Pamela Kribbe canaliza a Jeshua
2012 – www.jeshua.net
Traducido del inglés por Sandra Gusella
Queridos amigos:
Soy Jeshua. Estoy aquí con vosotros. A través de las barreras del tiempo y del espacio me pongo a vuestro lado; sentidme en vuestro corazón. Yo estoy muy familiarizado con ser un Ser Humano – los altibajos que se experimentan. He explorado toda el área de los sentimientos humanos, y dentro de ese mundo de extremos finalmente hallé una salida; un pasaje a un modo diferente de ver las cosas, con lo cual toda la experiencia de ser un Ser Humano se presenta finalmente bajo una luz diferente – un modo que crea tranquilidad y paz en el corazón.
Es sobre esta salida, este pasaje, que quiero hablaros hoy. Muchos de vosotros os halláis sumidos en un dilema; una lucha que mantenéis con vosotros mismos. Hay una idea viva, un pensamiento intenso en vuestra mente acerca de que deberías ser mejores, otro ...diferente del que sois ahora; de que estáis perdiendo el tiempo; de que deberían ser más altamente desarrollados, más productivos, más santos, más capaces de seguir ciertas reglas, un ideal superior que tenéis para con vosotros mismos, una aautoexigencia insatisfecha, pero ésta es una idea falsa. Todo este trabajar en vosotros mismos está basado en la arraigada idea de que no sois buenos tal como sois; de que hay algo más que debéis conseguir, cumplir, realizar; de que tenéis el poder de cambiar; de que tenéis control sobre el hecho de ser humanos. Ésta es una idea vieja, y una que experimentásteis plenamente en una Era ya muy vieja.
Esta idea existió, en parte, en la Atlántida, donde desarrollásteis el tercer ojo y donde lo experimentásteis como el centro de la observación en la cabeza. Desde ese tercer ojo pudísteis percibir y también desde ahí quisísteis intervenir, moldear la vida según vuestros deseos. Hubo una cierta tendencia en vosotros hacia la dominación, el control, pero esta tendencia también estuvo inspirada por vuestro concepto de la verdad. Teníais la idea de que actuábais en base a principios elevados, de modo que lo que hacíais era “bueno” – y siempre es así. El poder siempre oculta y está velado por ideas que se piensan que son buenas. Entonces toda una ideología se construye alrededor de esta idea generando una visión del mundo que aparece como esforzándose por lo que es bueno. Sin embargo, en esencia y en el fondo, estáis tratando de controlar la vida – tanto la vuestra como la de los demás.
El poder corrompe – os aliena del flujo natural de la vida que está presente en cada ser humano. El poder os da un concepto de maleabilidad que, de hecho, está basado en la ilusión. La vida, como la conocéis, no es flexible en ese sentido, y no está determinada por la razón, o por el deseo, o por el tercer ojo. La vida no se ajusta a una visión del mundo o a un sistema, y no puede ser organizada en base a los procesos mentales.
Durante mucho tiempo entrásteis en una batalla con vuestra humanidad – la condición humana. Muchos caminos espirituales están basados en la idea de que debéis trabajar sobre vosotros mismos, de que tenéis que elevaros, y de que tenéis que imponeros un camino planeado de acción que os conducirá a una situación ideal. Pero esta idea crea mucha lucha interna. Si comenzáis con la idea de un ideal requerido, os imponéis patrones en vosotros mismos que sabéis muy bien dentro de vosotros que son inalcanzables o no podéis encontrar – entonces falláis desde un principio.
Sentid, ahora, la energía de esta forma de pensar: lo que os estáis haciendo a vosotros mismos, qué energía se desprende de la necesidad de imponer, de la búsqueda de mejoraros, y del deseo de organizar la vida, vuestras emociones y vuestros pensamientos. Sentid la energía de querer controlar las cosas. ¿Es ésa una energía amorosa? A menudo, esa energía se presenta bajo la etiqueta del Amor, como lo bueno y lo verdadero, pero el poder siempre se esconde de esta manera, de modo que sea más fácil para las personas aceptar ser sometidas. El poder nunca muestra su cara abiertamente; el poder seduce a través del pensamiento. Es por eso que es mejor no pensar sobre eso sino sentir lo que el deseo de controlar la vida os está haciendo. Observad en vuestra vida diaria, en el presente, en vuestra vida ahora. ¿Con cuánta frecuencia aún lucháis con vosotros mismos, condenáis lo que surge en vosotros, lo que naturalmente brota de vosotros y quiere fluir? En este estado de juicio se asienta una energía de crítica, una frialdad: “esto no debería ser así, está mal, es necesario que se vaya”. Sentid esta energía - ¿os ayuda?
