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domingo, 11 de diciembre de 2011

¿Culpables de qué?

Hay dos puntos de vista desde los que observar los acontecimientos. Y lo que voy a decir puede indignarte o relajarte. Dependerá de ti y del caudal de miedo que te posea y domine.
1. Buscar e identificar a los 'culpables'. ¿Quienes son? ¿Qué errores han cometido los culpables? ¿Cómo debemos castigarles? ¿Qué pena deben cumplir? Nos hemos pasado nuestras vidas tratando de hallar razones (buscar culpables) de nuestra perenne infelicidad existencial. Somos una especia insatisfecha. Nunca tenemos suficiente. Dedicarnos a destapar tramas encubiertas de corrupción, sobretodo en las elevadas esferas de la pirámide de poder es la primera solución que encontramos. En definitiva, acusar a otros. Si te fijas, los medios de masas te van a ayudar enormemente a adoptar esa postura. Los titulares de prensa se han especializado en hacer ganancia en río revuelto, inundando sistemáticamente las portadas de confusas y muchas veces contradictorias informaciones y delegando la responsabilidad de contrastarlas al aturdido lector. ¿Has reparado en quién es propietario de esos medios? Te sorprendería descubrir las intrincadas conexiones existentes entre la noticia y los promotores de la misma…
Pero luego también te dices…quizá sea yo también culpable. Después de todo, si he participado en esta sociedad, y la acuso de corrupta, entonces también yo soy 'parte del problema'. Apuntar a la especie humana como culpable incluso de las catástrofes ecológicas (terremotos, tsunamis, olas de calor…) y etiquetar a la madre naturaleza de víctima nuestra es la consecuente lógica que el ego despliega para poder autoflagelarse y hallar una vía expiatoria para todo el caos que no comprende pero que padece. La 'caza de brujas' que propone este primer punto, acaba pues teniendo connotaciones personales: la autoinculpación. ¿Qué errores habré cometido? Algo habré hecho yo para merecer esto. Sin duda soy un consumista empedernido. Insolidario contaminador de la biosfera, inaplacable devorador de recursos naturales. ¿Qué puedo hacer para enderezar esta nave? Ya está, –te dices– Abanderaré el ecologismo y desde mi pretendida solidaridad con los pueblos oprimidos sacudiré consciencias acerca del lamentable estado de los ecosistemas naturales del planeta y de nuestra responsabilidad como especie para salvarlo y a nosotros con él. Una vez adoptado este argumento, has hallado la horma de tu zapato. Ya tienes una redención para tu caos mental y el del mundo. Una razón para vivir. Sin embargo esta razón no te trae paz. Simplemente trasladas tu conflicto interno al seno de otra plataforma desde la que buscar culpables, desde la que continuar peleándote con el mundo. 
Quienes se adhieren a esta postura, traducen la crisis, sin duda como un pavoroso tsunami que está desgraciadamente arrasando con su acomodado estilo de vida. Tienen miedo, pero tratan de contenerlo a toda costa. Son fuertes, se dicen, y sabrán capear el temporal. Resistirán al igual que hicieron sus antepasados.


Algo está pasando que hasta los más versados estudiosos en materias económicas se hallan totalmente impotentes a la hora de desmenuzar analíticamente las razones del caos. Sí se han hallado muchos culpables, pero la solución parece no llegar. Al menos no la que se espera desde los círculos financieros, es decir, que el mercado se vuelva a autorregular y funcione como antes. Es probable que la solución esté ya teniendo lugar. Quizá no estemos lo suficientemente despiertos para percatarnos de su presencia. Esto conduce al siguiente punto de vista…

2. Perdonarse. A veces una canción explica más que mil palabras…






– Me emociona escuchar esta canción tan sencilla y devastadora…

¿Cómo puedo amar, si nunca he sido amado?

– Ellos no te enseñaron a amar con su ejemplo. Sin duda deberían haberlo hecho y no supieron. Eso es lamentable, verdad?

–Sí.
– Laméntate pues. 
–Ya, pero, es que ellos hicieron lo que pudieron…
–¿te calma esta idea?
–No, claro.
–Entonces laméntate. Es una reacción legítima. No estás atacando a nadie. Estás liberándote. Desatasca tu hemisferio derecho. Vuelve a ser humano por completo, a sentir con todo lo que eso implica. Solo así sabrás respetarte y ser respetado. Solo así podrás amar a otros y ser amado sin reservas. Solo así podrás perdonarte, sin miedo…
–Ya, sin miedo. ¿cómo dejo de tener miedo?
–¿No dices que te emociona oir esta canción? Emociónate pues. Permítete ir hasta las últimas consecuencias del estado emocional que esta canción, o cualquier otra, te provoque. Permite que las lágrimas afloren y bendícelas a medida que tu corazón vaya exprimiéndolas. Deja que la pena te embargue en la intimidad. Estar triste es una reacción humana. Las mujeres viven más años porque lloran más, ¿sabías?. Las lágrimas son la prueba de la aceptación del dolor igual que la fiebre es la reacción natural del sistema inmunológico frente a un virus. Las lágrimas desintegran la insensibilidad y ayudan a destapar el amor que se esconde dentro. Una vez te decidas a arrancar a llorar, llorarás incluso por haber sentido vergüenza de llorar. Solo recuperando tus sentimientos volverás a ser sensible al dolor ajeno. Solo aceptando el dolor, sabrás lo que es la compasión. Solo entonces sabrás y podrás reirte verdaderamente de ti mismo y de la locura del teatro de vanidades en el que has vivido, pues despertarás a tu Ser verdadero, el real guerrero de luz que albergas en tu interior.


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