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miércoles, 22 de agosto de 2012

La educación prohibida






Un debate interesante, sin duda, el que se generará el día 4 de Septiembre...
Yo empezaría por desmenuzar el texto del cartel. En crudo.
Dice: "el sistema" no es capaz...
Pregunta: ¿Qué es "el sistema"? ¿Acaso no lo conformamos entre todos, cada cual desde su rol particular? ¿por qué nos empecinamos en considerar al "Sistema" como algo externo/ajeno a nosotros? ¿Realmente estamos impotentes frente a esa "máquina insensible" –que nosotros mismos hemos creado (quien calla otorga)– y que nos devora?

Y si el "Sistema" no se adapta, entonces habrá que convenir que nosotros somos unos inadaptados. Pura lógica aristotélica. Si así es, ¿en qué radica nuestra inadaptación? ¿cuándo se generó?¿Podemos revertirla? ¿A qué hemos de adaptarnos? ¿Es realmente cierto, como reza el cartel, que la juventud/infancia tiene expectativas? ¿No será que estamos proyectando en ellos las mismas expectativas de cambio que nosotros mismos tuvimos cuando éramos niños? ¿No será que se ven superados por ese tsunami de inasumible vértigo que les da enfrentarse a la vida adulta? Una vida tan vacía y sórdida, donde todo consiste en ser el más competente, efectivo y productivo, donde nada se entiende sin luchar por ser alguien? ¿Será por eso que cuando les vemos pasivos, apáticos, nos sentimos sacudidos? El temor a que su inadaptación despierte el resorte de nuestro propio miedo reprimido en aras de la competencia.
¿Por qué no les preguntamos a ellos, a los niños, si no se sienten presionados por nuestras expectativas? ¿Somos capaces de tratarles con el respeto que merecen?. No somos capaces porque no nos respetamos a nosotros mismos. Imposible respetar a alguien si no te sabes aplicar el cuento. 
...
¿Cómo hemos llegado a estar tan desconectados de la infancia y juventud? ¿Qué hemos perdido por la senda del progreso, de la eficiencia, del perfeccionismo y de la utilidad? ¿Sabemos jugar con nuestros hijos?
Todo se reduce a la Responsabilidad. Asumirla no significa, como muchos confunden, empezar a culpabilizarse. Para esto ya tenemos una maestría demostrada. La culpa...ese demonio de larga sombra que nos persigue por mucho que tratemos de esquivarlo. Una sombra muy alargada de un pasado que no nos deja en paz ni siquiera mientras dormimos. El inconsciente no engaña. Y en nuestra huida, en nuestra evasión de nuestras responsabilidades para con nosotros mismos (ocio, confort, distracción...), nos robotizamos, nos volvemos insensibles a las necesidades de aquellos que llegan para inevitablemente tomar el testigo. Y se lo damos, pero les hacemos pagar un alto peaje. 

La desconexión de nuestra esencia nos empuja a buscar culpables. Y acusamos…al sistema. Mientras tanto nuestros hijos se ahogan en el fango de la miseria que les legamos, de la losa de expectativas con que les cargamos (sin darnos cuenta!).

La responsabilidad no consiste en ser mejores educadores, ni siquiera en mejores padres. No se trata de mejorar. Mejorar en todos los aspectos es la delirante y demente meta que hemos heredado cuando éramos nosotros mismos niños y jóvenes. Una meta que nos hemos impuesto, Ser padres y educadores será no la meta sino la consecuencia de alcanzar la verdadera meta: limpiar las cloacas de nuestro pasado inconsciente. Mirar a los ojos de nuestros hijos y reconocer que lo único que tenemos claro es que les amamos. Que nos hemos equivocado tratando de hacerles encajar en NUESTRAS expectativas. No necesitamos seguir ya esculpiéndolos a nuestra imagen y semejanza. Y si por asomo deseamos que no nos imiten, lo harán. Por dos razones. Una porque los niños hacen todo eso que les decimos que no hagan. Y segunda porque imitarnos en todo aquello de lo que nos avergonzamos es parte de su rol, su papel socavador de nuestras miserias reprimidas. La oscuridad necesita ser iluminada. Y los niños están llegando como ordas de lampadarios iridiscentes, dispuestos a no dejar un rincón oscuro por desintoxicar.

Uno se adapta a los niños amándoles, dejándoles ser. Escuchándoles. Respetando sus ritmos particulares. Ellos no esperan de nosotros. Nosotros esperamos de ellos. Ahí está el drama que les obligamos a vivir. Ellos no tienen expectativas (pero se las crearán y transmitirán a sus propios hijos si no sabemos escucharles y creer en ellos). ELLOS son los protagonistas. El sistema patriarcal-izquierdocerebral-pragmático y dogmático les ha relegado al papel de libros en blanco. Ellos son ignorantes, decimos. Nosotros (pobres ignorantes) nos creemos los sabios y en realidad estamos cargados de juicios, de esquemas, de convenciones anquilosantes. Somos un compendio de cualquier cosa salvo dueños de nuestro timón. 

Los niños solo necesitan amor para poder florecer en paz y desplegar su propio y particular potencial. Les dimos cosas para disimular nuestra incapacidad para amarles. Tomarnos el tiempo (ahora que la bestia que creamos se está derrumbado) para conectar con el amor en nuestro interior (nuestr@ niñ@ intern@) es el camino para mostrarles que sabemos lo que es el amor. Aprenderán que no necesitan idolatrarnos a nosotros, sus mayores. Que somos sus iguales. Vamos y venimos en oleadas. Ahora son nuestros hijos, pero seguramente fueron nuestros padres o hermanos con anterioridad. Ahora asumimos nuestra Consciente de que somos el trampolín que necesitan para CONDUCIRNOS al salto cuántico que la Humanidad está destinada a tomar. Saben cuál es su misión. Pero necesitan que les re-conozcamos como portadores de nuestro pasado inconsciente...El camino ha sido largo. Y ha habido heridas. Disculparse…esa es toda la responsabilidad.


Nuestra responsabilidad es no ponerles piedras en el camino. para conseguir dejar de obstaculizarles tenemos que cogerlos en brazos, agradecerles por ser parte de nosotros y disculparnos por todo el dolor que sin darnos cuenta les /nos hemos creado. Recuerda: los niños aprenden lo que ven, no lo que se les dice.

No son nuestros hijos. Son hijos de la Vida. Igual que lo fuimos nosotros. Y el ciclo se renueva. Permanentemente. 
El sistema educativo se está derrumbando. Recuerda a HAL 9000, el ordenador central enloquecido de "2001 Odisea en el Espacio". Regocijémonos en vez de lamentarnos. Bendito sea este momento, porque la hipocresía no dura mil años. El miedo colectivo, del que te has nutrido tú y todos tus ancestros, no puede permanecer oculto eternamente. Y ahora está saliendo de su cueva. ¿estás list@ para abrazarlo?

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