Ahora quiero llevaros a un modo diferente de observaros a vosotros mismos; un lugar donde el cambio puede ocurrir, pero sin luchar, sin la perspectiva de inflexibilidad, de 'mano dura'. Para que quede claro, dejadme poneros un ejemplo.
El primer modo de reaccionar
Imaginad que sucede algo en vuestra vida que os trae un sentimiento de ira o de irritación – ponedle el nombre que queráis. Ahora podéis reaccionar a esa ira de diferentes formas. Si no estáis acostumbrados a reflexionar sobre vuestras emociones, y vuestras reacciones son muy primarias, entonces ahí no hay nada más que ira – estáis enfadados, punto. Estáis envueltos en eso y os identificáis con la ira. A menudo, luego sucede que encontráis la causa de vuestra ira fuera de vosotros – proyectando finalmente la culpa sobre algún otro. Alguien hizo algo equivocado y es 'por su culpa' que estáis enfadados. Ésta es la reacción más primaria – estáis identificados con vuestra ira, vosotros estáis enfadados.
Otra posibilidad es lo que yo llamo...
El segundo modo de reaccionar
Estáis enfadados e inmediatamente aparece una voz en vuestra cabeza que os dice: “esto no debería suceder, esto está mal, no es bueno que me irrite, no es educado, debo suprimir esto.” Podría ser que se os haya enseñado a suprimir vuestra ira a través de la doctrina religiosa o debido a una educación social muy rígida. Por ejemplo: es mejor, más agradable (para los demás), más moralmente justo, no mostrar la ira a los demás. Ciertamente se ha aaplicado a las mujeres que no es apropiado expresar abiertamente su enfado – que no es femenino.
Os han hablado de todo tipo de ideas que os han conducido a juzgar vuestra ira. ¿Entonces qué sucede? Hay ira en vosotros e inmediatamente surge un juicio que la descalifica y desacredita. La consecuencia es que vuestra ira se convierte en vuestro lado ensombrecido, en vuestro lado oscuro, porque, literalmente, no se le permite salir a la luz – no debería verse. ¿Qué le sucede a la ira si es suprimida de este modo? Sin duda no desaparece. Se pone detrás de vuestra espalda para afectaros de otras maneras; puede hacer que os volváis miedosos y ansiosos. Vosotros no podéis utilizar el poder que reside en la ira porque no os permitís utilizarlo. Podéis mostrar vuestro lado dulce, hermoso, útil, pero no ese lado apasionado, iracundo, vuestro lado rebelde. Teméis la reacción ante ello de quienes os rodean y de los que todavía creéis que dependéis. La ira se encierra, pues, y pensáis que sois diferentes de los demás porque tenéis ese volcán interior. Esa actitud puede incluso llevaros a distanciaros de los demás. En cualquier caso, esto os crea un conflicto amargo interno, que tiene lugar aparentemente entre dos seres, un ser de Luz y un ser Oscuro. Mientras tanto os halláis atrapados en este juego doloroso, y duele por dentro porque no podéis expresaros. Es este juicio el que os limita.
¿Realmente os volvéis mejores personas a causa de esta reacción? ¿Suprimir vuestras propias emociones os conduce al ideal de un ser humano amoroso, pacífico? No, ¿verdad?Si os describo todo esto, es para que podáis ver muy claramente que este tipo de reacción no funciona – no conduce a una paz real, a un equilibrio interno real. A pesar de todo, así es como actuáis. Muy a menudo silenciáis vuestras emociones, porque no son 'buenas', aceptables de acuerdo a las costumbres que sostenéis. Lo cierto es que nunca os cuestionáis estas costumbres ¿de dónde proceden?, o ¿quién os las alimentó?.
