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domingo, 29 de enero de 2012

Todo se transforma

 Diálogo entre docente y progenitor:

- los niños no es que consuman televisión, es que la engullen. El límite de atención frente a un dispositivo electrónico, argumentaba, está demostrado que no rebasa los 7 minutos. Mas allá de ese tiempo, todo lo demás es nocivo. Hay muchas cosas más interesantes que hacer que ver la televisión o jugar a los videojuegos.

- Estoy de acuerdo, ya te digo. De hecho Cervantes alertaba ya en el siglo XVI en El Quijote ante el exceso de lectura de novelas de caballería, un género literario, por lo demás, que sin duda hoy muchos exégetas compararían con la tan cacareada telebasura (curiosamente el 'tirant lo blanc' es considerada una obra cumbre de las letras catalanas, perdón, valencianas). Pero, verás...por mucho que yo considerase que ver 3 horas de televisión al día sea digamos que poco recomendable, lo cierto es que el juicio reprobatorio y censor no conduce a nada, salvo a un enconamiento mayor entre las partes. De hecho el problema radica en considerarse parte, cuando somos todo.

A parte de ser un artista consagrado en su género, admirado y detestado sin duda a partes iguales, Woody Allen ha conmovido con su cine a varias generaciones de personas, individuos que se han sentido identificados con los personajes y situaciones interpretados en sus películas, con su personal perspectiva de la realidad, su característico aborde de las relaciones interpersonales mientras pasaban horas en la oscuridad de una sala de cine. ¿Sabias que Woody Allen prácticamente paso su adolescencia interpretando monologos humoristicos, para sublimar los efectos de su sórdida infancia. Sin duda que de haber tenido acceso a la televisión, se hubiera visto abocado a ella. Sin embargo las condiciones de su entorno y la coyuntura histórica insoslayable encauzó su innata y pujante espiritu creativo por el camino del celuloide. A parte de estar reconocidamente considerado como el séptimo arte, el cine ha sido una herramienta con la que algunos hemos aprendido mucho sobre la vida. 

- Bueno, todos sabemos que Woody Allen es un neurótico, como lo era Hitchcock y tantos otros.

- ¿Te das cuenta del peligro que encierra el aire de suficiencia con que revistes tu dialéctica? ¿Conoces el significado del termino 'neurosis'? Si lo conocieras no lo habrías usado tan a la ligera. Todos somos neuróticos. Todos somos hijos abandonados. ¿Acaso no lo eres tu? ¿Careces de actitudes compulsivas, de comportamientos, actitudes o respuestas automatizadas? ¿No hay nada que te desquicie, ningún recuerdo que te entristezca hasta el punto de desear olvidarlo? ¿Nada de lo que quieras evadirte? ¿Siempre conservas la calma contra alumnos? ¿Nunca has perdido los estribos con ellos? ¿Tienes hijos? Personalmente puedo responder afirmativamente a todas las preguntas. Y me duele. Quien puede reconocer que, muy a su pesar, ha perdido alguna vez los estribos es alguien capaz de mostrar compasión por sus semejantes, es capaz de ponerse en su piel. ¿Serias capaz de ponerte en la del neurótico Woody Allen?. 

Los directores de cine no juzgan al mundo. Simplemente lo exponen a la luz publica según la óptica que su experiencia vital les ofrece,- y de paso convierten esa forma de expresión artística en su modo de vida, una forma digna de ganarse el sustento. A mi personalmente el cine de Woody Allen me ha despertado todo un abanico de sentimientos. Escenas como la que sigue me han provocado hilaridad en el pasado y han constituido una agradecida válvula de escape en la dolorosa existencia, pero ahora mismo me ayudan a reirme de mi mismo, al tiempo que me inspiran compasión por el género humano...


Hollywood, la meca del cine por excelencia, parece que se revela como un nido de manipuladores sionistas. Con todo, me gusta el cine. Igual que no juzgo a Picasso por haber manipulado a las mujeres que se cruzaron por su vida (quien fue victima de quien). Pintores, escultores, músicos, escritores, chefs de cocina y demás almas sensibles e intuitivas. Alexander Graham Bell, por ejemplo, dio con la invención del telefono como consecuencia de su desesperada -ergo neurótica- búsqueda de un modo de comunicarse con su madre que era sordomuda de nacimiento- hemos dado expresión a nuestro potencial creativo. Dicen que el ser humano extrae su potencial en situaciones límite. Esto está muy cerca de poder comprobarse de modo muy sublime en los años que se aproximan...

El fútbol, por ejemplo, ha ayudado indiscutiblemente a canalizar muchas emociones reprimidas desde las gradas. No las exorciza, pero sin duda ha sido la válvula de escape para muchas personas que han sublimado sus frustraciones particulares (enfrentamientos con su pareja, opresión laboral,...) evitandose  mucha más violencia doméstica de la que desgraciadamente aun sigue padeciendo el mundo.

