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jueves, 21 de noviembre de 2013

El instante santo


Lo que voy a decir es una opinión muy personal y confío en que quien no la comparta simplemente dedicará su precioso tiempo a menesteres más fructíferos que el de rebatir mi discurso.
En estos tiempos de confusión y escándalos públicos generalizados estamos presenciando la revelación de un complot oscuro (todos los complots lo son) encaminado a asentar y fijar entre los hombres una ola de repulsa hacia el mismo género humano.
Muchos titulares en los medios de comunicación de masas obtienen, ahora que están tan de moda comentar las noticias públicamente, una avalancha de comentarios que reflejan una especie de misantropía congénita. Hacia eso acaban encaminándose indefectiblemente los comentarios no importa cuál sea la naturaleza de la noticia. Gente declarando, tarde o temprano y abiertamente, su convicción acerca de que los humanos somos algo así como un error de la naturaleza, que somos crueles y malvados y que mejor le iría en definitiva al planeta si desapareciéramos de su faz. 
Y aunque muchos de estos comentarios, los más elaborados y acérrimos, procedan de personal a sueldo del medio informativo en cuestión y obedezcan, por tanto, a los dictados de una agenda concreta (una estrategia para pescar más que nunca en rio revuelto), la mayoría de ellos procede de una inmensa masa que ya ha visto 'lavado su cerebro' por el éxito de dicha agenda. Un cerebro lobotomizado a base de culpabilidad.

Solo puede autoagredirse alguien –y llegar al extremo de denigrar a su propia especie– en el caso de que se considere sucio por defecto, un error, un producto trompicado del azar, portador de un 'pecado original' adherido hasta la médula, un fallo congénito del que nos contaron que solo puede uno ser redimido en el interior de una iglesia, con la intermediación de un hombre vestido de negro ante una pila bautismal en el interior de un confesionario. Afortunadamente esta escenografía va quedando ciertamente trasnochada. Sin embargo la culpabilidad persiste más allá de este sacramento por lo que precisa, dicen, de una cierta periodicidad (http://actualidad.rt.com/sociedad/view/112027-papa-francisco-confesar-pecador-misa)

No voy a ser ingenuo como para desvincular el sacramento de la confesión, ese examen de conciencia postulado por las jerarquías eclesiásticas, de la muy necesaria y profunda revisión de daños acumulados, pero es que la culpa va mucho más allá de testimoniar las actitudes reprobables de los semejantes o más propiamente de las incoherencias y contradicciones de uno mismo. Y la frustración para muchos por no conseguir salir del pozo de la miseria al no hallar el modo de detener esas actitudes autolesivas propias pese a todos los esfuerzos realizados en esa dirección puede acabar conduciendo, cuando los muros defensivos mentales (el intelecto) ya flaquean de tanto utilizarlos, a la misma esquizofrenia.

Dicen que si queremos desgranar la fuente de la confusión respecto de quienes somos, de cuál es la naturaleza ignota del sistema que opera en nuestras mentes, conviene dirigirnos hacia el epicentro de nuestras neurosis, el mismo instante en que empezamos a considerarnos una despreciable basura, una especie que ha pasado de considerarse hegemónica y autocomplaciente a literalmente prescindible entre todos los seres de la Creación. Debemos rascar en nuestro pasado como especie. 
Dirás que eso es un proceso tedioso que lleva tiempo. Pero eso solo es así si consideras que los cambios de consciencia requieren de eso...tiempo. Pero no es así necesariamente. Es tu mente la que decide eso.

Vayamos a ello. Mi opinión es que ese sutil y difícilmente reconocible sentimiento de culpabilidad no se generó en la infancia o incluso en nuestra vida intrauterina reciente. Allí ciertamente aconteció que vimos confirmado el dramático escenario. Fue hace muchas decenas de miles de años, en un momento emergente sin duda de nuestro pasado como especie, el instante en que el primer hombre (Homo Sapiens) padeció algo que hasta entonces desconocía, su primer trauma psicológico.

Hubo un momento, cuentan las sagradas escrituras, en que habiendo sido creados el hombre y la mujer, su Creador les invitó a su preciado jardín y les prometió abundancia (ergo, amor) con una condición (luego no era amor incondicional): les prohibió probar de los frutos de dos de los árboles que poblaban ese Edén... 

