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lunes, 2 de enero de 2012

¿Quien soy yo?

Me he encontrado con algunas personas sarcásticas en mi vida. Son de los que no quieren ni oir mencionar el término espiritualidad. La idea de que exista un propósito para esta vida, de que tenga un sentido, les parece nada menos que una insensata tontería. Se nutren de los postulados científicos (aunque tan solo los publicados por la revista Science u otras publicaciones de pretendido prestigio) que van actualizándose periódicamente, como un arma arrojadiza contra cualquier insensato que ose afirmar que existe un propósito y una lógica amorosa en el Universo. Desean el ingreso en un hospital psiquiátrico para todo el que diga que los seres vivos somos más que computadoras de carne y hueso que tratan de sobrevivir durante unos años sobre la Tierra hasta que sus circuitos colapsan (momento que ellos etiquetan como el fin de la Consciencia)
En el otro extremo están aquellos religiosos fundamentalistas –entre los que se hallan muchos fanáticos cristianos– que pueden llegar a ser tan agresivos y estar tan seguros de su certidumbre como aquellos primeros. En el momento en que oyen la palabra Dios, se sienten automáticamente compelidos a exponer su definición, en la convicción de que saben perfectamente de qué hablan. Y no se te ocurra entrar a debatir con ellos o te verás moralmente vilipendiado hasta extremos inimaginables, eso es poco antes de arder en sus infiernos. 
En esta frenética necesidad de hacernos notar, donde el ignorante se querella cuando siente que su voz ha sido censurada, parece como si todos hubiésemos apostado a un caballo en una carrera y todos queremos llevarnos el gran premio a casa.


Pareciese que la irritación colectiva haya rebasado el umbral de tolerancia al que hasta el año 2007 no conseguía alcanzar.


El Dr. Hew Len, un psiquiatra Hawaiano descubrió una técnica por medio de la cual consiguió incrementar sustancialmente la salud y la enfermedad en la Clínica que dirigió durante 4 años. Se trataba de un Hospital donde residían criminales peligrosos y perturbados mentales crónicos. El personal especializados (psicólogos, etc.) abandonaban el lugar al poco de haber sido contratados. Las enfermeras y demás personal médico caminaban por los pasillos con su espalda contra la pared por miedo a sufrir un ataque inesperado de un paciente. El Dr. Len, teniendo acceso al historial de los pacientes para hacer prescripciones o planificar los tratamientos con su equipo médico, decidió aplicar una variante de una antigua terapia sanadora del inconsciente que los nativos de las islas  utilizaban desde tiempos inmemoriales, denominada Ho'oponopono.
El Dr. Len decía que  la solución a todo el resentimiento acumulado y aprisionado en el inconsciente y su sanación  consiste en asumir la propia responsabilidad frente a todos los acontecimientos que a diario se nos presentan puesto que son espejos donde se refleja nuestros subconsciente no resuelto. Aprovechar su salida a la superficie y las 'sacudidas emocionales' (el odio, la ira, el miedo, el abandono, la inseguridad, la vergüenza…) que eso genera, como si de maestros a los que hay que honrar conscientemente se tratara, agradeciendo a esos 'fantasmas' del pasado su presencia y manifestando un amor incondicional y profundo por ellos, puesto que no en vano son parte de nosotros (partes escondidas por nosotros mismos hasta ahora). Para conseguir estar sanos necesitamos integrar todas aquellas partes de nosotros que han estado dispersas y ocultas de nuestra consciencia.



¿Qué es lo que hacía exactamente el Dr. Hew Len mientras revisaba los archivos de sus pacientes? Simplemente aceptaba y asumía los dolores y problemas de sus pacientes como si fuesen los suyos propios diciéndoles: 

"Lo siento,
discúlpame,
te amo,
gracias"



Eso era todo. "Sanas a la otra persona sanándote a ti mismo. Y esto funciona por el mero hecho de que ambos estamos compartiendo una misma mente, una mente unificada que es común a todos."