Todos los que indagamos acerca del misterio de la existencia, nos hemos hecho - y seguimos haciendonos-preguntas veretiginosas. A veces hemos obtenido respuestas a dichas preguntas leyendo libros, otras asistiendo a conferencias, ponencias o charlas, otras viendo películas, es decir observando el mundo desde la particular perspectiva de las mentes creativas de sus autores y directores. Finalmente hemos concluido que las respuestas no estan sino en el interior. Creadores como Woody Allen, quien a su vez ha aprendido a vivir en el proceso creativo y a extraer de el un modo de ganarse la vida, han colaborado a pavimentar el camino del autoconocimiento. Crear resulta de un proceso de catarsis personal, que está arraigado en la necesidad de expresar la propia perspectiva de la vida, las emociones que se derivan de dicha experiencia. Es muy 'fácil' dictaminar lo que es correcto o incorrecto, bueno o malo, calificar un proceder como adecuado o inadecuado. Nadie ostenta el hipotético rango para pontificar desde un púlpito sobre la idoneidad o no de tal o cual cosa. Y quien ha pretendido atribuirse ese estatus -las iglesias- ha sido para utilizarlo privilegiadamente y con infamia. Se atrevieron incluso a decir que nacíamos con una tara, un pecado original que debía ser perdonado por medio del bautismo. Delirante, verdad?

Que los niños pasan demasiado tiempo frente a la tele no es ni malo ni bueno. Simplemente sucede. Por mucho que desde la barrera se vean mas claras las cosas, lo cierto es que cada persona tiene que experimentar la existencia en el contexto que le toca vivir. Cada familia es un universo. Desear una pauta homogénea en el desarrollo infantil obedece, mucho me temo, a una necesidad de implantar un orden generalizado en un entorno considerado como desordenado, de otorgar estructura a una experiencia vital des estructurada y percibida como amenazante, en la infancia.

- Creo que te estas yendo por las ramas. Ver demasiada televisión no es bueno para el normal desarrollo de un niño. No hay que ser muy inteligente para extraer esa conclusión.

-¿Y que es 'normal' para ti? Te recuerdo que en la idea del desorden se hallan las raíces de los totalitarismos. Seguro que recuerdas que el fascismo tiene sus orígenes en la intolerancia ante la diversidad, considerada como anormal. Cuando somos intolerantes lo primero que hacemos es juzgar al otro por su aspecto, su comportamiento, sus costumbres. ¿Y por que somos intolerantes? Porque tenemos miedo. Tu que estudiaste antropología sabes que la evolución de los homínidos ha sido vertiginosa respecto al lento desarrollo que los homínidos venían observando desde su aparición hace un millón de años. Hace menos de 30 mil años que aparece sorpresivamente en escena el Homo Sapiens Sapiens, el hombre de Cro Magnon, un estadio evolutivo de la especie para el que Darwin no halló explicación. Se contentó con dictaminar que faltaba por encontrarse el eslabón perdido en dicha cadena. 

Hasta entonces, el estadio previo de la cadena evolutiva de los homínidos ( homo erectus?) utilizaba el miedo para protegerse de las inclemencias del tiempo o de los hipoteticos depredadores, asi como  para proveerse del sustento. Era un ser esencialmente intuitivo, sensorial y altamente conectado con los ritmos de la naturaleza. Desde que fuimos misteriosamente provistos de un neocortex y de una capacidad craneal mayor, pensar y estresarnos fueron uno. Los códigos que manejamos (circulación, lenguaje escrito, por no hablar de las nomenclaturas, abreviaturas, acrónimos...el impacto audio audiovisual que nos bombardea en los supermercados, en los escaparates...todo eso no hemos sido capaces de asimilarlo. Nuestra herencia ancestral tribal todavía tiene un fuerte arraigo en nuestras costumbres. Un semáforo en rojo o un cinturon de seguridad, continuan poniendo a prueba nuestro umbral de tolerancia frente al aparente sinsentido de la existencia.

¿Somos nosotros los que dejamos solos a los niños frente a ella? Si. Es un hecho que les abandonamos frente a los dispositivos electrónicos (ante los que se desenvuelven curiosamente con una pasmosa soltura). Y ahora viene la pregunta del millón de dólares...¿Lo hacemos porque no queremos estar con ellos, porque necesitamos hacer cualquier otra cosa más entretenida, porque cada vez que lo hemos intentado no hemos sabido por donde empezar?, ¿ Y que es el entretenimiento sino un sinónimo de distraccion? ¿nos avergüenza reconocer que hemos perdido conexión con nuestro niño interno, porque hemos olvidado como se divierte un niño? Si. ¿No sabemos estar con ellos porque no tuvimos la oportunidad de sentirnos queridos  de pequeños por nuestros padres o tutores, porque arrastramos un abandono del que no queremos hacernos cargo y que nos impide sintonizar con nuestra innata y alegre naturaleza juguetona? Si. ¿Y fuimos abandonados porque quienes supuestamente debían divertirse, entretenerse con nosotros estaban demasiado ocupados ya fuese tratando de buscar una neurótica ocupación, un frenetico entretenimiento con la que sentirse realizados, ya descansando del agotamiento que les producía un trabajo monótono. Una ocupacion laboral tediosa (o enfermizamente absorbente) de cuyos estresantes efectos necesitaban evadirse dedicando el poco tiempo libre que les quedaba a alguna afición o pasatiempo? ¿Era ese un pasatiempo (hobby, etc...) que quiza jamás compartían contigo -y si lo hacían no era sino para involucrarte en él hasta el extremo de inocularte la ansiedad y frenesí que dicha afición les generaba a ellos? Si. 

