Los Centros de Prevención y Control de enfermedades han informado recientemente de un alarmante incremento del número de suicidios entre personas de mediana edad en los EEUU., especialmente hombres en la franja de 50 años que vieron incrementada en un 50% la tendencia entre 1999 y 2010 (MMWR, 2013). En total el suicidio ha sobrepasado a a los accidentes de tránsito como causa de muerte en los EEUU. En los países desarrollados, ahora mismo iguala los porcentajes de cáncer e infartos en la franja de edad 15-50. En el mundo entero el suicidio se está cobrando más vidas que las guerras, asesinatos y desastres naturales conjuntamente (Newsweek, 'La epidemia suicida', 2013). Y todavíaa los profesionales de la salud mental luchan por explicar las causas. En un artículo del NYT, expertos citaron múltiples factores, incluyendo la crisis económica, el incrementado acceso a drogas otrora ilegales. La causa real, no obstante, se les escapa porque estsá oculta en el pasado remoto de las víctimas.
La depresión ha sido considerada, incluso en círculos profesionales del academicismo psicológico, como una patología inclasificable, la más enigmática de las enfermedades mentales catalogadas. Hoy en día el tratamiento administrado más habitualmente a un deprimido es también el más sencillo y que requiere de menos esfuerzos: antidepresivos. Pero cuando ni las drogas sintéticas surten efecto ya, algunos psiquiatras están recurriendo a una antigua solución extraída de las mismas películas de terror: terapia de electroshock. Un tratamiento que está testimoniando un revival de su antaña aceptación en la comunidad terapéutica, aunque bajo un diferente apelativo: Terapia Electroconvulsiva (ECT), un procedimiento que administran algunas clínicas privadas amparadas bajo su prestigio. Nada nuevo bajo el sol en ese aspecto. Una técnica considerada eficaz y moderna que pretende reconectar circuitos neuronales interrumpidos o perturbados de modo rápido y aséptico similar a la intervención endoscópica. Mismo perro, distinto collar, como se suele decir.
Paralela y afortunadamente se atisban aires de cambio, y algunos líderes en el campo de la investigación reconocen que la Psicología en tanto que profesión médica, precisa de una revisión radical de sus postulados, un lavado integral. A este respecto, la División de Psicología Clínica de la Asociación Británica de Psicología (The British Psychological Association) declaró en un reciente simposio que seguir considerando que las enfermedades mentales tienen una causa estrictamente biológica era contraproducente. Que no existe evidencia científica en absoluto de que los actuales diagnósticos psiquiátricos tales como la esquizofrenia y el desorden bipolar sean válidos o ni siquiera útiles. "Muy al contrario, –declaró su portavoz– existe un aplastante volumen de evidencias que apuntan a que las patologías mentales están fundamentadas en una compleja mezcla de circunstancias psicológicas y sociológicas íntimamente intrincadas que impactaron en el paciente de modo traumático en un momento presuntamente muy inicial de su existencia. Para resumir: Abandono, pobreza, discriminación y abuso. Todo ello sazonado con la imposibilidad de asimilar el natural duelo que todo trauma requiere para su adecuada integración", afirmó la Dra. Lucy Johnstone, una psicóloga clínica que redactó el borrador de esta provocativa declaración. (Jamie Doward, The Observer, 12 de mayo de 2013).
Lo que yo vengo proponiendo es un cambio total de perspectiva no solo respecto del diagnóstico de estas aflicciones sino un cambio radical en su tratamiento. Necesitamos urgentemente reidear el marco de nuestro pensamiento al respecto y reconocer que la incógnita a desvelar en la ecuación es el "por qué". Sistemáticamente hemos escabullido el 'quid' de la cuestión fundamental ¿POR QUÉ se deprimen las personas? Es decir, ¿dónde y cuándo se origina la depresión?
