar a sus propios progenitores (tus abuelos) y que aún hoy están reclamando (si es que físicamente todavía siguen con vida). Por eso te decepcionas tan repetidamente. Porque aún no has contactado con el epicentro de ese dolor que no te permitiste padecer, por miedo a morir. Rascar allí y ver como todo posible cliente tiene perfecto derecho a replantearse su compra y decidir si ha de volver o no, es la consecuencia saludable de haber aceptado el dolor que se aloja en el fondo de tu corazón.
La decepción no resuelta de mi amiga produce un rechazo en el propio cliente, de igual modo que nadie quiere estar con alguien que suplica no ser abandonado. De tanto en cuanto recibe clientes que incluso dudan de la valía del producto que ella comercializa y lo hacen en calidad de mensajeros (inconscientes) de un caudal de trauma emocional irresuelto para que conecte con las dudas que tuvo su madre respecto a la relación que las unía.
Meter con valentía y convicción el dedo en la llaga para un día poder dejar ir a su pasado…
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