Un tema muy espinoso sin duda. Estoy de acuerdo en el inteligente agravio comparativo expuesto al final por Durán i Lleida (que no es otro, reconozcámoslo, que el que la mayoría de nosotros alguna vez se ha planteado al verse enfrentado a este tema).
Dicho esto, quisiera ir un poco más allá de lo evidente.
Tengo serias sospechas que este programa-debate televisivo, y la intervención calculada de esta mujer –que por su exposición y retórica, no responde al patrón común de las 'hijas de Allah' en España–, esté siendo intencionadamente expuesto de forma tan enfática a la luz pública por los poderes fácticos escondidos tras las faldas de los medios de comunicación. Las circunstancias, los particulares dimes y diretes de la vida entre personas de diferente procedencia, credo o cultura, siempre se han autorregulado 'sobre el terreno', a pie de calle, y la experiencia así lo demuestra. Sin embargo, los medios parecen empeñados en servírnoslo en casa (no sea cosa que no nos enteremos por nuestra cuenta de todo lo malo que sucede en el patio, verdad?). El sentido común está en la calle. Siempre lo ha estado, pero hay quien tiene un especial interés en que dejemos de ver a las personas y nos autoetiquetemos por llevar tal o cual prenda. Alguien quiere que nos llevemos mal. Alguien desea impedir la reconciliación de la especie humana.
La diversidad étnica, cultural, genética y de credo es un hecho incontestable. Es fruto del inevitable flujo y tránsito poblacional como consecuencia de los avances tecnológicos en medios de transporte experimentados en nuestro planeta desde la segunda mitad del s. XX. No es ni bueno ni malo. Simplemente es. Aceptarlo y no luchar contra ello nos ahorrará problemas añadidos, aunque eso pueda ir en detrimento de la profesión periodística.
Llevar a palestra pública de los medios de comunicación de masas este debate, revela una solapada intención de mantener los ánimos crispados (como si no hubiera ya temas suficientes). El formato de debate televisivo, tan popular en los países intelectualmente desarrollados desde que surgiera allá por los años 80, ha demostrado palpablemente que, lejos de resolver las disensiones planteadas, simplemente polariza más todavía las posturas. Si la diversidad ya es palpable en la calle, ¿para qué hacer un circo de ello en la tele?, ese 'pozo sin fondo' que financiamos todos con nuestros impuestos. Desde hace dos generaciones hemos aceptado la idea de que debatir es bueno para acercar posturas, pero lejos de conseguir eso, los extremismos han crecido.
La cruz que Durán i Lleida esconde tras su corbata hizo más daño en manos de Pizarro y Cortés que todas las lapidaciones que puedan producirse en Marruecos hasta el fin de los tiempos. Por no hablar de las Cruzadas…Ratzinger ya ha pedido indulgencia por todos los errores cometidos. Cierto, todos podemos cometer errores. Hasta la iglesia ocultando casos de pederastia. Yo, personalmente les perdono –aunque no olvido– (lo cual no es alimentar el rencor, sino aprender a estar alerta).
Dice el Sr. Durán que respeta el credo religioso, pero que en cuestión de cultura, no todas las culturas son iguales y se atreve a decir que la cultura árabe es inferior a la que él representa. ¿A qué cultura representa? ¿A la que, en este país, identifican como Fiesta Nacional a la 'corrida'?…Sin comentarios.
A las tres virtudes teologales que predica el credo del Sr. Durán (Fe, Esperanza y Caridad) yo añadiría otra: La Tolerancia. En esta tesitura, quizá deberíamos plantearnos por qué nos molesta el velo. O mejor dicho, si realmente nos molesta. Propongo una encuesta espontanea para averiguar en qué lugar del escalafón de nuestras preocupaciones se halla el velo islámico. ¿realmente es un inconveniente para la vida en armonía?
Todo el mundo sabe que dos posturas tan antagónicas como las de esta señora y el Sr. Durán i Lleida no se van a conciliar porque la televisión PUBLICA, con toda su aparente buena intención decida darles un micrófono que todos pagamos. La consecuencia, más bien, va a ser la demonización, en mayor o menor medida de todo fiel musulmán. No nos engañemos. El espectador medio de este debate no discrimina tan 'finamente' entre cultura árabe y fe islámica, como el Sr. Durán i Lleida. Detrás de toda mujer con un velo, el españolito medio va a ver cada vez más (gracias a este debate) a una mujer intolerante que obliga a su hija a taparse el rostro. Cuando esto no es verdad. Eso, si es que todavía no ve a todo musulmán como un potencial terrorista capaz de aprender un curso acelerado de pilotaje y derribar el campanario, gemelo o no, de la iglesia de su pueblo. Y sin proponérselo, va a juzgarla (en el contexto de una comida familiar o en la peluquería, el café de la esquina, o el mismo puesto de trabajo –si es que lo conserva), sin darle opciones a expresar su individualidad.
