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viernes, 3 de febrero de 2012

A propósito de las monedas

 Acabo de terminar de leer el libro de Joan Garriga Bacardi "¿Dónde están las monedas?"que una amiga me ha dejado (gracias, Sonia). Éstas son las conclusiones que he sacado. Me atrevo a compartirlas contigo, si tienes a bien aceptarlas.

Este post, que es casi un ensayo, está dirigido a todo aquel que haya leido "¿Dónde estan las monedas?" y desee conocer una perspectiva complementaria en muchos aspectos a la de Joan Garriga respecto de la resolución de los conflictos transgeneracionales. La perspectiva que con toda modestia ofrezco tiene la intención de estimular una visión acerca del conflicto intergeneracional -percibido y juzgado por el establishment patriarcal como de inútil y hasta cruel estadio de rebeldía y enfado con los padres. Está modestamente dirigido a quien quiera asomarse al lado oscuro y reprimido de la mente, oculto tras la presunta, y a mi parecer erroneamente calificada, tiranía infantil actual. Tras este ensayo he escrito un relato que quizá te pueda interesar.

* si no has leido el interesante librito (no te asustes, es tan breve como mi propio post), lo he encontrado aquí

 ... ...

Todo quien haya leido este popular cuento para adultos, reconocerá el mensaje (la agenda) que contiene. "Perdonar a tus padres te permite perdonarte a ti mismo." Permíteme que empiece este ensayo en clave de humor. Hará mas llevadero y fácil enfrentar el contenido de este post, amén de servir de ilustrativo aperitivo a mi diatriba.


- El otro día, decidí llevar a la práctica el 'consejo' del libro de Joan Garriga –me cuenta Amélie una buena amiga que vive en España– y decidí ir a ver a mi madre que vive en Francia. Ambas se saludaron al reencontrarse en el aeropuerto.

-hola mamá.

-hola hija!

Tras un corto viaje en coche, durante el que Aurore se interesó por el estado de ánimo de su hija, sabedora de los difíciles momentos por los que su hija estaba atravesando como consecuencia de su ruptura matrimonial, llegaron al antiguo domicilio familiar. Ambas pasaron a la cocina donde su madre se ofreció para preparar una infusión. Aurore ya es viuda y vive con sus tres gatos en un céntrico barrio de París.

- Mamá, quiero decirte algo...

- ¿Qué, Amélie?

- Te perdono.

- ¿Cómo dices?

- lo que oyes. Te perdono.

- ¿Pero que te he hecho yo que necesite ser perdonado? Te lo he dado todo...

...

Amélie está pasando un proceso de separación matrimonial muy doloroso, hijos de por medio incluidos. El umbral de tolerancia ante los abusos físicos y las humillaciones recibidas de quien hasta hace pocos meses era su pareja, su marido, se había ido rebajando con los años hasta hacer insoportable la convivencia. (Su madre siempre le había alentado a aceptar y resignarse, aduciendo que el papel de las mujeres constituye el cimiento de la institución familiar y que 'perder la fe en el amor' era perder la esperanza de vivir. Last but not least, le recordaba todos los privilegios económicos  a que habia accedido como consecuencia de la muy desahogada posición de su entonces marido. Ahora que la decisión de separarse estaba tomada, el consejo de mamá era olvidar y mirar hacia adelante...)Descartada la opción inicial de acudir a una terapia de pareja ante la rotunda negativa de él, Amélie decide buscar algún otro tipo de terapia con el fin de hallar una solución al sempiterno caos de su vida, una vida jalonada con diversas relaciones de pareja en las que ella siempre interpretaba el rol de sumisa, en contraposición al rol dominante que indefectiblemente ostentaban todos sus novios y dos últimos maridos. El terapeuta había dicho: -no será fácil, pues tendremos que trabajar con tu inconsciente.

