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lunes, 23 de diciembre de 2013

Depresión suicida (II)

El escritor estadounidense Ned Vizzini, quien se hizo famoso por sus consejos sobre cómo luchar contra la depresión, se suicidó en Nueva York.

Vizzini, de 32 años, fue hallado muerto después de saltar del techo de la casa de sus padres en Brooklyn. Su hermano, Daniel, no pudo especificar qué motivó al escritor a dar ese paso, sin embargo, recordó que su hermano durante toda su vida luchó contra los trastornos mentales, informa el diario 'The Los Angeles Times'. El fallecido fue considerado como un niño prodigio en su infancia. Se convirtió en columnista de 'The New York Press' cuando solo tenía 15 años de edad. Luego publicó cuatro novelas dedicadas a la lucha contra la depresión. Uno de los libros de Vizzini, 'Una historia casi divertida' ('It's Kind of a Funny Story' en inglés), fue adaptada al cine en una película de 2010 protagonizada por Zach Galifianakis y Emma Roberts. El héroe del libro es un adolescente que sufre depresiones y pensamientos suicidas, recibe tratamiento en un hospital psiquiátrico y finalmente se da cuenta de que la vida es bella. 'Una historia casi divertida' ha entrado en la lista de los 100 libros más útiles para los adolescentes. Vizzini vivió una década de aclamación mundial, era un esposo feliz y padre de un niño de dos años.

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Un esposo feliz y padre de un hijo, aclamado por el establishment y sin embargo, como todo niño prodigio, acaba sus días trágicamente. Algo no cuadra, verdad?

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"La depresión suicida no es una enfermedad diferente que la depresión, sino una rotura drástica que los sentimientos reprimidos en el inconsciente operan en las debilitadas defensas psíquicas construidas desde el cerebro cognitivo. La tendencia suicida consiste en una agitada sensación fundada en un dolor intolerable que pugna por abrirse paso, y que lo consigue derribando las compuertas de la represión intelectual. El sistema defensivo ha hecho lo mejor que ha podido – tal era la tarea que se le encomendó– para mantener a raya esa sensación, pero finalmente las fuerzas represoras acaban por flaquear. Es entonces cuando aflora la postura "el único modo de seguir deteniendo el dolor es matándome". La finalidad en si no es morir sino acabar con la miseria, los pensamientos de autodevaluación que no han podido ser desacreditados, por mucho que se haya intentado disimular. Cuanto más severa es la depresión más probabilidades hay de que surjan pensamientos del tipo "¿de qué sirve tanto esfuerzo?". Aparece no ya una creencia sino una sensación, desprovista de argumentos mentales, denque no quedan opciones, de que ya no hay más alternativas por las que optar para escapar del dolor de la vida.

Los casos más extremos de tendencia suicida están arraigados en un drama originado en la infancia que supuso una lucha a vida o muerte en el preciso momento del parto. Lo fue entonces y lo sigue siendo en el presente a través de la huella que dicho evento deja grabada. No es una cuestión esotérica. Es pura epigenética. El pánico a una fatalidad real inminente. Un pánico que, lejos de superarse, se ha perpetuado en el tiempo. Un miedo no superado es un miedo expectante que a modo de espada de Damocles nos persigue a donde vayamos tratando de ser reconocido y sentido. El intento de suicidio no hace más que buscar la conclusión lógica a la secuencia devastadora de episodios acaecidos desde ese dramático momento en el que la vida estuvo en juego a tan temprano y frágil momento de la vida: la muerte. En cierto modo el dolor establece una marca en una secuencia originalmente interrumpida debido a la devastadora e inasumible carga de dolor que se tuvo que congelar para, simplemente...poder contarlo hoy. Nuestro sistema operativo nativo vuelve periódicamente a la "escena del crímen" en la esperanza de poder dar por concluido e integrar lo que no pudo ser integrado con anterioridad.

Puede que resulte difícil creer que los problemas surgidos durante un parto puedan conducir a tendencias suicidas años más tarde. Pero esa dificultad nuestra reside en en el hecho de que no estamos habituados a pensar en términos de memoria fisiológica, la memoria del cuerpo físico. Tampoco hemos aprendido a aceptar que los recuerdos más poderosos que podemos acumular son aquellos que no pueden ser descritos con palabras; recuerdos que precedieron a nuestra habilidad para comprender lo que nos estaba sucediendo. El cuerpo, como el algodón del anuncio, no engaña. Es más, el cuerpo es un mapa, una hoja de ruta con una irreprimible pulsión por contar la Verdad...

Tal como he explicado muchas otras veces, la desesperación acaecida durante un trauma natal nunca desaparece. Se mimetiza y confunde en el contexto del comportamiento adulto y, como un agente desestabilizador, busca exacerbar cualquier tendencia. A este dolor se le ha venido en llamar el Ego. Carl G. Jung lo llamó el niño interno. Más adelante en la vida, las adversidades provocarán sensaciones de desesperanza, unas ganas de abandonar, la escapatoria directa a la incapacidad de soportar la dolorosa secuencia del alumbramiento.

El concepto de escapatoria es clave aquí. Una vez que un evento presente acaba resonando insoslayablemente con un recuerdo antiguo, nos vemos impelidos a representar, literalmente a volver a presentarnos en la escena para interpretar la secuencia entera de catarsis interrumpida hasta que encontremos la lógica conclusión, la salvación, la sanación. Nos pasamos la vida tratando de ser salvados, de liberarnos de una carga invisible pero atenazante. Una vez zambullidos, conectados, dentro del sentimiento, una vez que las defensas otrora brillantes y lustrosas (como las de este hombre) se han derrumbado –y esto puede estar a la vuelta de la esquina, no necesita de una progresión– un deprimido suicida no verá más salida para su insoportable dolor que desaparecer. La diferencia entre un adulto y un bebé humanos estriba en la experiencia. Un bebé difícilmente concibe la muerte como salida pues no tiene experiencia al respecto. Está naciendo el mundo, con toda la carga de virginidad que eso conlleva (el cristianismo ha hecho MUCHO daño inoculando la perversa idea del pecado original, sin duda arraigada en un evento histórico de cuya carga deberíamos a estas alturas habernos redimido totalmente). Sin embargo el adulto depresivo puede concebir el suicidio como escape puesto que está impregnado de muerte, para empezar contaminado con el concepto de finitud, de temporalidad, idea solo aprehendible en la esfera de la experiencia humana. Suicidarse es una opción conductual comprensible para un humano abatido hasta la médula.

No sabemos qué ha detonado el suicidio de este brillante hombre, pero sí sabemos que se ha tirado del balcón de la casa de sus padres...ahí tenemos una pista nada desdeñable. Por supuesto que no se trata de un crimen y nadie va a ser enjuiciado por un suicidio, y el análisis forense no devuelve ninguna vida pero como se suele (solía...) decir, Paris bien vale una misa. Y Paris en este caso es el porqué.

El suicidio típicamente involucra la huida de la secuencia natalicia del mismo modo que el dolor (tensión) se infiltra en la conducta sexual y la reinterpreta con la finalidad de hallar una salida al estrés.

Continuará...

 

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