Buscar este blog

martes, 11 de mayo de 2010

LA CLAVE ESTÁ EN LA CONSCIENCIA

Corren tiempos confusos. Nadie va a negarlo a estas alturas. Nadie puede abstraerse de que algo diferente se respira en el aire. La Tierra, nos avisan, está siendo maltratada por unos desaprensivos adalides de la geoingenieria nanotecnológica. Anarquistas, sindicalistas, socialistas, fascistas, talibanes, punkies, ecologistas, tradicionalistas, todos los 'ismos' posibles enfrentados en un mundo lleno de mujeres maltratadas por hombres maltratados por hombres maltratadores, maltratados a su vez por mujeres maltratadas por sus padres que a su vez les maltrataron…

Este mundo doliente no puede seguir así por toda la eternidad. Por mucho que los analistas y los titulares de prensa se esfuercen en ofrecernos referencias de reactivación económica, sabemos que este orden de las cosas tiene los días contados. Cada día hay pruebas de que lo que pasa no es un mal sueño del que creemos que mañana vamos a despertar como si nada hubiera pasado. Cada día hay más razones para pensar que un rol activo nos aguarda en detrimento del papel pasivo que hemos asumido hasta la fecha.

It's the End of the World as We know it, and I feel fine (R.E.M.)
Es el fin del mundo tal como lo conocemos y me siento bien.

La crisis a escala global que anuncian los medios a bombo y platillo, y que es la repetida comidilla de cualquier conversación en cualquier pasillo de nuestro inhóspito día a día, está siendo acompañada por una crisis más de andar por casa. La verdadera crisis, la de la paulatina desestructuración del individuo, debería ser la meta de los titulares de unos medios responsables. Sin embargo, de estas crisis más 'domésticas' los periódicos apenas quieren hacerse eco, salvo cuando genera un titular suficientemente escabroso como para alimentar la sed irrefrenable de morbo que hemos demostrado tener los humanos.

Por un lado padres que abandonan (si es que alguna vez lo ostentaron) su rol progenitor infectados por el virus de la desgana vital que atribuyen al nuevo cabeza de turco coyuntural, la desocupación laboral, por no mencionar que anteriormente ya habían hecho dejadez de funciones previamente, en aras de la búsqueda desmesurada y compulsiva de reconocimiento profesional, personal-afectivo.
Por otro lado los adolescentes y niños atascados en un sistema educativo obsoleto, lleno de conocimientos desfasados o simplemente inútiles, gestionado por docentes desprovistos, salvo honrosas excepciones, de la mínima vocación para formar a los adultos del mañana y en el mejor de los casos impotentes ante una maquinaria educativa implacable cuyos resortes no dejan nada librado a la improvisación. Un sistema que navega al pairo de las veleidades de los intereses electorales de dirigentes que no solamente se ven incapaces de decidir hacia donde debe encaminarse la nave formativa de los futuros adultos, sino tan siquiera dispuestos a consensuar acuerdos encaminados a establecer un rumbo.

Lo que interesa son titulares que vendan más y alimenten la máquina de desinformación y terrorismo emocional en que se han convertido los medios de comunicación de masas. Nos los merecemos. Los hemos pedido y ahí están. Pero, ¿podemos cambiarlo?

Todos los que mínimamente mantenemos una cierta dosis de cordura, queremos con la mejor intención enderezar la nave poniendo parches allá donde consideramos que el sistema hace aguas, incrementando la participación donde antes no ha habido sino dejadez de responsabilidades. Y eso está bien, si no fuese porque hay otra responsabilidad, más crucial que cualquiera, de la que debemos ser conscientes: el origen de nuestras actitudes repetitivas e inconscientes que dañan. Permanecer ignorantes del dolor autoinfligido y del repercutido a otros, un peso que nos impide desarrollarnos como seres creativos/creadores de la realidad que deseamos (y que sin duda está a nuestro alcance), es un billete seguro al fracaso en cualquier iniciativa que emprendamos. Por muy encomiable y loable que se aventure, irá lastrada por acciones diseñadas desde nuestro propio inconsciente para entorpecerla. Diseñadas paradójicamente por nosotros mismos.

Parece que hayamos perdido la referencia acerca de qué es globalidad o globalización. Demasiadas 'mala noticias' en la tele nos ha distanciado e insensibilizado tanto, que hemos llegado a pensar de dos modos muy polarizados. Una de dos, o cambiamos de canal, buscando la evasión (que tan minuciosamente se ha diseñado para mantenernos dormidos y ajenos de los verdaderos acontecimientos) o asumimos el argumento culpabilizador, consistente en aceptar que hemos sido los causantes de todas las desgracias ecológicas y climáticas que está padeciendo el planeta, y nos embarcamos en causas distantes. Este último argumento también es obra, entre otros, de Al Gore, apóstol de la infame teoría del cambio climático –que postula, recordémoslo, que se está produciendo un calentamiento global en el planeta, generado por los gases de efecto invernadero emitidos por todos nosotros a la atmósfera– Profeta y Gurú de movimientos globales en internet (Avaaz,…) y cuyo fin es recaudar fondos para la 'lucha' por causas etiquetadas de altamente emotivas que buscan hacer diana en las frágiles conciencias, desestabilizando el proceso de despertar en el que muchas almas están finalmente involucradas. (He utilizado la palabra alma conscientemente…ruego disculpas a quien se sienta ofendido por ello)