Hace una semana –continuó Amelie tras una pausa– durante el transcurso de una sesión de una terapia emocional muy particular, conecté con un recuerdo que yo misma me forcé a ocultar en lo más profundo de mi inconsciente...algo que pasó hace mucho tiempo. Rescatar ese recuerdo me ha permitido vislumbrar la luz al final del túnel. Verás mamá, he decidido perdonar tu connivencia con papá cuando, a sabiendas de que él se levantaba de vuestra cama por las noches para ir a la mía y abusar de mi, tú no hacías nada para defenderme. Te perdono a pesar de haber callado y con ello haber otorgado, porque no sabías lo que hacías, mejor dicho, lo que estabas dejando de hacer.  Ya he hecho las paces internamente con papá, allá donde esté (ya fallecido: se suicidó) y ahora vengo a traerte mi perdón. Iba s preguntarte si lo aceptas, pero en realidad esa sería una pregunta retórica porque mi perdón es incondicional. Lo aceptes o no, te perdono. No me ha hecho falta que papá estuviera 'vivo', aquí entre nosotros. Ha bastado con disculparme a mi misma por haberme culpado. Llegué a convencerme de que yo le había provocado de alguna manera, de que yo había hecho algo mal. Cualquier cosa para soportar y asimilar la insoportable situación. He llegado a sanarme sacándome la culpa. He encontrado la redención que tanto andé buscando en todas mis parejas, en mi misma. Ver el fondo del pozo de mis ansiedades, me ha capacitado para exonerarme de toda la culpa que cargué en mis hombros. No tengo la culpa de nada. Ya no necesito seguir reprochándote nada en el presente, pues he sacado a la luz toda mi rabia contenida. He hecho las paces con mi pasado. Ya no necesito buscarme a un hombre autoritario o violento al que entregar mi vida. Ya no sigo buscando inconscientemente a Papá en otros hombres que se le parecen, tratando de que me quieran por lo que soy. Se que valgo mucho y lo merezco todo. Ahora te traigo mi perdón para que utilices su energía para sanarte a ti misma. Eso es todo.

No voy a perder el tiempo ofreciendote la respuesta de Aurore, si es que la hubo. Tu mism@ puedes escoger la que más resuene con tu estado de ánimo. 

Si eres efectivamente de los que ya han leído el libro de Joan Garriga, te voy a plantear esta pregunta: ¿Consideras tu que el hijo tenía un motivo para haber sido desagradecido con las monedas recibidas de sus padres en un sueño? ¿Crees que las rechazó sencillamente por "un deseo personal de su pequeño yo" fruto de no haber aceptado, caprichosamente, a sus padres tal como eran? Yo opino que para rechazar las monedas de tus padres, tiene que mediar un motivo de peso. Un peso insoportable si me apuras. Nadie siente deseos aleatorios (caprichosos) de rechazar las monedas procedentes de aquellos a quienes más amas (y que supuestamente más te aman) a menos que descubra que tras esas monedas hay una falsedad oculta, que tal generosidad no es desinteresada; A menos que ese hijo o hija descubra que tras esas monedas se aloja un interés oculto, precisamente lo opuesto a la generosidad desinteresada y la carencia de expectativas que todo progenitor supuestamente debe albergar respecto de sus hijos. Nadie rechaza unas monedas a menos que se percate fehacientemente de que están...'sucias'.

Los adolescentes son expertos en identificar el tarro de las vergüenzas, por llamativa y seductora que aparente ser su etiqueta. Todos, incluso los que ya somos padres, hemos sido adolescentes. Sabemos a lo que me refiero. ¿Como distingue un hijo lo que es auténtico de lo que es falso e interesado? Muy sencillo. Porque los niños tienen mas cercano en la memoria el recuerdo de la genuina y desinteresada naturaleza de la energía que les anima: el amor. ¿Por qué crees que la adolescencia es la etapa de crecimiento en la que nos solemos comprometer con causas utopistas, altruistas y sin ánimo de lucro? Sencillamente por la razón de que sabemos que el amor no pide contraprestaciones, no pide ser remunerado, sino que entiende la reciprocidad como una dinámica natural, no forzada. Como adolescentes (literalmente los que adolecen...qué palabra tan inapropiada, verdad?) sabíamos que lo natural es ser amado y correspondido. 

La adolescencia está íntimamente conectada con el ímpetu y la experimentación, la sed insaciable de conocer lo inaccesible hasta entonces, lo prohibido. Destapar tabúes. Es una pulsion irreprimible. Y esa sabiduría, que a pesar de todo conservan en mayor medida que los adultos en virtud a su proximidad a la fuente, es el rasero por el que son capaces de medir la autenticidad de la falsedad. 

Recuerdo la historia de un amigo de adolescencia que harto de escuchar de su padre que le debía la vida, le obsequió por su aniversario con una bolsita que contenía el semen obtenido tras haberse masturbado. 

- Toma Papá. Te devuelvo lo que me diste. Ya no te debo nada. Estamos en paz.

 Cuando un hijo, tenga la edad que tenga, le devuelve a sus padres las monedas de la vida que recibió, está siendo honesto consigo mismo al devolverle un dinero que considera que no ha sido ganado honestamente. Y no por ello está juzgando a sus progenitores por haber estado ciegos al origen de las monedas (que ellos mismos recibieron en herencia de sus propios padres y cuyo valor nunca se atrevieron a cuestionar) sino que está poniendo sobre las cartas sobre la mesa, brindando la posibilidad de que ellos a su vez revisen la procedencia de dichas monedas. Que eso sea percibido como una actitud beligerante no es de extrañar. Quien permanece ajeno a sus emociones, percibe inequívocamente la actitudes asertivas como amenazantes. Afortunadamente los tiempos estan constantemente cambiando y llamar a las cosas por su nombre ya no es etiquetado como una agresión.