Tras unos pocos meses, a aquellos pacientes que solían ser maniatados por su propia seguridad física (y la de los demás), se les permitió caminar libremente…Otros que debían ser fuertemente medicados, pudieron dejar de tomar sus medicamentos. Y otros que permanecían aislados podían finalmente compartir espacios con los demás. Pero eso no fue todo. El personal empezó a desear ir al trabajo. El absentismo desapareció. Al final teníamos más personal que pacientes, pues éstos iban siendo dados de alta al mismo tiempo que más psicólogos querían trabajar en la clínica. Hoy ese lugar –el Hospital Estatal de Hawaii– está cerrado.



Nada es casualidad y mi presencia en ese hospital tampoco. “Simplemente estaba sanando la parte de mí que había colaborado en la manifestación de sus enfermedades”, dijo él. 
No entendí. El Dr. Len me explicó que la total y propia Responsabilidad se extiende a todo lo que está presente en tu vida, simplemente porque está en tu vida. Y tu vida está intimamente ligada a la de todos los demás seres. Es tu responsabilidad en un sentido literal. Todo el mundo es tu creación, puesto que lo que experimentas es una realidad holográfica, construida por ti mismo.




¡Uau! Esto es muy difícil de aceptar, me dije. Ser responsable por lo que yo hago o digo es una cosa. Pero ser responsable por lo que cualquiera que esté en mi vida haga o diga, es otra muy distinta. Si asumes completa responsabilidad por tu vida, entonces todo lo que ves, escuchas, saboreas, tocas o experimentas, de cualquier forma, es tu responsabilidad. Esto significa que la actividad terrorista, el presidente de tu país, la economía o cualquier cosa que experimentas y no te gusta, están allí para que tu las sanes. No existen como realidades externas y ajenas a ti, sino como proyecciones que salen de tu interior para que las veas y las ames. El problema no está ahí afuera, está en ti, y para resolverlo, tú debes cambiar. El teatro de la vida es el escenario para tu salvación.
Sé que esto es difícil de aceptar, mucho menos de vivirlo realmente. Echarle a otro la culpa de todo lo que va mal es mucho más fácil que asumir la total responsabilidad frente a ello. Mientras hablaba con el Dr. Len, comencé a comprender que esta sanación tan particular, el Ho’oponopono, que significa amarse plenamente a uno mismo, es verdaderamente la puerta a un universo de experiencias extraordinaarias. Todo está al alcance de tu mano. El amor es el perdón.
Si deseas mejorar tu vida, debes sanar tu vida. Si deseas curar a cualquiera, aún a un criminal mentalmente enfermo, lo haces curándote a ti mismo.

La técnica de Ho’oponopono va dirigida a la sanación de nuestra mente. Las cosas desagradables que experimentamos (las vemos y nos afectan) “afuera”, estarían reflejando áreas de nuestra mente que necesitan sanación.
La familia y la sociedad –el sistema– nos han transmitido la idea de que hay cosas y personas “ahí afuera” con las que no estamos unidos y que sus actos están fuera de nuestro control. Sólo nos queda intentar cambiarlas, negociar con ellas, adaptarnos o rechazarlas.
En cambio esta técnica, Ho’oponopono, propone que somos 100% responsables de todo lo que pasa a nuestro alrededor. Entonces, cada vez que algo desagradable pase a formar parte de nuestras vidas, cualquier suceso o encuentro que nos resulte molesto en cualquier forma, podemos sanar la parte de nuestra mente que lo creó o que lo convocó.


La técnica se aplica así:
-  Cada vez que sucede algo que nos desagrada, o que alguien tiene una actitud que nos gusta, en vez de tratar de cambiar las cosas “allí afuera” podemos pedir, como en una oración, que “por favor sea sanada la parte de mi mente que creó este problema (o el conflicto o la actitud de la otra persona, etc.)”.
-  También podemos decir mentalmente: “Lo siento, Te amo” (podemos agregar también “Por favor discúlpame, Gracias”), dirigiéndonos a la Divinidad.
-  La técnica debe aplicarse con una actitud de serena alegría, no con culpa y remordimientos.
-  Y por último, pero tal vez lo más importante, debemos haber comenzado a intuir, a través de la experiencia, que en realidad somos nosotros los que creamos o atraemos los problemas. Si seguimos pensando que somos “las víctimas” de los demás o de las circunstancias externas, nada cambiará aunque apliquemos la técnica.

David Wilcock
Joe Vitale







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