Vivimos tiempos en que los esquemas a los que estábamos acostumbrados, y en los que estamos adoctrinados, sin haber siquiera osado cuestionarlos previamente, están rebasando su fecha de caducidad, quedando desligitimados a ojos vista. La crisis de las instituciones públicas no es sino el derrumbe de uno de esos esquemas. La gente, antes escéptica a las teorías que apuntaban a la arena política como uno de los pilares de la la corrupción generalizada y desenfrenada, ahora ya no son reacias a ello, sino que incluso la consideran como el teatro de marionetas donde se escenifican pantomimas que no son sino la punta del iceberg de una trama más profunda y oscura de perversión, en la que se asienta el origen de los males de nuestra civilización.

Todos hemos experimentado y experimentamos con más frecuencia de la deseada, arrebatos de rabia, arranques de violencia incontrolada que sabemos han afectado y hecho mella en nuestro entorno más cercano, sobretodo aquél sobre el que tenemos 'dominio emocional', nuestras parejas e hijos. No pocos son los que han buscado ayuda psicológica ante tales comportamientos repetitivos. Desgraciadamente eso solo sucede cuando la situación, anteriormente sostenida mal que bien con adicciones desgastantes, se nos va literalmente de las manos.
Aceptemos que la causa de tanto 'desajuste' mundial se halla en nosotros mismos. Nosotros somos las víctimas de nuestra propia tiranía, la de nuestros egos, secuaces de ese Mefistófeles que tantas veces mencionamos en este blog, y al que una vez malvendimos nuestra 'conciencia de ser', nuestro ser real, nuestro/a niño/a interno/a, canjeándolo por un sucedáneo, un ser irreal, carente de empatía e inconsciente de nuestro historial clínico-emocional real, fabricado por nosotros mismos en la más tierna infancia y capacitado y acreditado para gobernar la nave de nuestra existencia. Hecho, en definitiva, a medida de las necesidades de supervivencia que se imponían, vistas las reglas inhumanas que regían y siguen rigiendo en el desdichado mundo que nos encontramos al nacer.

¿Una perorata imposible de asimilar?

Existe un argumento muy en boga actualmente y de una sutileza sibilina que expone que para cambiar el mundo uno tiene que cambiar. La teoría del cambio personal. La dialéctica de este argumento es tan contundente como ocultamente perversa. Reza tal que así 'Sé el cambio que quieres en el mundo'. Tras la máscara de benevolencia que emana la conjunción de las palabras mágicas 'cambio' y 'mundo', se esconde una teoría manipuladora de gran calibre.
Piénsalo bien. Esta lógica nos transfiere la responsabilidad sobre los acontecimientos, cualquiera que sea la índole de los mismos (incluídos los asociados con la climatología adversa y la crisis ecológica, como apunté anteriormente)
Pero, ¿y si el mundo estuviese cambiando no a causa de, sino a pesar de nosotros? ¿y si el Planeta fuese un ente viviente y consciente, que nos hospeda tal que la ballena hacía con Simbad y sus compañeros de travesía, como nos revelan los legendarios "Cuentos de las mil y una noches" y que ahora no está haciendo sino avisarnos de que necesita darse un chapuzón? ¿Qué nos impide aceptar que la Tierra, y con ella todo el sistema solar y quizá la Vía Láctea entera, se halle transitando por uno de tantos cambios que cíclicamente ha experimentado a lo largo de sus más de 4500 millones de años de existencia? ¿Se nos "caerán acaso los anillos" por considerar al Universo como un vasto infinito de Conciencia capaz de una autonomía que rebasa las expectativas de nuestra perspectiva de la existencia? ¿Y si resulta que lo que se nos pide, aquello para lo que verdaderamente estamos capacitados, fuese, ni más (ni menos) que asumir el gobierno de nuestra nave, mirar hacia adentro y hacer 'revisión de daños'?
Quizá esa sea una tarea tan ardua de asumir que preferimos remar contra corriente, tratando de cambiar todo lo que nos rodea, poniendo el foco en el exterior en lugar de en nuestro interior. Y sin duda lo es pues no es fácil hacer algo que nadie nos ha enseñado nunca. Difícil? sí, Imposible? no.

