Buscar este blog

jueves, 11 de agosto de 2011

Caña al mono (I)

Si sigues este blog seguramente perteneces a esa parte de la población de almas que ya ha aceptado que, en mayor o menor medida, anda de aquí para allá buscando redención a una vida sin demasiado sentido, casi como pollo descabezado, buscando frenéticamente algo que te distraiga del caos generalizado en que ahora, tras años de atolondrada ignorancia finalmente percibes el mundo. Quizá hayas descubierto cuales son esas distracciones y ya no halles alivio en ellas…Quizá creas pertenecer a la franja de individuos salvados o redimidos de la ignorancia por su 'creatividad', por su dedicación a las musas. Independientemente del grado de desconexión del caos que que el arte o la solidaridad social te produzca, no son más que formas de sublimar el dolor, la incomprensión, de buscar la libertad. Tranquilo, no eres un 'bicho raro', del mismo modo les sucede a todas esas personas que buscan vaga o intensamente comprometerse en alguna causa social que pretenda traer justicia –o aunque solo sea algo de cordura– al sinsentido de un mundo tan vacío de amor. Sin embargo, por intensos que sean tus 'esfuerzos', siempre algo acaba por demostrarte que que son denodados, verdad? Un enfermo que no te agradece lo suficiente tus esfuerzos, un usuario de un banco del banco de tiempo que has creado que nunca está satisfecho con la reciprocidad que promueves. No importa cuántas medallas, reconociminetos, palmaditas en la espalda recibas, toda esa nube vaporosa de pseudoelogios que crees que andas buscando también acaba pasando y archivada en el olvido. Es cuando sientes que regresas cabizbajo de nuevo a la parrilla de salida en la búsqueda de lo que verdaderamente estás buscando.
Está escrito (Jn 2:21) que el cuerpo es tu templo. Muchos en todo el mundo se han abocado a una especie de veneración por la parte física de las que estamos compuestos y revestidos. Sin duda una actitud loable si no fuera porque en casi la totalidad de los casos se trata de una actividad desequilibrada y adictiva que no solo implica un alto grado de idolatría (veneración, diría) por el tejido fibroso, sino que dicha tendencia contiene un arma de doble filo en si misma, pues impide que veamos más allá de las fronteras físicas. 
Un templo es un lugar de culto en la medida que contiene un altar. Sin altar sería simplemente un caduco ornamento frágil y perecedero, a la espera de ser derribado por las inclemencias.


Lo que buscas, lo sabes, no es una temporal redención (alivio) a tus temporales dolores (físicos y emocionales) ya sea mediante distracciones adictivas –que cada cual haga su propia lista (incluidos los asesoramientos psicoanalíticos)–, o mediante terapias de choque (hipnosis, etc…), que no hacen sino enredar más el ovillo. No. Lo que buscas va más allá de todos los engaños de tu mente. Vas tras la completa expiación de esa ilocalizable carga, ese lastre que por lejos que otees en el horizonte, no consigues detectar. Ese mono parlanchín que un día –no recuerdas ya cuando– tomó el mando de tu nave (templo) y desde entonces lo ha dirigido hacia una deriva completamente caótica es el usurpador de tus funciones, un intruso en la cabina de mando, tu mente. Ese mono inconsciente pero atiborrado de esteroides y elevado sorpresivamente en su día al rango de comandante de tu nave es tu ego manifestándose en toda esa multiplicidad de personalidades que te conducen de un extremo al otro del abanico de emociones. Es el ojo que frenéticamente necesita verlo todo. Ya estás harto/a de esta montaña rusa y lo que quieres es estabilidad, recuperar el dominio sobre tu altar, verdad? Necesitas ver la realidad tal como es, despojada de toda la ilusión (Maya para los vedas, velo de Isis, etc…) que la reviste. Convendrás en que para recuperar tu capacidad de discernimiento, debes 'darle caña al mono'.


¿Aún no has visto la saga de Toy Story? Ohh…¿a qué esperas?
Especialmente atento/a al min. 01:13




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si lo deseas puedes compartir algún comentario...