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viernes, 5 de octubre de 2012

¿Vives o sobrevives?

- Dices que no estás a la defensiva.
- Cierto. Todo está controlado.
- Aha, prueba inequívoca de que estás a la defensiva.
- Cómo?!
- ¿Qué hay que controlar si de nada necesitas defenderte?

Estás a la defensiva y la prueba es que lo has negado. No estaría ahora mismo tocándote una fibra 'sensible' si mi afirmación fuese falsa. No te inquietes. Esto no es una encerrona. Es tan solo una invitación a que te permitas aceptar que te has pasado la vida defendiéndote porque 'crees' fervientemente que NADIE te va a contener si te derrumbas. Nadie en tu entorno ha demostrado tener los huevos para ser compasivo testigo de tu derrumbe emocional. Y si ha habido alguien que ha aparentado estar capacitado para acompañarte en tu catarsis, al final siempre ha dado muestras de un incómodo narcisismo. Por eso haces alarde de tu autonomía. Detestas a los quejicas hasta el extremo que los eliminarías del mapa. Te alteran los llantos de los niños porque te recuerdan a tu propia infancia. Reprimes (juzgas, condenas, limitas...) cualquier demostración de fragilidad para evitar que los reclamos de los desamparados retumben en tus oídos hasta el extremo de sacarte de quicio. "Hazte más fuerte. Hazte un hombre", te hartaste de escuchar hasta la saciedad...delirantes mandatos para quien ya es Hombre de pleno derecho por el mero hecho de haber incursionado en la experiencia humana, de haber nacido.


Pre-sumes, pre-dices, pre-meditas, pre-textas, y sobretodo pre-SIENTES. Lo haces permanentemente. Vas por la vida demostrando en lugar de mostrar.
Por la forma en que tienen lugar los acontecimientos, presientes que algo se va a terminar y te pre-vienes. Algo te dice que algo complicado está por comenzar...algo va a ir mal. No recuerdas dónde se fundamenta este pre-sentimiento. Pero lo cierto es que necesitas bien poco para blindarte. Cuando presientes, te pones en guardia, a la defensiva. No permitiendo que el sanador dolor invada todas tus células. Has aprendido a ser autónomo/a, a valerte por ti mismo/a. Nunca nadie te ayudó. Debiste aprender a confiar solo en ti mismo. Pero esa actitud tiene un lado oscuro: No vives...sobrevives.
Presentir no es más que la acostumbrada vía para perpetuar el sufrimiento. Presentir es cultivar y blindar creencias. El deporte de moda desde que disponemos de neocórtex es pensar.
- No! Ayer presentí que quedaríamos campeones en el torneo de golf que organicé. Y ganamos. Y no me ha dolido nada. Ya ves...
- Obviamente que no te ha dolido ganar. Tampoco le ha dolido a tu ego inflado comprobar que tu vaticinio se había cumplido. Lo que te ha dolido, aunque tu ego consiga, de momento, disimularlo muy bien, es que la victoria no haya sido suficientemente difundida por los medios a los que eres tan adicto. O que a tu mujer le traiga sin cuidado que ganes o pierdas. O que tu padre todavía opine que podrías haberlo hecho mejor. El objetivo era, no te engañes, obtener reconocimiento de él. La meta: que te sonría y te diga "muy bien, te quiero, hijo". Pero el eco que esperas nunca obtiene el esperado retorno. Tu gran tragedia es no poder compartir las mieles de tus conquistas y victorias...En la cúspide de la pirámide estás sólo.