Yo os recomiendo no pensar sobre eso, sino sentirlo. Sentid la energía que residió y sigue estando en las críticas que se os hacen, con los aprioris acerca de lo que es ideal y de lo que “deberíais hacer”, motivos que a veces están originados en razones aparentemente muy elevadas – dejadlo estar. Vuestra iluminación no procede de reprimir vuestras emociones y suprimirlas sistemáticamente.
Pero hay un tercer modo, un tercer modo de experimentar vuestras propias emociones humanas. El primer modo fue identificarse totalmente con la ira, como en el ejemplo anterior. El segundo modo fue desplazarlo, suprimirlo y condenarlo.
El tercer modo de reaccionar
El tercer modo consiste en una síntesis de los dos modos anteriormente experimentados. Permitir que las emociones se manifiesten para luego trascenderlas. Esto es lo que hace la conciencia. La conciencia de la que yo hablo no juzga – es un estado del ser. Es un modo de observación que al mismo tiempo es creativo. Muchas tradiciones espirituales os han dicho: sed conscientes de vosotros mismos, con eso es suficiente. Pero os habéis preguntado: ¿cómo puede ser eso? ¿Cómo puede la mera conciencia de mí mismo producir un cambio en el flujo de mis emociones? Tenéis que comprender que la conciencia es algo muy poderoso. Es mucho más que un registro pasivo de una emoción – la conciencia es una intensa fuerza creativa.
Ahora imaginad nuevamente que algo en el mundo externo (la corrupción política, por ejemplo) evoca en vosotros una emoción poderosa, por ejemplo, de ira. Cuando tratáis con eso conscientemente, estáis observándolo plenamente en vosotros mismos. No hacéis nada al respecto, ni adoptáis un pensamiento reaccionario ni asumís una actitud de rebelión. Simplemente os mantenéis en observación, viendo. Esto que puede parecer descomprometido a los ojos de quienes no comprendan, tiene un poderoso efecto pues os desprende de vuestra identificación con la ira. Ya no os perdéis en ella, simplemente permitís que la ira sea lo que es. Éste es un estado de desapego, pero un desapego que toma gran fuerza. Os desata y desprende de todo lo que antiguamente habéis aprendido: a dejaros seducir y arrastrar al interior de vuestros estados de ánimo, dentro de la emoción de ira o miedo. Para complicar las cosas, también os habéis visto inmersos en las cenagosas arenas de la crítica acerca de esa ira o miedo. Algo realmente denso e insoportable. Arrastrados al mismo tiempo en dos direcciones opuestas, situación que os aleja de la conciencia, la salida de la que os hablé al comienzo: la salida de esa 'montaña rusa' es el camino hacia la paz interior. Vuestras formas usuales de tratar con las emociones os alejan de ese punto central, por así decirlo, fuera de esa conciencia, y sin embargo ésta es la única manera de salir. Sólo observando silenciosamente el alcance total de la emoción, la vuestra y la de los que os rodean, impedís volveros inconscientes, permanecéis totalmente presentes. No permitiéndoos ser arrastrados – ni por la emoción, ni por la crítica sobre la emoción, os permitís mirar esto con plena conciencia y con un sentimiento de ternura: “así es como es en mí”. “Veo ira surgiendo en mí; siento que atraviesa mi cuerpo”. “Mi estómago reacciona, o mi corazón; mis pensamientos se aceleran para justificar las razones de mi emoción”. “Mis pensamientos me dicen que yo tengo razón y no la otra persona.”
Podéis ver que todo esto suceder a medida que os observáis, pero no lo acompañáis ni os dejáis arrastrar por su corriente, por su energía. Eso es Consciencia – esto es claridad de mente. Y de este modo conducís a vuestros demonios –el miedo, la ira, la desconfianza– hasta un área de descanso en vuestra vida. Les dais, sin embargo, carta de autenticidad, fuerza, cuando os identificáis con ellos, o si lucháis contra ellos juzgándolos, de ambos modos los nutrís. El único modo de trascenderlos es elevándoos sobre ellos, por decirlo así, con vuestra Conciencia – no luchar contra ellos, sino simplemente dejarlos ser.