- Cariño, papá te quiere mucho, y esto que estamos haciendo es prueba de mi amor, pero no se lo digas a nadie, que sea nuestro secreto, vale? (confesión verídica de una mujer adulta al rescatar de su amnesia, un episodio de abuso físico)


 Tras 17 o 20 años de confusión afectiva, las personas despertamos, entre otras cosas, a la hipocresía en que el comportamiento adulto siempre ha consistido, a la realidad de que las monedas recibidas estaban manchadas de mentiras, de que eran monedas de chocolate sin ningún valor real. Despertamos al dolor de habernos sentido engañados. El ímpetu afianzado de la fase evolutiva que atraviesan los adolescentes les empuja, con la fuerza de un torbellino, a ser honestos y a expresar sus sentimientos genuinos, no los sucedáneos que -ahora se dan cuenta- tuvieron que manifestar (besar a la odiosa abuela sarcástica...) o reprimir (me hubiese gustado mostrarle a mi papa, cuando regresaba del trabajo, lo bien que canto, pero estaba siempre demasiado cansado para escucharme...) para contentar, agradar y, en definitiva, hacer sentir bien a sus padres y demas adultos de su orbita familiar, que no eran sino seres frustrados con su propio pasado.

En estos precisis momentos de la historia de la humanidad, todos podemos identificarnos con este adolescente a punto de salir del cascarón, independientemente de cual sea nuestra edad física. Arropado por el coraje de haber sido capaz de expresar su disconformidad con la usura padecida, es capaz de poner los puntos sobre las íes, sabedor de que con ello no está agrediendo a sus padres sino impartiéndoles una lección sanadora –que ellos aceptaran o no– que no es otra cosa que la misión que justamente vienen (vinimos) a realizar los hijos cuando tomamos la decisión de encarnarnos en la tierra y nacer en el seno del hogar escogido. La era de acuario aloja en su seno la semilla del desapego, la independencia y la autonomía de las almas.

La reacción del patriarcado está siendo ya feroz en muchos casos, si bien dispone de recursos muy sutiles para reconducir y canalizar las ansias de libertad de todo quien reconozca haberse sentido prisionero y desee volar fuera del nido. Uno de esos recursos es la trampa de la colectivización. Intencionalmente buscará modos de estimular la legítima ira y la cólera en beneficio de sus propios intereses. Todo con tal de confundir. No hay más que observar la verdad oculta tras los llamados procesos revolucionarios (las recientes 'primaveras árabes' incluidas) que jalonan la historia. Ninguno de ellos ha conseguido nada salvo beneficiar los intereses del patriarcado.

Los padres integrados armónicamente en su rol, no se 'empequeñecen' si sus hijos rechazan sus monedas. Los aman a pesar de ello. Unos padres con un balance emocional equilibrado, que se sienten cuestinados o incluso rechazados por un hijo, automaticamente se preguntaran "¿qué hicimos para merecer esto?". 

A todos nos llega tarde o temprano la hora de hacer examen de conciencia, lo que implica indagar en el cuaderno de bitácora y reconocer los errores cometidos. Si dichos errores han herido a terceros (los hijos en este caso), lo sano y natural es pedir perdón. Es entonces cuando el perdón se torna efectivo. "pedid y se os dará". 

Decía el sabio griego Solon -y creo que lo he mencionado en alguna otra ocasión en este blog- que un error no se convierte en una equivocación a menos que quien lo ha cometido se niegue a corregirlo.

 Abordar la solucion al conflicto entre padres e hijos desde la exclusiva óptica de la aceptacion de la sangre que corre por nuestras venas como el inevitable legado de la matriz transgeneracional, fruto de la herencia genética, es no haber comprendido la naturaleza trascendental de la épica odisea que como humanos hemos experimentado en este planeta, ni el significado de la Consciencia. La vida no es un regalo que te dan los padres, y los seres humanos no necesitamos ser tutelados ni estar sujetos a ningún tipo de tutoría, ya sea de la parte de los transmisores de la herencia genética (progenitores) o de parte de instituciones publicas y otros organismos nacionales o supranacionales. 

