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sábado, 10 de diciembre de 2011

La historia nos absolverá

Este es un mundo sin sentido donde nada de lo que sucede te inspira confianza. Aunque lo disimulas bien, te pasas la vida defendiéndote de los demás, de sus agresiones físicas o verbales, de hipotéticas adversidades huyendo quizá de los silencios que te recuerdan en última instancia la soledad o huyendo despavorido de las aglomeraciones porque te remiten a tu privacidad invadida cuando aún no tenías capacidad para determinar la frontera de tu dignidad. Es posible que alguna experiencia desagradaable te haya empujado a creer a pies juntillas en la máxima de Thomas Hobbes Homo homini lupus, (el hombre es un lobo para el hombre) un dogma que los poderes de este mundo a los que te viste sometido (empezando por tus progenitores y terminando por las élites ocultas) se han encargado de mantener vigente y actualizado. Como consecuencia de ello perdiste los escrúpulos a la hora de vengarte y resarcir tu dignidad mancillada. Aplicaste aquello de quien golpea primero golpea dos veces. No te juzgues. No tienes la culpa. Todos lo hemos hecho alguna vez. Esa perspectiva estaba ya muy extendida antes de que vinieras al mundo:

















Este es un mundo de mentes dementes en el que 'aterrizaste' voluntaria y expresamente con una finalidad concreta que estás empezando a recordar: contagiarlo, con tu salud mental, de amor incondicional. Estabas cuerdo/a en el momento en que te extrajeron del canal uterino (aunque ya hay corrientes de pensamiento que afirman que tu existencia fetal fue emocionalmente traumática). Matices aparte la realidad es que eras como…'de otro planeta'. Y es que el reino del que procedemos cuando llegamos a este mundo está bañado de respeto, comprensión, significado, sentido, equilibrio y armonía. Venimos del amor y llegamos aquí a este plano de la realidad, periódica y repetidamente (vida tras vida) como incansables agricultores que insisten en traer una nueva semilla, dispuestos a oxigenar e iluminar el mundo en el que nuestros mayores han encallado, un planeta que con desinteresada generosidad nos ha hospedado repetidamente, generación tras generación, desde que hace alrededor de 300.000 años decidimos iniciar nuestra andadura como almas individuales, Seres Humanos en nuestra condición de Homo Sapiens (Lulu Amelu: trabajador de la tierra en sumerio).
Una vez puestos a la faena de reproducirnos y trabajar, pues esa fue la razón aparente de nuestra 'aparición en escena', fuimos interpretando alternativamente el papel de anfitriones (padres) o huéspedes (hijos). Y así empezaron a arribar nuevas generaciones. Al igual que tu, ellos aportan savia nueva. Y nosotros que lamentablemente hemos olvidado nuestra propia procedencia, que es la suya, insistimos sin darnos cuenta en hacerles encajar en el delirante sistema de supervivencia que nuestros ancestros inventaron y que nosotros nos vimos obligados a asumir y administrar. Les hacemos herederos de nuestra frenética rueda de acción-reacción, de frenético progreso, consistente paradójicamente en un sistema defensivo a ultranza que percibe amenazas por todas partes, y que a más altas esferas se escuda tras la denominada 'seguridad nacional'. Algo radicalmente opuesto al amor.

Tras unas breves muestras de genuina divinidad, nuestros vástagos recién llegados se ven obligados –igual que nosotros tuvimos que hacerlo–, abrumados por el desesperante entorno del que les rodeamos, a claudicar temporalmente de su esencia, olvidarse de su origen y objetivo –que fue el nuestro– para zambullirse en un mundo de pensamientos dementes en el que por ejemplo llorar es de maricas.
Un mundo que, no obstante, mágicamente nos provee de experiencias aleccionadoras sublimes, de retos que a estas alturas nos deberían haber estado conduciendo de camino a la necesaria y deseada madurez evolutiva que estos momentos precisan.
Esa es la gran paradoja. No somos de este mundo, pero en este mundo evolucionamos. Una escuela a la que podemos amar, pues nos enseña lecciones que desprovistos de la limitación de la polarizante dualidad nunca tendríamos la oportunidad de experimentar y con la que enriquecernos.