Pongamos que tal individuo existió, con o sin barba blanca, es lo dejo a tu imaginación. Sin duda ese ser (Dios) conocía esos frutos o por lo menos tenía experiencia de su disfrute. ¿Por qué se los negó al hombre? ¿A qué la exclusividad? ¿No los merecía? ¿Acaso consideraba que no estaba preparado para asimilar su alcance?. Lo que sí sabemos es que, establecido el límite, Dios se retiró, confiado.
Pero hete aquí que un ser retorcido (como solo una serpiente puede serlo) tentó al hombre y la mujer para que los hijos de Dios, cuentan las escrituras, contravinieran la orden de su padre, el mandato del 'dueño del Edén'. Adán y Eva cedieron a la 'tentación' de una serpiente y fueron, como consecuencia de ello, expulsados del Paraíso terrenal por haberse atrevido a probar uno de los dos frutos prohibidos el del 'árbol del conocimiento del bien y del mal'. 
Pero ¿qué mandato puede contener un castigo tan severo? ¿Qué consecuencias tan reprobables conllevó esa desobediencia como para que quien te ha creado pase a despreciarte y hasta expulsarte de su casa?¿Qué sucedió? Lo que sí sabemos es que Yahweh, tan benevolente y magnánimo anteriormente, habiendo sabido de la transgresión, montó en cólera. Algo hizo el hombre que no podía ser 'vuelto atrás'. Y estoy persuadido, tu también imagino, a descartar que ese fruto se hubiese tratado de una simple manzana (recuerdas el logo de Apple?). 

La manzana mordida podría ser un símbolo no de un pecado sino del acceso humano a una libertad inicialmente no consentida. El Génesis habría sido, pues, escrito de modo codificado, con un discurso encriptado, apto para mentes infantiles (=humanidad joven) para ser comprendido en la posteridad, ahora y aquí...
Lo único constatable es que la actitud del hombre condujo a una expulsión traumática. Y éste es el tema de este post. 

Desde que nos ocultamos la desnudez con hojas de parra firmadas por Armani o Carrefour (según convenga a nuestro presupuesto), censuramos y sobretodo condenamos nuestros naturales instintos. Nuestra sexualidad continua siendo un tabú. El disfrute del cuerpo no solo es íntimo sino que está cargado de una losa de culpabilidad que nadie acierta a ubicar...Una censura ancestral cuyo origen podría entroncar perfectamente con la escena traumática del Edén. De ser cierto, aquél 'dios' de los antiguos no nos habría creado inicialmente para que nos multiplicásemos y poblásemos el planeta, consecuencia, ésta, natural de haber mordido la fruta prohibida. De otro modo no se hubiera enfadado. La capacidad del hombre para reproducirse debe haber sido el inesperado motivo por el que los planes del creador 'fracasaran'. ¿Dónde encaja la serpiente en todo esto? ¿Es también un símbolo?




Nuestra herencia genética se pierde en la noche de los tiempos y los genes que se transmiten de padres a hijos están cargados de información en su mayor parte traumática de la que somos inconscientes, que no se borra simplemente con cirugía estética como pretenden muchos doctos. Desde entonces y aunque muchos se confiesen ateos, el hombre deja en herencia, generación tras generación, esa culpa por haber infringido la ley de Yahweh/Dios (o mejor dicho la de quien se hizo pasar por Dios) y nos arrastramos por la tierra pidiendo perdón (y hastiándonos de pedirlo) simplemente por existir.

Estoy convencido de que estamos ante un tiempo maravilloso, planeado desde instancias y dimensiones muy nuestras, propias de nuestra naturaleza multidimensional, muy apropiado para hacer revisión interna de daños. Las guerras nos han servido para defendernos de nosotros mismos hasta que simplemente dejan de servir porque dejan de tener sentido...Algo más vasto y desbordante precisa aquí y ahora ocupar ese puesto en nuestras mentes. Y no es cuestión de si ha de suceder o no. Sino de cuándo te resuena y se incorpora en tu mente. Ya está sucediendo. 

Es tu oportunidad de enlazar con tu/nuestra Fuente. Sin intermediarios. Es el instante santo. Saca tus antenas. Despliega tus alas.

...


«Cuando la pena cae sobre mi
el mundo deja ya de existir,
miro hacia atras y busco entre mis recuerdos.

Para encontrar la niña que fui
y algo de todo lo que perdí,
miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos.

Sueño con noches brillantes al borde

de un mar de aguas claras y puras
y un aire cubierto de azahar.

Cada momento era especial,
días sin prisa, tardes de paz,
miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos.

Yo quisiera volver a encontrar la pureza
nostalgia de tanta inocencia
que tan poco tiempo duró.
Con el veneno sobre mi piel,
frente a las sombras de la pared,
miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos.
Y SI LAS LÁGRIMAS VUELVEN
ELLAS ME HARÁN MÁS FUERTE…
Yo quisiera volver a encontrar la pureza
nostalgia de tanta inocencia
que tan poco tiempo duró.
Cuando la pena cae sobre mi
quiero encontrar aquello que fui
miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos.»


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