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lunes, 8 de octubre de 2012

Meditación Ho'oponopono

Vamos en busca de la paz. Clamamos por ella en todos los foros posibles (una comida familiar, una reunión de padres de alumnos, una junta de comunidad de vecinos...) pero no dejan de presentarse situaciones conflictivas...la paz se empeña en rehuirnos. Cuanto más  airadamente reprochamos las actitudes hirientes de los demás más parece la anhelada paz eludir nuestro encuentro. Y así nos va, hasta que un día despertamos, magullados por nuestros propios palos de ciego, a la madre de todas las preguntas: ¿será que la Paz se halla escondida en otro lugar? ¿en otro tiempo?

Puede que hayas llegado a la conclusión de que lo que más bloquea el afloramiento de tu paz interna es el miedo a reconocer que tienes miedo.

– Miedo a morir?
– Para ser honestos, no me da miedo morir.
– ¿Qué te da más miedo que la misma muerte?
– Sufrir...
– ¿Podemos afirmar que huyes de aquello que te da miedo?
– Sí, se puede decir que sí.
– Bien. Te voy a demostrar que mientes. Mejor dicho, que te engañas.
–...?
– Dime una cosa. ¿Puedes evitar sufrir? ¿Puedes decidir no sufrir cuando te das cuenta que sufres? 
– ...No, es cierto.
– Si sufrir, en pura lógica, es lo que te sucede cuando huyes, entonces esa es la prueba de que no puedes huir del sufrimiento. Como no puedes huir de un terrorífico perro que corre tan rápido como tu. Huyes de un fantasma que te acosa donde y "cuando menos lo esperas" (que es curiosamente cuando más lo temes). No lo ves, no lo hueles, no lo oyes, pero está ahí. Sufres cuando no sucede lo que esperas que suceda. Y sufres cuando sucede lo que no esperas que suceda.
–Supongo que sí.
–Entonces convendrás que esperar es sufrir. Nunca sucede nada cuando esperas que algo suceda. Y cuando sucede lo inesperado, reacciones "esto no es lo que esperaba", te dices. ¿Qué esperabas?
– Esperaba algo que, por una vez, no me haga sufrir. No esperaba que mi padre enfermase y muriese. No esperaba que mi pareja me dejase hace tres años. No esperaba suspender el exámen de acceso a la Universidad. Ni siquiera esperaba que la chica que me gusta me diga "te quiero". Eso me desconcertó. Soy un animal de costumbres. No estoy preparado para lo inesperado.
¿No estás preparado para el amor, paradigma de lo inesperado?

La vida sucede inesperadamente. En realidad no tienes miedo a sufrir, pues sufrir es lo que te sucede constantemente, a lo que estás acostumbrtado. Sufrir es lo que te sucede mientras huyes...y la huida te es familiar.

Entonces dime, ¿de qué tengo miedo? ¿de que huyo?
– Tu me lo dirás. Yo lo sé, pero si te lo digo no me creerás. No puedes tener miedo de algo que no conoces, verdad? Solo puedes temer lo que te es familiarmente espantoso. ¿Qué es?  Descartado el miedo a sufrir...¿es miedo a perder? ¿miedo al rechazo? ¿A no ser visto? ¿a pedir perdón, miedo a disculparte, miedo a agradecer, miedo a aceptar lo inesperado, a vivir la vida, miedo a sentir? ¿Miedo a amar?

Hubo un tiempo en que no teníamos miedo. Los niños no temen, hasta que aprenden a tener miedo. ¿Y qué puede temer un niño? Aprende a temer lo que más cerca tiene. Teme a quienes ama. Y crecemos con el dardo envenenado del miedo. Un dardo invisible. Y el tiempo pasa...Y el miedo atasca, atrofia el presente, el AQUÍ/AHORA. Porque el ALLÍ/ENTONCES fue temible y no había forma de integrarlo, de incorporarlo. Desde entonces tienes miedo a lo inesperado. Desde entonces vives en la esperanza, esperando (re-clamando) que Papá y Mamá sean tal como AHORA esperas que hubieran sido ENTONCES.

– Esperas el amor de Mamá…y de Papá. Mientras tanto pasa la vida, que no espera nada. Ni de ella ni de ti. Simplemente sucede. El amor, que es la vida, sucede. Pero no la reconoces. Y te enfadas porque no es como esperabas. Y luchas para cambiar la vida, a las personas. Luchas por que se adapten a tus expectativas. Luchas para que todo sea tal como esperas. Y SUFRES porque eso no sucede. Y eso sucede hasta que llegas a la convicción de que la solución es dejar de seguir esperando que algo externo suceda, que te escuchen, que te amen como…querías, como NECESITABAS. Dejas de esperar y te rindes.
–¿Te resignas?
–No. Aceptas. Resignación es lo que hacías mientras sufrías en silencio. Rendición es cuando empiezas a considerarte, a mirar adentro, a todo el abanico de reacciones frente a lo inesperado, a esos nudos de resentimiento (ansiedad, enfados, enfermedades, irritabilidad, episodios de violencia, depresión...) por los que eres conocido a tu pesar. Es cuando decides desnudarte, des(a)nudar los nudos de tu férrea y obstinada creencia acerca de lo inaceptable que es…pedir perdón.
–Pedir perdón? ¿De qué? ¿Yo no he hecho nada?