En el interim vamos, inevitable y progresivamente bloqueando nuestros sentimientos. Nos fabricamos una armadura a imagen y semejanza de la que utilizan aquellos desamparados espirituales que nos precedieron y que nos rodean, aquellos que supuestamente más deberían habernos querido. Y desde nuestra divinidad posponemos ese esperado florecimiento-renacimientoi, hasta que el momento y las circunstancias más propicias se presenten, el instante en el que los hielos del previo y forzado letargo sean derretidos y podamos resintonizar con la señal que se aloja preservada a buen recaudo en nuestro corazón, y  así poder finalmente eclosionar como las chispas de divinidad que somos y experimentar la metamorfosis anunciada. Cada uno alcanza ese momento en su particular periplo por este oscuro y confuso túnel. Ese momento está aquí ahora para todos los que lo abracen. El deshielo mental se está produciendo. Y las emociones que el congelamiento sentimental mantenía inevitablemente secuestradas están siendo liberadas. Como los muertos sumergidos en el fondo de un pantano, todo lo reprimido regresa y la escena de los indudables crímenes padecidos (y cometidos) debe ser revivida para que el perdón pueda hacerse efectivo. Para poder dejar atrás el pasado lastrante, éste pide ser enfrentado y exorcizado. Esa es la función de las emociones, esos 'estallidos de incomprensión' que tienen como función hacer crujir el huevo de la esclavitud mental-intelectual bajo cuyo paraguas hemos anestesiado nuestro dolor como especie por el abandono cósmico, ese momento inicial en que una parte de las almas decidieron lanzarse a la aventura de explorar los confines de la Creación.
Hemos alcanzado ya el momento de madurez espiritual suficiente como para subir un peldaño y acceder a un nuevo ciclo evolutivo. Un nuevo curso está a la vuelta de la esquina. Pero para abandonar el precedente y afrontar el nuevo caudal de conocimientos que la vida nos depara se precisa de paz. Sin paz interna no hay equilibrio. Y el deseado equilibrio, necesario para dejar de lado la ironía, el sarcasmo, el victimismo y demás modos violentos de interactuar con toda circunstancia que se presente, se alcanza despojándose de las energías que nos tienen atenazados, la coraza inconsciente que impide que el amor, la luz interna brote naturalmente. Sé que las palabras de nada sirven llegado este punto. El intelecto aquí pide ser marginado. Sentir sin miedo a sentir. Abandonarse al clamor de las contenidas emociones. Quitarse las máscaras y experimentar el secreto placer de explorar libremente los rincones secretos y olvidados del alma.
Aquí se precisa de responsable dedicación para con uno mismo. El cambio de mentalidad necesario para acceder al nuevo estadio evolutivo reclama confianza en el curso de los acontecimientos, aceptar, por doloroso que se perciba, el flujo de lo inevitable. Y por regla general lo inevitable conlleva dolor.

Me veo en el deber de decirte que todo lo que sucede es por tu bien. Incluso lo más doloroso. Sé que a tu ego le soliviantará esto, pero confío en que estés captando esto desde tu Ser: el dolor cura. Reprimirlo (posponerlo) es lo que mata.
Los miedos no tienen ya cabida en la nueva era que ya está aquí, tocando a las puertas de tu/nuestra consciencia. Piénsalo bien. ¿aceptarías la preciosa invitación al cumpleaños de alguien de quien temes un ataque?
Dios, en su particular fiesta de aniversario, no tiene ni por asomo en mente marginarte de la gloriosa celebración que se avecina y que todo lo que ha creado está cerca de presenciar. Por eso las circunstancias (tus maestros/sus enviados) te están enfrentando de golpe con todo aquello que os aterraba a ti y a tus antepasados. Expresa tus emociones totalmente desligadas de análisis mental. El juicio, el análisis y el aborde intelectual son ahora un obstáculo para tu expresión más genuina. Lo son incluso las actitudes irónicas y sarcásticas con las que pretendes sublimar el caos y la corrupción que te rodea.
Dios no te abandona. Nunca lo ha hecho porque eres hij@ suy@, lo llevas en tu corazón. Estás en el camino de regreso a casa. Todos lo estamos.
El obstáculo está en la parte de la mente tiranizada por el ego. Vacíala de todo lo que sobra y encontrarás el amor . Por mucho que insistan, no hay tal amenaza externa. Los mensajeros del miedo están tratando de arrastrarte al sumidero de sus propia y frenética locura. Tu ego es su secuaz infiltrado. Tu Ser interno es tu infinita esencia.Tú decides a quien creer en medio de esta escisión operada en tu cuerpo mental.
No hay tal juicio final. No tienes ninguna marca o pecado original que redimir. Nadie te va a enjuiciar, salvo tu mismo. Cada uno camina su particular sendero, pero todos están misteriosamente confluyendo al mismo punto. No estás solo. Ánimo. La historia, como a Fidel Castro, también nos absolverá. De hecho ya lo ha hecho pues nunca fuiste culpable de nada. La culpa está en tu mente. La cuestión es: ¿serás capaz de levantar el pie del acelerador de tus propias exigencias? ¿te absolverás a ti mism@?




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