All you need is love cantaron los Beatles. Todo cuanto necesitas es amor. Pero, ¿Sabemos realmente que es el amor? El control, la manipulación (celos) y todas las actitudes erróneas enquistadas en el día a día, originadas en el abandono sufrido en la mas tierna infancia, son contempladas por sus autores como genuinos actos de amor. Exorcizar dicha confusión mental, con ayuda de mucho amor y compasión, es erradicarla de la herencia emocional que de otro modo corres el riesgo de legar INCONSCIENTEMENTE a tus hijos. Al hacer efectivo el necesario reset de las estructuras intelectuales heredadas, sanamos al mundo y permitimos el reinicio de un nuevo ciclo de generaciones desprovisto de la lacra de dolor, miedo y represión. Se trata de rescatar la paz interna escondida en la trastienda de nuestra mente inconsciente y devolverle la dignidad a ese/a niño/a asustado/a entregandole el timón de nuestra nave que, de ahora en adelante va a ser manejada desde el corazón y no ya mas desde el reducto de las emociones desatadas o desde la tiranía mental. 

Volver a sembrar el mundo con la paz y el amor empieza por uno mismo con un combinado de dosis iguales de asertividad y ataraxia, estadio básico desde donde se puede perdonar. Sin restitución de la dignidad no hay perdón posible. Pidele si no a cualquiera de los adeptos al movimiento 15-M que perdone al mas corrupto de los políticos. Hazlo y luego me lo cuentas...

Para restaurar el amor por nuestro linaje no ya familiar sino como especie) no es imprescindible que nuestros ancestros asuman la autoría de los abusos cometidos. Para manifestar genuina compasión, no ya por los padres sino por el conjunto de la humanidad, basta con hacer la responsable 'revisión de daños' que todo accidente reclama. Imaginate que tras la colisión de dos vehículos en la ruta, los supervivientes, en lugar de disculparse mutuamente y ponerse en manos de los médicos y enfermeros, se empezasen a agredir entre ellos ante la mirada atónita del conductor de la ambulancia, el enfermero y los agentes de policía. Eso es precisamente hemos hecho en el mundo hasta ahora.

En la naturaleza de un niño esta amar incondicionalmente a sus padres y aceptar sus errores (y no repetirlos o huir de ellos inconscientemente) si observa en sus progenitores la capacidad de examinar sus consciencias, de disculparse y de hacer propósito de enmienda. En caso contrario, un niño aprende que el comportamiento psicótico de unos padres que predican una cosa pero obran (y no se arrepienten) de otra, es lo normal. Y ese, y no otro, es el germen de la rabia, el rencor y el desamor en este mundo, de nuestra negación a volver a amar. Nos hirieron y cuales escorpiones nos hacemos daño cerrandonos al amor, negandonos la manifestación del tesoro que poseemos: el amor. 

No somos ciertamente víctimas del abandono sufrido, sino de nuestra decisión de cerrarnos al amor, la fuerza vital que todo lo anima. Al negarnos a amar, nos des-animamos, decidimos morir lentamente. Perdonarnos es la meta. Perdonar al mundo es el camino. Rescatar el dolor reprimido es el via crucis. Para alcanzar dicha meta es imprescindible sentir plenamente el dolor anestesiado. El dolor que automáticamente reprimimos en el momento de ser incomprensiblemente abusados por aquellos a quienes mas amábamos, y que supuestamente mas debian querernos y demostrarlo, nuestros padres. Somos víctimas de nosotros mismos. Sembramos dolor por donde quiera que vayamos, por acción u omisión. Es inevitable mientras los recuerdos dolorosos del pasado no sean traídos conscientemente al presente. Darse cuenta, tomar consciencia de la represión ejercida sobre uno mismo y SENTIRLA es la puerta de regreso al amor, al perdón.

 La idea de sacrificarnos por nuestros padres, en la creencia falsa de que asi les salvaremos, proviene de nuestro miedo a sentir dolor por el abandono que sufrimos cuando nos SENTIMOS entonces abandonados. Se trata de una cuasi servil vinculación con los padres y abuelos, alimentada típicamente desde  las sociedades meridionales (en contraposición a las nordicas). No se trata de una "debilidad" que haya que combatir, sino una adicción que debe ser reconocida y sentidas las implicaciones que conllevó al hijo generarse tales compulsiones. Nadie, NADIE tiene la autoridad para calificar de irrelevantes las heridas del alma.

 Dice que el amor necesita orden para fluir con dicha. Orden es una palabra con muchos matices y acepciones muchas de las cuales connotan épocas de la historia de amargo recuerdo. Dicho esto, si entendemos orden como armonía y equilibrio, convendremos que para que el amor fluya con dicha, los padres deben de ejercer de tales, no de amigos. Con eso queda dicho todo. Eso implica por supuesto no inmiscuirse en los asuntos de sus hijos. Honrar a los padres no es un mandato que deba figurar en un decálogo  de normas morales, sino que sucederá naturalmente siempre que un niño se sienta bien recibido y todas sus necesidades sean colmadas en los primeros años de existencia. Es ley de vida. Los padres se honran a si mismos honrando a sus hijos y siendo plenamente consecuentes con su decisión de traerles al mundo. Tomate unos segundos para sentir esto...