Es todo un reto atravesar el obstinado y sempiterno victimismo y despertar a la pacífica aceptación de la naturaleza cíclicamente evolutiva de la existencia. Para ello es necesario re-conocer todas las esclavitudes y servidumbres que hemos repercutido y de las que consecuentemente hemos sido objeto desde/por parte de los personajes enojados que nosotros mismos hemos interpretado vida tras vida.
Por supuesto que hemos padecido situaciones injustas. ¿Pero qué hay de las vendettas que hemos orquestado para buscar un resarcimiento que nunca llegaba? ¿Qué hay de los castigos que (nos) hemos aplicado para repercutir en otros el dolor que no hemos querido integrar? Todos hemos más de alguna vez llevado a la práctica la ley del talión. ¿Cuántas veces hemos tirado la piedra y escondido la mano?

'It's really hard to say I'm sorry' reza la canción...

Si honestamente no puedes disculpar a los que te precedieron (y a fe que no te lo han pedido), quizá sea una buena opción pedir disculpas a los que te suceden...

Es tiempo de pedir perdón. De pedir 'ayuda para poder pedir perdón'. «Pedid y se os dará» dijo el sabio. Quien pide ayuda, deslegitimando para ello el resentido y empozoñante orgullo, la obtiene. Y quien logra incluso pedir perdón lo hallará, será perdonado. ¿Le has negado el perdón a quien se haya atrevido a pedírtelo? A nadie se nos niega el perdón cuando apelamos a nuestras disculpas. Discúlpate por tu resentimiento, por todas esas veces que no has sonreido y con ello has transmitido inseguridad a los que dependían emocionalmente de tu confianza en ti mismo. Discúlpate incluso por tu aparente incapacidad de sentir (si es tu caso) empatía por el sufrimiento ajeno. Pide(te) disculpas y serás redimido de la pesada carga que arrastras, esa 'culpa', que te impide sonreir confiadamente y saludar a todos cuantos se cruzan en tu camino, por serios y compungidos que estén sus rostros (con más motivo si es así) y hasta al mismo y generoso Sol cuando amanece. Y si no puedes aún ver la suficiente abundancia por donde vayas, no te juzgues...pide la ayuda necesaria para viajar al centro de tu inconsolable desdicha y descarga (vacía) ese equipaje atenazante. Re-conoce el legítimo lastre y comienza a soltarlo. Da rienda suelta, ibera, a tu ritmo, tu legítimo (aunque lastrante) resentimiento contenido (miedo, vergüenza, timidez, orgullo...). Sé osado y exprésate sin miedo al qué dirán, aunque el círculo en que te mueves sea crítico y atenazante (esa será la prueba de que tu liberación incomoda). Ámales mostrando el camino de tu libertad. Sé honesto con tus sentimientos. No permitas que el mayor enemigo que tienes, ese Ego tiránico que se aloja en tu mente aferrado a sus miedos, consiga volver a disuadirte de expresarte, disuadirte de vivir. No beneficias a nadie empequeñeciéndote. Tienes tu lugar en este mundo. Un lugar y una tarea intransferible. Nadie más puede hacerla como tu. Tú eres la luz que el mundo necesita, la semilla de la nueva humanidad. Y eso te convierte en una parte muy importante. Sin ti no será lo mismo.
Y si ya eres abiertamente expresivo, posiblemente hasta límites incómodos para ti mismo, no permitas que ese pequeño y grandilocuente dictador  te arrastre por el camino de la ira y la cólera. Sacar adrenalina es perfectamente aconsejable cuando el tarro está lleno hasta los bordes...mientras no caigas en la tentación de aficionarte a ver el vaso siempre medio vacío. Camina elegantemente por la delgada linea, por la senda de la síntesis entre los opuestos. Ama desapasionadamente, es decir, con todo tu corazón, que es el único órgano, como el Astro rey, que tan solo da, bombea incesantemente su generoso caudal. Y lo hace desinteresadamente, sin mirarse el ombligo, sin pedir nada a cambio salvo una disculpa si ha sido desatendido y unas gracias. Así eres tu.

«Perdonar es un gesto magnánimo de autocomplacencia, destinado a satisfacer a los espíritus inferiores. Pedir perdón, disculparse, solo está a la altura de los dioses»
Walt Whitman.





Reenvía desde el corazón este enlace a todas esas personas a las que quizá todavía temas encontrarte por la calle, a todas las personas cuya simple proximidad te desestabiliza, te irrita o empuja quizá a cambiar de acera y agachar la cabeza, a todas las personas que consideres mantienen una situación conflictiva contigo y frente a las que te cuesta estar centrado, personas que te descentran (a saber por qué, poco importa).

Es momento de dejar de luchar por defender el bastión del orgullo, de hacer las paces con tu propia verdad. Y la verdad es que no eres tu miedo. Tu eres paz,  tolerancia y compasión. Eres luz. Eres amor.
Está amaceciendo. Siente tu paz. Da fraternalmente tu paz.

Si has recibido por e-mail este enlace, debes saber que alguien ha pensado en ti y que te pide disculpas de corazón, aunque no recuerdes (ni quizá ella) por qué.

Lo siento,
Perdóname,
Te amo,
gracias.

Bendit@ seas.

1 comentario:

  1. Gracias por tu bondad, tu amor, tu alegría expansiva. Perdonar es un gesto, sonreír ...divino. Perdonémonos. Perdona mono.Paridímonos.Empadronémonos en la intangibilidad
    Abrazos

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