Esto es fácil decirlo y a la vez supone un gran esfuerzo.
Todos nos amamos. Simplemente estamos confundidos.
La verdad, hay que decirlo, es que somos amor. Y el amor es intemporal. Luego somos eternos. No es otra nuestra naturaleza. Ese es nuestro origen. Somos desinteresados. Basta recordar cómo éramos de niños–descartando todos los calificativos con los que nos etiquetaron. Simplemente lo hemos olvidado. La afición al sacrificio como una fatalidad inevitable y el miedo a SENTIR dolor nos ha forzado a estar huyendo, siempre evitando situaciones que creíamos serían insuperables.
Cuando uno se acostumbra a una deriva, por delirante que fuese en su inicio, siempre se acaba cayendo en una adicción a ella, hasta el punto de defender esa adicción a capa y espada, aún a sabiendas de que esa batalla defensiva-agresiva, nos erosiona (alimenta/aumenta la confusión). Paradójicamente huir de algo te pone en la senda de una espiral, ascendente siempre, que acaba conduciéndote al meollo de la fatalidad de la que huyes. Huir de cualquier cosa conduce a ello mismo. Ese meollo es la crisis que estamos presenciando, cual desagüe de una bañera repleta de agua sucia que se fue enturbiando en el transcurso de siglos e incluso milenios. Una bañera que precisa ser desaguada para poder volver a ser llenada de agua limpia y transparente, que permita que luz la atraviese. La cuestión es que no somos los patitos que han flotado en el agua. Somos las moléculas del agua misma. La clave para iluminar la cueva de oscuridad en la que estamos escondidos es convertirse en linterna, en haz de luz. En amar la trama más que el desenlace.
El delirio que presenciamos en estos tiempos solo se comprende (y asimila) si aceptamos que hemos olvidado quienes somos, de dónde/cuándo procedemos, cuál es nuestra naturaleza. Y olvidar algo que se sabe solo es posible si aceptamos la idea de que voluntariamente decidimos aceptar ser anestesiados...
La amnesia ha sido el brebaje ineludible de una excursión programada desde instancias (dimensiones=tiempo/espacio) en las que la fuerza del amor no es algo cuestionable, igual que nadie cuestiona la energía que emana del Sol. Dimensiones a las que pertenecemos
Decidimos voluntariamente olvidar (dormirnos) que todos procedemos de una misma Fuente para así poder experimentar lo que es estar separados, dispersados (DIASporados) como los granos de un terrón de azúcar, que se separaron cuando éste, habiendo impactado brutalmente sobre una mesa, se 'des-integró' como tal.
Ahora estamos presenciando el reaglutinamiento del terrón. Una SISTOLE cósmica que lleva produciéndose desde prácticamente el inicio de la sociedad industrial y que ha alacanzado ya su cénit, circunstancia necesaria para dar por concluida la delirante huida de la Fuente.
Como granos de azúcar que, vencidos ante la soledad de la dispersión, decidieron liderar el reaglutinamiento organizando a los granos dispersos en comunidades, culturas y religiones aquellos que dirigen y lideran se aficionaron generacion tras generacion a su querencia por reorganizar el aglutinamiento, controlando el modo en que el resto de granos debían reagruparse. Ejercer el poder absoluto desde la soledad de la cúspide de la pirámide conduce a la tiranía y contradice su misión inicial codificada en clave de amor. La tarea de liderar el reaglutinamiento paradójicamente confundió sus consciencias. De hecho, esos espabillati están haciendo todo lo humanamente posible para que los granos que están regresando, se atasquen por el camino de vuelta a casa...
Muchos granos creerán que la alternativa a dicha obstaculización es presentar batalla. De hecho tal será la estrategia de los controladores. Antes que permitir que el rebaño abandone el redil desplegarán la estrategia final: denostar al propio sistema y presentarlo como apuntalado y vulnerable sugiriendo a los corderos la posibilidad de contribuir a derribarlo y crear de los escombros otro más justo. Pero recordar que el mismo pastoreo es una actividad reciente en nuestra existencia y que los pastores, fueron 'concebidos' para despertar en la consciencia de la especie humana la idea de la unificación, del origen UNO. Esa es la clave para salir de la espiral de delirio mental y aterrizar en tierra firme.
Aceptar y perdonar es fácil cuando la consciencia de estar de regreso a la fuente de la que se procede está creciendo. Aceptación es traducido como resignación cuando la mente se ha aficionado a presentar batalla, cuando la supervivencia persiste en constituir el leit motiv de la existencia. No hay barreras ni obstáculos insalvables cuando la convicción de que todo es posible se instala. Y dicha convicción se alimenta día a día, creyendo en la realidad, inicialmente invisible a los ojos físicos, pero palpable para todo el que se reconecte con la fascinación por la novedad, por la gloria de la misma creación y el sentimiento de pertenencia inalienable a dicha creación. Una fascinación que solo testimoniamos en los niños y en los adultos que no se han desprendido del niño interior, que no lo han abandonado, entregado en depósito a cambio de un puesto de renombre, a cambio de aceptación externa. Y todo lo creado tiene un creador/creadora. Saberse creado y no necesitar cuestionar esa patente realidad coloca a uno en el trampolín de la misma creatividad. Y cuando la creatividad se enciende, ya no se puede detener el tren del despertar.
Es tiempo de regresar a la consigna y recuperar el niño y la niña que fuimos. Darle la mano y permitir que nos guíe en la nueva odisea.
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