Buscar este blog

miércoles, 24 de agosto de 2011

Si nos pincháis, ¿acaso no sangramos?























–El origen del sufrimiento en la Tierra radica en el erróneo y desmedido uso que hemos hecho de nuestra capacidad intelectual, ridiculizando consecuentemente el terreno de los sentimientos. 

 – Pongamos que lo que dices es cierto, ¿por qué lo hemos hecho?

–Y lo seguimos haciendo. Sencillamente porque, tratando de contener la expresión del dolor propio frente a la incomprensión experimentada por presenciar un mundo tan inhóspito, no hemos lógicamente soportado presenciar el sufrimiento ajeno. Y lo hemos hecho hasta el punto incluso de calificar de pusilánime a quien se ve embargado por una desbordante emoción. Sobretodo nos sucede en presencia de niños que lloran. Los niños son portales a dimensiones ignotas del universo…por eso su honestidad incomoda y desestabiliza, pues han (hemos) venido para desestructurar las fortificaciones (esquemas) que la mente de los adultos ha (hemos) fabricado. Frente al colapso emocional de un niño la reacción inmediata del adulto es de tratar de aplacar esa natural y legítima expresión liberadora (!). Los adultos ocupamos la primera linea de represión del sistema que tanto criticamos. Reclamamos libertad de expresión en la sociedad, la restitución de la honradez, la incriminación de los corruptos, cuando deberíamos mirar en qué grado cada uno hemos contribuido a la manifestación colectiva de todo eso que recriminamos. 

Críticar, juzgar y menospreciar es lo que más eficazmente sabemos hacer:
–"este mundo es una jungla, te lo digo por experiencia", 
–"no seas marica, más te vale dejar de lloriquear…", 
–"la mejor defensa es siempre un buen ataque. Hijo, quien da primero, da dos veces".

 Estos y otros desatinos constituyen básicamente el modo como unos tratamos de enderezar al niño (sobretodo al varón) haciéndole encajar a la fuerza en el desalmado mundo que los adultos hemos confeccionado a la medida de nuestros miedos. Un mundo construido lleno de censura y vergüenza, precísamente para mantener a raya la irrefrenable fuerza de emociones que se agolpan en nuestro plexo solar como consecuencia de las heridas sufridas en nuestros sentimientos cuando nosotros mismos eramos niños. 

Existe otro tipo de reacción, opuesta a la anterior, que tratando de equilibrar la balanza, consistente, igualmente en tratar de aplacar  tal manifestación. El fin perseguido es el mismo, pero los medios son 'diferentes', pues no consisten en aplacar la manifestación de las emociones ridiculizándolas o censurándolas mediante violencia verbal o física, sino tratando de distraerla con toda suerte de tácticas disuasorias, minando toda esperanza de obtener contención:
– "mira que fea/feo te pones cuando lloras…", "Mira ese niño/niña, qué bien se porta"
– "No querrás que tu mamá se ponga triste, verdad?"
– "Si te portas bien, iremos a comprar algo (golosinas, videojuego, un móvil nuevo…etc.)
– "Mira que mal lo pasan los niños en Africa. Tu lo tienes todo…¿no te da vergüenza?"

De infames solo puede calificarse esa estrategia, por supuesto encaminada a detener la natural expresión del flujo energético, de parar la erupción del volcán emocional que nuestros hijos nos rememoran. Juzgar, reprimir y encorsetar a los futuros adultos es sembrar de dinamita las bases de nuestra sociedad futura. Tenemos un déficit de atención sobre nuestros hijos porque padecimos de una atención deficitaria por parte de nuestros padres. Y Obramos en consecuencia, reproduciendo el patrón de comportamiento que conocemos, que hemos 'mamado'. 

–Ya, pero ellos no tuvieron la culpa, hicieron lo que supieron o pudieron, ¿Quienes somos para juzgarles?

–Esa respuesta tan masticada es tan de manual que ni tu mismo te la tragas. Tu cerebro lavado desde la infancia te empuja a responder automáticamente así, pero tu subconsciente  repite como un loro los mismos errores que tu padeciste. Es una suerte de oscura venganza  tramada desde el día después del ultraje y ejecutada en la piel de los que te suceden (tus hijos, tus subordinados, o todo el que psicológicamente esté bajo tu influencia…), incapacitados como estamos para mirar atrás y enfrentar a los autores (ciertamente inconscientes) de nuestra humillación.

Una vez asumida la realidad del dolor reprimido, afloran los sentimientos que piden ser manifestados. La pena seguida de la rabia claman por ser expresada. No piden reparación, sino expresión. Un corazón herido no puede regresar a su estado original. El recuerdo de la herida queda. Lo que sí puede hacerse es detener la hemorragia consistente en pretender que la herida no ha existido. La sanación deja una huella inconfundible: las cicatrices emocionales son prueba de que un corazón ha madurado y de que no volverá a tropezar con la misma piedra. Ahí radica la responsabilidad de cada uno. La censura de dicha expresión es lo que nos va matando lentamente.