Imagina que de repente todos aceptamos las siguientes premisas como válidas:
1. Hemos sido víctimas desde la infancia.
2. Hemos sobrevivido a ese daño moral o físico sufrido. Otros no lo han resistido y se fueron…
3. Nos hemos causado daño a nosotros mismos por obra de las actitudes neuróticas que hemos asumido (hablar-fumar-agradar/seducir compulsivamente, gula, anorexia, vigorexia, sed de poder, etc…) en la que ahogar la carencia de amor en la infancia, y que han tenido consecuencias nefastas en nuestra salud mental y física.
4. Hemos hecho daño a otros (robar, humillar, castigar, racismo, dominación, mentir por costumbre…) por obra de esas mismas actitudes neuróticas compulsivas, que nada tienen que ver con nuestras verdaderas necesidades y, como consecuencia, esas otras personas han sufrido daños físicos y/o mentales de los que somos responsables en la medida que nos toca.
5. Asumimos que estamos compuestos de personalidades escindidas de nuestra verdadera esencia, del Ser Real que somos. Personalidades que nos han servido en los diferentes escenarios que la vida nos ha presentado, para representar los roles que se nos exigía, pues a nadie interesaba descubrir cómo eramos en realidad. Roles o personalidades como el sumiso, la prostituta, el proxeneta, el celoso/a, el 'pobre de mi', el seguro de si mismo, el racista, el integrista, el mendigo, el terrorista…
5. Aceptamos la responsabilidad de nuestros actos.
6. Decidimos tratarnos mejor y dedicarnos a restablecer la salud mental perdida.
7. Nos disculpamos a nosotros mismos, y pedimos disculpas a quienes hayamos herido.
8. Nos mantenemos alertas ante posibles futuras actitudes equivocadas.

Imagínate un mundo en el que todos estuviésemos ocupados en sanarnos, un mundo donde dar fuese parte del proceso de sanación, ayudándonos en la medida en que fuesemos liberándonos del lastre autoimpuesto, aceptando y compartiendo las expresiones de emoción propias y ajenas, permitiendo y respetando los sentimientos propios y ajenos, tanto de niños como de adultos…en definitiva escuchando a nuestro guía interno y entregándole el timón de nuestra recobrada vida. Una vida rebosante de inesperados acontecimientos, donde cada día fuese un nuevo amanecer, diferente al anterior, donde lo primero que se nos ocurriera fuese agradecer al Universo por nuestra existencia, a los astros por ejercer sus reconocidas influencias sobre la Creación de la que somos parte innegable, a los elementos fuego, tierra, agua y aire por los beneficios que constantemente nos dispensan, a los demás seres vivos por dignarse a compartir su existencia con nostros. Un mundo así sería un mundo pleno de abundancia donde cualquier tipo de necesidad estaría cubierto. Nadie tendría que pre-ocuparse tratando de luchar por la subsistencia diaria, porque todos estaremos ocupados dispensándonos amor, esa palabra tan mal comprendida y manipulada hasta el punto que hemos llegado a aborrecerla.
Imagínate un mundo de felices sabios-ignorantes, expectantes por lo aún no descubierto y felices y responsables por los conocimientos que se nos hayan sido revelados, y no ignorantes 'sabelotodos' autocomplacidos por lo que creamos haber inventado o creado. Un mundo en comunión con tantos otros mundos, ingrávidos y gentiles como pompas de jabón, que hasta ahora se han guardado inteligentemente de manifestarse a su pesar, tanto por respeto a no causar ingerencias en nuestro libre desarrollo evolutivo, como por no verse salpicados con nuestra agresividad y peculiar densidad.

Ese día los señores de la oscuridad de esta realidad dejarán de existir porque nosotros dejaremos de participar en sus perversos juegos de guerra. Porque miraremos para otro lado cuando nos alienten a temer a nuestro hermano por su color de piel o por sus creencias, cuando nos asusten con posibles amenazas terroristas que ellos mismos maquinan. Porque en vez de combatirlos con la ira que ellos tratan de extraer de nosotros, nos reiremos de su cambalaches y fuegos de artificio. Pero también nos reiremos más de nosotros mismos y de la excesiva seriedad con que nos observamos y juzgamos. Aprenderemos que vivir no consiste en luchar por hacerse un hueco en el apretado vagón de este metro subterraneo que llamamos vida. Que la supervivencia no es el mal menor con el que contentarnos en esta excursión que llamamos el tránsito vital. Todo eso habremos aprendido.
Pero también aprenderemos que los obstáculos en la vida no están ahí puestos aleatoriamente para hacernos tropezar sin razón, sino que detrás de cada uno de ellos se halla una particular prueba de la que extraer un aprendizaje. Cuando ello suceda seremos libres de esa rueda implacable denominada Karma que solo existe en virtud de la universal ley de causa y efecto que en pura justicia rige los designios de la Creación. Porque de eso se trata: la vida es aprender, y evolucionar como consecuencia de ello, para vivir la vida después de la vida.

Para que esa realidad se incorpore a la normalidad de tu día a día, como lo fue antes, miles de años atrás, es necesario que conectes con tu autorresponsabilidad. Empieza ya.


No podrás ayudar a nadie hasta que no aprendas a amarte. Cree en ti mismo.








No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si lo deseas puedes compartir algún comentario...