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miércoles, 22 de junio de 2011

Los niños preguntan








–Papá ¿qué significa estar indignado?
–Verás, hija, etimológicamente significa que alguien se siente despojado de su dignidad.
–¿qué es la dignidad?
– La palabra dignidad deriva del adjetivo latino dignus y se traduce por «valioso». Hace referencia al valor inherente –algunos dicen innato– al ser humano en cuanto a su capacidad de discernimiento, dotado de libertad y poder creador. Verás, las personas pueden transitar por sus vidas, ennobleciendo o envileciendo ocasionalmente su dignidad cuando, siempre en el ejercicio de su libre albedrío, deciden tomar la decisión de actuar o abstenerse ante determinadas circunstancias. El Ser Humano –y por extensión todo ser vivo, vegetal, mineral o animal– posee dignidad por sí mismo, es decir, su dignidad no es alterable por sujetos o circunstancias externas. Es una cuestión de memoria. Solo el ser humano puede olvidarse de su valía. Se es digno desde el mismo instante de la fecundación en el útero materno y es inalienable.

–Papá, entonces ¿nadie te puede quitar la dignidad?
– Tú lo has dicho. Algo que ya se tiene desde que se nace no te puede ser arrebatada. 

–¿Por qué dice la tía que la gente está indignada?
– Pues porque están enfadados porque alguien les está haciendo daño. Verás hija, cuando te has olvidado de quien eres, te sientes perdido. Y las personas que se sienten perdidas y no encuentran un hombro donde llorar su desamparo, acaban generalmente haciéndose cosas terribles unos a otros.


En su afán por resarcirse del menosprecio sufrido, generalmente lo poderosos de este mundo hacen daño a los débiles (pez grande come pez chico) porque es la manera más fácil, el camino más corto para canalizar el exceso de ira acumulado desde su infancia.

La más reciente historia socioeconómica del pasado siglo XX está jalonada de insensatos hitos que creíamos difícilmente superables, pero que están siendo aventajados por intervenciones etiquetadas como humanitarias, más infames si cabe. 



En la vertiginosa carrera hacia la sociedad del 'bienestar', hemos visto como  incomprensibles, interminables y devastadoras guerras se han sucedido ante la atónita mirada de nuestros padres y abuelos. Guerras cuyas cronologías nos obligó a memorizar el entonces sistema educativo. Las cualidades básicas del ser humano, aquellas que todos reconocemos como virtuosas: la compasión, el perdón, la misericordia, la tolerancia, las costumbres y tradiciones ancestrales se quedaron por el camino, probablemente cuando el jueves 24 de octubre de 1929 el provocado desplome de la bolsa de valores de Wall Street dejó a muchos papás y abuelos, que soñaban con hacer fortuna rápida de la noche a la mañana y huir de la miseria de este mundo, sin el capital invertido en activos que de la noche a la mañana perdieron su valor.
La desesperación y vergüenza de haberlo perdido prácticamente todo materialmente ese día fatídico, incapaces de imaginarse que una vida nueva partiendo de cero fuese posible, hizo que muchos  optaran por el suicidio.
Muchos de ellos habían pasado mucho tiempo durante los alegres años 20, tratando de ganar más y más dinero. Tan absortos estaban en sus juegos de poder, que no pasaban tiempo de calidad con sus familias, con sus hijos. Estos crecían, desde luego, entre juguetes carísimos, pero alejados de sus papás que fumando grandes cigarros y bebiendo caros licores, se ausentaban prolongadamente de casa, dedicados al juego de la especulación, tratando en vano –y sin darse cuenta– de resarcirse de una infancia perdida repleta de abandono, jugando a apostar todo lo que tenían en la esperanza de poder darles a los suyos todo lo que ellos no tuvieron. Mientras tanto los suyos crecían en su ausencia. Así es como nació el consumismo. 




Esposas e hijos abandonados afectivamente pero rodeados de dinero…


Fue una huída hacia adelante para mitigar el dolor del abandono, huida a la que la sociedad occidental se abocó y que las grandes corporaciones transnacionales instigaron tras el primer tratado de Bretton Woods, firmado por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, en el que se decidió la creación de un organismo financiero internacional (Fondo Monetario) que regulase la implantación del dólar como divisa consensuada de cara al vaticinado crecimiento económico. 



Esa adicción ya no va a poder seguir practicándose, porque el sistema liberal socioeconómico creado tras la segunda guerra mundial, ya está desfasado respecto a la evolución de las almas que están ahora encarnadas en la Tierra. 
Al igual que muchas otras adicciones censuradas públicamente, las personas se están viendo arrinconadas –por los resortes que la misma voraz maquinaria del sistema creó entonces– a enfrentar  las muy profundas implicaciones que subyacen bajo el malestar individual y colectivo. Lo que está pasando es que estamos viéndonos forzados finalmente a recordar quienes somos, a despertar de la amnesia colectiva, el olvido, en la que hemos estado sumidos.
¿Amnesia para qué? Dirás.