Desde que publiqué por primera vez (1970) mi libro "El Grito Primal: la cura para la neurosis", su subtítulo fue sorprendentemente duramente criticado. Atreverme a utilizar el término 'cura' me valió muchos improperios de parte de colegas de la profesión, puesto que hasta la fecha NADIE había osado introducir esa palabra en la terminología psicológica. La Psicología hasta entonces nadaba en un mar de autosuficiencia intelectual que abastecía a los doctos de postulados distantemente protegidos del desinformado escrutinio público. Y es que hasta entonces se hacían terapias que no solo no podían curar, sino que para ser honestos ni siquiera se concebían para curar. Y cuando aparecí yo afirmando haber dado con la solución al dilema, se lanzaron contra mi yugular.
Sanación solo es un término ridículo y hasta ignominioso para quién nunca ha considerado que la sanación de un oaciente sea la meta en el terreno de las patologías mentales. En el nombre no solo de la Ciencia sino de la fraternidad no podemos seguir eludiendo ya la cura como meta, por esotérico o inabarcable que ese término nos suene. Apuntar a la utopía es la única vía para acabar encontrando solución a cualquier entelequia [recordemos que vulgarmente hemos otorgado a este término el significado de "inalcanzable" o sin sentido, pero etimilógicamente proviene del griego ἐντελέχεια (entelejeia), combinación de enteles (‘completo’), telos (‘fin’, ‘propósito’) y echein (‘tener’). La palabra fue creada por el mismo Aristóteles, siendo posible traducirla como ‘tener un fin en si mismo’].
Si no apuntamos a la verdadera meta inmanente en nuestra profesión seguiríamos faltando a la parte más fundamental del juramento hipocrático al que nos debemos. Me atrevo a decir que la sanación es un estado que debe ser buscado, tanto por el terapeuta como obviamente por el mismo paciente, intrépidamente, con coraje y resolución, por mucho que el pensamiento colectivo desestime tal tarea. Se lo debemos a nuestros semejantes, esos millones de seres humanos que sufren de depresión sumidos en la desesperanza de hallar una salida a la sombría oscuridad en la que se refugian...y todo refugio implica en alguna medida una abstracción del consenso.
Pongamos que alguien no puede conciliar el sueño. Yo propongo que como profesionales apuntemos a atender al mismo periodo de gestación de dicho paciente y percatarnos de que allí se halla la clave del estrés presente del insomne, el mismo estrés que su madre gestante acarreó. Si tenemos dificultades para dormir ahora, es muy probable que nuestra madre padeciese de estrés durante el embarazo. Sea porque vivió en condiciones estresantes (guerra, de crisis económica, abandono de su pareja) o porque tomó demasiados estimulantes sintéticos (café, coca cola, anfetaminas, cocaína...) con los que disimular su tendencia depresiva, con los que 'olvidar' un trauma inasumible por SU consciencia. El resultado es el mismo. (¿A quién interesa en las altas esferas que el tráfico de estupefacientes mantenga su fluidez? Ese es un tema por supuesto de otro debate, pero intuimos que involucra a estamentos e instituciones de los que uno jamás hubiera sospechado...)
El organismo reacciona, indudablemente pues, frente al estrés. Y durante la gestación una madre, estresada debido a factores externos agresivos paradigmáticos, acaba ineludiblemente sembrando –por supuesto sin una intención consciente– tendencias depresivas en su feto. ¿Cómo? El feto reacciona frente a la sobreexcitación que involuntariamente la madre le está inoculando tratando por todos los medios de bloquear la funcionalidad de los suficientes puentes que protejan su poderoso, pero ciertamente vulnerable "Palacio de amor", reconvirtiéndolo en amurallado bastión. Y todo ya digo como consecuencia del inasumible estrés al que está siendo sometido. Poco a poco la mente, decantada hacia el hemisferio derecho se irá encerrando en su torre, a la espera del regreso del príncipe rescatador (un mito codificado en los cuentos infantiles de príncipes y princesas) que le ofrezca la necesaria contención para permitirse expresar los sentimientos contenidos que, en tal que no-nato, obviamente no puede expresar. Toda Princesa (hemisferio derecho), independientemente del sexo físico de que esté revestida anhela el equilibrio con su otra mitad, su "media naranja", es decir el hemisferio izquierdo errante y batallador, huido en combate en busca del dragón (circunstancias del entorno amenazante). Esta opción es también conocida como la solución escapista (imitativa) a la que atiende la testosterona ante el mismo impacto, devastador para ambos hemisferios en su germinal estadio evolutivo.