 No honramos a los padres haciendo algo bueno con nuestra vida. Esa es una óptica ciertamente maniquea. Los derroteros que tome la vida de una persona son personales e intransferibles y no constituyen una deshonra para sus padres si el resultado no les complace. El amor es no se engrie, es indulgente en el más amplio sentido del término. El deber de un padre es no poner trabas ni convertirse en un obstáculo para el sano desarrollo del potencial del ser que coyunturalmente llama su hijo. El apego a los títulos (madre, padre, hijo) impide observarnos como miembros de una gran fraternidad, parte de un todo que como un gigantesco terron de azucar, cíclicamente se disuelve para experimentar diferentes grados de dualidad. Luego se vuelve a aglutinar a la conclusión de dicho ciclo. Y un ciclo esta concluyendo ahora.

 Existe una secuencia natural en la cadena afectiva generacional de amor. Y esta secuencia transgeneracional no escrita manda que los padres amen desinteresadamente a sus hijos, para que los hijos puedan amar desinteresadamente a los suyos y asi ad infinitum... Amar es todo un arte que consiste en caminar sobre la delgada línea que separa el apego del abandono. Eso implica no generar en los hijos inconscientes dependencias o desarraigos. Ni secuestrar el afecto de nuestros hijos por medio de inconscientes estratagemas, ni abandonarlos a su suerte para que así espabilen antes. No es fácil amar en este mundo. Nadie dijo que lo seria. Lo fácil es herir en el intento. Pero hay un método mágico que todo lo cura: el perdón. Ser perdonado por un hijo es la transformación más sublime por la que un padre puede pasar. Libera al padre del pasado y al hijo del resentimiento acumulado. Todo se solventa pidiendo disculpas. Algo tan sencillo como eso y sin embargo tan poco usual...Ser perdonado es ser dís-culpado, es decir exonerado de toda culpa.

 Lo siento mucho. No sabia lo que hacia. En verdad te amo.

¿Me disculpas? Gracias.

 

La terapia primal no busca retrobar el abrazo paterno nunca recibido, sino experimentar el dolor reprimido. Dicha represión se opera de modo inconsciente y es la causa de todas las neurosis o comportamientos adictivos inconscientes, que tienen como efecto la negación del amor en forma de:

-actos violentos con uno mismo o con los demas

-represión de los sentimientos ajenos

-censura de la expresión vital propia y ajena

-deriva beligerante

-tendencia a percibir cualquier inconveniente u obstáculo desde una óptica del enfrentamiento y por medio del combate...

 Es cierto que nos atamos a aquello que rechazamos. Sucede que el rechazo está anclado en un lugar no integrado de la mente, el inconsciente. Para dejar de huir es imperativo abrir las ventanas del subsuelo de nuestra psiquis. Igual que recordar una herida no es algo que uno se proponga sino que acaba sucediendo incluso a su pesar (los muertos siempre acaban saliendo a flote en el lago de las ocultas verguenzas), de igual modo perdonar a los padres no es algo que uno se proponga voluntariamente, sino que constituye un acto genuino de amor por el conjunto de la especie humana. Digamos que es la consecuencia natural cuando el dolor reprimido es canalizado adecuadamente hacia el exterior y los intersticios del alma que ocupaba son debidamente purificados. Nadie quiere perdonar a sus padres si no sabe qué es lo que debe/quiere perdonarles (esto que suena tan obvio parece tener dificultades en ser asimilado). Una vez sentido el dolor no expresado en la infancia por medio de la expresión emocional, y comprendidas luego, en el presente, las razones que les empujaron entonces a nuestros padres a abusar, manipular o abandonarnos cuando mas les necesitábamos, solo entonces somos capaces de perdonarles -incluso aunque no estén presentes físicamente o ya hubieren decedido. Solo entonces podemos decir abierta y confiadamente si a la vida, si a lo que cada momento nos traiga. Si no media esa catarsis, la aceptacion es pura entelequia y gimnasia mental.

Para decir con toda la alegría SI, es imprescindible haber sabido decir NO con el mismo grado de convicción y asertividad. Y una niña violada, incapaz de decir no a su padre o familiar cercano, no puede perdonar hasta que, alcanzada la madurez, sea capaz de decir y sentir NO en el presente, desde el fondo de su estómago, lubricando dicha expresión con sus lágrimas.. 