- Pero ¿No es esto una pescadilla que se muerde la cola?

-Si.

- Me estás poniendo nervioso.

- Eso es precisamente lo que pretendo.

- ¿Es éste un juego de locos?

- No. La locura es precisamente el estado mental en el que te has movido hasta que has tomado consciencia del infierno en el que ha consistido tu vida. ¿De que escapas al denostar la televisión con tanto fervor? ¿Acaso no huyes de un sistema social de cuya naturaleza asfixiante tienes perfecta consciencia? Si juzgas serás juzgado. Lo digo por experiencia. 

- yo tengo unos principios y me atengo a ellos.

- Quien necesita de unos principios es porque considera amenazante algo de lo que necesita defenderse. Y de la defensa al ataque media un suspiro. Y ¿Que es un juicio sino un ataque?

Nuestros hijos se obstinan a pesar de nuestras buenas intenciones, en no amoldarse al rigido esquema de vida en el que sin darnos cuenta tratamos de hacerles encajar. ¿No dejas de culparte por no haber materializado todos los sueños, todas las promesas que te hiciste en tu juventud? ¿Tratas de olvidar tu frustración  ahora con alguna adicción? ¿Tratas de abanderar alguna causa con la que redimirte de tus tormentosas frustraciones? ¿Tratas inconscientemente de proyectar en tus descendientes todas las expectativas frustradas con el firme propósito de que puedan acceder a aquello que consideras que injustamente se te negó? Quien ha estado permanentemente tratando de ofrecerles o concederles a sus hijos o sobrinos todo lo que no tuvieron no es muy diferentes de quien,  por el contrario, ha estado tratando de disuadirles - con mayor o menor fortuna y por supuesto que con toda la mejor intención del mundo- de experimentar todo lo que etiquetaron como corrupto, degradante o perverso. Ambos han huido de un esquema para construirse otro. El problema no es si los principios son buenos o malos. El problema son los principios, los anquilosasteis esquemas, los juicios sumarios, la inflexibilidad y la incapacidad para aceptar la diversidad, proceda de donde proceda.

¿Has descubierto que tus hijos también son secretamente adictos a huir de sus sentimientos? ¿Acaso tienes la vaga sensación de que escapando de unas doctrinas caducas has acabado construyendo las tuyas propias?¿Tienes el valor de reconocer que parapetandote tras los muros de la fortaleza de tus propios principios, es decir, huyendo de Guatemala, has ido a parar a Guatepeor? Si es así, Bienvenid@ al puerto de los afligidos y desconsolados. De aquí solo se zarpa rumbo a la aventura!  Cuando has tocado el fondo del estaque de tu insatisfacción -y solo entonces- es cuando ya solo te queda, cual Ave Fénix, renacer de tus cenizas.  Convendrás que para que eso suceda tiene que haber mediado previamente un fuego de cuyas brasas solo queden esas cenizas. Y el fuego, ya sabes, es considerado ancestralmente un agente purificador. Quema todos los adulterantes, aditivos, y demás energías saboteadoras a las que tanto te has aficionado. Sacudete la ignominiosa comodidad y la necesidad de seguridad y sube, liger@ de equipaje mental, a bordo de lo inesperado, el buque de la esperanza. Somos muchos los que estamos en el muelle de la tolerancia y la compasión, esperando al tren. Es tiempo de dejar de juzgar. Es tiempo de compasión, tiempo de aceptarnos unos a otros, de recordar y reconocer nuestra eterna e inmortal esencia. La preocupacion por el impacto de cualquier dispositivo electronico en la atencion de los niños, pasara. En el balance general, desde una perspectiva mas amplia, lo que importa, lo que queda es la energía que nos anima, el amor. Y ¿Qué es el amor sino compasión, comprensión y tolerancia? Si existe eso no hay nada que temer. Mas allá de los dementes juicios de valor emitidos por nuestros egos, está la inmutable naturaleza que compartimos y que es amor. Todo lo demás, ahora mas que nunca y a estas alturas, sobra. Con tolerancia todo lo demás es irrelevante. Nada se pierde. Todo se transforma.

 

 

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