Incapaces de ver el impacto de nuestra censura en los niños (pues estamos más ocupados en 'recuperar los años perdidos'), acabamos culpándoles de todo aquello de que nos culparon nuestros propios padres, acusándoles de egoístas. Para que luego niegues que la existencia tiene ciclos…Verdaderamente vivimos reproduciendo automática e inconscientemente un modelo de censura. Las consecuencias son devastadoras para la Psique del niño –el futuro adulto. No ser responsables respecto a esta realidad, tiene varias consecuencias inmediatas, por ejemplo acusar a los hijos (propios o ajenos) de consentidos, de manipuladores emocionales. Obviamente que acabarán convirtiéndose en aquello de lo que les acusamos. Nuestros ideas son férreas profecías autocumplidas.

– Ya, pero qué duro…Entonces estamos escindidos…No sé si quiero llorar

–Prefieres estar indignado, canalizando tus emociones más superficiales (ira) contra los tiranos globales que se están autoexponiendo (perfectamente blindados tras los resortes del sistema) a dejar que tus sentimientos afloren en la intimidad. Las lágrimas que nunca permitiste sacar serán las que te devolverán la dignidad y la sanación mental. Por eso las mujeres viven más años…
Nuestras creencias son los cimientos de la realidad ilusoria que percibimos con nuestros sentidos físicos. Y las percepciones no son sino eso…ilusiones irreales, alucinaciones.

Nacimiento del ego

Es a muy tempranas edades cuando se inician los desórdenes de atención, la hiperactividad o, por oposición, el autismo. Como niños, nos vimos obligados, para sobrevivir ante el desamparo, a extralimitar las atribuciones de la sublime herramienta de la que fuimos dotados para manejarnos en esta experiencia limitada: nuestra incipiente mente. Exprimimos sus capacidades y le asignamos limitaciones extraordinarias hasta extraer de ella un elemento satelital, un clon falso (ego) al que exigir que se haga cargo y gestione áreas que no son en absoluto de la incumbencia de la mente…áreas tales como la intuición, la fantasía, la confianza, la fe y la caridad. Una vez asignadas al nuevo e impaciente gestor de nuestra mente, nos convencemos de que la eficiencia, la seguridad, la tranquilidad están puestas a buen recaudo. El sistema defensivo ha sido erigido. Y todo ¿por qué? Por miedo. Miedo a no ser suficiente, miedo al rechazo, miedo al desamparo. Un sistema defensivo desde cuyo interior creernos que estamos protegidos de las agresiones externas, cuando en realidad nos estábamos privando de la legítima experiencia de  vivir todo el rango y abanico de experiencias. Somos la Princesa protegida (secuestrada) en el castillo. Afortunadamente este sistema precisa de continuas reparaciones y mantenimiento, pues hace aguas continuamente. Lo reprimido ya se sabe, pide ser liberado, por lo que siempre acaba retornando. Regresar a la escena del crimen es la salvación (redención)

Y es que en el fondo estamos tratando de viajar al pasado para brindar a nuestros progenitores la tranquilidad y seguridad de que adolecieron, pues en su momento fueron incapaces de simplemente permitirse presenciar equilibradamente nuestras explosiones emocionales (estallidos de incomprensión) sin reaccionar a la defensiva como…los niños que nunca pudieron ser!
Esto no es un juicio, ni debe ser tomado como tal. Es simplemente la constatación empírica de que todo efecto tiene una causa. Este es el origen de lo que llamamos esclavitud.
En ambos casos, reprimido o disuadido con dulces, el incipiente ser humano acaba convencido de que el reino de los sentimientos es digno de censura, en la misma medida en que la ha presenciado personalmente, por lo que automáticamente entregará la llave de su corazón, esa esfera donde habitan la imaginación, la fantasía, la generosidad, la compasión, la caridad, etc…en definitiva la intuición, a su incipiente cuerpo mental, aún frágil y maleable. Es como darle el timón del barco a un marinero y o bien irse a dormir al camarote o pasarse el resto de la travesía departiendo distraidamente con los pasajeros. Tarde o temprano acabará apareciendo un iceberg al que no podremos sortear.

Poco a poco el ser humano, transitando desde su más tierna infancia pasando por la crítica fase de la adolescencia hasta entrar en la edad adulta, se ve obligado a pagar un alto precio por la humillación que implica aceptar desconectarse de sus sentimientos. Inevitablemente nos volvemos intransigentes, rencorosos, nos indignamos…



Siempre genial William Shakespeare…(magníficamente interpretado Shylock por Al Pacino, y impagablemente doblado por Ricard Solans. Vale la pena ver la escena en versión original

…………


–Ya. Pero la indignación es una reacción muy legítima, no?

