El misterio de la vida es una gran representación que está en cartel cíclicamente. Y este ciclo que nos ha tocado vivir esta vez, está terminando para dar lugar a otro. Y entre ciclo y ciclo hay una puerta por la que pasar al 'otro lado'. Una puerta común para todos, pero también hay una puerta para cada uno de nosotros. Y estas puertas tienen bisagras. Bisagras oxidadas como consecuencia de no haber mantenido ubicadas las puertas ni consecuentemente haber lubricado convenientemente las bisagras. El chirriar de esas bisagras son lo que hemos convenido en llamar la 'crisis'.
Toda crisis, ya lo sabemos, también es una oportunidad para hacer revisión de daños, hacer balance, desprenderse de lo viejo para hacer lugar a lo nuevo.
Por mucho que las apariencias revelen un creciente caos y desconcierto, por mucho que la vida te parezca como un calcetín al que le han dado la vuelta, todo lo que sucede tiene un sentido muy profundo. Estás iritado/a? Acepta tu ira. Acepta la vergüenza. Acepta el dolor. Y cualquiera que sea el caso, acepta el miedo que se oculta tras todas esas emociones y, sobretodo no luches contra ellas, sino extrae las lecciones que te están presentando. Son tus maestros.
Desnúdate emocionalmente. Sal de todos tus armarios. Airea todas tus habitaciones mentales, destapa tu caja de Pandora en la intimidad. La ira (miedo) que acumulas pide un púlpito desde el que poder clamar. Todo el mundo está clamando al cielo. Los oligarcas quieren panfletar y canalizar tu ira y la de tus hermanos en un concierto global que ellos pretenden dirigir. Todo con tal de que no les gires la cara. Y es que los pastores, a fuerza de haber haber interpretado su papel apacentando a las ovejas durante miles de años se ven, ahora que los corderos están despertando de su sueño, incapaces de abandonar su papel controlador.
Irse de casa es doloroso cuando el hogar paterno (el amparo de los pastores), más que un trampolín hacia la libertad, ha constituido una atenazante prisión de barrotes (de oro, en el mejor de los casos). Y es que la emancipación, la tuya, la de todos, precisa del derribo de esquemas que hasta ahora creíamos incuestionables.
La cuestión es ¿Sigues tu adicto a la sumisión? ¿Deseas libertad?
Sí, PUEDO.
Y sin embargo estás enfadado (perdón, indignado). ¿Cómo sembrar el mundo con tu paz si aún estás lamentando que ni tu ni los demás que sufren la tuvisteis? En verdad que son incompatibles ambos sentimientos. No es tiempo de aferrarse a las dependencias del pasado, de temer atávicamente al futuro. Todo eso son herencias tribales que se alojan en nuestro cerebro reptiliano. Pero para desembarazarse de un lastre hay que identificarlo y cortar la soga que nos ata al pasado…
Es tiempo de destapar el tarro del miedo antiguo y dejarlo ir acompañado de un grito liberador. Liberado el miedo se te revelará (despertarás a la consciencia) la realidad de que estamos abandonando la adolescencia de la humanidad como especie. Las diferencias se están disolviendo y la antes ambigua noción de que todos somos lo mismo, está cobrando un inusitado e imparable sentido…
Estás aquí, en este tiempo/espacio, no por casualidad sino por voluntad propia, para ser testigo y a la vez ayudar en el parto de un nuevo mundo. Para ayudar a la Tierra a despojarse de la vieja piel de serpiente que está mudando. Y tus miedos son parte de esa piel colectiva que hay que dejar atrás. Cuanto más combatas lo que temes/odias, más difícil será la transición para ti y para todos. No estás aquí/ahora para disfrutar o reclamar el disfrute de la comodidad y la paz que se te ha negado. Estás aquí para sembrar paz. La tuya. Estás aquí para contagiarnos con tu luz.
Irse de casa es doloroso cuando el hogar paterno (el amparo de los pastores), más que un trampolín hacia la libertad, ha constituido una atenazante prisión de barrotes (de oro, en el mejor de los casos). Y es que la emancipación, la tuya, la de todos, precisa del derribo de esquemas que hasta ahora creíamos incuestionables.
La cuestión es ¿Sigues tu adicto a la sumisión? ¿Deseas libertad?
Sí, PUEDO.
Y sin embargo estás enfadado (perdón, indignado). ¿Cómo sembrar el mundo con tu paz si aún estás lamentando que ni tu ni los demás que sufren la tuvisteis? En verdad que son incompatibles ambos sentimientos. No es tiempo de aferrarse a las dependencias del pasado, de temer atávicamente al futuro. Todo eso son herencias tribales que se alojan en nuestro cerebro reptiliano. Pero para desembarazarse de un lastre hay que identificarlo y cortar la soga que nos ata al pasado…
Es tiempo de destapar el tarro del miedo antiguo y dejarlo ir acompañado de un grito liberador. Liberado el miedo se te revelará (despertarás a la consciencia) la realidad de que estamos abandonando la adolescencia de la humanidad como especie. Las diferencias se están disolviendo y la antes ambigua noción de que todos somos lo mismo, está cobrando un inusitado e imparable sentido…
Estás aquí, en este tiempo/espacio, no por casualidad sino por voluntad propia, para ser testigo y a la vez ayudar en el parto de un nuevo mundo. Para ayudar a la Tierra a despojarse de la vieja piel de serpiente que está mudando. Y tus miedos son parte de esa piel colectiva que hay que dejar atrás. Cuanto más combatas lo que temes/odias, más difícil será la transición para ti y para todos. No estás aquí/ahora para disfrutar o reclamar el disfrute de la comodidad y la paz que se te ha negado. Estás aquí para sembrar paz. La tuya. Estás aquí para contagiarnos con tu luz.
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