El intento es siempre singular, pero hay usos colectivos. Se trata de burlar la espera tanto como apaciguar ese tormento interior que a tantas personas impide hacer vida normal (si es que existe tal cosa). En una apresurada lista encontramos como modos de calmar esa ansiedad, la bebida, el deporte, la droga, el extenuante trabajo, los múltiples juegos, los agotadores viajes, los ataques a nuestro propio cuerpo, en fin, un montón de maniobras todas ellas temporales, y muchas de ellas aún más dañinas que la propia ansiedad.
Como muchas de estas aventuras para enfrentar lo que nos angustia tienen una larga trayectoria histórica desde la noche de los tiempos, deberíamos suponer que eso que nos angustia, y sus repercusiones ansiosas en nuestro cuerpo, va con la vida, y con las tres heridas de Miguel Hernández. Que afrontamos cada uno como podemos con las armas más a mano.
Una de esas armas es la inhibición. Es decir todo tipo de evitación de las situaciones angustiosas. Es la derrota del “yo” ante la acometida de algo que no tiene representación, algo informe, oscuro.
Y así, muchos deciden usar de la inhibición y no pueden montar en avión, conducir solos su coche, salir de su país. También la inhibición se traduce en no poder escribir, no poder hablar en público, no poder tener relaciones sexuales, no poder alejarse mucho de su ciudad natal o de su familia o de su pareja, y en los momentos más duros, no salir a la calle.
Son tantas las inhibiciones para calmar la ansiedad que muchas las incorporamos como naturales, cuando han sido construcciones sociales, laberintos defensivos que han construido las sociedades para evitar la llegada de lo que angustia, de lo extraño-familiar, del otro intrusivo.
A una de esas inhibiciones la llamamos frontera. Son rayas entre los pueblos. Rayas pintadas en un mapa. A veces un río. Hemos levantado muros porque el otro nos inquieta, nos angustia. Pero el enemigo siempre va dentro.
(Extraído de la entrada titulada "Calmar la ansiedad", del blog de: Fernando Martin Aduriz)
Me ha inspirado esta entrada (en forma de diálogo interno)
-Muy interesante este preludio acerca de los desórdenes por déficit de atención (ADD en inglés, TDAH en castellano: Así es como técnicamente se denomina a la ansiedad)
-Preludio?-Claro. Eso es lo que son los prólogos de los libros o los aperitivos en las comidas. Antesalas.
-¿Cómo continuarías tu el relato?
-Te voy a adelantar el primer capítulo.
Verás, exhibir crónicamente un trastorno psíquico como es la ansiedad (una atención desordenada, incapacidad de concentrarse en una tarea rutinaaria y llevarla a cabo en su totalidad, tener espasmos (epilepsia) o emitir exabruptos, tomar decisiones viscerales incontroladas -de las que acabarás arrepintiéndote- sin que medie censura (vergüenza, rubor) de ningún tipo, es propio de quienes se están viendo superados por lo que CREEN QUE son aleatorias circunstancias que PARECEN fatalmente destinadas a atentar contra su integridad. Es el cuadro clínico que describe la Paranoia. Se ven incapaces de observar con sosiego la escena y evaluarla. La ansiedad es la prueba de que se huye de un miedo descontrolado. Pero lejos de ser algo inabordable y solo medicable -con dopaminas artificiales (o incluso electroshocks, terapia de nuevo en boga), se trata de una patología curable, pues sus orígenes son detectables.
-¿Y dónde nace la paranoia?
-Se trata de personas que han visto su sistema natural de contención (neocórtex=cerebro cognitivo) emocional lesionado. El stock de endorfinas naturales se han agotado, está exhausto. Y el caudal de incomprensión que éstas contenían, convertido ya en un volcán de lava incontenible de modo natural, erosiona las paredes de la razón (intelecto), revelando un torrente de pánico (en forma de resentimiento) acumulado en el piso/nivel inmediatamente inferior (cerebro límbico), como consecuencia de las agresiones sufridas por la integridad del alma.
-Se trata de personas que han visto su sistema natural de contención (neocórtex=cerebro cognitivo) emocional lesionado. El stock de endorfinas naturales se han agotado, está exhausto. Y el caudal de incomprensión que éstas contenían, convertido ya en un volcán de lava incontenible de modo natural, erosiona las paredes de la razón (intelecto), revelando un torrente de pánico (en forma de resentimiento) acumulado en el piso/nivel inmediatamente inferior (cerebro límbico), como consecuencia de las agresiones sufridas por la integridad del alma.
-No termino de entender.
-Te pondré un ejemplo a modo de metáfora: ¿verdad que cuando no hemos bajado la basura 'a la calle' durante días, la casa empieza a oler mal?. Ante ese olor puedes actuar pulverizando el cubo de basura con spray aromatizante. Eso servirá el primer día. Al menos maquillará la pestilencia que se confundirá en el ambiente perfumado. Está bien como recurso de urgencia en caso de visitas. Pero al día siguiente el hedor no solo persistirá sino que ya no habrá productos químicos que lo disimulen. Hay quienes, llegado ese caso, deciden salir de la cocina (si es allí donde está el cubo de basura, y deciden cocinar en el jardín. Puede funcionar en verano. Los vecinos creerán que has decidido finalmente hacer vida sana al aire libre. Pero cuando llegue el frío y ya no queden más conejos en la chistera solo te queda la opción de mudarte de casa o sacar la basura al contenedor. Para entonces, obviamente la cantidad de basura superará con creces la que cabe en el camión que habitualmente hace la recogida. Por no hablar de que el mero hecho de acumular basura ha generado una fauna adicional (gusanos) con la que no contabas. Si te resistes a mudarte de barrio (suicidarte) y haces acopio de valentía te harás acreedor/a de un inesperado servicio: tu profesor de reciclaje emocional. "Pedid y se os dará" (Mateo 7:7-11)
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