Las tendencias depresivas que se desprenden de tal epopeya, gestada in utero, pueden tener –y de hecho tendrán– en ambos casos repercusiones imperecederas, duraderas de por vida, si no son afrontadas y SANADAS. Esto es un hecho.
En un estudio de la Universidad de Tillburg (Hollanda) no publicado realizado sobre 40 niños de ocho años de edad a quienes se había administrado cortisol, o medicación similar, durante su gestación en el útero materno, reveló que se desenvolvían más dificultosamente de lo normal en índices clave de comportamiento social. Su Coeficiente de inteligencia era inferior e igualmente lo era su nivel de concentración y atención.
Cuando observamos a niños diagnosticados con Trastorno de Déficit de Atención (TDA) debemos prestar atención a este estudio. El déficit de atención es sobretodo, una distracción de los procesos cerebrales originado en impactos muy fuertes a edades muy tempranas procedentes de actitudes autolesivas de una madre sobreexcitada, una mujer que haya optado por la vía hipertensiva de supervivencia ante eventos inasumibles por su consciencia. Algo ciertamente lamentable. Sin embargo algo más lamentable sucede: esa hipertensión se repercute en el feto que recibe igualmente un impacto de sobreexcitación (anfetaminas, colas, cocaína, LSD) por vía sanguínea. hipertensión que va a sobreestimular al nuevo ser que se desarrolla en su vientre. La hiperactivación se registrará en el cerebro del feto.
¿Qué sucede? Al nacer no podrá enfocarse fácilmente en una cosa ya que hay demasiado "tráfico" en su cerebro. Esas tempranas experiencias tendrán, repito, una consecuencia de por vida. Un sello que nunca permanece inerte. No es inocuo. Se activa y reactiva detonado desde la mente inconsciente, incapacitándonos para relajarnos. Estos 40 niños fueron "programados" en la matriz materna para liberar más hormonas de estrés a lo largo de sus vidas. El estrés (del inglés stress, ‘tensión’) ya lo sabemos, es una reacción fisiológica del organismo en el que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada.
Dicho estudio también reveló que el estrés materno sufrido entre la 12ª y 22ª semanas de gestación afectaba de modo clave a las funciones emocionales y cognitivas durante los 20 años siguientes de vida del neonato. Así que, en conclusión, la vida uterina es crítica para el resto de la vida y es la clave de tras la que se halla cualquier tendencia depresiva posterior. El estudio continua afirmando que "incrementados niveles de hormonas anti estrés en el útero materno juegan un papel mucho mayor del imaginado hasta ahora en el desarrollo de la patología mental."
El daño, que puede ser permanente, salvo que el futuro adulto decida reconocer su estado alterado (un peldaño de mérito sin duda), se revestirá en modo de alta presión sanguínea, tendencia a alteraciones cardíacas y, en mi opinión, al mismo Alzheimer.
Arthur Janov (blog)
Traducción: Lars Quetglas
¿Qué es un enfermo mental? Reconozcámoslo, ¿acaso no lo somos todos un poco? Nadie "se salva" de este calificativo en mayor o menor medida, salvo cuando se sana. No hay salvación sin sanación. Pero ¿salvación de qué? ¿Es posible un mundo con una mente colectiva equilibrada? Muchos se preguntarán si el equilibrio es algo deseable. En vista del gusto a los altibajos y al frenesí a los que muchos se han aficionado, podríamos afirmar que no todos desean ser salvos. La paz tan anhelada por unos, puede llegar a ser una amenaza para quien se mueve a gusto entre aguas turbulentas. A fin de cuentas este mundo da la impresión de caminar hacia un precipicio, un caos global. Pero créanme si les digo que esta percepción solo es válida para quienes permanecen escépticos ante la sanación como meta factible, para quienes no anhelan el sabor de las mieles de la Libertad. No importa. Estamos de camino hacia ello. Todos juntos. Todos los caminos, por tortuosos que parezcan, conducen indefectiblemente hacia una meta. Cualquier nudo tiene codificada la solución a su desenredo.
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