Las chicas musulmanas llevan el velo, no solo voluntariamente sino con mucho orgullo y honra. Que la razón sea religiosa o cultural tanto da. La cuestión es que sus madres los llevan y sus abuelas los llevan, y sus bisabuelas lo llevaban. Estas chicas no tienen opción. Pero no porque se las obligue en casa como nosotros imaginamos, sino porque su vínculo con la tradición está muy arraigado en su civilización, y no es posible desprenderse de ella (si es que acaso es tan aborrecible llevar velo, que esa es otra) de igual modo que uno no abandona cualquier adicción de golpe sino por medio de una TRANSICIÓN. Estas chicas, actualmente en el disparadero de la vida pública, en el entorno escolar o laboral, no van a quebrar, aunque se lo propusieran hoy mismo, una costumbre en una sola generación por el mero hecho de que hayan nacido en España. Hará falta mucha tolerancia y amor por nuestra parte para que quizá dentro de dos o tres generaciones las hijas o nietas de esas chicas que nacieron dentro de nuestras fronteras, se atrevan a mostrar sus cabellos líbremente. Si lo hacen o no, dependerá de su libre albedrío y voluntad. No porque una ley les obligue forzosamente a quitárselo. Si tanto alardeamos de pertenecer a una sociedad tolerante, demos muestra de ello con actos, no solo de palabra. Si realmente llevar el pelo destapado es signo de evolución en una sociedad, lo que definimos en occidente como 'esclavitud del hijad' se caerá de maduro en los países magrebíes en una o dos generaciones. Si no, entonces quizá resulte que no es un asunto tan grave desde su perspectiva.
La intervención de este político en este foro televisivo –que no le ha costado ni un euro, vaya por delante– le va a repercutir en mucho rédito político. Él lo sabe, por eso ha acudido. Y a los políticos, ya lo sabemos –a todos los que gustan de saborear las mieles del poder, que son el 99%– les resbalan completamente los conflictos culturales o religiosos del populacho. De hecho, viven de crearlos y alimentarlos. Eso sí, cuando hay oportunidad de dirimir en un conflicto que ellos mismos han originado y colgarse una medalla en público, con micrófonos, taquígrafos y maquilladores, ahí están. En primera linea.
Aquí está produciéndose un gravísimo choque cultural, con inevitables tintes religiosos (la religión, siempre la religión), que ha sido alimentado desde tiempos ancestrales. Mucho antes, por supuesto, de que los diversos gobiernos abrieran y cerraran (nada aleatoriamente) las fronteras de sus países, manipulando el flujo migratorio a su antojo. Choque, digo, alimentado por aquellos que rigen los destinos en la sombra del mundo (Rotschild, JP Morgan, Rockefeller, Carnegie, y demás banqueros y propietarios de multinacionales y corporaciones transnacionales) y que manejan, desde sociedades secretas a su antojo a sus secuaces del Banco Central Europeo, la Reserva federal Norteamericana, Rupert Murdoch, EFE, Reuters, ONU, OMS, UNICEF, UNESCO, etc. , los que están detrás del origen de todo el enfrentamiento y confusión, y que a su vez tienen maniatados a los Gobiernos Mundiales, esas marionetas ególatras a las que creemos que elegimos en comicios democráticos y que no hacen sino confundirnos con regulaciones y leyes tributarias fuera de todo sentido común.
El enfrentamiento disfrazado de debates políticamente correctos no es sino señal de los tiempos que corren.
Y es que para tener la oportunidad de imponer el orden, es necesario que previamente exista un conflicto que genere enfrentamiento y ocasione el desorden. Hacer uso del maquiavélico 'divide y vencerás' es el paso previo imprescindible a decretar el estado de excepción o de sitio. Generar y alimentar el moralmente reprobable debate sobre el Hijab (velo islámico) es, además, la antesala no ya del racismo (esa cruz la portamos todos en mayor o menor medida) sino la actualizada justificación para ulteriores peldaños en la escalera global del puro y duro plan eugenista de la élite mundial, esa a la que poco le importan las convicciones éticas de cualquier tipo de integrismo (ya sea cristiano o islámico). Mientras permanezcamos polarizados en posiciones enfrentadas, olvidando que todos somos iguales y que fuimos creados iguales, sin importar el color de piel o sexo, seguiremos jugando a ese perverso juego de rol que los que están detrás del escenario han ideado. Un juego en el que nos pasamos la vida aniquilándonos (física o dialécticamente, da igual, muerte a fin de cuentas) ajenos a nuestra condición de Conciencias eternas, Espíritu que están teniendo una temporal experiencia humana.
Se oyen rumores de esperanza entre tanto hedor a violencia y terror. Por duro que sea presenciar el espectáculo que se está desplegando frente a tus ojos, no te dejes llevar por la emoción del desamparo. No permitas que el rencoroso y frustrado niño/a que llevas dentro desde tu infancia salga violentamente a flote, aprovechando la coyuntura de caos y calamidad que se va a revelar en breve. Rescátalo ahora, antes de que su ira se vuelva incontrolable. Abrázalo con amor y ofrécele toda la seguridad que reclama. nadie salvo tú puede calmar su desconsuelo. Hoy, más que nunca, reclama tu equilibrio y permanece en tu centro mientras observes como todo se venga abajo. Igual que Lot, no te gires mientras todo se derrumba a tu alrededor.
Como dijo aquél maestro: "Que tire la primera piedra el que esté libre de culpa".
Paz en la Tierra a los hombres y mujeres de buena voluntad.
"Todo lo que decimos es dale una oportunidad a la paz"
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