Para explorar con total autonomía los confines de este planeta, sus posibilidades y desarrollar todo nuestro potencial creativo en cada vida, era necesario poder experimentar desprovistos del recuerdo de la dimensión ilimitada de la que provenimos. Todo explorador que se precie precisa de la convicción de que nadie antes ha urgado allí donde él/ella se dispone a urgar. Y a fe que ha sido una experiencia enriquecedora. Claro que nos hemos hecho daño mutuamente  –que tire la primera piedra quien pueda decir que no ha herido los sentimientos de nadie, verdad?–, pero el dolor también entraba en los planes de la grandiosa representación en la que quisimos interpretar nuestros papeles. Por eso creamos un escenario regulado por el Karma (ley de causa y efecto) por cuya ley debemos experimentar en nuestras carnes lo que en nuestra ignorancia hemos ocasionado en otros (y consecuentemente en nosotros mismos). Sin Karma ni Amnesia colectiva este 'sueño' del que estamos irrevocablemente (y más precipitadamente de lo que podía haber sido) despertando, no hubiera sido posible. 

¿Cómo se sale de la rueda del Karma? 1.Tomando consciencia de que dicha ley universal existe.; 2. manifestando las emociones (miedo, rabia, vergüenza…) 




contenidas 
desde que decidimos bloquear (anestesiar) el dolor que –incomprensiblemente para nosotros entonces–nos causaron inconscientemente aquellos que ya estaban aquí cuando 'vinimos' a este mundo; 3. aceptando el dolor que hemos ocasionado en nuestra ignorancia; 4. asumiendo la responsabilidad de vivir en libertad y armonía con todo ser vivo, con el coraje de expresar nuestra creatividad, nuestros sentimientos, sin generar (en nosotros ni en otros) expectativas. Siendo en definitiva, compasivos y tolerantes con el nivel de evolución de cada alma.
– Entonces ¿Está mal ser rico?
– Nada de eso. Nada es malo o bueno intrínsecamente. La prosperidad en todos los aspectos (no solo en la económica) es un anhelo muy legítimo del ser humano. Es posible disponer de abundancia para todos. La Tierra dispone de recursos para todos. Lo que sucede es que la abundancia es un regalo que cuando llega viene acompañado de una 'condición', la Responsabilidad. Por regla general los que disponen en esta vida de la riqueza material –porque kármicamente la han merecido– difícilmente aceptan compartirla con los que están 'esperando su turno'. Un amigo nuestro dijo "es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos". 
Y eso les devuelve, en su siguiente vida, al 'pozo' del que una vez lograron salir. No dar por miedo a quedarse 'sin' es el salvoconducto a la miseria en todos los órdenes.


Y a su vez, los que más criticaban a los ricos son los que más enfadados estaban por no poder serlo. Y que conste que es legítimo estar enfadado, faltaría más. Muchos psicólogos dicen que hay que ser positivo y ver el lado bueno de las cosas, y si el dolor que padecen es extremo, les tratan con hipnosis, que no es sino otra forma de neurosis, es decir una vía para continuar en la inopia (inconsciencia). La ira, que es hija de la indignación y abuela del rencor, representa la exacerbación del enfado, y te aleja de la riqueza en todos los aspectos (no solo la económica). Creer que la dignidad le ha sido a uno arrebatada es como comprar un billete de lotería cuyo premio es una multa. A todos, ricos o pobres se nos presenta alguna vez en la vida la oportunidad de dar algo de lo que tenemos a alguien que lo necesita. Ahí radica la virtud en la dignidad. 
– Papá ¿qué es la felicidad?
–Todos deseamos ser felices, pero pocos se dan cuenta de que la felicidad se alcanza cuando uno toma consciencia de su verdadera naturaleza eterna y expresa sus potenciales más genuinos, la creatividad particular e intransferible que todos y cada uno de nosotros albergamos y nos hemos labrado a través de las múltiples y diferentes vidas experimentadas a lo largo de las múltiples encarnaciones en las que que hemos decidido manifestar nuestra esencia. Muchos creen firmemente que ser felices consiste en estar cómodos, sin retos ni obstáculos que se presenten en el camino, con todas la necesidades y afectos cubiertos. En realidad esa búsqueda está basada en el anhelo de recuperar lo que no fue en el momento en que debía ser, la infancia. Por eso muchos adultos no soportan oir llorar a los niños, pues les despierta demasiado las emociones naturales que desde niños se vieron obligados a reprimir y que censurándolas  a si mismos como adultos (y a los niños) siguen tratando de eludir . Todo aquello de lo que se escapa acaba tocando inexorablemente a tu puerta, tal como esos tumores que, no aceptados como respuestas somáticas a un conflicto emocional profundo, rechazados y atacados mediante quimioterapia, acaban multilocándose en forma de metástasis irreversible.
La felicidad está íntimamente ligada al término ataraxia, que no es sino el estado natural del espíritu una vez retomamos la consciencia de que nada nos puede arrebatar la dignidad, salvo nuestra pertinaz voluntad de permanecer dormidos ante la grandiosidad de nuestra verdadera naturaleza, que es la misma que la de toda la Creación, de la que somos coautores.







3 comentarios:

  1. Quisiera dar de baja el feed pero no veo dónde o cómo se hace.
    Lars, ¿puedes darme una pista por favor?
    Gracias

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  2. hola mig: me estoy informando. En cuanto lo sepa lo digo.

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  3. Hola Mig: Parece ser que no es algo que dependa de mi blog. El programa de Feed de tu navegador (Firefox o Safari, Opera?...) te lo muestra, desde ahí mismo puedes darte de baja.

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