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jueves, 2 de agosto de 2012

El papel de la ilusión (I)

De acuerdo con la literatura védica, el mundo denominado 'material' está revestido de una energía llamada Māyā. Māyā significa espejismo, magia, ilusión y el poder de generar la ilusión. La idea esencial en los Vedas es que el Universo –aquello que creemos que es la realidad– es un campo virtual de experimentación, 'de juego', creado para las almas –cada uno de nosotros– que deciden disfrutar (experimentar) de la vida separadamente del Ser Supremo. Dicha literatura afirma que si dichas almas tuviesen pleno conocimiento de la Realidad tras esa ilusión, sabrían que nunca ha existido tal 'separación' y, consecuentemente, que el disfrute de la vida en ningún caso es operable de modo 'independiente'.

El Universo es, pues, una creación ilusoria, un escenario mágico, no real, un teatro en el que cada alma puede paradójicamente perseguir y 'realizar' sus intereses personales, interpretando libre y conscientemente un sinfin de personajes. Y estas interpretaciones le ofrecen un abanico de experiencias muy pedagógicas. Y todo ello en el contexto y la creencia de que es un ser separado e independiente.

Otro aspecto de la visión del mundo védico es que el Ser Supremo, la energía eterna todopoderosa, la Causa última y creadora de todo cuanto es, desea al mismo tiempo, que nosotros, las almas creadas, provenientes de dicha fuente (y contenedoras de su energía) y ocupantes del Universo creado, regresemos a él/ella. Pero...

-¿Pero qué?

- Pero para que dicho 'regreso' sea genuino debe estar fundamentado en la voluntad. La esencia del alma radica en actuar libremente por medio del amor. Si es forzada a actuar contra su voluntad por un 'poder superior', entonces dicha esencia no puede realizarse. Por ello, el Ser Supremo (Dios, para abreviar) ofrece al alma suficientes 'baterías de conocimiento' destinadas a 'despertar' a las almas de su sueño para que descubran cómo regresar a Dios de un modo gentil y progresivo que no interfiera o someta el Libre Albedrio del alma.

Todo ocurre por una razón, nos decimos. Pero ¿cuál es la razón última tras todas las razones transitorias? El compendio de libros sagrados hindúes Bhāgavata Purana, ofrece una perspectiva de la relación entre el Ser Supremo o causa última y el mundo de la Ilusión:

"Ofrezco mi devoción y rindo homenaje a Vāsudeva, el Supremo. Medito sobre él, la realidad trascendente, de quien surgen todos los universos manifestados y en quien éstos residen y por quien éstos son creados y destruidos. Él es directa e indirectamente consciente de todas las manifestaciones de su creación, en todo el rango de polaridad dualística en que se hallen, y es independiente y autónomo pues no existe causa más allá de él. [...] Solo a través de él aparecen y son percibidos los universos materiales como sólidos y densos, a pesar de que son irrreales."

El Universo es comparable a una realidad virtual, un término, éste, comprensible para nosotros ahora pero que hubiera sonado a anatema para nuestros abuelos . Una realidad virtual manifestada, por supuesto, dentro de una gran computadora gracias a un 'programador universal'.

Los habitantes de cualquier realidad virtual, aunque se muevan e interactúen, en dicho contexto, existen fuera de esa realidad virtual, ese 'mundo falso', generado por ordenador, pero experimentan la ilusión, la fantasía de creerse parte de ese mundo. Si dicha interacción en ese mundo virtul y holográfico llegase a identificarles completamente con sus cuerpos virtuales (físicos), si se olvidasen de su propia esencia, si nunca se preguntasen quienes son, cómo llegaron a ser, de dónde vienen, el por qué de su existencia, perderían totalmente la conexión con su naturaleza trascendente. De acuerdo con los Vedas, ésta es la posición en la que se halla la humanidad de almas actualmente, condicionadas por la aparentemente densa experiencia del universo material. Un esquema que está afortunadamente empezando a ser cuestionado seriamente con caudal apabullante de sincronicidades afloradas gracias al final de la esclavitud a que ha sido sometida la intuición, el dominio del hemisferio derecho del cerebro humano.

El velo de la ilusión no es, pues, tan opaco como para disuadir al individuo de buscar la Verdad de su esencia. El bosque de espejismos es tupido pero no infranqueable. Si el bosque de ilusión fuese impenetrable, la libre elección, el libre albedrío quedaría frenado. Si el anhelo de conocimiento 'superior' es patente en el individuo, éste siempre accede a la provisión de adecuada evidencia a su alcance con la que poder distinguir entre ese conocimiento (Realidad) y la Ilusión.

 

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