 La totalidad se compone de las partes. Del mismo modo la luz para ser aceptada y emitida precisa de la aceptación de los polos opuestos que la componen, positivo y negativo, masculino y femenino, si y no. Solo se puede experimentar la síntesis cuando se sublima la experiencia de los opuestos. La sombra es bella en la medida que nos remite al anhelo por experimentar la luz. El malestar se nutre de la resistencia a experimentar el dolor. Por eso aceptamos y sufragamos un sistema sanitario destinado a mitigar el dolor a cualquier precio.  Por eso ese sistema está totalmente caduco y obsoleto a estas alturas. Y negar el dolor tiene consecuencias mas trágicas que la experiencia del mismo.

No existe tal dictadura filial como contraposicion a las pasadas dictaduras  patriarcales. Quien perciba los cambios como amenazantes estará evidenciando un miedo a la venganza. Y ya dijimos que atraemos todo aquello que tememos que suceda. Y todo lo que tememos no es sino el reflejo de lo inconscientemente reprimido. De nuevo la solucion pasa por rescatar del inconsciente todos los miedos que alli se esconden. Los que saben que han abusado de su poder (sobre sus hijos, sus súbditos, sus feligreses...) perciben el despertar actual de la consciencia independiente en el mundo como la amenaza de una futura tiranía filial. Solo quien ha sido tirano en el pasado puede etiquetar de igual modo a los espíritus jovenes que tratan de abrirse paso y mostrar a la humanidad el camino de la integridad. Y por espiritus jovenes me refiero ya sabes a quien, no exclusivamente a quie es joven porque lo revele la fecha de tu documento de identidad...

Cree el ladrón que todos son de su condición, reza un dicho. Los opresores contemplan dos modos de enfrentar el despertar del rebaño. Una consiste en juzgar y reprimir con más ahínco. Esta es una modalidad aceptada por ellos mismos como caduca e inefectiva a todas luces y por ello ha sido descartada. La segunda, más sibilina y sutil, es la que actualmente están operando las fuerzas que actuan desde la testosterona: patrocinar y alentar la imparable catarsis colectiva utilzandola en interes propio, a sabiendas de que la colectivización de la rabia, inicialmente percibidas como atractivas, acaban inequívocamente por marear la perdiz, diluyendo desde la burocrática gestión asamblearia el poder concentrado del enfado individual. Es el maquiavélico "Divide y vencerás", expresado en su máximo exponente.  

 Estamos atravesando una natural y necesaria catarsis que solo se entiende extrapolandola a la escena de un conflicto intergeneracional, el experimentado en el núcleo familiar cuando el hijo comunica que desea abandonar el nido. Todos los espíritus jóvenes se regocijan ante el colapso del sistema. Quienes por el contrario perciben el nuevo escenario como inseguro y amenazante forman parte de las fuerzas represoras.  Es obvio que el establishment patriarcal tiene serias dificultades en reconocer que privaron a sus hijos de lo mas básico, el amor, ya sea por medio de actitudes abusivas y opresivas o a traves del abandono al que han sometido a sus vástagos. Tienen serias dificultades en admitir que ello tuvo unos efectos devastadores en sus hijos. Estoy hablando, como intuirás, de las dependencias adictivas de opiáceos sintéticos, con las que mitigar y reprimir el a la larga incontenible dolor por el desamor padecido. Ese desamor que curiosamente es el mismo que sus progenitores tuvieron a su vez que reprimir por medio del ejercicio de una paternidad ya severa y autoritaria ya laxa y desprovista de la necesaria contención que todo ser humano precisa durante los meses inmediatamente posteriores al nacimiento. Y en esas dificultades radica su desconexión con su propia fuente de energia amorosa.

 Conectar con el reino de los sentimientos cohartados y liberar las emociones contenidas es un proceso de reversión del estado de hipnosis a que nos vimos obligados a inducirnos, so pena de morir prematura o incluso súbitamente. Nadie operó eso en nosotros, sino que fue un recurso que todos aceptamos tacitamente en la medida que el consenso general así lo había dispuesto. Lo hicimos para sobrevivir en este mundo de desamparo. Y esta reversión voluntariamente aceptada es el acto más legítimo que todo ser humano puede hacer. Y este acto no necesariamente obliga a entrar en conflicto en el cotidiano vinculo con los padres. La actitud de permanente reproche en la -repito- fatídicamente llamados adolescentes (que yo votaría por renombrar: independituros, 'los que van a ser independientes') es resignadamente aceptada por los padres, entre otras cosas porque en su fuero interno saben que es un proceso natural de rebeldia por el que ellos mismos atravesaron. Ahora bien cuando este proceso no ha conducido, por diversas causas que desglosare en otro post, a la natural metamorfosis niño-adulto, es cuando el enfado y la rabia se enquistan en el ahora permanente adolescente (síndrome de Peter Pan) revestido de adulto y se despliega todo un abanico de personajes que oscilan desde a) la tenaz e indomable rebeldía del apátrida confeso (James Dean) hasta z) la perversa tiranía de los oligarcas ocultos tras las escena mediática (pon tu el ejemplo si lo deseas...). El abanico incluye toda una gama de matices acertadamente desglosados y analizados ya por multiples y reconocidos autores (Anatomia del Espiritu. Caroline Myss) y sobre cuyo trabajo dejare que tu mism@ te documentes.

