Buscar este blog

sábado, 5 de marzo de 2011

despertar consciente

Todos moriremos algún día. Eso está garantizado. Antes o después abandonaremos este mundo, igual que muchos antes lo han hecho. Hemos visto morir a nuestros abuelos, padres, hermanos, incluso algunos han tenido que despedirse de sus hijos…¿Qué es la muerte? y ¿qué sucede 'después' de que ésta acontezca? ¿Hay vida después de la vida? Son éstas, cuestiones que podrían perfectamente mantenernos ocupados durante el resto de nuestros días, en la búsqueda de una respuesta gratificante para nuestra consciencia…¿Y qué es la consciencia?

Buscando en el banco de definiciones que más tengo a mano, Wikipedia, encuentro, entre las diferentes acepciones del término lo siguiente "Una persona cloroformizada recobra la consciencia al cesar los efectos del anestésico." Y algo me dice que esta aproximación es bastante acertada. Al despertar una persona recobra la consciencia. Luego la consciencia es un estado de la existencia del que uno está desprovisto mientras permanece 'dormido'. Pero, despertar…¿a qué? Sabemos que por las noches dormimos. ¿Se trata entonces de ese sueño o acaso lo que sucede por las mañanas no es más que un símil simbólico de un DESPERTAR con mayúsculas al que acceden aquellos que descubren haber estado durmiendo despiertos?

Una mujer acude a la primera sesión con su terapeuta con la intención de solventar unos problemas adictivos.
Verá doctor, siento que nada en la vida tiene sentido…
El psicólogo medita unos instantes y contesta:
Me temo señora que vamos a tener que trabajar con el inconsciente.
– Ya, lo he intentado por todos los medios, no crea que no, pero es que a mi marido no hay forma de sacarlo de casa.

Dícese del inconsciente que es aquel individuo que 'no sabe', que es un ignorante en determinada área del conocimiento.
En la época del llamado advenimiento de la Consciencia, donde la tan largamente anunciada Nueva Era está próxima a revelarse en toda su magnitud, muchos secretos ocultados por organismos oficiales (gobiernos, agencias de seguridad o científicas, etc.) están atravesando un proceso de desclasificación que, cual 'efecto dominó', están manifestándose abiertamente por primera vez después de más de 60 años de ocultamiento.

Un hombre que vivió hace aproximadamente hace 2000 años y que ciertas escrituras oficialistas calificaron de Dios y bautizaron como Jesucristo, sembró una semilla de incuestionable calado al aconsejarnos que nos amásemos a nosotros mismos y que consecuentemente y en la misma medida hiciésemos lo propio con nuestros próximos. Es este un sabio consejo que ha perdurado a través de los siglos, proveniente de un personaje cuya existencia ha sido ya seriamente cuestionada desde el punto de vista histórico, ya encumbrada hasta límites inhumanos. Lo cierto es que tal personaje dijo también que 'la verdad os hará libres'.
Luego existe una verdad que excede los límites de nuestra comprensión común. Una verdad que se destaca de las verdades cotidianas. ¿Acaso será esa la verdad cuyo desconocimiento nos mantiene dormidos e ignorantes? ¿Y qué es la libertad? ¿Acaso no somos libres ya? Abraham Lincoln abolió la esclavitud en 1863. Sin embargo nadie pone en duda que la libertad sigue siendo una asignatura pendiente entre los humanos.

Benjamin Franklin, Estadista y científico estadounidense (1706-1790) legó para la posteridad una perla de dudosa y cuestionable moral:
Quienes son capaces de renunciar a la libertad esencial a cambio de una pequeña seguridad transitoria, no son merecedores ni de la libertad ni de la seguridad.

Esta frase anunciaba las nefastas consecuencias que para los primeros colonos norteamericanos tuvo el el hecho de que finalmente pusieran objeciones a combatir en la guerra de la independencia contra los ingleses (conocida allí como la guerra revolucionaria). 25000 muertos fue el coste de vidas en esa guerra, equivalente, en términos comparativos con la población actual, a 2 millones de muertos en una guerra contemporánea. Duras palabras las de este 'padre fundador' de la patria americana, revolucionario romántico convencido –como tantos otros a lo largo de la historia de la humanidad y cuyos nombres no merece la pena mencionar ahora– de que los daños colaterales medidos en pérdidas de vidas humanas inevitables, son perfectamente justificables en todo conflicto donde se luche por una causa definida de antemano como 'justa' y buena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si lo deseas puedes compartir algún comentario...