–Sin duda. Todos tenemos un volcán en el interior. Y la rabia es incontenible. Por supuesto que hay que manifestarla. Pero la experiencia nos ha demostrado que la esclavitud NUNCA ha sido liberada mediante actuaciones globales. Los movimientos revolucionarios que estudiamos en la escuela son una farsa. Toda revuelta es fruto de una maquinación interesada en los efectos que tenga. Todos los movimientos revolucionarios han acabado reproduciendo los patrones esclavizantes de los que trataban de huir. Hay más tiranía actualmente en Occidente que durante el Nazismo. Los que han escrito los libros de historia que nuestros hijos estudian, libros en los que se enseña que la Revolución francesa fue la liberación de los monarcas déspotas, son los mismos que ahora quieren hacerte creer que en Libia hay un tirano salvaje y perverso que merece ser entregado a la (su) justicia. La mente colectiva está siendo presa de un nuevo engaño. Hasta ahora has utilizado la ironía para escupir la mala sangre que llevas acumulada. Pero ahora que todos los resortes del apuntalado sistema de convivencia que hemos ingeniado, están saltando por los aires, ahora que te han tocado el bolsillo y la desvergüenza ya no te provoca chistes fáciles con los que convertirte en el centro de atención de una velada con tus conocidos,  es cuando se te acaba la paciencia. Entonces es cuando los agitadores sociales (sindicatos, medios de comunicación, gabinetes de prensa de los gobiernos, FAO's, UNICEFs, OMS, ONUs, Stephane Hessels, etc…) te bombardean con titulares destinados a corporatizar tu indignación, manipulando vetustos sloganes para queenfoques tu legítimo fastidio hacia los objetivos que el poder que gobierna el mundo tiene previsto desmontar con la intención de poner en marcha la transición hacia un orden nuevo donde la seguridad y la eficacia estén garantizadas. Picando ese anzuelo te garantizas un abono de larga duración en el nuevo teatro de las esclavitudes, una versión 'mejorada' respecto al anterior, cuyos cimientos tú mismo habrás construido con la militancia a la que se te está induciendo. Después de todo el marketing lo inventaron ellos...Es tu mente la que está en juego. Despertar a la realidad del sueño en que has estado sumido es lo que te 'salvará'. Es condición indispensable para restituirnos el equilibrio y la integridad. Quien rechaza o destituir algún sistema o estatuquo fabricado por el hombre acaba ineludiblemente convirtiéndote en eso mismo que rechazas. Obsérvate a ti mismo. No eres sino una reproducción de tu padre. Sus ideas tarde o temprano acaban por convertirse en las tuyas. Por activa o por pasiva, por simpatía o antipatía, acabas aferrándote a los mismos clavos ardientes que él idolatraba.

– ¿Y cómo se restituye la libertad entonces?

–Mediante la responsabilidad. Responsabilidad sobre las consecuencias de los propios pensamientos, que no son sino proyecciones fabricadas desde la esfera irreal que constituye el ego. El Ser humano se embarcó en una odisea de experiencias llamada vida en la Tierra. Esa experiencia, encadenada a lo largo de múltiples vidas en las que nos hemos manifestado desde toda suerte de papeles en la cadena evolutiva descrita un día por Darwin, estuvo condicionada por el olvido. Experimentamos una ´amnesia' inherente a la naturaleza y propósito de la excursión. No solo ha sido inevitable tal amnesia sino que era parte intrínseca del proceso al que nos abocamos. Expandir las fronteras del universo ha sido la consecuencia de la búsqueda a la que nos abocamos desde el origen de la expedición. En realidad no hemos hecho otra cosa que escarbar simbólicamente n nuestro global aarbol genealógico, tratando de hallar un sentido a nuestra existencia en este plano (plan-eta)
Lo curioso del caso es que buscar 'afuera' era justamente lo que nos impedía mirar adentro. Ahora que concluye el ciclo, el marco espacio-temporal en el que la experiencia se ha manifestado, llega el momento de hacer revisión de daños y proceder a lo que los anglosajones denominan 'reverse engeneering', un proceso en virtud del cual 'incursionamos' levantando responsablemente las capas de la cebolla de la coraza mental con la que nos hemos defendido –la misma con la que hemos explorado los confines de la vida en todos sus aspectos. Dentro de la cebolla está la llama aún viva, perfectamente preservada, de nuestra verdadera esencia, la genuina fuerza que nos ha 'animado', el niño/niña interno que identificó Carl G. Jung, la porción de la energía que todo lo crea y todo lo abarca y que denominamos amor.



– Pongamos que acepto rendirme a mis sentimientos. Pongamos que bajo las defensas. ¿quedaré indefenso?

–Tienes un concepto distorsionado de lo que significa libertad y esclavitud. Defenderte del exterior es lo que te está matando. La vida es un acontecimiento grandioso que no fue ideado por Dios para hacerte sufrir. Tu mente ha escogido sufrir, fabricando el miedo. Pero tu tienes el poder para sacártelo de encima. Para eso debes aceptar que tienes miedo, dejar de interpretar el valiente que nunca necesita ayuda. El cosmos está esperando a que dejes de rechazarlo para darte la bienvenida al nuevo ciclo de paz y armonía que se avecina. Tu eliges. Dios esperará todo el tiempo que decidas cambiar de mentalidad. Eres su hijo, recuérdalo. Y el NUNCA juzga a sus hijos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si lo deseas puedes compartir algún comentario...