¿De qué tienes miedo? ¿A la soledad? ¿Al dolor?...¿Al futuro? ¿A qué no haya nada después de la muerte? ¿A la muerte misma? Es curioso como nos asustan cosas que desconocemos. Desconocemos lo que es la nada, el vacío y sin embargo lo tememos igual que temíamos a los seguramente más reales fantasmas y monstruos que habitaban en nuestros armarios de pequeños. No recordamos haber muerto previamente y nos angustia "pensar" en ello...Sin embargo, todos aquellos que afirman haber tenido experiencias post mortem y haber 'regresado', afirman unánimemente que la muerte no es eso que creemos. Que lo que hay más allá es puro amor, la paz más allá de cualquier descripción.
Buscamos denodadamente compañía para huir de la soledad, del silencio. Y probablemente lo hacemos porque fuimos forzados a experimentar abandono y menosprecio en las etapas más frágiles de nuestra existencia, esa fase tan incipiente de nuestra vida, que comprende la gestación en el útero materno y la infancia y que precisa de la necesaria contención y aprecio. No es de extrañar que la soledad y el silencio nos den vértigo, pues nos recuerdan desmesuradamente a ese abandono inicial tan prematuramente padecido y todavía no asimilado...
Y sin embargo todo aquél que ha tenido forzosamente que atravesar un periodo de soledad, afirma ya no temerla más. No es tan fiero el lobo de la introspección cuando hemos incursionado en su guarida. Para contactar con el tesoro interno al que indefectiblemente conduce la escalera descendente del silencio, es necesario acallar todo el ensordecedor ruido ocupacional del que nos hemos rodeado en nuestra huida...la huida inconsciente del abandono forzadamente padecido. No nos lo merecíamos...pero así ha funcionado este mundo hasta ahora.
Huimos de (e incluso llegamos a atacar) todo lo que desconocemos y consecuente consideramos amenazante. Ingerimos anestésicos de toda índole, los que nos receta los llamados doctos y los que nos sugiere el circo mediático, para no sentir dolor. Decimos que nos da miedo (nos aterra) sufrir. Sin embargo, en nuestra anestesiada huida del doloroso escenario, grabado a fuego en el sótano de nuestro inconsciente, hacemos, por paradójioco que suene, precisamente eso que detestamos: sufrir.
Sufrimiento y dolor. Dos conceptos no solo dispares sino justamente antagónicos, puesto que la adhesión a uno impide la experiencia simultánea del otro. Sufrir es la opción por la que optamos ante una disyuntiva inasumible desde la perspectiva racional (todavía no forjada en el momento del trauma). No es una decisión consciente, sino neurótica, tomada desde el cerebro límbico, esa parte de nuestro cerebro que decide qué creencia adoptar para atenuar o soportar una situación emocional límite. Optamos por la "patada a seguir", usando terminología de Rugby. Sufrir es, por usar un ejemplo, lo que hacemos desde que el dentista nos advierte de que nuestra boca precisa urgentemente de un tratamiento (si no queremos exponernos a una irreparable pérdida de los dientes) hasta que la enfermera, sonriente, menciona nuestro nombre, instantes previos a nuestra entrada en el quirófano. El tiempo transcurrido entre ambos instantes puede eternizarse, dependiendo de cuánto decidamos postergar lo inevitable. Dolor, por el contrario, es lo que sucede en el momento de la operación. Dura lo que dura. Ni más ni menos.
Cuando todo lo que tu y tus antepasados dábais por sentado se derrumba (y ese momento está cerca, si no es que ya ha tocado a tus puertas) es señal inequívoca de que el tiempo que te has estado concediendo para esquivar tu responsabilidad , y consecuentemente sufrir, ha concluido. El reloj de los ciclos a los que estás adherido a nivel celular, está poniéndose a cero. Te hallas ante la inevitable fase de revisión de todo lo que llevas huyendo...Una fase que todos, ineludiblemente todos, vamos a atravesar. Es el fin de la negación, el umbral de la aceptación.
Si te hallas en un momento de tu vida en el que estás buscando respuestas coherentes a tus preguntas existenciales (¿qué sentido tiene la vida? ¿a dónde vamos?...¿de dónde venimos? ¿quiénes somos?...) bienvenido/a a la antesala de tu ascensión vibracional. Cuantas más preguntas te hagas más vivo/a estás, más abierto a conectar con las respuestas. Probable este video te dé algunas claves. Aparca al tirano que, reconócelo, "okupa" el sagrado espacio de tu mente y ríndete al ritmo de tu pulso, a los latidos de tu corazón, al curso imparable de la Creación de la que eres parte indiscutible e indisoluble. Solo una actitud así te permitirá escuchar a George Kavassilas con el corazón abierto. Solo así te resultará familiar (te resonará) su mensaje...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si lo deseas puedes compartir algún comentario...