Si ese rescate es percibido como amenazante, es asunto del presuntamente amenazado evaluar y asumir las razones de dicha perspectiva. Nadie tiene razones objetivas para sentirse amenazado porque su hijo o hija trate de investigar en su pasado para hallar el instrumental con el que suturarse las heridas sangrantes que arrastra. Y dicho instrumental se halla en cada una de las escenas traumáticas. Quien considere que rescatar las emociones reprimidas pretende como meta no aceptar a los padres, no ha comprendido el proceso mencionado en absoluto. No se trata de desgañitarse para justificar el malestar por lo no recibido y así eternizar lo oposición, el rencor. Se trata de llegar al origen del dolor no sentido, con el fin de integrarlo en la consciencia, como parte indisoluble de uno mismo. Es el derecho inalienable a recuperar la integridad. Un deber, una responsabilidad sagrada para con uno mismo. Algo así como recuperar las páginas perdidas y nunca leidas del propio cuaderno de bitacora, el libro de la historia personal de cada uno. Honrar (perdonar) a los antepasados y por ende al origen ancestral de la especie humana es algo que solo pueden hacer plenamente conscientes quienes han sentido el contenido de las paginas una vez perdidas y ahora retrobadas de este libro personal. Quien teme esto esta tomando partido sin darse cuenta por esos padres adoptivos que tratan por todos los medios de disuadir -por medio de todo un abanico de estratagemas- a sus hijos adoptivos en su intento por conocer sus verdaderos orígenes. Si no has visto la película Rapunzel (en español "Enredados"), quizá sea este el momento...


El estado bipolar de la princesa Rapunzel, extrapolado al contexto más amplio del presente estadio de la humanidad, es la fase tan abominada, temida y sutilmente censurada por los patrocinadores y el autor de "¿Donde están las monedas?" y todo aquel que se adhiera a su mensaje. Rapunzel somos todos, tu, yo, incluso tus padres. Pero si niegas esto, tarde o temprano acabaras justificando el rol de su madrastra. Liberar el inconsciente de su cueva es un ejercicio de salud mental destinado no a culpar, sino a recuperar la libertad de amar, la que todos hemos olvidado y deseamos recordar. Si tuviste la fortuna de ser alimentado tres veces al dia o incluso recibiste religiosamente tus regalos cada Navidad, en nada compensara eso el dolor emocional padecido por no haber sido amado en la misma medida que tu les amaste. Porque lo hiciste. Con todo tu corazon. Pero tu tristeza al no ser correspondido se apodero de ti. Tu necesidad no fue satisfecha y eso duele ahora. Duele ahora porque no te permitiste que te doliera entonces. Y no te lo permitiste en virtud de un automatico sistema defensivo/represor que se opero en tu cuerpo y del que tus exhaustas endorfinas dan testimonio. De haberte permitido sentir el dolor (y eventualmente haber sobrevivido al trance) ahora serias Buda o el mismisimo Cristo encarnado. Pero eso es una utopia. Para volar como el ave fenix, hay que haber renacido de las cenizas. Y para eso tiene que haber mediado el fuego. 

Bloquear los sentimientos fue un mecanismo de defensa que ahora presenta un mayor inconveniente que los beneficios que entonces supuso. Si lo esencial fue negado, ningún tipo de compensación (que te toque la loteria, unos pechos de silicona de ultima generacion, determinar el destino de un pueblo...) podrá en adelante siquiera mitigar el desequilibrio existente. Es mas, todas esos objetos no harán mas que aumentar la ansiedad, que acaba siempre buscando ulteriores adicciones con las que aplacar el dolor real, nada imaginario. El problema lo tiene quien se obstine en negar esta verdad, no quien trata de sacar la cabeza del charco de lodo en el que se ha estado ahogando (sobreviviendo) toda la vida.