Por supuesto que sabías de antemano que sería así. Cuando obtuviste la re-acción de tu padre, ya estabas teniendo otro presentimiento.
- Ah sí? cual?
- Presentías que para tu padre tu "victoria" no iba a ser suficiente, que tendría algún "pero" que argumentar. Han sido muchos años de desengaños como para que nada te venga de nuevo. Así que, haciendo gala de tu lema favorito: "hombre precavido vale por dos", decidiste protegerte del seguro batacazo (frustración=dolor) y te adelantaste a los acontecimientos: decidiste juzgarte a ti mismo con premeditación.
- Ah sí? Cómo?
- Convenciéndote (vaya delirio, verdad?) de que "no ha sido una victoria suficientemente convincente". Adelantarte al juicio externo imponiéndotelo a ti mismo ha sido la forma de evitar afrontar la realidad, el hecho de que nunca fuiste amado. Así te aseguras de no quedar a merced de la realidad: el silencio, la desidia, la ignorancia. Todo con tal de que el silencio externo no te aturda. La contrapartida es acumular un insano caudal de culpabilidad que sistémicamente necesitas liberar. Y lo has hecho juzgando y condenando a los que dependen de ti, en tu entorno más cercano (hijos, empleados,...), a todos tus subordinados.

(...silencio.)

A la larga, presentir –esperar– siempre causa dolor. Curiosamente la esperanza es lo que alientan las religiones, las mismas bajo cuyo paraguas crecieron tus antepasados.

Tienes pereza a ponerte en contacto con el dolor (que es el origen del perpetuo sufrimiento)

-¿qué más da? Dolor y sufrimiento es lo mismo.
- Sufrir es lo que hacemos permanentemente como consecuencia de huir del dolor. Es la suma de todos los momentos de frustración por no conseguir que nuestras dementes expectativas (ser el mejor vendedor, ser el mejor administrador, ser el más atractivo, el más inteligente, ser el mejor atleta, ser buen hijo/hija....) obtengan la esperada "recompensa". Expectativas que nos autoimponemos para demostrar a mamá y papá que podemos ser aquello en lo que querían que nos convirtiéramos.

 Vivir es como pasarse 50, 80 ó 90 años en la sala de espera del dentista. Tratamos de distraernos del miedo que creemos/pensamos que produce el tratamiento. Sabemos, internamente, que es necesario ir al dentista, pero tratamos de posponerlo todo lo posible con excusas, pereza, distracciones...Dios es como ese dentista amoroso que se sonríe observando todos los aplazamientos que hacemos a las citas que nos ha concertado. El sufrimiento es lo que nos imponemos sin saberlo mientras tratamos de distraer el dolor. Sufrimiento es lo que sucede cuando padeces el síndrome de abstinencia ante la ausencia del azúcar. Sufrimiento es tener que buscar una nueva excusa creible (!) para que el dentista nos aplace de nuevo el tratamiento. Tenemos miedo (pánico) a lo que hemos oído o nos han contado (y nos hemos creido) que es el dolor. Pensamos que el dolor es insoportable. Que no sobreviviremos a él. Por eso huimos de él. Huimos aumentando la dosis de Prozac o el límite de la tarjeta de crédito...postergar el dolor, en la creencia que le dams esquinazo cuando, pobres ignorantes, lo llevamos atado con un elástico irrompible. Eso es lo que provoca sufrimiento. Igual que sufre el guerrero, embutido dentro de su armadura, presa del miedo al dolor que las heridas que le produzca el supuesto ataque de un enemigo en la batalla diaria por la supervivencia.

Despertar a esa locura es toda tu responsabilidad en esta vida. Estás capacitado para regresar –y vas a regresar– al momento en que te bifurcaste, el momento en que estabas desprovisto de miedo, al momento en que no había más que gozo y alegría.

 Eres un ser eterno. Eres amor. Todo lo demás es irrelevante, adyacente, la vestimenta con la que te has revestido para explorar los mundos grávidos y densos. Ahora llega el momento de hacer revisión de daños. El momento de contactar con tu Esencia multidimensional. Una vez que tus estrategias defensivas "te abandonan" (y eso es precísamente lo que nos está sucediendo en esta coyuntura), una vez has pasado por el ineludible tratamiento, sin la anestesia acostumbrada, es cuando acabas renaciendo de tus cenizas, cual Ave Fenix.

Te amo, lo siento.

Perdóname. Gracias.



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