¿Qué sucede luego? La conciencia no es algo estático; las cosas no permanecen como son. Notaréis, al dejar de alimentar la energía de la emoción o su crítica sobre eso, que los estallidos de emociones lentamente van desapareciendo. En otras palabras, vuestro equilibrio se fortalece; vuestros sentimientos básicos pasan a ser más de paz y alegría. Porque si ya no hay una batalla en vuestro corazón y en vuestra alma, la alegría sube burbujeando hacia arriba. Es imparable. Veis a la vida con una mirada más apacible. Observáis el movimiento de las emociones en vuestro cuerpo (y en el de los demás) y lo observáis sin juzgarlo. También observáis los pensamientos que comienzan a acelerarse en vuestra cabeza, con una mirada que es suave y mansa. Sabed que la habilidad de observar, y no ser absorbidos, tragados por lo observado, es algo muy fuerte y poderoso. De esto se trata todo: ¡esto es el éxito!
Ahora quiero pediros, en este momento, que experimentéis el poder de vuestra propia conciencia – el ser puro – y la liberación que esto trae, lo que os permite sentir que no hay nada radicalmente esencial en vosotros que necesitéis cambiar. Sentid la tranquilidad y la claridad de esta conciencia: esto es lo que realmente sois. Desterrad los falsos juicios. Dejad que las emociones fluyan y no las reprimáis. Ellas son parte de vosotros y algunas de ellas contienen un mensaje. Preguntaos si veis una emoción a la que teméis, una que los esté molestando, una con la que lucháis. Tal vez una que se ha vuelto tabú para ustedes. Permitidle ahora que aparezca en la forma de un niño o de un animal – que se presente; que se muestre. Ese niño podría expresarse completamente, incluso 'portarse mal'. Pase lo que pase, permítele hacer todo lo que quiera y que diga, por boca vuestra lo que siente.
Vosotros sois la Conciencia que observa y dice, “sí, quiero verte; quiero escuchar tu historia, exprésala”. “Cuéntame tu historia, porque es tu verdad y merece ser escuchada, quiero oír tu historia.” Experimentad vuestras emociones de este modo y no las condenéis. Permitid que vengan a hablar con vosotros. Tratadlas con la suavidad de una sabia persona anciana. No en vano los niños y animales se sienten mejor en presencia de ancianos, verdad?...Y eso no sucede porque sean físicamente decrépitos, sino por la paz y serenidad que su ser desprende, fruto de su experiencia. Mutad en ese anciando y observad lo que trae ese niño o animal al que dais la bienvenida. Escondida en una emoción negativa suele haber una fuerza de vida pura que quiere y pide emerger, y que ha sido ahogada hasta la muerte por todos los prejuicios y condenas. Dejad que el niño –o el animal de vuestra elección– venga saltando hacia vosotros, impregnado de toda su vitalidad. Tal vez cambie de apariencia a medida que se aproxima. Ni juzguéis esa visión. Recibidlo con una apertura amorosa.
La conciencia transforma – es el mayor instrumento para el cambio, sin embargo al mismo tiempo no quiere cambiar nada. La conciencia dice, “sí – ¡sí a lo que es!” Es receptiva y acepta todo lo que hay ahí, sin calificarlo ni enjuiciarlo, y esto cambia todo, porque os hace definitivamente libres. Ahora sois libres – ya no estáis más a la merced de vuestras emociones o de vuestras críticas sobre ellas. Dejándolas ser, ellas pierden su control sobre vosotros. Por supuesto, aún sucede ocasionalmente que os sintáis superados por vuestras emociones y prejuicios. Esto es ser humano. Tratad, no obstante, de no quedaros atascados ahí y no os castiguéis ya más por eso, diciendo quizá: “Dios mío, no he alcanzado una conciencia clara – debo estar haciendo algo mal.” Siempre podéis regresar a la salida, a la paz, al no luchar con vosotros mismos. Observad lo que está ahí, y no cometáis, repito, el error de deciros: no dejarse arrastrar por eso es signo de tener una gran fuerza.
Ese es el poder de la espiritualidad. La espiritualidad no es moralidad, es un modo de ser.
© Pamela Kribbe 2012
Sitio en español: www.jeshua.net/esp
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