Hay escuelas de pensamiento (gestalt, constelaciones,...) que postulan que por traumáticos que sean los recuerdos, mantener vivo el resentimiento acaba por conducir a reproducir el mismo comportamiento dañino que se recibió. Abogan pues por perdonar y olvidar para poder sobrevivir, que es de lo que la corriente generalizada de pensamiento opina que se trata. La postura del Dr. Janov, crecientemente aceptada en los EEUU y Canadá a pesar de haber sido planteada en los años 70 del pasado siglo, postula que permanecer ajeno a la realidad del dolor reprimido no conduce a una vida pacifica y ensoñadora carente de problemas, ni siquiera a una incrementada capacidad para abordar los obstáculos diarios, sino a librarse inconscientemente a una frenetica búsqueda de soluciones de los conflictos que el inconsciente trata de (y clama por) resolver. Las respuesta a perpetuar la búsqueda inconsciente acaba encontrandose con una experiencia vital afin a lo que el inconsciente trata de reprimir. Se trata a fin de cuentas de pactar con el diablo y aceptar una nueva dosis de amesia. Eso es lo que aconsejan las energias del patriarcado. Sin embargo, una vez que se está despierto, dormir ya no entra en el abanico de opciones disponibles para la mente consciente. Permanecer despierto y consciente es inevitable. Pretender lo contrario es engañarse. Una vez que el recuerdo aflora, nada puede volver a ser como antes. El estadio que tanto temen los padre no es otro que el de su propia culpa ante los reproches filiales, que esa fase de rebeldía se estanque como en un limbo del que no poder poder salir, en el que quedarse enfangado de por vida. Sin duda que ese riesgo existe. Yo mismo lo he comprobado y experimentado. Y puedo decir que no es fácil sublimar ese estadio pues implica Responsabilidad para con uno mismo y para con la tarea sagrada: perdonar.

Repito, no se trata de 'echar la culpa' a los padres, sino de afrontar responsablemente la realidad de las heridas sangrantes y proceder a suturarlas para que puedan cicatrizar. Otra cosa es engañarse y perecer en ello. Para integrar el pasado no es suficiente con leer un libro o asistir a un taller de constelaciones familiares. El dolor pide ser sentido en toda su magnitud, en la intimidad. Convertir a la historia en nuestra aliada implica conocerla en su integridad, de primera mano, no por medio de las tergiversadas interpretaciones que quienes la han ocultado tratan de esgrimir.

Se precisan, al menos en los albores del proceso sanador, de terapeutas comprometidos y plenamente conscientes de la naturaleza del viaje a los infiernos que el paciente acepta transitar. Una vez atravesado ese proceso responsable para con uno mismo -proceso muy recomendable para los padres también (no creo que sea necesario recordar que todos hemos sido hijos)- una vez tocado el fondo del poso de las lamentaciones que TODOS tenemos, el perdón aflora a la superficie del mismo flotando sobre las lágrimas derramadas en el proceso. Y surge con toda naturalidad, pues el dolor, una vez reconocido y atendido, Y NO ANTES, deja de reclamar justicia. Es entonces cuando los hijos pueden perdonar, capaces entonces de observar a sus padres - y por extensión a todos sus semejantes-como dolientes almas en pena que actuaron inconscientemente, sin idea de lo que hacían. Todos deambulamos por la vida como almas en pena en busca de redención. Los padres saben que esa solo llega cuando sus hijos finalmente se restituyen la integridad que se vieron obligados a dejar en la consigna al acceder al teatro de la vida. Asi es como los hijos redimen a sus padres y los sanan. La humanidad entera está clamando por una salvación esperando la segunda llegada mesiánica. Lo que no aciertan a percatarse es que esa segunda venida lleva décadas produciendose, en forma de los nuevos niños, encarnaciones de la energía cristica cuya semilla planto aquel que llamamos Jesus (el Cristo) hace algo más de 2000 años. Ese es el mágico despertar de la consciencia. Y una persona capaz de perdonar genuinamente, puede rescatar del pozo de la amargura a decenas de miles de congéneres, incluso en la distancia. El poder del amor, una vez recuperado y ejercitado inevitable y plenamente ya, es imparable y tiene  un alcance 

Con amor, para Joan Garriga y para mis padres, allá donde estén

Lars Quetglas


"en una habitación oscura donde reina la confusión, basta tan solo que una de ellas encienda una cerilla para que la sombra se torne en claridad" 

Lao-Tse

"Quien olvida su historia esta condenado a repetirla" Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana, poeta y filósofo español. Esta frase está escrita en la entrada del bloque número 4 del campo de Auschwitz I, en polaco y en inglés:

Kto nie pamięta historii, skazany jest na jej ponowne przeżycie.

The one who does not remember history is bound to live through it again.

 

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